Colombia, 'patria envenenada': un balance
Patria insomne es un conmovedor poema que narra la violencia y muerte que ha diezmado a México y sus gentes por décadas. Con este largo y bello poema, la escritora mejicana Carmen Boullosa (2011) penetra en las raíces profundas y ensangrentadas de una patria que parece seguir insomne a la violencia endémica que padecen sus hijos e hijas.
La creación literaria colombiana está en deuda con la nación en ruinas y decadencia moral que heredamos de los gobiernos oligarcas que hicieron del crimen político, la corrupción y el narcotráfico sus verdaderos símbolos patrios. Destruida la dejaron gobernantes cuyo único propósito fue ordenar asesinar, delinquir y enriquecerse desde el monstruoso aparato estatal que convirtieron en su fortín.
Por tanto, no heredamos la República democrática fundada en DDHH y en el Estado Social de Derecho, sino una nación en ruinas. Un espanto por nación vagando sin rumbo, un náufrago en medio de turbulentas aguas, que merece, antes de que las nuevas generaciones la pongan de nuevo en pie, que sus más dignos y dignas representantes con el libro de la historia de las luchas populares abierto, le compongan el poema que recuerde la patria envenenada que nos legó el largo período de dominio de la oligarquía, con la misma intensidad, dolor y belleza con que la inmortalizó Débora Arango en su obra.
Tal vez el acontecimiento histórico más importante que hemos vivido, a manera de balance, es el despertar de la conciencia ciudadana y la rebeldía juvenil y popular. Sobresale en medio de la tragedia y dolor por los ausentes, la rebelión popular que se ha tomado las calles con digna rabia tras la utopía de otra vida y otro mundo posibles; entendió que solo el pueblo, salva al pueblo, y que la lucha popular es la única que garantiza un cambio real y sin concesiones a quienes nos heredaron una nación agonizante y convirtieron al Estado en un narcoestado.
Es un hecho insoslayable, que millones entendieron que era posible políticamente con la movilización popular, convertir el potencial de cambio que conlleva la lucha extraparlamentaria, en un gigantesco triunfo parlamentario. Un salto cualitativo en la lucha y conciencia de millones que se convirtió en un factor determinante en la elección del nuevo gobierno del Pacto Histórico y la Colombia Humana.
Fue el estallido social el que creó las condiciones para eligir por primera vez en Colombia, un presidente, Gustavo Petro, de origen no oligarca, y luego un gabinete conformado por fuerzas políticas e intereses económicos que representan diferentes clases sociales, lo cual significa que las profundas contradicciones sociales seguirán vigentes, así como la lucha popular.
Hay que tener en cuenta que el gobierno del PH y la CH apenas empieza a producir resultados. La reforma tributaria se aprobó haciendo concesiones al capital financiero. Sin embargo, el aumento salarial que se decretó es el más alto de las últimas décadas. Incluso, en medio del terror que aún ejecuta el narcoestado que heredamos, se busca cumplir el fracasado acuerdo de paz con las FARC, por ejemplo en el tema de devolución y entrega de tierras a familias campesinas desplazadas y expropiadas y el restablecimiento de mecanismos y organismos institucionales para la implementación del mismo.
El gobierno de la esperanza, aunque no sabemos hasta cuándo, ha iniciado las reformas que se anunciaron en campaña. Salud y trabajo, donde por un lado, las EPS fungen como empresas privadas bajo el desgastado y corrupto modelo neoliberal de privatizar un derecho universal como la salud, donde un puñado de familias y capitalistas se enriquecen de cuenta del presupuesto público.
Y por el otro, va la reforma laboral emprendida por la mintrabajo, recuperando derechos que habían sido conculcados a los trabajadores y trabajadoras durante los últimos 30 años de gobiernos oligarcas neoliberales, un alivio para las ingresos de millones de asalariados.
La prometida reforma a la policía, las FF.AA. y el ESMAD es, por ahora, más decoro que realidad. El anuncio de la compra de una flota de aviones de guerra por parte de la presidencia sí que es una contradicción, a pesar de las declaraciones del presidente de que en su gobierno no se gastará un solo peso del presupuesto para ello sino que todo va a ser para inversión social en los más pobres, educación y salud. Sino es a este gobierno el que le toca asumir el inmenso costo en aviones de guerras, le tocará al siguiente gobierno? No deja de ser una contradicción.
Un gobierno que busca que Colombia sea potencia mundial de vida a través de la grandilocuente paz total se contradice si persiste en la carrera armamentista, tal vez, cumpliendo acuerdos con un sector de la oligarquía vendepatria y su aliado imperialista: EEUU.
Se incumple el compromiso adquirido con los jóvenes de La Primera Línea, aunque lo apoyan millones, de ponerlos ya en libertad, precisamente quienes expusieron sus vidas, como las de cientos que asesinaron, desaparecieron y torturaron durante el último estallido social y son, además, salvaguarda única del cambio.
Al gobierno que elegimos más de 11 millones de ciudadanos/as, que empieza la empinada y dura marcha, le va a tocar enfrentar ataques y golpes blandos (como el de Castillo, Lula, Dilma, Cristina) de la extrema derecha y la narcoligarquía, descompuesta por la derrota política sufrida y el primer gobierno electo con voto consciente y popular en Colombia.
Es frente a esos ataques y la ofensiva que ha emprendido la extrema derecha, la oligarquía y sus ejércitos de narcos y paramilitares, que cuenta además con un aliado estratégico que no vacila a la hora de defender sus intereses hegemónicos en el continente, EEUU; que el movimiento social y popular se tiene que preparar para pasar, de nuevo, de las urnas a las calles.
Perú, Brasil, Argentina, Ecuador, Bolivia, Venezuela, Cuba y Nicaragua han probado la receta trillada imperialista. Hacerle concesiones al imperialismo yanqui ahora que otras potencias desafían su hegemonía unipolar, puede resultar más costoso y peligroso de lo que este gobierno cree.
Lo único que no podemos olvidar es que, solo el pueblo salva al pueblo, solo la lucha y movilización popular garantizará el cambio, solo el coraje y digna rabia que anida en la multitudinaria rebeldía juvenil, serán el remedio que pondrá de pie a la república democrática, solo ese sujeto vigoroso y consciente sanará la patria envenenada que nos dejaron.