Daesh en tiempos de Tormenta de Al-Aqsa: un frente estadounidense-israelí paralelo
En la primera semana de enero pasado, luego de que la gloriosa batalla de Tormenta de Al-Aqsa entrara en su tercer mes, el portavoz oficial del grupo terrorista Daesh, Abu Hudhayfa al-Ansari, pronunció un discurso dirigido a los elementos del grupo y sus agrupaciones en la región y en todo el mundo.
Como era de esperar, Al-Ansari no instó a los seguidores del grupo a apoyar a la resistencia palestina que enfrenta la guerra de exterminio liderada por el ocupante régimen israelí.
Tampoco los incitó a atacar las fuerzas estadounidenses o a comprometerlas para aumentar la presión sobre Washington, que brinda apoyo total al enemigo israelí en esa batalla y en todas sus guerras contra los palestinos y los pueblos de la región. En cambio, abordó la actual batalla en Gaza en términos generales sobre la lucha contra los "judíos" y otros enemigos.
Al-Ansari no se apartó, en este sentido, del discurso constructivo sobre Palestina y su causa que estas organizaciones suelen utilizar para atraer a aquellos con pensamiento radical y lanzarlos en batallas destructivas con el objetivo de agotar a los países, fuerzas y facciones que luchan contra las ocupaciones israelí y estadounidense.
Esta estrategia se centró especialmente en la nueva táctica enfocada por sus asesores occidentales, que las publicaciones de Daesh destacaron recientemente, donde Irán se presenta como el "enemigo cercano" que debe ser combatido junto a sus aliados, descartando cualquier otro conflicto.
El discurso, que duró 33 minutos, se produjo menos de 24 horas después del atentado terrorista en la ciudad de Kerman, Irán, revindicado por la organización terrorista con el nombre de "Operación invádelos y mátalos donde los encuentres".
El atentado en Kerman resultó en la muerte de 84 personas y dejó a decenas de ciudadanos iraníes inocentes heridos, quienes conmemoraban el cuarto aniversario del martirio del comandante Qassem Suleimani.
El discurso de Ansari sirvió como celebración de este atentado y anunció el inicio de una nueva fase de operaciones contra los países del Eje de Resistencia, sus fuerzas y sus pueblos, principalmente contra los pueblos donde sea posible, ya que las fuerzas de Daesh llevaron a cabo más de 30 operaciones en varios países de la región, llegando incluso a lugares en África y el sudeste asiático, durante los días 3 y 4 de enero. Ninguna de estas operaciones tenía como blanco intereses israelíes o estadounidenses.
Dado que Irán y las fuerzas del Eje de Resistencia, encabezadas por Siria, son el "enemigo cercano" comprometido firmemente en apoyar a la resistencia palestina y su pueblo desde el inicio de Tormenta de Al-Aqsa, la estrategia de Daesh inevitablemente se alinea fuertemente con las estrategias estadounidenses e israelíes destinadas a golpear a las fuerzas de resistencia y desviarlas de la batalla en Palestina.
De hecho, los ataques del grupo radical se intensificaron considerablemente en Siria desde el inicio de la batalla en Gaza. Casi no pasa un día sin que ataquen posiciones del Ejército Árabe Sirio y de las organizaciones de resistencia en el desierto sirio, o siembren bombas en las carreteras utilizadas por vehículos militares y civiles.
Estos ataques, en los últimos cuatro meses, resultaron en la muerte de decenas de soldados y civiles sirios y en el asesinato de pastores y agricultores que se dirigen al desierto durante la temporada de cosecha de trufas.
La realidad es que estos grupos terroristas operan todos desde la región de Al-Tanf, donde se encuentra la base más grande del ocupante estadounidense, y el campamento Al-Rukban, que alberga a cientos de combatientes terroristas que EEUU sacó de las cárceles del este de Siria y los llevó allí con sus familias.
Por supuesto, también se originan en campamentos de entrenamiento supervisados por las fuerzas estadounidenses, que producen grupos bien entrenados y armados que se lanzan contra los sitios del ejército y las facciones de resistencia, llegando a los valles de Deir Ezzor cerca de las ciudades de Al-Bukamal y Al-Mayadeen, donde se posicionan las facciones de resistencia, o en dirección a los valles de Homs, Raqqa y Alepo, donde se posiciona el ejército sirio y algunas posiciones rusas que Washington considera un blanco excelente.
Lo destacado es que los ataques de Daesh se intensifican y aumentan después de cada operación contra las bases de EEUU en el este de Siria e Irak. Después de cada ataque a esas bases, grupos terroristas se mueven rápidamente para llevar a cabo ataques u ocupaciones a lo largo del desierto sirio, cerca de las fronteras sirio-iraquíes desde ambos lados.
Cualquier observador de los eventos en Siria no duda de la coordinación de los líderes militares y de inteligencia estadounidenses en Al-Tanf en estas operaciones. Así, estos grupos terroristas se convirtieron en una especie de fuerza militar estadounidense que libra la guerra de Washington en Siria e Irak, y se transformaron durante la batalla de Tormenta de Al-Aqsa en un frente real encendido por EEUU e Israel contra Siria y las fuerzas de resistencia, como una respuesta práctica a la influyente y poderosa línea de apoyo establecida por las fuerzas de resistencia para respaldar a la resistencia palestina.
Poco antes del estallido de Tormenta de Al-Aqsa, Washington había vuelto a adoptar una antigua estrategia militar, después de haberla reforzado y fortalecido con nuevos medios y recursos.
Esta estrategia apunta a poner fin a la presencia de las fuerzas del ejército árabe sirio y las facciones de resistencia en general en la región este y el desierto de Siria, y cerrar todas las áreas intermedias entre Siria e Irak, para cortar las conexiones del Eje de Resistencia y prevenir cualquier comunicación o suministro a lo largo de la línea Irán-Irak-Siria-Beirut (la Resistencia de Líbano - Hizbullah).
Washington comenzó a implementar esta estrategia anunciando la preparación de lo que burdamente llamó Ejército Libre de Siria, reclutando a sus miembros de los remanentes de organizaciones terroristas o de brigadas y grupos que habían sido derrotados por el ejército sirio y las fuerzas de resistencia en el este. Los entrenaron en campamentos cerca de la base Al-Tanf durante más de un año y revivieron la Brigada de los Rebeldes de Raqqa para este propósito.
Se suponía que esa batalla comenzaría y que las FDS kurdas -que dependen de EEUU-, también serían una fuerza clave, pero estas últimas se negaron a involucrarse en esto, y el grupo terrorista Daesh fue la fuerza principal de este plan.
Un grupo de líderes militares locales, afiliados a la banda patrocinada por Washington en Siria (Ejército Libre de Siria), fue asignado a la tarea de coordinar entre la base Al-Tanf y los grupos de Daesh, incluida la responsabilidad de suministrar al grupo armas adecuadas.
Dado que Daesh intensificó sus operaciones en ese momento, llevando a cabo ataques, bloqueando carreteras y apuntando a convoyes militares que transportaban soldados y a puntos rusos en el desierto sirio (una de estas operaciones resultó en bajas, una de las cuales era un alto oficial de las fuerzas rusas), el ejército sirio y las facciones de resistencia, respaldados por la aviación siria-rusa conjunta, respondieron de manera muy fuerte y decisiva a lo largo de los frentes.
Daesh sufrió entonces pérdidas significativas, ya sea en términos de la eliminación de un gran número de sus grupos en el desierto de Palmira y el desierto de Deir Ezzor, o en términos de bombardear sus cuevas y escondites que utiliza para lanzar ataques.
La batalla de Tormenta de Al-Aqsa alteró significativamente la situación en toda la región, especialmente con la participación plena de las fuerzas de resistencia, incluido Yemen. En este contexto, las bases estadounidenses en Siria e Irak experimentaron ataques diarios. Washington movilizó al grupo terrorista Daesh para desempeñar un papel activo en esta contienda, adoptando una estrategia de doble vía.
Por un lado, ataca a las fuerzas del Ejército Árabe Sirio y las fuerzas de resistencia en Siria, Irak e Irán, con el objetivo de debilitarlas y distraerlas de la batalla de Tormenta de Al-Aqsa. Por otro lado, capitaliza su creciente actividad política y mediática, afirmando que no puede retirar sus fuerzas de Siria debido al supuesto resurgimiento de la organización terrorista desde su derrota en 2019.
En consecuencia, el objetivo declarado por EEUU de "erradicar el terrorismo" en Siria aún no se logró, y por lo tanto, discutir la retirada en este momento carece de fundamento.
En medio de estos acontecimientos, las fuerzas del Ejército Árabe Sirio, en colaboración con las facciones de resistencia y la aviación rusa, están librando batallas cotidianas en el desierto sirio, logrando notables avances militares. A pesar de estos éxitos, persiste la amenaza planteada por Daesh, y la realidad es que alcanzar su derrota definitiva se encuentra intrínsecamente vinculado a la consecución de la derrota del ente ocupante israelí. Esto implica la eliminación de sus agentes, la derrota de su patrocinador máximo (el imperio estadounidense) o su debilitamiento, con el objetivo último de expulsarlo de la región.
Al Mayadeen / La Haine