Conversaciones sobre Nietzsche
La importancia de Nietzsche, su fama y puesta de moda, en la institución académica (una paradoja para un autor que aborrecía al “profesor de filosofía” y a la academia burguesa in toto) es reciente. Podemos fijar fecha: después de 1945 Walter Kaufmann lo ha rehabilitado y santificado para el mundo anglosajón; los libros de Gilles Deleuze le dieron el bautismo institucional en Europa (y el necesario guiño desde la industria filosófica parisina) y lo terminó de “legitimar” la deconstrucción, el posmodernismo y el neopragmatismo.
Nietzsche fue siempre un reaccionario, desde joven, gran admirador de Napoleón III y Bismarck, opuesto a la campaña abolicionista en la guerra de Secesión entre el Sur y el Norte en EEUU, fanático prusiano, wagneriano militante (ya hay que sopesar lo que significaba en esa época ser mano derecha de Richard Wagner), abanderado de la aristocracia natural y la figura del Genio (Genius), enemigo a muerte de la democracia y el sufragio universal, contrario a la liberación de la mujer, exaltador de la guerra como medio de purificación y cura de las razas, defensor del estado militar (pedía un golpe militar contra Alemania por el exagerado peso de los socialistas) y la institución de la esclavitud, odiaba todo lo que representaba la Gran Revolución Francesa, a Rousseau y Hegel, anti socialista y anticomunista (basta ver las “marcas” de las revoluciones de 1848 o de la Commune de 1871 en sus textos, fragmentos y cartas), etc.