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Asia, Mundo :: 30/07/2021

Del amateurismo a la sponsorización, de la guerra fría a la pandemia

Silvio Schachter
Juegos Olímpicos de Tokio, 1964 y 2020. En el medio, el aristócrata Samaranch profesionalizó los Juegos

Controversias y conflictos en el Olimpo

Cuando en marzo de 1896, el rey Jorge de Grecia pronunció por primera vez las palabras que serían rituales: «Declaro abierto los Primeros Juegos Olímpicos Internacionales de Atenas» El barón Pierre de Coubertin y los otros promotores del primeros juegos olímpicos modernos, no podían imaginar el camino que recorrerían los JJOO, hasta transformarse en un gigantesco acontecimiento seguido por multitudes de todo el mundo y que, junto a los sorprendentes récords, genera cifras multimillonarias para el Comité Olímpico Internacional-COI.

Los JJOO solo fueron suspendidos durante las dos guerras mundiales, pero como en Tokio 2020, otros juegos estuvieron atravesados por conflictos, polémicas y sucesos dramáticos. En los juegos de 1938 realizados en el Berlín de Hitler, la estética nazi puso un marco siniestro para un acontecimiento dirigido a exaltar al Tercer Reich. La República Española estuvo entre los pocos países que se negaron a participar. En abril de 1937 la Luftwaffe había bombardeado la ciudad vasca de Guernica.

Los esfuerzos propagandísticos se extendieron mucho más allá de los juegos con el lanzamiento mundial, en 1938, de “Olympia”, el controvertido documental dirigido por la cineasta alemana y seguidora nazi Leni Riefenstahl. En 1972 en los segundos juegos realizados en Alemania, en la ciudad de Munich 1972, un comando denominado Septiembre Negro produjo una masacre donde 11 atletas de la delegación de Israel fueron asesinados y fueron abatidos 5 atacantes.

Ocho años después un nuevo conflicto afectó a los juegos de Moscú 1980. 66 países, Argentina entre ellos, se plegaron al boicot de EEUU con el argumento de repudiar la presencia soviética en Afganistán. En otra paradoja del sinsentido de la política internacional, en 2001 EEUU ocupó Afganistán y lleva dos décadas de una presencia militar que solo sirvió para agudizar la crisis en ese país y la región.

Otros conflictos siguieron presentándose en la realización de los JJOO, entre ellos el principal caso de corrupción en su historia, que estalló al conocerse los sobornos y los obsequios que varios miembros del Comité Olímpico Internacional (COI) recibieron para designar a Salt Lake City para los juegos de invierno de 2002. En otros eventos, como en Rio 2016, la polémica se generó con el manejo de los fondos para la realización de las obras y las consecuencias para los moradores desplazados para la realización de estadios e instalaciones complementarias. Según un estudio realizado por la Universidad Federal de Rio de Janeiro, URFJ, entre el 2007 y 2016, fueron removidas 7.200 familias de 23 comunidades, en las de Seúl 88 con 72.000 desplazados, y en Beijing casi 100.000 de 15 aldeas.

En el caso de Atenas 2004, el país anfitrión asumió una deuda que no estaba en condiciones de afrontar y que cinco años después desembocó en la mayor crisis socioeconómica de Grecia. Al igual que en el caso de Rio, la mayor parte de las instalaciones deportivas, que supuestamente quedarían para disfrute de la población, están abandonadas y sin mantenimiento, fueron proyectadas para satisfacer exigencias del COI, sin pensar en una escala acorde al contexto y sus posibilidades de uso y conservación futuras.

En el caso de Tokio 2020 la controversia principal giró en torno a los riesgos que suponía realizarlos en medio de la expansión de la pandemia del COVID 19. La decisión de varios Comités Olímpicos, nacionales de no participar, Canadá y Australia fueron los primeros en desistir, forzó a las autoridades niponas a aceptar su postergación por un año, con la expectativa de que el flagelo estaría controlado. La preparación de los deportistas fue severamente alterada y la falta de público en los eventos sumada al sistema de burbujas, configuran un hecho inédito en la historia olímpica.

En marzo de 2020 se asumió que en el verano de 2021 la pandemia estaría controlada. En Japón había en julio de 2020, 600 casos diarios; hoy Japón tiene 4.000 casos diarios y solo el 20% su población totalmente vacunada. En el resto del mundo había 200.000 infectados por día y hoy hay más de 500.000. Pocos días antes de la fiesta inaugural Seiko Hashimoto, presidenta del Comité Organizador de Tokio 2020 y vicepresidenta del Comité Olímpico Japonés, había anunciado en rueda de prensa que la situación sanitaria es “lamentable” y que, tristemente, no se permitirá la entrada de ningún espectador a la gran fiesta del deporte mundial.

La guerra fría sin tregua olímpica

En 1959 Tokio fue elegida sede para los JJOO de 1964, serían los primeros JJOO en el continente asiático. En ese momento el país necesitaba limpiar la imagen exterior del país, tras pertenecer a las fuerzas del Eje en la II Guerra Mundial. El Tratado de San Francisco, firmado el 8 de septiembre de 1951, marcó el [supuesto] final de la ocupación de EEUU y cuando entró en vigor el 28 de abril de 1952, Japón fue una vez más un Estado [supuestamente] independiente.

Como era de esperar, el sombrío recuerdo de la guerra impregnó todos los rincones de aquellos juegos de 1964, que tuvieron lugar tan solo diecinueve años después de la derrota de Japón. El estadio de Jingū Gaien, donde se desarrollaron algunas de las competiciones, había sido testigo de ceremonias de envío de estudiantes al frente años atrás. La mayoría de los japoneses conservaba vivos recuerdos de la guerra. Las bases militares estadounidenses de Tokio se devolvieron [casi todas] a Japón, y la villa olímpica y el Gimnasio Nacional de Yoyogi se construyeron en los terrenos donde antes se erigía el complejo de viviendas militares Washington Heights. El prestigioso e innovador arquitecto Kenzō Tange fue quien diseño el gimnasio.

Gracias a los JJOO, el paisaje urbano de la capital se embelleció y las bases estadounidenses desaparecieron del centro. Tokio 1964 brindó al Japón de posguerra la oportunidad de mostrar su capacidad tecnológica y desempeñó la función de distraer a los japoneses del recuerdo de la guerra.

Uno de sus momentos más memorables llegó cuando el último portador de la antorcha, Yoshinori Sakai, escaló hasta las estrellas para iluminar el Caldero Olímpico. Sakai nació en la ciudad de Miyoshi, el mismo día en que la bomba atómica explotó en Hiroshima, el 6 de agosto de 1945, tan solo a pocos kilómetros al norte de su ciudad natal.

El contexto de la guerra fría no pudo eludirse. China no participó de los juegos, dejaría el movimiento olímpico en 1958 por la decisión del COI de admitir la presencia de Taiwan, defendida por todos los miembros de occidente. Recién volvería al COI en 1979 [cuando la gran mayoría de países reconocía la existencia de una sola China].

En 1952 la URSS se integró al COI y las tensiones en las relaciones sino-soviéticas también se expresaron en el movimiento olímpico. En 1961, la llamada crisis de Berlín derivó en la construcción del muro y en ese mismo año una fuerza mercenaria apoyada por EEUU desembarco en Playa Girón, Cuba [Bahía Cochinos, y fue derrotada] y un año después la instalación de misiles soviéticos en la isla caribeña se vivió como la posibilidad más real del inicio de una guerra nuclear. En abril de 1964, pocos meses antes de los juegos, EEUU aumentó su presencia en la guerra de Vietnam, con el envío masivo de tropas y recursos.

Lejos parecía entonces el ideal olímpico de aportar a un mundo de paz y confraternidad a través del deporte. La confrontación política entre las superpotencias también llevó a la disputa por las medallas, un frente en el cual cada cual quería mostrar su superioridad. El resultado en Tokio 1964 fue a favor de la URSS, obtuvo 96 medallas y EEUU 90, entre ambas delegaciones obtuvieron el 38 por ciento de los podios, entre 93 países participantes.

En el terreno estrictamente deportivo, entre lo más notable de esos juegos fue el triunfo del etíope Abebe Bikila, que ganó la maratón por segunda vez, hecho que nunca volvería a repetirse. El estadounidense Bob Hayes, que logró correr en 10 segundos los 100 metros llanos transformado en el más veloz del mundo y la gimnasta artística soviética Larisa Latýnina, que ya había triunfado en los dos Juegos anteriores, y con su actuación en Tokio se convirtió en la deportista más laureada de la historia olímpica, con dieciocho medallas, solo superada 48 años después por el nadador Michael Phelps. En 1964 todavía la discriminación por género era notoria, de les 5.151participantes 4.473 fueron hombres y 678 mujeres. En Tokio 2020 el 48 por ciento de les participantes son mujeres.

Amateurs y super-profesionales

Tokio 2020, tiene lugar en otro mundo, además del contexto excepcional que impuso la pandemia, ya no existe la URSS, se realizaron otros dos JJOO en Asia, Seúl 1988 y Beijing 2008 y Japón ya no es la principal nación asiática, ese lugar lo ocupa China, que es la potencia emergente que le disputa la supremacía económica, comercial y también deportiva a EEUU [y de momento le va ganando].

Hoy el desafío que enfrenta la humanidad es cambiar el modo civilizatorio del capitalismo depredador, que ha puesto en riesgo la existencia de la vida en el planeta. El despilfarro de recursos, incluidos los invertidos en la JJOO son puestos en cuestión. No sorprende entonces que varias ciudades hayan depuesto sus candidaturas por la oposición de sus habitantes.

El cambio más radical que ha vivido el movimiento olímpico ha sido el tránsito del amateurismo a la súper profesionalización del deporte, donde la utilización de la tecnología aplicada a los medios de comunicación incorporó a millones de espectadores-consumidores, dando lugar a la sponsorización, donde les atletas y los espectáculos son un vehículo para la difusión de mercancías y les mismos protagonistas son transformados en sujetos – objetos parte del negocio.

Durante las primeras décadas de los Juegos Olímpicos de la era moderna, el mantenimiento de la calidad de aficionado a expensas del profesionalismo era una prioridad para el Comité Olímpico Internacional. Durante un largo periodo, por ser acusado de profesional, especialmente en caso de victoria, se han despojado a varies atletas de títulos y se les impuso la prohibición de participar en torneos olímpicos.

Si bien durante mucho tiempo hubo una línea imprecisa que se dio en llamar deporte semiprofesional, es en los setenta y abiertamente en los ochenta cuando se consolida la idea de los juegos olímpicos rentables y por tanto la necesidad de contar con las estrellas profesionales para así garantizar la audiencia y en consecuencia el aporte de los sponsors.

Este cambio coincidió con la presidencia al frente del COI del aristócrata español Juan Antonio Samaranch, un empresario admirador de Francisco Franco, quien declaró en 1975 “Considero que la figura y la obra del Caudillo quedarán en la historia como las de uno los jefes de Estado más importantes del siglo XX”. Durante su mandato de 20 años se eliminó el carácter amateur de les participantes en los principales deportes, permitiendo la participación de deportistas profesionales. Samaranch transformó al COI en una corporación del deporte, cambió el patrocinio olímpico a favor del COI y quitando ese rol a la ciudad organizadora.

De acuerdo a sus propias cuentas, el próximo ciclo olímpico generará unos 8.000 millones de dólares para el COI, que lo administra discrecionalmente con el eufemismo del espíritu olímpico. Sus miembros ejecutivos, al igual que los de la FIFA, pertenecen a la élite mundial y mantienen estrechas relaciones con los líderes políticos y los grandes empresarios de las ciudades que visitan.

Los ingresos de esta multinacional del deporte con sede en Lausana, Suiza, provienen de cuatro fuentes: televisión, patrocinadores internacionales y nacionales, entradas y licencias. El COI se encarga de los derechos de televisión y de los sponsors internacionales, mientras que los otros rubros son gestionados por los organizadores olímpicos de la sede elegida.

El lema en latín de los JJOO ”Citius, altius, fortius” que significa: Más rápido, más alto, más fuerte, bien puede ser aplicado a los costos e inversiones necesarias para su realización. En las últimas décadas el aumento del gasto en los Juegos Olímpicos alcanzó niveles inimaginables pasando de US$ 3.800 millones en Seúl, 1988 a US$ 34.000 millones en Beijing, 2008 Aunque los deportistas no cobran por parte del COI, los negocios de contratos y premios especiales se hacen de acuerdo a los resultados. El gobierno de España, por ejemplo, en los JJOO de Rio, pagó a sus representantes 94.000 euros por cada oro, 48.000 por la plata y 30.000 por el bronce.

El deporte espectáculo tiene un pilar clave en las cadenas de televisión y los medios en general. La imagen y las noticias se concentran en los récords y las figuras que los producen, en la exaltación de los hombres y mujeres excepcionales que logran marcas increíbles, sus historias personales dan lugar a documentales que magnifican las posibilidades de triunfo basadas en la dedicación y el empeño individual. Una meritocracia deportiva donde, además del culto a la voluntad, se glorifica la bendición biológica de las condiciones naturales [pero no mencionan las posibilidades económicas y tecnológicas que ofrecen a les atletas los países centrales].

La apología del deporte de alta competición manifiesta un tipo de relaciones de poder que desde arriba ejercen las poderosas y burocráticas organizaciones del deporte. Cuando hablan de la aspiración a la excelencia, el noble afán de superación y el espíritu de sacrificio, en realidad nos dicen que el deporte mundial que vale es uno solo, el del éxito y los negocios.

A pesar de proclamar el rechazo a la discriminación -es un hecho la ampliación de los juegos paralímpicos, que han crecido sistemáticamente desde su implementación por primera vez en Roma 1960-, no debe ocultar las formas más sutiles del no reconocimiento al diferente, en este caso se trata de millones que no pueden acceder a la práctica de deportes y quienes no forman parte de lo que se considera el pequeño núcleo de los capaces de ganarse un lugar en el podio.

El espectáculo debe seguir

“The Show must go one“, es el título de la canción de Queen, que bien puede explicar por qué a pesar de la pandemia y el rechazo de la comunidad científica, que criticó severamente las medidas previstas, los JJOO no se cancelaron.

La supresión completa costaría a Japón US $41.500 millones, basado en inversiones, gastos operativos y pérdida de actividad turística. Las finanzas del COI sufrirían un duro golpe, solo por derechos para transmitir los JJOO. En mayo de 2014, la cadena NBC aceptó pagar US $7.700 millones hasta la edición 2032. “Los socios tenemos cláusulas de protección, es lógico ya que pagamos por los juegos olímpicos”, aclaró el gerente de Samsung, quien expresaba la posición de los otros socios permanentes del negocio olímpico, Coca-Cola, Acer, Atos, Dow Chemical, General Electric, McDonald’s, Omega, Panasonic, P&G y Visa. Para Tokio 2020, cuatro años antes, ya habían confirmado su participación otros 52 patrocinadores.

El COI impone una serie de condiciones que deben cumplirse a rajatabla, sin margen de discusión y que la mayoría de la población desconoce. Sus imposiciones repiten las exigencias de los grandes centros del poder económico y financiero mundial. El organizador no solo se compromete a realizar una serie de gastos en infraestructuras, seguridad o sanidad, sino que el gobierno avala cualquier tipo de pérdida en la que se pueda incurrir. Debe garantizar que no habrá otro evento similar durante las mismas fechas, proteger todas las marcas olímpicas, eliminar todo tipo de tasas e impuestos a bienes necesarios y a los extranjeros que trabajen en los JJOO, deben aprobar una legislación para evitar el llamado 'ambush marketing', es decir que las marcas competidoras de los patrocinadores de los JJOO no pueden anunciarse ni el transporte público ni en los aeropuertos.

Los JJOO, junto con los mundiales de fútbol, son los torneos que expresan más acabadamente como la globalización capitalista es capaz de combinar una sinergia de intereses deportivos, comerciales, económicos, políticos, culturales, comunicacionales, urbanísticos y sociales y resumir en una actividad de carácter planetaria, la esencia de sus principales rasgos. Sin duda la cancelación tendría a les deportistas como los principales perjudicados, particularmente a quienes practican disciplinas que no tienen presencia y exposición regular en los medios, ni forman parte de la elite profesional. Para ellos han sido años de preparación para competir en el máximo evento de su carrera y la frustración en su caso sería mucho mayor.

La postergación y la incertidumbre modificaron los planes y afectaron de modo diferente a las delegaciones que cuentan con menos recursos, Argentina entre ellas, que siempre parten en desigualdad de condiciones con políticas y presupuestos que no tienen equivalencias con las principales potencias del deporte. A este escenario hay que sumar las prácticas inéditas de controles sanitarios, burbujas y barbijos, y a la ausencia de público, todo lo cual hará que Tokio 2020 sea recordado como los JJOO de la sponsorización y la pandemia.

* Miembro del Consejo de Redacción de la revista 'Herramienta'.

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