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Argentina :: 13/03/2009

De la murga a la morgue

Sebastián Hacher - La Haine
Mauricio Vega tenía 34 años. Lo mataron dos policías en un desfile de carnaval, de un tiro en la nuca. La familia denuncia que se trata de un nuevo caso de gatillo fácil

La noticia salió en la sección último momento de algunos medios [de Buenos Aires] el domingo pasado. El título rezaba "Muere murguero tras tirotearse con un policía", y en un artículo se decía que, después de desfilar en un corso, dos personas habían salido a robar en moto "hasta que se cruzaron con un policía de la comisaría 33 que les dio la voz de alto" al verlos romper el vidrio de un auto.

Frente al llamado de la ley, continuaba la crónica, uno de los ladrones "depuso su actitud, mientras que el otro – vestido con ropas de murga – quiso escapar y efectuó dos disparos con un arma de fuego, pero el efectivo repelió la agresión y el sospechoso cayó al recibir un balazo en la cabeza"

Aunque sonaba extraño que alguien haya usado ropa de raso, lentejuelas y brillos para salir a delinquir, nadie cuestionó la noticia.

Así están las cosas. Como el muerto tenía antecedentes, el asunto parecía cerrado: otro delincuente abatido, algo que una parte de la sociedad parece festejar.

El supuesto enfrentamiento fue a las tres y diez de la mañana del 1º de Marzo. Doce horas después, la policía entregó el cuerpo a la familia, que todavía no terminaba de entender lo que había sucedido.

Mauricio Gabriel Vega tenía 34 años. Diez de ellos los pasó preso. Salió en libertad en el 2005, con una decisión tomada: formar una familia e insertarse en la sociedad. Trabajó de mensajero en bicicleta, de ayudante de albañil y de herrero. Éste último oficio le gustó y decidió dedicarse de lleno a él. Juntó peso por peso, hasta que pudo abrir su negocio de herrería y vidrio. Las cosas marchaban bien, tanto que este año estuvo de vacaciones en la costa atlántica, y en la arena se dio el gusto de escribir "baby en camino" antes de una foto. Mauricio tenía un hijo de un matrimonio anterior, y ahora iba por el segundo.

Lo de la murga es un asunto familiar. Desde que ayudaron a fundarla, cuando él todavía estaba preso, cada uno de sus diez hermanos, su madre, su padre, sus primos, tíos y sobrinos salieron a bailar con Los Incansables de Chacarita.

En total son unos treinta miembros de la familia que se preparan todo el año para desfilar durante el mes de febrero. Los ensayos se hacen en la esquina de la casa de Mauricio, un viejo edificio que zafó de que lo demolieran para hacer una autopista. Allí, en una cancha de fútbol que construyeron los vecinos, todas las tardes los pibes del barrio – que son muchos y bien de barrio – se juntan a bailar y prepararse para el carnaval.

La estética que usan en la murga es la clásica de Buenos Aires: las patadas son al cielo, tal como hacían los esclavos rioplatenses en la época de la colonia, cuando bailaban a pesar de las cadenas. Los trajes también tienen historia: son un homenaje a los que usaban aquellos esclavos que robaban las viejas levitas de sus patrones y se las ponían al reverso.

De allí viene el traje de raso, que tiene un inconveniente: por lo fina que es la tela, los bailarines no pueden llevar nada en los bolsillos, ni celulares, ni billeteras, ni pistolas. En el caso de Mauricio, al momento de morir, el celular lo tenía su madre.

EL ASESINATO

Este fue un carnaval especial para la familia Vega: fue el primero en el que desfilaron sin el padre. El hombre murió cuatro meses atrás de un paro cardíaco. La muerte se integra a la murga de distintas formas. El homenaje puede ir en banderas, apliques para los trajes, alguna frase en una canción, o gestos invisibles durante el baile.

El sábado 20 de febrero, Los Incansables de Chacarita desfilaron en dos corsos porteños. Primero fue en la avenida Lacroze y el segundo en córdoba y Agüero. Como cada noche de carnaval, al terminar el corso la murga entera se concentró en Álvarez Thomas y Lacroze para comer pizza y pasar un rato juntos. Había desde niños hasta abuelos. A las 3.10 de la madrugada, Mauricio Vega fue a comprar gaseosas para los chicos en la moto de uno de sus amigos. Lo acompañó un chico de 15 años, ahora convertido en sobreviviente.

En Arredondo al 2600 se encontraron con la policía. Según los testigos, Mauricio reconoció que no tenía los papeles y decidió irse, pero se cayó de la moto. Un policía agarró a su amigo. Otro lo apresó a él unos metros más adelante. El chico de 15 años escuchó un disparo y luego un diálogo entre los policías. "Me mandé una cagada – dijo el primero – parece que lo maté". "Estás loco – respondió el segundo – y con este otro qué hago… Pedí refuerzos y vemos"

PISTOLA PLANTADA

Un rato después, las cámaras de televisión mostraban la escena del crimen. La muerte del murguero prometía ocupar unas líneas en los diarios del domingo. Junto al cadáver vestido de amarillo, verde y blanco, apareció una pistola calibre 38 y la historia del intento de robo.

La familia de Mauricio se enteró dos horas después, cuando alguien vio el cuerpo en vivo por Crónica TV. Al llegar al lugar, todavía estaba la morguera y la policía científica. "Hubo un enfrentamiento y lo abatimos", se limitaron a informar los que dirigían el operativo.

El domingo, al entregar el cuerpo, los médicos forenses le informaron a la madre de Mauricio que se hijo había muerto de un tiro en la nuca. Unas horas después liberaron al chico que estaba con él y devolvieron la moto a su dueño, un amigo de la familia que tenía todos los papeles en regla.

"Nuestro abogado – contó a Miradas al Sur Adrián, el hermano del asesinado – vio la pistola que supuestamente tenía Mauricio y dijo que no servía para nada. Se la plantaron para decir que fue un enfrentamiento."

Con este panorama, la familia de Mauricio, sus compañeros de la murga Los incansables de Chacarita y de otras agrupaciones, marcharon el lunes a la comisaría 22 para reclamar justicia. "Es un caso de gatillo fácil" dijeron.

Algunos medios mostraron los testimonios de la familia. Otros blandieron los antecedentes judiciales de Mauricio para usarlos de bandera: como si la pena de muerte preventiva y el "por algo será" estuviesen en plena vigencia en nuestro país.

Así están las cosas hoy.

Miradas al Sur

 

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