Como convertir un sapo al plato en “jambes de grenouilles stile provençal”
Hoy Página 12 atribuye a Sergio Massa la siguiente frase: “hay que sacar al FMI para que no vuelva nunca más”. Perfil publica la frase completa: “Al FMI hay que pagarle y sacarlo de la Argentina para que no vuelva nunca más”.
Al oído resulta parecido, pero no es lo mismo. Massa afirma que hay que pagar una deuda que es una estafa, y que siendo impagable, condicionará por generaciones a los gobiernos y la economía argentina con el FMI, y su principal mandante: EEUU.
Con el antecedente de un partido Justicialista (peronista) que en su momento justificó a Menen, salvo la minoritaria deserción de alguna militancia, unos pocos sindicatos y un puñado de diputados, no es de esperar que suceda algo diferente.
Comerse sapos
Hoy se habla de comerse sapos, pero hay que recordar que la consigna de la campaña del Frente Popular en 1991, que llevaba como candidato a Norman Briski en Capital, era Basta de Sapos. Y los sapos por aquellos años eran la privatización de las empresas públicas y de los puertos, las “relaciones carnales” con EEUU, y la sujeción a los mandatos del FMI.
Quienes recordábamos que Menem había sido en los 70 un saltimbanqui político que pasó de ser gobernador con apoyo de Montoneros a terminar vinculado a Isabel y López Rega, eramos apabullados por una campaña de desinformación que insistía en que el riojano era un señor con patillas y poncho, un nuevo Chacho Peñaloza, que expresando a los pueblos del interior, nos traería un salariazo y una revolución productiva.
El justicialismo post dictadura perdió su base rebelde y autónoma forjada en la resistencia y las luchas de los 70, que se sustentaba en el activismo fabril. Fue así que se conformó como un partido de clases medias y medias altas, más preocupado por no perder su vinculación con el Estado que por ejecutar sus programas históricos. Y la mejor política justicialista empezó a ser “aquella que nos permite ser gobierno”, más allá de cualquier consideración programática.
El kirchnerismo aportó a la ilusión de una vuelta a las fuentes, pero no fue consecuente en esa orientación. Basta repasar los tres últimos candidatos a presidente que apoyó Cristina Fernández: Daniel Scioli, Alberto Fernández y Sergio Massa.
La candidatura de Sergio Massa, al igual que lo fueron las de Fernández y la de Scioli, es un sapo difícil de tragar, por sus antecedentes, que comienzan con su vinculación juvenil con la UCD [Unión del Centro Democrático, conservador]. Después, ya integrado al peronismo, junto a su compinche Horacio Rodríguez Larreta [hoy candidato de la derecha], fue parte de un sector del movimiento siempre más propenso a vincularse con grandes empresarios, que con sectores populares. Para las jóvenes generaciones que no conocen esa historia basta entrar a cualquier buscador y consultar: Massa- Macri, Massa- De Narváez, Massa- Duhalde, Massa- Schiaretti, Masa- Mindlin, Massa- grupo Manzano-Vila, etc.
Resulta interesante comentar que en el “operativo embellecimiento” de Massa se destacan dos atributos: que tiene muy buenos contactos entre los empresarios locales y en EEUU, y que trabaja mucho y duerme poco. Exactamente esos atributos se utilizaron para vendernos a Domingo Cavallo [ministro de Economía de Menem], con los resultados conocidos.
El analista político Horacio Verbitsky ha comentado que en un frente nacional y popular como es el peronismo, no es desdeñable la presencia de un sector “nacional”, es decir empresarios con contradicciones con el imperio y que apuestan al mercado interno, pero no muy preocupados por las cuestiones sociales. Pero también aclara que cuando este sector conduce, los resultados no han sido buenos.
El problema con Massa, es que no es fácil identificarlo siquiera como “nacional”. Ha sido notoria su vinculación con la embajada de EEUU, y con políticos del norte tanto republicanos como demócratas. Cables de la embajada de EEUU en la Argentina, que son parte del informe wikileaks, fueron publicados por el diario El País de España, y allí aparece el nombre de Sergio Massa. Mencionan que en noviembre de 2009, en una cena organizada por la embajada en la que participaron Sergio Massa y su esposa, Malena Galmarini, el ex titular de la ANSES habló del fallecido ex presidente (Néstor Kirchner) como una persona “psicópata”, un “monstruo” cuya “aproximación matona” a la política refleja su sentido de inferioridad.
En otro cable de la embajada se mencionan otros “aportes” de Massa: “Cree que, con todos sus problemas, Argentina no es Venezuela. Su sociedad es demasiado educada, tiene una amplia clase media y su economía es mucho más compleja que el monocultivo petrolero de Caracas”. Argentina, explicó, “no permitirá a los Kirchner consolidar su poder con mayor gobierno autocrático”. Retomando la caracterización de Verbitsky: Massa, “popular” no es, y es discutible que sea “nacional”.
La respuesta de “los mercados” a la confirmación de Massa como candidato de Unión por la Patria [peronismo] mostró cuales son sus expectativas: subieron los bonos argentinos, las acciones de las empresas y bajó el dólar blue [paralelo].
Seguramente, en los próximos días habrá nuevas manifestaciones del operativo embellecimiento de Sergio Massa. Se recordará su vocación futbolera que lo llevó a la presidencia del Club Tigre, su amistad con algún artista popular o algún deportista. Su suegro el Pato Galmarini recordará su pasado montonero y su suegra Moria Casan hará su aporte farandulesco.
En los escasos meses que quedan hasta las elecciones de octubre asistiremos a la milagrosa transformación de un sapo al plato en un plato de menú gourmet: ancas de rana a la provenzal, que como corresponde se pedirán “jambes de grenouilles stile provençal”.