Crónica del resultado menos pensado
Lo primero a destacar de los resultados de la primera vuelta es que el voto ciudadano le puso un freno a las demasías constantes de Javier Milei y sus seguidores de La Libertad Avanza. El candidato ultraliberal apenas sumó 300.000 votos a su caudal de las PASO, en una elección en la que se incorporaron tres millones de votantes que no habían sufragado en las primarias. Está claro que no sumó nuevos apoyos.
La derecha furiosa.
La campaña de Milei fue una suma de barbaridades. Con puntos destacados como la negación del genocidio dictatorial con palabras que podrían haber firmado Jorge Rafael Videla o Emilio Eduardo Massera. O el rechazo de cualquier preocupación por el daño ambiental que genera el manejo del planeta en búsqueda de ganancias empresarias.
Asimismo sobreactuó su prédica antiestatal, en contra de cualquier noción de justicia social y con abierto rechazo de las responsabilidades del sector público, incluso en campos tan vitales como la educación, la salud o el régimen jubilatorio.
Envanecido por su primer lugar en las internas abiertas pareció creer que podía hacer y decir cualquier cosa, y eso no sólo no le restaría votos sino que le sumaría nuevas voluntades. En esa línea exhibió una impúdica alianza con Luis Barrionuevo, en abierta contradicción con el discurso “anticasta”, que tanto contribuyó a que un sector significativo del electorado lo apoyara en la instancia electoral anterior.
Sus seguidores no le fueron en zaga en el coqueteo con la desmesura, sobre todo en los últimos días de campaña. Lilia Lemoine propiciando liberar a los varones de sus obligaciones paternas fue un ejemplo. Otro el de Alberto Benegas Lynch al proponer la ruptura de relaciones con la Iglesia Católica, a la que acusó de “totalitarismo”.
Patricia Bullrich [derecha] por su parte perdió un significativo margen de sufragios. Su feroz prédica antikirchnerista no logró disimular el carácter de sus propuestas, imbuidas de una furia antipopular y “mano dura” que la acercó a las posiciones del “libertario”, sin conferirle un sello propio. El acercamiento de los últimos días con Horacio Rodríguez Larreta le aportó poco y nada. Y sus tardíos intentos de diferenciación con Milei parecieron poco creíbles.
Juntos por el Cambio pasó en menos de un año de ser amplio favorito para obtener la presidencia a ocupar un lejano tercer lugar, poco por arriba del 20 por ciento. Difícil imaginar un fracaso más rotundo.
El perfil de una hazaña.
Sergio Massa logró la proeza que aparecía muy difícil si no imposible: Salir primero en una elección, en medio de índices de inflación catastróficos e incremento de la pobreza, en un contexto de inestabilidad e incertidumbre.
Las medidas compensatorias posteriores a la última devaluación tal vez tuvieron algún efecto en su caudal electoral. Pero sobre todo puede haber operado a su favor que resaltó los peores rasgos de las propuestas de sus oponentes principales, de modo de generalizar la conciencia de que podía venirse una colosal privación de derechos y conquistas históricas.
Asimismo mostró habilidad para destacar posibles efectos puntuales. Como fue la publicidad en torno al desmesurado aumento del costo del transporte público que entrañaría una quita de subsidios a ese rubro.
El conjunto de su prédica y sus acciones tuvo un tono de mesurada defensa de la tradición peronista. Trató asimismo de irradiar sensatez frente a los desvaríos de sus rivales, e incluso de mostrarse moderado y “consensualista” con su propuesta de “gobierno de unidad nacional” con un sesgo hacia la derecha.
El resultado tangible fue que Unión por la Patria sumó más de dos millones y medio de votos a su cosecha en las primarias de agosto. Colaboró en ese logro que el aparato del peronismo se sacudió cierta apatía y puso su poderío al servicio de la candidatura. Remontó así con creces la anterior votación, tanto en las provincias del norte como en el decisivo conurbano bonaerense.
Final abierto para noviembre
Sería un grave error dar por sentado un triunfo de Massa en la segunda vuelta. Que Milei y Bullrich hayan sumado en conjunto más del 50% de los votos no es un detalle irrelevante. Una buena parte de Juntos por el Cambio procurará unir fuerzas con el ultraderechista, en pos de su siempre postergado sueño de terminar con el “populismo.” Ya lo insinuó su postulante en el discurso en que reconoció su derrota.
Frente a eso, el actual ministro de Economía saldrá a buscar votos en casi todas las direcciones. No en vano hizo un llamado a los que votaron por “Juan” o “Myriam”. Se le suma la empresa más difícil de obtener apoyos en el caudal de la alianza cambiemita. Allí el voto radical será una apuesta central. Seguramente tampoco desdeñará ir detrás del sector de derecha que apoyó a Horacio Rodríguez Larreta.
Para tener éxito en esa tarea deberá acentuar su crítica a las propuestas de La Libertad Avanza, como portadora de una alternativa de espanto. Y sobre todo presentarse como abanderado de un modelo de sociedad distinto al “sálvese quien pueda”, como verbalizó en su intervención de la noche. Afín a lo mejor de la historia del peronismo, sin dejar de lado la “moderación”. Y seguir disimulando que es el hacedor de una política económica de sometimiento, con algunos corcoveos, a los dictados del FMI.
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Todo lo antes escrito no modifica en nada el hecho incuestionable de que esta elección se dirime entre partidarios de las políticas de ajuste antipopular. Cierto que con importantes matices que van desde la negociación con pretensiones de “equilibrio social” y “Estado presente” hasta el impulso destructivo sin tapujos. Pero nada indica que una política de verdadera reparación de los padecimientos populares sea el signo de una futura gestión de Unión por la Patria.
Enfrentada a los postulantes “promercado” sólo quedó la propuesta del FIT-U. Con una muy buena candidata como Myriam Bregman, la votación para presidenta quedó por debajo del 3%. Una actuación algo superior en la elección para parlamentarios permitió que la coalición sume un diputado por la provincia de Buenos Aires.
El escenario está abierto y cualquiera sea el resultado de los comicios de noviembre, la perspectiva popular deberá tener el signo de la resistencia. La construcción de una verdadera alternativa, que pueda contrarrestar la persistente ofensiva de las clases dominantes, queda delineada como una tarea de alcance histórico.
Digna de emprenderse más temprano que tarde, como única forma de alejar el horizonte sombrío para las mayorías y de reivindicar una democracia desde abajo.
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