Del milagro al desconcierto: el modelo alemán sufre tropiezos en la pugna geopolítica
Aunque de entrada partamos de una base teórica por la cual la economía se desarrolla dentro de dinámicas de producción para la satisfacción de mercados internos nacionales y donde el comercio exterior cumple una función complementaria, lo cierto es que, desde finales del siglo XIX, el desarrollo del modo de producción capitalista combinó épocas de baja integración de las economías nacionales en el mercado mundial —marcadas por coyunturas como las consecuencias tras el crack de 1929— y un proceso constante de mundialización o de alta integración de las economías nacionales en un mercado mundial.
Cuando escuchamos el término globalización, se pone de manifiesto un escenario donde las economías nacionales se desarrollan hacia afuera, esto implica una etapa de alta integración en la economía mundial y que, por tanto, provoca alteraciones inevitablemente globales ante conflictos aparentemente independientes o locales.
El pasado 25 de mayo, todos los grandes medios de comunicación abrían con la noticia de la entrada en recesión técnica de Alemania, tras registrar el país germano un crecimiento negativo por dos trimestres consecutivos.
La economía alemana es la mayor de la zona euro, considerada además como la locomotora que marca el ritmo de todo el tren comunitario. El comercio de bienes con Alemania representa el 48 % del PIB de República Checa; el 42 % de Hungría; el 37 % de Eslovaquia; el 30 % de Austria; y alcanza más de un 25 % en países como Polonia o Eslovenia.
Pilares del crecimiento alemán
Durante años, el llamado milagro económico alemán se ha presentado dentro de una lógica de ascenso ilimitado: la economía germana solo podía crecer. Sin embargo, ¿cuáles han sido los pilares de ese crecimiento?
Por un lado, debemos destacar el rol que jugó EEUU en la reconstrucción de Europa occidental tras la Segunda Guerra Mundial y la necesidad de implementar un apoyo estratégico a Alemania Occidental dentro de la lógica de la Guerra Fría. A través de estímulos directos como el programa de Ayuda y Socorro Gubernamental en Áreas Ocupadas (GARIOA, por su sigla en inglés), de 1946 a 1950; o el Plan Marshall, de 1948 a 1952; y también de la condonación de parte de sus deudas.
En 1953, la deuda combinada del GARIOA y el Plan Marshall de Alemania Occidental superaba los 3.300 millones de dólares. Sin embargo, ese mismo año se decidió que Alemania Occidental solo tendría que devolver 1.100 millones de dólares. La cantidad no fue reembolsada hasta 1971.
Por otra parte, no podemos comprender el ascenso de la industria alemana sin el acceso a gas barato proporcionado por los históricos acuerdos entre Alemania y la Unión Soviética, inicialmente, y tras la desintegración de la URSS, con la Federación de Rusia. El gas barato mejoró notablemente las capacidades de competitividad de la industria alemana, y preocupó desde el principio a EEUU, que temía que estos acuerdos comerciales fortaleciesen los lazos entre Europa y Rusia, mermando con ello su hegemonía y dominio sobre los europeos.
Por último, también debemos tener en cuenta el desarrollo, primero de la Comunidad Económica Europea (CEE), y después de la Unión Europea (UE) y la zona euro, para consolidar la hegemonía regional de Alemania que sirve como plataforma, presentando un escenario seguro para los mercados, que será clave para su ascenso económico.
Alemania, destacada por sus exportaciones, padecía una sobrevaluación de su moneda (el marco) y por tanto un encarecimiento de estas exportaciones, lo que le llevaba a disminuir su mercado. Es en este escenario donde un mercado y una moneda común beneficiaron de forma especial a la economía alemana, asegurando a sus exportaciones, además, un mercado seguro dentro del propio territorio comunitario. A su vez, otros elementos como los salarios más bajos en otros países de la zona euro han facilitado cierta deslocalización productiva, fundamentalmente hacia los países del este de Europa.
Pugna geopolítica
La pugna geopolítica que se desarrolla en la actualidad, ataca, de forma inevitable, a los puntos básicos del modelo de desarrollo que ha aupado a Alemania.
En primer lugar, el cuestionamiento de la hegemonía estadounidense. Alemania es un país perdedor de la Segunda Guerra Mundial. Su política militar y defensiva está subordinada a la OTAN. EEUU mantiene hoy en el país germano el 50 % del total de sus bases en Europa. Estos condicionantes explican gran parte de la política internacional de la nación germánica.
En segundo lugar, y de forma relacionada, la estrategia atlantista del cerco a Rusia exigía la ruptura alemana con sus tradicionales socios comerciales que han beneficiado, como hemos señalado, el ascenso de su industria.
Además, las medidas coercitivas unilaterales contra Rusia, o contra otros países exportadores de materias primas como Irán o Venezuela, así como la guerra económica en ascenso contra la potencia manufacturera china, está, a su vez, provocando inevitables vaivenes en los mercados internacionales, lo que afecta a unas economías nacionales plenamente integradas en la economía mundial.
En este escenario, es natural considerar que la voladura de los gasoductos Nord Stream sirvió como un anticipo para evitarle tentaciones independentistas a Alemania ante un contexto de contradicción como en el que actualmente se encuentra, y que, además, era previsible.
Por último, el proyecto de la Unión Europea nunca se acabó de consolidar, algo que hemos visto en cada una de las crisis que se han ido desarrollando. La Unión Europea no actúa como un bloque solidario entre sí, sino más bien es habitual el enfrentamiento entre sus miembros. El desplazamiento de la hegemonía regional hacia Polonia y los países bálticos, con mayor interés para la estrategia de la OTAN en la actualidad, ha mermado también la capacidad de influencia de Alemania, quien otrora era considerado, no solo en el plano económico, el líder indiscutible de la Unión Europea.
Esta situación se ha reflejado también a nivel interno en el país germano. Tras la era Merkel (2005-2021), Alemania hoy cuenta con un gobierno tripartito, débil, que apenas tiene visibilidad en la esfera diplomática general. Han tenido que rescatar a su industria del gas, y han evitado entrar, hasta ahora, en una crisis más profunda, mediante subvenciones e ingentes inyecciones de dinero público.
El modelo alemán —hijo de su contexto y no exento de contradicciones— parece hasta el momento una nueva víctima de la pugna geopolítica, donde los aliados atlantistas se sacrifican, con fervor casi religioso, para conservar un mundo unipolar que se desvanece; en lugar de asumir el cambio multipolar y empezar a construir modelos que beneficien al conjunto de la humanidad, incluidos a ellos mismos.
Actualidad RT