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Europa :: 23/01/2008

Davos: La Bono-banalización de la globalización

Eduardo Gudynas
Las propuestas de mantener las relaciones globales actuales pero aumentando la ayuda externa son muy simplistas, pero quién las critica delante de Bono y compañía, los que dan a esas posturas mercantiles un glamour "contestatario"

Todos los años, en el mes de enero, se celebra en la localidad suiza de Davos, el Foro Económico Mundial. Sus participantes usuales son políticos de renombre, desde presidentes a primeros ministros, directivos de las grandes corporaciones, y algunos académicos. Es un espacio de celebración y reproducción de la globalización, por lo cual ha recibido fuertes críticas ciudadanas. No podemos olvidar que el Foro Social Mundial se inició como un contrapunto con Davos para demostrar que otro mundo es posible.

Como respuesta a las críticas, los organizadores del foro de Davos intentaron algunos cambios: permitieron abandonar el uso de corbatas, ampliaron los temas abordados, discutiendo cuestiones como el SIDA o el “matrimonio y el sexo”, y organizaron talleres en grupos más pequeños. El apogeo de esos cambios ocurrió en 2005, cuando el foro de la elite empresarial y política fue tomado por asalto por las estrellas de la música como Bono y Lionel Richie, y artistas como Angelina Jolie, Richard Gere y Sharon Stone. De esta manera el Foro Económico Mundial cayó en la banalización de apelar a fórmulas mágicas y mediáticas para terminar con la pobreza en el sur.

Muchos recordarán cuando Stone tuvo una repentina revelación en Davos, al sostener que Africa necesitaba ayuda en forma inmediata. De pie en una de las sesiones del foro, se puso a recolectar en ese mismo momento un millón de dólares entre los empresarios que la rodeaban. Por supuesto que todos apoyaron su pedido y prometieron abrir sus billeteras, pero pocos lo hicieron. Tomó casi un año hacer cumplir aquellas promesas, Stone no regresó a Davos, y ese millón de dólares no solucionó los problemas de Africa.

En cambio, el cantante de U2, Bono, asiste regularmente a Davos para presentar distintas recetas de solución a los dramas globales. Su apoyo conceptual está en las ideas del economista Jeffrey Sachs, quien afirma que la solución transita esencialmente por un aumento masivo la ayuda externa hacia los países en desarrollo. Sachs publicó en 2005 su libro “El fin de la pobreza – cómo conseguirlo en nuestro tiempo”, prologado por el propio Bono.

Recordemos que Sachs tuvo un célebre papel como asesor económico en Bolivia y en países de Europa del Este, incluyendo Rusia, aplicando terapias de shock, las que terminaron en profundas crisis económicas. Sus recetas para acabar con la pobreza se editaron casi al mismo tiempo del foro de Davos 2005, cuando Bono lanzó su campaña enfocada en Africa, junto a Tony Blair y Bill Gates.

Las posturas de Sachs descansan en una visión reduccionista de la pobreza, muy dependiente del ingreso monetario, fuertemente condicionada por la geografía, y carente de una historia previa que explica la dinámica por la cual unos países se volvieron ricos a costa de la pobreza de otras naciones. Por lo tanto, la receta de Sachs es mantener las relaciones globales actuales pero aumentando la ayuda externa. No se cuestiona la esencia de la globalización, no se pretende reformar el comercio global ni los flujos de capital, y no se apunta a otros estilos de desarrollo.

Son propuestas muy simplistas, pero que se vuelven difíciles de criticar por la presencia de Bono y otros actores, los que revisten esas posturas mercantiles de un glamour contestatario y “cool”. Es que, sin duda, Bono es simpático, y nadie quiere cuestionar a un rockero simpático. Pero por ahora la “Bono política” no es suficiente. Son recetas simples que no atacan las raíces de los problemas que generan la pobreza aunque alivian las conciencias de algunos de sus responsables. Es una estrategia que resulta muy cómoda a los empresarios que se reúnen en Davos. Cumple con muchos propósitos, tales como darle un rostro humano al foro y entretener a la prensa en seguir a las estrellas del rock en lugar de cuestionar a los presidentes de las corporaciones. Es una postura basada en el espectáculo; no en vano estos intentos de Bono fueron tema central en un número de la revista Vanity Fair.

También brinda un canal para las donaciones corporativas con lo cual se justifica una estrategia de acción contra la pobreza basada en la caridad. Poco se discute sobre las relaciones de producción y la equidad, sino que se debate sobre el monto de la donación; el énfasis no está en cómo revertir los procesos que originan las desigualdades globales, sino en la competencia de quién será el empresario que alcance la mayor donación. Las posturas del dúo Sachs-Bono se vuelven funcionales a la globalización actual; no ponen en riesgo su estructura y dinámica.

En el campo académico, si bien hay algunas críticas serias a las posturas tipo Sachs-Bono (tanto por derecha como por izquierda), siguen siendo muy pocas. Es que también entre los académicos se observa el embrujo de la banalización. Por ejemplo, el destacado economista, Kenneth Rogoff, docente en la Universidad de Harvard, celebra en las páginas de la revista Times, que Bono llegó al Foro de Davos 2006 con una “idea excelente”: una tarjeta de crédito American Express Roja, “donde el 1% de las compras debían ir a un Fondo Global para combatir el SIDA, tuberculosis y malaria”. Roggoff agrega: “alguien me mostró un ejemplo de la tarjeta y lucía muy bien (cool)”, para enseguida señalar que “las fiestas y cenas en Davos fueron notablemente más ligeras y relajadas”, donde la consultora McKinsey logró contar con “la mejor música, como casi siempre ocurre, y me dijeron que la gente se quedó bailando hasta las 3 de la mañana”, mientras que en el cocktail de Google “se servía vino y champagne”.

Este es el resultado de la “Bono-banalización” de las temáticas globales: asumir que la pobreza se solucionará desde el uso de una tarjeta de crédito mientras se disfruta de una fiesta en Davos. Como evidentemente eso es inefectivo, la presencia de los actores y músicos, parece más cercana a un plan para responder a las críticas y reacciones ciudadanas -- un “plan B” tal como advierte George Caffentzis, que permite acallar las protestas populares para mantener la columna vertebral de la economía global. Se mezcla a Bono con Bill Gates, Angela Merkel con Lula da Silva, y así se viste a la globalización con nuevas prendas.

El verdadero papel de Davos está en promover los mercados globales y liberalizar el comercio internacional. Sus raíces son evidentes en este año, ya que se retoman los temas clásicos, y se enfocará el “poder de la innovación colaborativa” a partir de cinco pilares: empresarial, economía y finanzas, geopolítica, ciencia y tecnología, y valores y sociedad. Para precisar aún más esa perspectiva es conveniente anotar que los coordinadores del encuentro 2008 son el ex-premier británico Tony Blair, los presidentes de Pepsico, Chevron, de los bancos J.P. Morgan e ICICI de la India, el presidente de la empresa China Mobile Communications, y Henry Kissinger.

El Foro de Davos no incide en la raíz de los problemas globales, y por el contrario reproduce las condiciones que generan la desigualdad y la pobreza. Decir que el hambre es un problema, y además un drama a escala global no es suficiente. Intentar resolver esto con una tarjeta de crédito es ridículo. Es necesario dar los pasos hacia soluciones concretas, muchas de las cuales serán dolorosas para los países industrializados, y en ese esfuerzo no hay nada para festejar y hay mucho para cambiar.

* E. Gudynas es investigador en D3E (Desarrollo, Economía, Ecología, Equidad – América Latina), en Montevideo (Uruguay).
Alai

 

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