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Argentina :: 13/06/2011

Cómo se construyen las casas de la Fundación Sueños Compartidos

Sebastian Hacher
Más allá de los debates y el escándalo mediático, entrar a un barrio construido por Sueños Compartidos es sumergirse en una atmosfera de trabajo.

OBRAS EN MARCHA. En el obrador de Castañares y General Paz se construyen 780 viviendas. (GUSTAVO SALGADO)

En Castañares y Gral. Paz trabajan 700 obreros. Los primeros en recibir casas fueron los vecinos de Villa Cartón.

Más allá de los debates y el escándalo mediático, entrar a un barrio construido por Sueños Compartidos es sumergirse en una atmosfera de trabajo. El obrador Castañares está a la vera de General Paz, a pocas cuadras de Ciudad Oculta y rodeado por tres barrios carenciados. Allí se planea hacer 780 viviendas de tres y cuatro ambientes, equipadas y amuebladas, divididas en 13 edificios de 60 departamentos cada uno. En el complejo hay dos edificios terminados, que de tan prolijos parecen una maqueta gigante. El resto está en plena construcción. Algunos todavía son una base de cemento en de la que sobresalen los caños para el gas y el agua. Otros están a punto de terminarse.

En los edificios que ya se entregaron viven las familias que fueron desalojadas de Villa Cartón, el asentamiento que estaba debajo del Autopista 7, y que luego de un incendio mortal fue trasladado a viviendas precarias en Parque Roca. “Es increíble –dice Alicia, 40 años, tres hijos, overol y el rostro manchado con pintura–. Nosotros todavía no lo podemos creer. Hasta que no entramos a la casa pensé que no era real”. Su departamento, como la mayoría, tiene tres dormitorios y los muebles básicos: cocina, camas, mesas, sillas, un termotanque, un placard. Todas cosas que parecen básicas pero que ella nunca había soñado. Tres años atrás se quedó sin nada, cuando sus pocas pertenencias de cartonera ardieron de forma descontrolada y ella fue a parar a una carpa que terminó derrotada por el viento.

Alicia se mueve con su casco amarillo entre los obreros que van de un lado a otro cargando caños, herramientas pesadas y los paneles con los que se construyen las paredes. Parece cómoda. “Acá –dice–, aprendí albañilería y pintura.”

“Los compañeros se acostumbraron a que las mujeres son más prolijas y trabajan a la par”, explica Matías, encargado de prensa de la Misión. Después mostrará con orgullo el primer mural del barrio, hecho con pedazos de cerámica en una de las plazoletas que se inauguraron. Allí se ve a dos mujeres construyendo un barrio circular. Una de ellas tiene un edificio en la mano. Para muchas, hacerlo fue la primera experiencia artística de su vida. “Ahora están embaladas –dice Matías–, y quieren hacer más.”

A pocos metros, en la entrada al complejo, una pared repleta de tarjetas amarillas espera a los obreros que fichan al principio y al final de la jornada. Muchos de los casi 700 trabajadores del lugar antes eran cartoneros o desocupados de segunda o tercera generación. El sistema de trabajo que se utiliza les permitió aprender un oficio.

“La viviendas se pueden levantar con mano de obra no calificada, porque se construyen con unos paneles de origen italiano que se llaman Emmedue, igual a los que se usan para construir en countries y en Puerto Madero”, explica uno de los encargados de la obra. Los paneles son de acero galvanizado y adentro llevan poliestireno expandido. Cuando se montan las paredes se les inyecta concreto. Son ignífugas y antisísmicas, absorben el ruido y además se puede calefaccionar la casa con una o dos hornallas prendidas.

Oliva es paraguaya y anda por los 60 años. Trabaja en el comedor en el que se alimentan los trabajadores de la obra, y dice que está agradecida a la Argentina por todo lo que le brindó. Desde los ’80, cuando llegó al país, limpió casas, a veces con cama adentro, otras por hora. Pero recién ahora dejó de vivir al día y pudo empezar a ahorrar. “Yo veo a las Madres en televisión y me emociono, qué quiere que les diga”, dice con una tonada guaraní inconfundible.

La semana pasada, cuando estalló el escándalo de Schoklender, muchos de sus compañeros tuvieron miedo de que las obras se paralizaran, de quedarse sin el sueño de la casa propia y la realidad de un trabajo fijo. Con el correr de los días la angustia se disipó. Ahora todos parecen estar concentrados en los próximos edificios a terminarse. En algunos ya están puestos los primeros muebles. En otros, Alicia y sus compañeras dan las últimas manos de pintura.

Miradas al Sur

 

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