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Europa :: 12/03/2024

Cuatro escenarios para Ucrania

Nahia Sanzo
El punto de partida de los análisis de los cuatro escenarios es distorsionar el punto de vista ruso para adjudicar a Moscú unos objetivos que contradicen sus actos en los dos últimos años

Estancado en el bloqueo político de quien no comprende por qué sus planes no salieron como esperaba, Occidente acelera la marcha de cara a decidir qué hacer para evitar que la situación en Ucrania empeore aún más. No se trata de mejorar la vida de la población o buscar una vía para resolver el conflicto y poner fin a la guerra, sino todo lo contrario.

Mientras lBiden se acerca cada vez más a las medidas antiinmigración del ala más reaccionaria del Partido Republicano para lograr así desbloquear la aprobación de los 60.000 millones de dólares que quiere invertir en la guerra, los países europeos buscan la forma de compensar el retraso en la llegada de material militar estadounidense. Sin perspectivas de cambios a la vista, el objetivo no es otro que garantizar la continuación de una guerra que la Unión Europea ha decidido que es existencial para el modelo político y de seguridad continental.

Desde ese punto de partida, que es compartido también por el Reino Unido y EEUU, no hay lugar para la paz, negociación o el más mínimo diálogo político, ni tampoco para las concesiones. El objetivo es la derrota militar rusa en Ucrania y el retorno a las fronteras, no del 24 de febrero de 2022, sino de 1991, algo que solo puede lograrse -de forma altamente improbable- con una masiva movilización de recursos militares.

La situación en el frente, que ha producido el actual catastrofismo que afirma, como hiciera Josep Borrell, que la guerra puede resolverse en contra de Ucrania en tres meses, niega toda posibilidad de lograr el maximalista objetivo de Kiev y las capitales occidentales. El contraste entre los deseos y la realidad se observa actualmente en los dos puntos en los que se centra la batalla.

Ucrania no está luchando por llegar a Crimea o capturar Donetsk, sino para evitar que Rusia recupere Rabotino, único éxito de la contraofensiva terrestre de 2023, o siga avanzando al oeste de Avdeevka. Ante estas perspectivas de incertidumbre, diferentes think-tanks vinculados a los gobiernos occidentales se plantean los posibles escenarios a los que podrían enfrentarse en los próximos meses o años. Al igual que hace exactamente un año, The Telegraph publica un extenso artículo en el que Roland Oliphant, veterano de la cobertura informativa del conflicto desde 2014 y que ha seguido la guerra siempre desde el punto de vista proucraniano, presenta los cuatro escenarios que en el Reino Unido se manejan como posibles para Ucrania.

Cuatro eran también los planteados por Alexander Graef, experto en relaciones internacionales, en febrero de 2022. En aquella ocasión, los planteamientos oscilaban entre la guerra eterna, el alto el fuego, la consolidación rusa y la victoria ucraniana. Sobre esta última posibilidad, Graef afirmaba que "una victoria ucraniana completa parece una posibilidad distante. Cualquier camino a este escenario probablemente necesitaría cazas de combate y misiles de largo alcance que permitieran a Ucrania realizar bombardeos profundos en territorio ruso. Si Occidente decidiera entregar esas armas, se aproximaría la amenaza de escalada nuclear". El fracaso de la contraofensiva terrestre, la insistencia ucraniana en obtener las armas mencionadas por Graef para utilizarlas contra territorio ruso, la reciente mención a la posibilidad de que exista presencia militar occidental en Ucrania, las alarmas de posible enfrenamiento entre la OTAN y Rusia y la advertencia rusa de que podría conllevar uso atómico confirman esa conclusión.

Sin embargo, el riesgo de una escalada más allá de Ucrania y que superara la actual guerra convencional terrestre no es un problema para las autoridades y think-tanks europeos, centrados todos ellos en buscar la forma de lograr el mejor escenario posible para sí mismos y el peor para Rusia. En ese cálculo, el bienestar de Ucrania y su población son un factor secundario, pese a ser la base del discurso que afirma que la guerra busca garantizar que los ucranianos sean libres para determinar su futuro. Ese los ucranianos, por supuesto, se refiere únicamente a una parte del país, de la que se espera que imponga sobre los otros ucranianos su modelo de país e identidad a costa de su libertad y su opinión.

El artículo de Oliphant parte del tópico habitual. "Todo el mundo está cansado, todo el mundo está enfadado. Pero incluso sin dinero y sin armas, lucharemos con palos", afirma citando a un soldado ucraniano. Que el sentimiento pueda ser exactamente el mismo, aunque no para luchar contra Moscú sino contra Kiev, o que haya sido así durante los últimos diez años al otro lado del frente es un aspecto que ni siquiera es tenido en cuenta. Pese a la retórica, el único resultado a tener en cuenta es el del estado de las fronteras y las condiciones en las que quedará la relación de poder entre los países occidentales y Rusia.

"Chatam House, el think-tank semioficial británico de asuntos exteriores, ha realizado este mes un ejercicio en el que ha modelado cuatro escenarios básicos para el final de la guerra", presenta Oliphant, que los define rápidamente como "una victoria ucraniana, una victoria rusa, algún tipo de acuerdo y el punto muerto". A partir de ahí, el periodista realiza un trayecto entre la victoria ucraniana y su derrota, siempre desde el prejuicio y sin tener nunca en cuenta la realidad de Donetsk, Lugansk o Crimea, regiones sobre las que ha informado durante la última década.

Como no podía ser de otra manera, el punto de partida del análisis de los cuatro escenarios es distorsionar el punto de vista ruso para adjudicar a Moscú unos objetivos que contradicen sus actos en los dos últimos años y, sobre todo, los contenidos de las negociaciones de paz de Estambul, momento en el que pudo verse realmente cuáles eran las aspiraciones del Kremlin.

"Los rusos han ofrecido la posibilidad de entablar conversaciones, pero afirman que sus objetivos no han cambiado y siguen teniendo la intención de tomar Kiev", alega Oliphant sin tener en cuenta que, hace dos años, como confirma el documento de Estambul al que ha tenido acceso esta semana The Wall Street Journal, el presidente Vladimir Putin estaba dispuesto a abandonar todos los territorios capturados más allá de Donbass y Crimea a cambio de la neutralidad ucraniana. Si alguna vez fue un objetivo, la toma de Kiev había dejado de serlo ya cuando las delegaciones se reunieron en Estambul el 29 de marzo de 2022.

Rusia no es, para Oliphant, el único obstáculo para unas posibles negociaciones. "El espíritu de rebeldía ucraniano, a pesar de todo el sufrimiento del país, está lejos de haber muerto. Es fácil encontrar gente tan furiosa como hace dos años", insiste, olvidando nuevamente el espíritu de rebeldía de quienes llevan diez años resistiéndose a que les sea impuesta una forma de entender Ucrania con la que nunca se identificaron. Oliphant olvida también el desinterés absoluto por lograr una resolución diplomática al conflicto por parte de los poderes occidentales.

No es preciso creer la versión de que fue Boris Johnson quien bloqueó un acuerdo prácticamente cerrado entre Rusia y Ucrania para comprender que no ha habido intención de los países de la Unión Europea y de la OTAN para promover una resolución pacífica al conflicto ni antes ni después del 24 de febrero de 2022. Cómodos con una guerra de baja intensidad en las fronteras de uno de sus oponentes históricos, la UE, EEUU y el Reino Unido no actuaron en busca del cumplimiento de los acuerdos de Minsk ni presionaron tampoco en busca de un acuerdo de retorno a las fronteras anteriores a la intervención rusa cuando eso era posible. A lo largo de la última década, los países occidentales han actuado y actúan como garantes de la guerra.

A la hora de presentar los escenarios, Oliphant comienza con el más optimista, "la primera opción, una victoria ucraniana, se articula de la mejor manera en la hoja de ruta de paz de diez puntos presentada por Zelensky en 2023 y que tanto él como la diplomacia ucraniana continúan explicando a cada oportunidad". El plan de paz de Zelensky implica exigir la rendición incondicional de la Federación Rusa. En la idílica versión de The Telegraph, la hoja de ruta "comienza con medidas de fomento de la confianza, como el establecimiento de la seguridad nuclear, el restablecimiento de las exportaciones de grano y la liberación de prisioneros, y termina con la retirada de las fuerzas rusas de la totalidad de Ucrania, incluidas Crimea y las partes de Donbás ocupadas en 2014, el pago de indemnizaciones y el acuerdo de enjuiciar a los presuntos criminales de guerra. La paz estaría respaldada por garantías internacionales de seguridad -probablemente el ingreso de Ucrania en la OTAN-, que a su vez sentarían las bases para un cese formal de las hostilidades firmado por ambos Gobiernos".

No contento con exigir una rendición incondicional que supondría el abandono de la población de Crimea y Donbass a merced de la voluntad de Ucrania, que ha dejado claro que sus planes pasan por la represión y negación de sus derechos, Zelensky aspira a imponer este plan sin que medie siquiera una mínima negociación con Rusia. Esta misma semana, el presidente ucraniano, que en septiembre de 2022 prohibió por decreto cualquier negociación con Vladimir Putin, ha afirmado que "le ofreceremos una plataforma en la que podrá admitir que ha perdido esta guerra y que ha sido un grave error".

Para Oliphant, el plan se enfrenta a dos grandes obstáculos. Ninguno de ellos es que habría de realizarse contra la opinión de la mayor parte de la población de Crimea, Donetsk y Lugansk. El primero es que precisaría de una gran derrota militar rusa, algo que, como pudo comprobarse con la contraofensiva de 2023, es muy improbable. Sin embargo, reticentes a aceptar errores de cálculo, las autoridades ucranianas han puesto todas sus esperanzas en los cazas y misiles occidentales y aspiran a repetir una nueva gran operación terrestre con la que lograr lo que no consiguieron en Zaporozhie el pasado verano.

El segundo obstáculo según el artículo es que "liberar el territorio no ganaría por sí mismo la guerra si simplemente empuja la línea del frente hacia atrás a la frontera internacionalmente reconocida (algo en sí muy difícil). Tiene que haber alguna forma de persuadir a Rusia a dejar de luchar". Pese a los diez años de conflicto y de informar sobre él, Oliphant no ha comprendido aún que Crimea es la principal línea roja para Moscú y su abandono podría producirse únicamente como la constatación de la derrota completa y la incapacidad de Rusia para seguir luchando.

Conscientes de que este escenario es altamente improbable, ya que requeriría un colapso militar, político y económico ruso, el think-tank pasa a la segunda mejor opción, una opción dialogada que presenta ocultando realmente el objetivo.

Citando a Oleksiy Goncharenko, diputado del partido de Petro Poroshenko y fanático de la guerra contra Rusia hasta el final mucho antes del 24 de febrero de 2022, "hay dos guerras. La primera es por la independencia de Ucrania y esta guerra ya se ganó en la primavera de 2022. La segunda es por la integridad territorial. Y la historia nos enseña que estas guerras pueden durar años, incluso décadas y ni siquiera sabemos cuándo acabará". Esa segunda guerra de la que habla Goncharenko es una guerra de conquista e imposición contra una población que lleva una década resistiéndose. Es posible que el diputado no sepa cuándo acabará, pero sí debería saber que el 14 de abril de 2024 cumplirá una década.

El planteamiento de Goncharenko en este plan B, en realidad una variante del plan A, parte de invertir el orden entre la recuperación de la integridad territorial y el acceso a la OTAN. El plan es el mismo que la Oficina del Presidente ha intentado imponer, sin mucho éxito, por medio de Anders Fogh Rasmussen, exsecretario general de la OTAN y lobista de cabecera de Andriy Ermak.

Frente a lo que presenta Oliphant, una situación de compromiso con aspiraciones futuras a una posible reunificación al estilo alemán, un acuerdo "territorio a cambio de paz", el planteamiento busca la entrada de Ucrania en la OTAN para activar el artículo V de defensa colectiva. La adhesión de Ucrania a la alianza en condiciones de guerra implicaría automáticamente una frontera entre la OTAN y Rusia, objetivo principal del plan. Cualquier ataque ruso habría de activar, o así lo espera la Oficina del Presidente, el artículo V, mientras que Ucrania podría continuar atacando, por ejemplo, Donbass. El escenario, en realidad un planteamiento de guerra OTAN-Federación Rusa, queda menos definido en la presentación de Oliphant, que prefiere referirse a él como la opción de compromiso que no es.

Como guinda del pastel, The Telegraph añade la valoración de Goncharenko, conocido por pasearse por la Casa de los Sindicatos de Odessa cuando los cuerpos sin vida de quienes habían sido quemados vivos aún no habían sido retirados. "La pertenencia plena a la OTAN, y con ella el paraguas de la cláusula de defensa mutua del Artículo Cinco de la alianza, es el único elemento disuasorio que encajaría a la perfección. Es esa protección la que, en palabras de Goncharenko, le permite estar tranquilo sabiendo que sus hijos no tendrán que volver a luchar en la guerra", escribe Oliphant. Durante ocho años, Goncharenko, como el resto de la clase dirigente ucraniana, rechazó todo compromiso con Donbass, condenando a los hijos ajenos a seguir luchando una guerra mantenida activa de forma totalmente artificial.

Menos desarrollados aparecen los dos últimos escenarios. El primero de ellos, el más probable teniendo en cuenta la situación actual, es el de un resultado no concluyente para la guerra, "un juego de ajedrez que termina en empate y donde no hay una salida victoriosa". Salvo un colapso, no es de esperar que pueda izarse la bandera rusa en ciudades como Kiev u Odessa, pero tampoco la ucraniana en Sebastopol o Yalta. Oliphant contrasta esa situación con el "punto muerto" al que se refirió Zaluzhny, una situación que puede solventarse por medio de desgaste o innovación.

"Los analistas aceptan la posibilidad de que, con el tiempo, «gane el agotamiento», forzando a ambas partes a un estancamiento a largo plazo", escribe Oliphant describiendo una posibilidad remota. Aunque ambos ejércitos están fuertemente armados y quieren seguir luchando, puede llegarse a un momento en el que las defensas hagan imposible todo avance y el estancamiento sea tan definitivo como lo fue en la guerra de Donbass. El escenario, según The Telegraph, "es muy diferente a la seguridad de un acuerdo de paz garantizado internacionalmente. En primer lugar, no pondría fin a la guerra. En su lugar, Ucrania y sus aliados tendrían que vivir permanentemente preparados para la reanudación de las hostilidades: no se trataría tanto de una Guerra Fría como de una Paz Caliente". Sin un acuerdo internacional, Donbass sabe por experiencia que tendría que vivir permanentemente preparada para la reanudación de las hostilidades y para los bombardeos ucranianos, aunque esto tampoco es un factor a tener en cuenta para quienes han modelado los escenarios.

Finalmente, Oliphant ni siquiera trata de definir los términos del escenario de victoria rusa. Para ello alega la confusión de los planteamientos del Kremlin y su incapacidad para presentar objetivos claros. De ahí que recurra a otro think-tank para añadir que "se pueden deducir objetivos más específicos de una reciente valoración del Royal United Services Institute, un think-tank cercano a las fuerzas armadas británicas, que afirma que intermediarios rusos proponen actualmente que Ucrania ceda el territorio que ya está bajo control ruso, además de Járkov y posiblemente Odessa, acepte no unirse a la OTAN y nombre a un jefe de Estado aprobado por Rusia. La única concesión es que la parte de Ucrania que quede pueda ingresar en la Unión Europea. Esos objetivos no se han articulado públicamente, y es muy posible que se contraigan o se vuelvan aún más ambiciosos".

Los términos están tan fuera de la realidad, contradicen de tal manera la propuesta rusa a Ucrania para acordar el final de la guerra en 2022, cuando las tropas rusas aún asediaban Kiev, que es posible ignorar completamente el planteamiento. Como pudo comprobarse con la negociación de Estambul y también con la de Minsk, Rusia nunca ha exigido a Ucrania concesiones imposibles en términos territoriales. En 2022, Moscú se mostró dispuesta a abandonar los territorios del sur e incluso a negociar las fronteras de Donbass con Volodymyr Zelensky, por lo que la exigencia de Járkov y Odessa, que implicaría también el control sobre Nikolaev, ha de considerarse simplemente como un argumento de quienes buscan exagerar el peligro ruso y justificar seguir armando a Ucrania para continuar una lucha que reconocen incierta y peligrosa.

"Con las fuerzas armadas ucranianas desprovistas de municiones, las fuerzas rusas sobre el terreno ganarán terreno de batalla en 2025, obligando en última instancia a Zelensky a aceptar la paz en los términos dictados en Moscú", añade The Telegraph, que entiende que Rusia espera lograr una victoria que no define en 2026, que a su vez depende en que "las cosas vayan de la forma que beneficia a Rusia en Washington y de que Ucrania no consiga otras formas de luchar. Y si Ucrania no se rinde, puede que Rusia haya perdido su mejor oportunidad para entrar en unas negociaciones en posición de fuerza", sentencia, olvidando deliberadamente que Rusia obtuvo unos acuerdos de Minsk que Ucrania nunca tuvo intención de cumplir cuando quiso negociar en 2014 y 2015, la negativa a discutir ninguna propuesta de la OTAN en 2022 y un no rotundo de Ucrania y sus socios en Estambul y de forma continuada desde entonces. ¿Cómo podrá Rusia lamentarse de haber desperdiciado una oportunidad que nunca ha tenido?

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