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Chile :: 23/10/2019

Chile en el contexto neoliberal

Marcos Roitman Rosenmann
Piñera declara el estado de sitio, mensaje claro: las fuerzas armadas son el baluarte del régimen neoliberal y la Constitución de Pinochet

Son muchos los síntomas para no ver la dirección que toman los acontecimientos. Con excepción de Cuba, Venezuela y Bolivia, los países de América Latina (AL) y el Caribe han puesto en marcha reformas neoliberales. Tras el Consenso de Washington, el proceso de acumulación de capital se reajustó adecuándolo a la economía de mercado. Fue la primera transformación neoliberal. Reforma del Estado, flexibilidad laboral, desregulación, preeminencia del capital privado en la asignación de recursos y apertura financiera y comercial. Lo dicho se unió a un ataque a las organizaciones populares y de clase. Había que desarticular el movimiento popular. Las protestas se acallaron con represión y muerte.

Las privatizaciones, la pérdida de derechos sociales cons­tituyeron la base del proceso. La primera represión en Venezuela con el gobierno de Carlos Andrés Pérez en 1989. El caracazo dejó más de 3 mil víctimas. Luego vendrá el alzamiento zapatista en México en 1994 y luego en 1998, el triunfo de Hugo Chávez en Venezuela. Pero será en Argentina donde las reformas neoliberales entran en crisis. En diciembre de 2001, tras el corralito, se produce una revuelta popular. Conocido como el cacerolazo; 39 manifestantes asesinados. En un año, le suceden a De la Rúa cinco presidentes.

En Ecuador, la crisis estalla con la presidencia de Abdalá Bucaram en 1997. Declarado mentalmente incapacitado y con tres presidentes interinos, asume Jamil Mahuad. En 2000 un golpe de Estado encabezado por el general Lucio Gutiérrez toma el poder. Carlos Vargas, presidente de la Conaie, será nombrado vicepresidente. En 2003 Gutiérrez triunfa en las urnas, será derrocado en 2005, tras una gran huelga general impulsada por la Conaie. En 2007 vendrá el triunfo de Alianza País, la revolución ciudadana, una nueva constitución y el gobierno de Rafael Correa. En 2017, la elección de Lenín Moreno, será el fin del proyecto. El neoliberalismo recupera posiciones. Tras el decreto de subida de la gasolina, fuertes movilizaciones lideradas por la Conaie obligan a retirarla. Moreno negocia su permanencia concentrando sus esfuerzos en atacar a ex presidente Correa. Las políticas neoliberales siguen adelante. Conaie y Moreno se unen.

En medio siglo de neoliberalismo, AL ha vivido distintas fases. El ciclo progresista hizo pensar que la región encontraba respuesta al neoliberalismo. Lula (Brasil), Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia), Kirchner (Argentina), Zelaya (Honduras) o Lugo (Paraguay) se unen a Chávez [y a Fidel]. Nuevas formas de organización regional (Unasur, Mercosur, ALBA, Celac) supusieron un freno a las políticas imperialistas. Pero los golpes de Estado retoman protagonismo. Políticas neoliberales acompañadas de militarización del poder, se despliegan al amparo de la estrategia de seguridad estadounidense. El país nodriza: Colombia. Más bases militares, me­gaproyectos y resignificación de las fuerzas armadas en la lucha contra el crimen organizado. En esta ocasión, México será su plataforma. La muerte de Hugo Chávez en 2013 es un punto de inflexión.

Al finalizar la primera década del siglo XXI, los gobiernos progresistas hacen aguas. Sus políticas, sustentadas en la incorporación de sectores populares, activando su consumo, favorecen la demanda y el acceso al crédito, pero no alteran la estructura económica. La plutocracia mantiene su poder real. Mientras, las trasnacionales imponen sus megaproyectos. FMI, OCDE y OMC torpedean las políticas sociales tildándolas de populistas. Mediante golpes de Estado blandos, fraudes electorales o capitalizando el descontento social, una derecha neofascista aparece en el escenario. La necropolítica, guerra contra los pobres es la nueva fase neoliberal. Las migraciones que hoy sacuden la región tienen en ello su explicación.

Las alzas a energéticos, el transporte, agua, privatización de la salud, educación, deterioro de los servicios públicos, sueldos de miseria, trabajo infantil, feminicidio, represión a los pueblos originarios, junto con las políticas depredadoras de flora y fauna indican el camino adoptado por esta derecha neofascista. Piñera (Chile), Bolsonaro (Brasil), Macri (Argentina), Duque (Colombia), Moreno (Ecuador), Benítez (Paraguay) o Giammattei (Guatemala). No hay grandes diferencias. Criminalización de la protesta y represión.

El hartazgo en Chile, cuna del neoliberalismo militarizado, es seña de su descomposición. Corrupción, sueldos de miseria, exclusión social se dan la mano. El levantamiento popular, tras la subida del pasaje del Metro, es la gota que rebasa el vaso. Piñera declara el estado de sitio, mensaje claro: las fuerzas armadas son el baluarte del régimen neoliberal y la Constitución de 1980. Ellos defienden el proyecto. Van quince muertos, cientos de heridos y miles de detenidos.

El levantamiento se extiende en ciudades donde no hay Metro. A pesar de anular la subida, las protestas continúan, síntoma de un sistema que se agota. Los cimientos del pinochetismo urdidos por los partidos que pactaron la transición se tambalean. Esperemos que el desborde popular termine por derribarlos. En Chile se lucha por la dignidad, la justicia social, la vida y contra el régimen neoliberal de exclusión. Ni más ni menos.

La Jornada

 

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