China: Las contradicciones sociales más importantes en 30 años
La crisis mundial amenaza con una nueva recaída, esta vez más aguda. A la crisis política en Grecia y las masivas movilizaciones en rechazo a un plan de ajuste más agresivo, las divisiones en la eurozona por un nuevo rescate a Grecia y el peligro de un “contagio” que haga estallar la propia eurozona, se suman los datos de la desaceleración en EEUU, la caída de la economía japonesa y el intento de China de frenar el sobrecalentamiento de su economía.
China, en este contexto internacional, pese a la desaceleración de los últimos meses, sigue con una fuerte expansión (9,8% el primer trimestre) y es la locomotora de los índices de crecimiento de la economía mundial. Pese a ello, China se ve cruzada por diversas contradicciones, las más importantes en los últimos 30 años, que empiezan a cuestionar su frágil estructura social, el intento de “transición” gradual de su modelo y a llenar de preocupación a la burocracia restauracionista por las “tensiones sociales” que están empujando a nuevas luchas y disturbios sociales.
Un crecimiento débil y plagado de contradicciones
El crecimiento chino se ha tornado enormemente inestable en el contexto de crisis mundial que aún no ve salida. Su economía depende fundamentalmente del consumo exterior de sus mercancías. Es hoy, el principal productor y exportador del mundo. Pese a que ha caído su dependencia del consumo norteamericano producto del intento de diversificación de su exportación hacia la UE y América Latina, los dos principales mercados de exportación siguen siendo la UE y EEUU.
Su bajo nivel de autonomía económica, de consumo doméstico y en última instancia, de dependencia del consumo europeo y norteamericano, se ve reflejado en que, pese a ser la segunda economía más grande del mundo (con un PIB de U$4,9 billones), en términos de PIB per cápita representa sólo la quinta parte de la economía norteamericana, y se encuentra en el lugar 93 en este índice.
En este contexto, el año pasado se votó el XII Plan Quinquenal en orden a lograr a un reajuste estructural para conseguir un equilibrio económico. Fue ahí cuando el primer ministro Wen Jiabao describió a su economía como “inestable, desequilibrada, descoordinada y a la larga, insostenible”. La inestabilidad mundial creciente ya desterró la creencia de un crecimiento sostenido a largo plazo basado en el mismo patrón de acumulación de los últimos 30 años como exportador de manufacturas gracias a los bajos salarios y a la sobreexplotación de una nueva clase obrera industrial inmigrante, la más numerosa del mundo. Su debilidad no es coyuntural, sino estructural y estratégica.
Eso lo saben muy bien los gobernantes chinos, que intentan avanzar gradualmente hacia una reconversión de su modelo de desarrollo. Lo han ensayado con el aumento de salarios el año 2010. Pero ese desarrollo gradual se ve constreñido por su propia estructura: el coloso chino se basa en los bajos salarios y la competencia de mercancías baratas. Su constante puja con EEUU en torno a la revaluación del yuan muestra la necesidad que tiene de mantener mercancías a bajo precio para la competencia en el mercado mundial. Por eso los aumentos salariales son todavía medidas graduales y moderadas. Aún así, ha llevado a discutir en círculos empresariales una relocalización a lugares con más baja mano de obra como Bangladesh, Tailandia, Indonesia, Malasia y Taiwán, y en otras empresas transnacionales un aumento de la productividad del trabajo y el inicio de mayores procesos de automatización en las fábricas.
Por otra parte, y más preocupante aún para la burocracia gobernante y los empresarios, el crecimiento económico ha impulsado la inflación: 5,5% el primer trimestre según las cifras oficiales. Esto, sumado al fuerte aumento de los precios de las viviendas, de los alimentos (según datos oficiales la venta de la carne de cerdo ha aumentado un 90% desde 2009) y de los combustibles ha llevado a minar los aumentos salariales. Por eso la principal preocupación de las autoridades (la inflación) las ha llevado a preocuparse de la posibilidad de extensión de la “primavera árabe”, y la necesidad de enfriar la economía, con medidas de contención del crédito a las empresas, aumento de las tasas de interés y aumento del ratio de las reservas bancarias.
Desde febrero han aumentado los operativos policiales y la persecución y encarcelamiento de disidentes y blogueros. Combinado con el aumento del carácter represivo, han buscado medidas de “protección social” en diversas regiones para mitigar el efecto inflacionario.
La consigna del momento del partido gobernante: “Contener la inquietud social”
Estas discusiones están en primer plano en el partido gobernante. Sin ir más lejos, la última reunión del Politburó (del 30 de mayo) ha discutido como centralidad la necesidad de “contener” la inquietud social. Así, el presidente Hu Jintao llamó a instalar la “gestión social” (por sobre el “control social” asociado históricamente a la represión) de manera “urgente”. Según The Economist, estamos en un “momento en que las contradicciones sociales se están volviendo visibles” y “la tarea de gestión social es cada vez más difícil” (The Economist, 02/06).
Por eso, se han abocado a buscar medidas para recomponer el “tejido social” y las organizaciones de base. De eso podría venir la señal del gobierno de “indemnizar” a los familiares y sobrevivientes de la masacre de Tianamen en 1989, primer reconocimiento en más de 20 años.
Se desatan disturbios obreros en las “ciudades-fábricas”
El peligro de que el creciente malestar social agudice las contradicciones sociales no es menor: el año pasado vimos la emergencia de la lucha de una nueva clase obrera china, formada por 150 millones de obreros inmigrantes, que tras el aumento de los precios y los bajos salarios, la búsqueda de mejores condiciones de vida, la corrupción rampante en el aparato estatal y los municipios, salieron a luchar en las principales zonas industriales por mejoras salariales, haciendo retroceder al gobierno, como fueron las rebeliones obreras en las fábricas autopartistas de Honda. Y ya vemos nuevamente acciones de la juventud obrera inmigrante. La semana pasada con los disturbios de miles de obreros inmigrantes sichuaneses en Zengcheng (provincia de Guangdong), sector industrial que produce una sexta parte de los jeans a nivel mundial. Movidos por la insatisfacción por el aumento de los precios, la corrupción y el trato como ciudadanos de segunda categoría, se enfrentaron a la policía anti-disturbios, tumbaron coches policiales e incendiaron edificios gubernamentales en protesta contra la represión que había sido víctima una joven vendedora inmigrante embarazada golpeada por la seguridad municipal. En Chozhou miles de obreros inmigrantes salieron a protestar fuera del municipio reclamando salarios adeudados por los empresarios. En Hubei, provincia de Lichuan (en el centro del país), miles de obreros reclamaron por el asesinato de un ex agente municipal que investigaba casos de corrupción.
Ya en abril, cerca de 2.000 camioneros se enfrentaron a la policía en Shangai reclamando por el aumento de los precios del combustible. En mayo, en Mongolia Interior se desataron los disturbios interétnicos más importantes en años (tras los de 2009 en Xinjiang) por la muerte de un pastor atropellado que protestaba contra una mina de carbón. Pero el papel de los estudiantes alarmó a las autoridades, temiendo que conectara con las rebeliones populares en el medio oriente. Lo nuevo, es que las protestas crecientes se unen a un malestar general contra el gobierno, por eso toman un carácter directamente anti-gubernamental, que preocupan crecientemente a la clase dominante.
Tensiones políticas en el PCCh
Por todo ello, nuevas tensiones empiezan a aflorar en las autoridades. El primer ministro Wen Jiabao viene insistiendo en la necesidad de una reforma política, alarmando de la existencia de divisiones en el seno de los gobernantes. Muchos –aunque las tensiones afloran en blogs y se intentan suavizar en los medios oficiales y también moderar en el gobierno – lo llaman el líder de los “liberales”. Las tensiones se ven moderadas por los peligros de mayor “inquietud social”. Y todo esto en medio de las preparaciones para el próximo congreso del partido gobernante el año que viene, que tendrá como punto central la sucesión de la nueva generación gobernante. Figuras importantes del partido, como Bo Xilai (jefe partidario de la provincia de Chongqing, candidato más “popular” al Politburó y uno de los jefes del sector de “los príncipes”) han renovado un discurso hacia la “nostalgia de Mao”, renovado la “cultura roja”, ha abierto uno de los blogs más visitados, “El blog rojo”, e impulsado nuevos “tratos sociales”. Xi Xingping (posible sucesor de Hu Jintao en la presidencia) se ha ido acercando a Bo Xilai.
Diversas tendencias y alas o “sensibilidades” que emergen (como “liberales” y “conservadores” en torno a la reforma política; o “Halcones”, quienes abogan por una nueva “doctrina de seguridad nacional”, centralmente marítima, y quienes siguen promoviendo una búsqueda de acuerdos internacionales e integración económica, en el mando militar), hablan de la necesidad de hacer frente a estas contradicciones profundas que enfrenta China, en un mundo convulsionado con una crisis profunda y por la irrupción de fenómenos de masas como muestra la “primavera de los pueblos”; y los crecientes problemas internos estructurales.
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