Consideraciones sobre la guerra y la paz
Existe abundante material teórico y fáctico que demuestra que las consecuencias de un enfrentamiento militar con los artefactos nucleares hoy existentes conducirían, inevitablemente, a la destrucción de la vida en el planeta Tierra y el fin de la especie humana. La comprensión de esta conclusión apocalíptica debiera ser en sí misma un decisivo factor de movilización social en el ámbito mundial.
Sin embargo, las abismales diferencias sociales, económicas, ideológicas y políticas producidas por el capitalismo, militarizado y delincuencial, hacen difícil tomar conciencia de la gravedad de los problemas causados por el enfrentamiento entre la Organización del Tratado del Atlántico Norte, con EEUU a la cabeza, contra la Federación Rusa, en la guerra de Ucrania, y por el genocidio contra el pueblo palestino en todos los territorios ocupados por el Estado sionista de Israel, por mencionar los conflictos más candentes del acontecer internacional.
El interés común por garantizar la sobrevivencia de la humanidad se manifiesta en la proyección política de un grupo reducido de estadistas, y en millones de personas que, por razones diversas coinciden en este punto, aunque mantienen posturas divergentes acerca de otros procesos políticos. En particular, esta toma de conciencia sobre la gravedad de la situación actual en los posibles resultados letales que derivan de los conflictos bélicos en desarrollo se manifiesta tendencialmente en las posiciones y acciones políticas de la izquierda anticapitalista (en sus diferentes expresiones), y en aquellos Estados que mantienen una confrontación antagónica con el campo de potencias imperialistas.
Esto no significa que el entendimiento de las actuales realidades internacionales se concrete de una manera mecánica, sino, por el contrario, implica la necesidad urgente de evitar caer en concepciones erróneas o esquemáticas.
Dentro de estas ideas equivocadas destaca aquella que, en lo referido a los problemas de la guerra y la paz, no toma en cuenta las condiciones del desarrollo capitalista, en permanente cambio, y, por ende, afirma la inevitabilidad de la catástrofe nuclear a partir del argumento esencialmente correcto de que el capitalismo militarista-delincuencial es, por su propia naturaleza, generador de guerras imperialistas y neocoloniales. Es clara la lógica de tal argumento: mientras exista el capitalismo es imposible establecer la paz, y, por consiguiente, la humanidad, tarde o temprano, está fatalmente condenada a desaparecer.
El error metodológico de este catastrofismo consiste en analizar el problema estáticamente, y, por tanto, en considerar el capitalismo al margen de la historia. Al sistema imperialista, es cierto, le es inalienable su carácter belicista e intervencionista, que ha llevado a la pretensión de erigirse en guardián del orden capitalista mundial, como se demuestra tanto en Ucrania como en Palestina.
Como lo señalo en mi libro Estudiando la contrainsurgencia de EEUU: Manuales, mentalidades y uso de la antropología, este país pretende imponer lo que he denominado terrorismo global de Estado, con sus 867 (y contando) bases militares extraterritoriales en todo el orbe y el control contrainsurgente de numerosos países en los que se presentan luchas y movimientos revolucionarios de diverso carácter (https://lahaine.org/fV9v).
No obstante, estas agresivas tendencias del imperialismo tienen su contrapeso; factores que operan para contrarrestarlas, y que, en más de una ocasión, han forzado al imperialismo a detener su agresión hasta el grado de coadyuvar a la derrota total de sus fuerzas militares, siendo Vietnam el caso más paradigmático, en el pasado siglo [o Afganistán en este siglo], o la indoblegable lucha del pueblo cubano, con sus más de seis décadas defendiendo su soberanía y su revolución, a pesar del infame bloqueo impuesto por EEUU.
En diferentes regiones de la geografía mundial, se desarrollan procesos de resistencia que plantean una alternativa al orden capitalista, distinguiéndose la extraordinaria lucha del pueblo kurdo en Medio Oriente, y el movimiento de los mayas zapatistas en el sureste mexicano [sin olvidar los movimientos antiimperialistas en Líbano, Yemén y Palestina].
Además, existe una realidad objetiva que obliga al capitalismo imperialista a readaptarse y aceptar compromisos y acuerdos, pese a su desagrado manifiesto. Se trata del equilibrio militar estratégico, configurado a lo largo de décadas y prevalente hoy en el mundo, con la Federación Rusa y China, con sus respectivos arsenales y avances tecnológicos. A los ideólogos del capitalismo y los medios de comunicación a su servicio, les gusta propagar que no existe tal equilibrio, a fin de justificar sus escaladas militaristas y beneficiar el pingüe negocio del complejo militar industrial.
El camino para el logro de la paz y la sobrevivencia de la humanidad consiste en la movilización activa y multifacética de millones de mujeres y hombres, aquí y ahora.
La Jornada