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Mundo, Colombia, EE.UU. :: 16/11/2023

Decadencia imperial

Antonio García
El Primer Comandante del ELN analiza que el viejo orden unipolar –comandado por los EEUU– no acaba de morir, y el nuevo mundo multipolar no acaba de nacer

En periodos de gran convulsión y guerras suelen mostrarse los síntomas o estertores de los imperios. En la actualidad, la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania, la rebelión de las excolonias francesas en el Sahel africano, la guerra entre Palestina e Israel –conflicto que amenaza con regionalizarse– y la escalada militarista en el Mar Meridional de China parecen corroborarlo.

Los movimientos tectónicos de nuestro mundo hacen parte de un reordenamiento del orden global, donde el viejo orden unipolar –comandado por los EEUU– no acaba de morir, y el nuevo mundo multipolar no acaba de nacer. Y en el claroscuro, como dijo Gramsci, surgen los monstruos.

La transición pareciera imparable. Desde finales de la década de los noventa algunos analistas internacionales occidentales advertían sobre la necesidad de evitar –a cualquier precio– una alianza entre Rusia y China; debido a las nefastas consecuencias que tendría para la hegemonía mundial de los EEUU. Pero el acoso, el hostigamiento y la provocación dirigidos hacia China y Rusia solo han servido para acercarlos, al punto de crear una alianza estratégica económica, política, cultural y militar.

A la política hostil contra China inaugurada por Obama –con el «Pivote hacia Asia»– e intensificada con la guerra económica de Trump, se le suman las provocaciones político-militares llevadas a cabo por Biden en el Mar Meridional de China, a través de Taiwán.

La guerra subsidiada que EEUU y la OTAN libran contra Rusia en Ucrania –un acto desesperado para contener y desgastar a Rusia– solo ha servido para acercarlo más a China e impulsar nuevas alianzas con el Sur Global. Rusia se ha convertido en el país más sancionado del mundo. Las más de 14 mil medidas restrictivas en su contra solo han servido para generar nuevas alianzas y pactos comerciales, y la apertura de nuevos mercados para la venta de combustible ruso y en monedas distintas al dólar. Todo ello ha acelerado con fuerza inusitada la tendencia hacia la desdolarización de la economía mundial.

Los EEUU han perdido la supremacía militar absoluta como resultado, en lo fundamental, de su declive económico. Pese a contar con la mayor fuerza militar del mundo (y con un presupuesto militar que supera el valor combinado de los presupuestos de China, India, Reino Unido, Rusia, Francia, Alemania, Arabia Saudita, Japón y Corea del Sur), no ha conseguido ganar una sola guerra. La debacle de Vietnam continuó luego en Afganistán, Iraq, Siria y ahora, Ucrania. Con la reducción sustantiva de la inversión en investigación de nuevas tecnologías perdieron la ventaja en la tecnología militar de punta.

Rusia y China, por ejemplo, han desarrollado misiles hipersónicos como el Kinzhal y el Dongfeng-17, respectivamente, mucho antes que los EEUU, quien tiene previsto empezar la producción de su propio misil hipersónico para el año 2027. El caza de quinta generación ruso Sukhoi-57 ha superado a la variante gringa de Lockhead Martin, el F-35.

Los imperios duran cada vez menos. El Imperio romano duró 1.500 años, el Sacro Imperio romano-germánico unos 1.000 años, el Imperio otomano 620 años, el Imperio español 570 años y el Imperio británico 500 años.

Podríamos tomar el año 1846 como la «partida de nacimiento» del Imperio norteamericano. Mediante la guerra, los EEUU se apropiaron de la mitad del territorio mexicano. El Imperialismo norteamericano lleva apenas 177 años, y se encuentra en rápido declive. No quisiera dejar de señalar que la Guerra hispano-cubana-norteamericana fue calificada por Lenin como la primera guerra imperialista; con la peculiaridad de que los EEUU dan el paso de disputar un espacio territorial contra una potencia en declive, y fundar así una nueva geopolítica regional y mundial que pisoteó y cercenó los propósitos de la larga lucha por su independencia del pueblo cubano.

Las desventuras militares de décadas recientes –Afganistán, Iraq, Libia, Siria, Yemen y Ucrania– reflejan el comportamiento típico de los imperios en sus etapas finales. El Imperio romano, víctima de su crecimiento exagerado, caminó hacia la desintegración bajo el peso de los extravagantes gastos militares y la corrupción. Ese mismo destino siguieron los Imperios español, inglés y francés. El Imperialismo norteamericano está recorriendo un camino similar.

La acelerada erosión de la hegemonía norteamericana abre las vías para el surgimiento de un eje geopolítico con Rusia y China como su centro de gravedad, que compite directamente con el eje noratlántico (EEUU-OTAN). Este nuevo eje es el motor y músculo detrás de nuevas arquitecturas multilaterales, como la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) y los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).

En la pasada cumbre de los BRICS (Johannesburgo, septiembre de 2023) seis nuevos miembros se adhirieron: Arabia Saudita, Emiratos Árabes, Argentina, Egipto, Etiopía e Irán. Estos 11 miembros de los BRICS representan el 43 % del PIB global y controlan las dos terceras partes de la producción del petróleo a escala mundial. Otros 23 países han solicitado su ingreso al grupo multilateral, entre ellos, Venezuela. Con su incorporación, los BRICS controlarían un 77 % de la producción mundial del petróleo. Es muy llamativo que tres de los nuevos miembros –Arabia Saudita, Emiratos Árabes y Egipto– han sido aliados históricos de los EEUU.

En el viejo orden bipolar que surgió de la II Guerra Mundial se enfrentaban dos proyectos sistémicos: uno capitalista y otro socialista.
La disputa del presente es entre un orden unipolar capitalista y otro multipolar, también capitalista. Ausente en el horizonte geopolítico mundial está un proyecto alternativo, llámese socialista o poscapitalista.

El capitalismo, venga de donde venga, tendrá la misma voracidad por la tierra y por los bienes comunes. Por su propia ley de la ganancia mantendrá viva la lógica de la explotación de la humanidad y de la naturaleza. En el claroscuro de la disputa entre los capitalismos surgen los monstruos, que son las guerras de conquista. Hace décadas, Fidel Castro lo anunció: «cese la filosofía del despojo, y cesará la filosofía de la guerra».

Se avizora un reordenamiento integral del mundo actual: económico, político, militar y cultural. Más que una nueva hegemonía, se precisa de un rumbo civilizatorio que enfrente la encrucijada en que se encuentra la humanidad frente al conjunto de problemas que enfrenta. Por eso se habla de un horizonte con la visión de «una comunidad global de futuro compartido». Concretar ese destino que se empieza a bosquejar es el reto de la humanidad.

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