Cómo la izquierda ha descartado lo mejor del marxismo
¿Por qué un filósofo "marxista" escribe unos "Ensayos Anti-Materialistas"? ¿No es eso una contradicción en los términos?
En absoluto. La historia de la filosofía nos enseña que Marx fue el discípulo más aventajado y coherente de Hegel. Todo el sistema marxiano es un idealismo. Se enmarca en la mejor y la más elaborada corriente idealista germánica. El "ajuste de cuentas" con el maestro Hegel es propio y normal de todo discípulo que sigue haciendo filosofía y que parte de la herencia recibida para movilizarla ante realidades nuevas, cambiantes. Marx pudo conocer el movimiento obrero en Francia y Bélgica, cuando Alemania aún dormitaba en un capitalismo meramente comercial y una política feudalizante. Es lógico que las premisas hegelianas estallaran ante contextos nuevos. Pero hay más hegelianismo que "materialismo" en Marx. Eso no arroja duda alguna. Feuerbach o los mecanicistas franceses quedan destrozados en el corpus marxiano. No son dialécticos, no tienen nada que ver.
Al igual que Denis Collin o Diego Fusaro usted opta por hablar de "comunitario" antes que comunista para referirse al pensamiento de Marx. ¿Rechaza usted la tradición revolucionara que se dice "comunista"?
No la rechazo, pero apenas la identifico ya en el seno de la izquierda activista y del pensamiento crítico. La lucha contra el capital no tiene nada que ver en sí misma con la "memoria democrática", "ideología de género", "decrecimiento", etc. No se puede mezclar todo con todo. No veo mal que se hable de "comunismo" siempre y cuando se fijen los términos. Ya me cansa repetir que no hay por qué identificar ese "ismo" con las dictaduras estalinista o maoísta. Ya aburre repetir, a estas alturas, que los PCs occidentales ya eran socialdemócratas y, en última instancia, keynesianos mucho antes de que cayera El Muro. Creo que también hay que acudir a la historia de la filosofía y observar que la defensa de la polis, la lucha por preservar los valores humanos (siempre comunitarios y organizados políticamente desde que se sale del umbral de la barbarie) es una lucha muy antigua. Ya la conocieron los antiguos griegos, la polis frente a los valores disgregadores del individualismo, frente a la ley del más fuerte y el poder del dinero. Platón y Aristóteles, cada uno a su manera, alzan los diques de contención frente al individualismo depredador y relativista que ya esbozaron los sofistas. Lo han hecho para siglos. Su obra explica a Hegel y a Marx. Detrás de la sofística hay un terrible ariete demoledor de la vida comunitaria y, por ende, humana. Detrás de todo sofista está el caos.
El título de su obra remite al libro clásico de Gustavo Bueno, "Ensayos Materialistas" (1972). ¿Está escrita como réplica a Bueno?
No, no. Eso sería mucho decir. La obra que usted cita es muy compleja y laberíntica. Es imposible replicar un texto deliberadamente sofisticado, barroco y, a veces, profundo. En efecto, muchos de mis ensayos son de ontología, tratan sobre la "realidad". Pero mi visión de la ontología es diferente a la de mi antiguo maestro Bueno. La realidad no es "materia". Por más que Bueno haya querido "dialectizar" la materia, huir de la mera fisicidad o corporeidad de la misma, a la larga, no lo ha conseguido. Ya en mi tesis doctoral, analizando los problemas gnoseológicos de la Psicología y las Ciencias Cognitivas, me di cuenta, desde finales de los años 80, que el Sujeto del llamado "materialismo filosófico" es un burdo operador, casi mecánico, un ente fantasmal que no es capaz de acción, sino tan sólo de ejecución mecánica de operaciones de separar y unir. Esto empobrece a Marx y no hace honor a toda su rica teoría de la acción. Bueno no fue un marxista consecuente, únicamente un admirador del imperio soviético (mientras éste tuvo prestigio en la izquierda) y un jacobino. Y eso es lo que se sigue percibiendo en sus discípulos de distintas generaciones: aunque ahora aplaudan a Vox y se enamoren de las tesis de Marcelo Gullo, la gran mayoría de ellos son nostálgicos de aquel imperio rojo y enamorados del jacobinismo. Ahora podrán cambiar el rojo por otros colores, pero siguen con las mismas nostalgias jacobinistas. Aquello que no pueden sacar de Marx, lo sacan de Spinoza, su "santón ateo", incurriendo en clara deformación de un filósofo hispano-hebreo muy místico y muy poco "materialista" según intérpretes autorizados.
¿Qué opinión le merece la deriva "hispanista" de esta Escuela de Oviedo o "materialismo asturiano"?
Bien, en términos muy generales yo simpatizo con la defensa de la Hispanidad y en la crítica de la Leyenda Negra. A mí, los extranjeros o los separatistas no me han podido convencer nunca de esa Leyenda. Tampoco puedo comprar el producto de la Leyenda Rosa. Ciertamente el Imperio Español pudo haber sido el "katehon" (por emplear un término teológico) ante la disgregación que el capitalismo protestante y anglosajón, y también el francés y neerlandés, traían consigo al mundo. Pudo existir un Orden universal distinto, que generalizara los valores de la filosofía griega, el derecho romano y el concepto germano-cristiano de la persona. Pero a ese Imperio Hispánico le salieron enemigos por todos los sitios. La Hispanidad, más que una nostalgia y un "sueño imperial" debería reactivarse en clave geopolítica. Eso es lo que suele escasear en la izquierda española (por no hablar ya de los "buenistas" que ven enemigos de la Unidad de España por todas partes, incluso en el bable ven una bomba al servicio de los separatistas): visión geopolítica. Un polo "hispanista" en el cono sur de las Américas, que se extendiera a todo el continente de habla luso-española y a la península ibérica, podría ejercer un gran papel de contrapeso a los polos que hoy rigen el mundo: el anglosajón declinante, el chino emergente, el ruso euroasiático, el árabe, etc.
Hispanidad pero no centralismo.
Exacto. La izquierda española no ha reflexionado de manera sincera y rigurosa sobre nuevas posibilidades federalistas o confederales que no resten el papel fuerte de un estado soberano esto es, fuerte en materia de educación, sanidad, defensa y orden público, además de fuerte en las grandes líneas de planificación económica del Estado. Sólo así dejaremos de ser un juguete de la Unión Europea, verdadero monstruo que, a su vez, es juguete del globalismo.
Entonces las lenguas no castellanas de España no deben ser vistas como peligros, ni como residuos de los tiempos prepolíticos, como dicen los seguidores de Bueno.
Al contrario, son riqueza y son gloria para su hermana, la lengua castellana. Este debate debe ser superado. No se puede tomar en serio a una gente que te habla de socialismo o de Hispanidad y al mismo tiempo te dicen que el bable o el eusquera eran idiomas de hombres peludos que se subían a los árboles como los monos y que se alimentaban de castañas. Yo, con gente así , que gastan discursos tales, no hablo. Podríamos ser como Suiza, un país confederado pero bien unido, multi-lingüe y con civismo (dejo de lado su Banca, deleznable). Pero esto es lo que tenemos: una España que muestra estos niveles culturales tan lamentables.
Su libro es una ontología al servicio del anti-capitalismo ¿algo así?
Lo expresa usted muy bien. Se trata de recuperar la metafísica clásica y reorganizar a los pueblos para que recuperen su polis, su comunidad organizada. La democracia popular se construye por medio de la reflexión y la acción, sin frontera entre ambas. El capitalismo hoy es feroz, imperialista y orwelliano. Debemos tener prestas las armas de la crítica.
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