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Europa :: 18/02/2024

Derrota en Avdíivka eclipsada por la política y geopolítica

Nahia Sanzo
La alfombra roja que Alemania ha preparado para Zelensky en la conferencia de Munich y el uso político de la muerte de Alexey Navalny no sirvieron para nada al coincidir con la derrota

Acontecimientos militares, políticos y geopolíticos se produjeron el viernes para dar como resultado una jornada frenética de enfrentamiento, crispación y acusaciones a lo largo y ancho del continente europeo, actualmente foco informativo por la celebración de la Conferencia de Seguridad de Múnich. A ella ha acudido el Zelensky, que siguiendo el camino marcado por Petro Poroshenko, siempre ha querido crear una fuerte impresión entre la audiencia en foros internacionales. Múnich ha sido, desde que comenzó la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania, uno de los lugares que Kiev ha utilizado en la última década para colocar su mensaje y plantear sus exigencias.

En esta ocasión, Alemania ha preparado para Zelensky una alfombra roja de atención e incluso un acto solemne en el que el presidente ucraniano ha podido firmar un acuerdo bilateral entre los dos países. Siguiendo la estela del Reino Unido, el país más importante de la Europa continental ha firmado también un acuerdo de garantías de seguridad a largo plazo con Ucrania. En un momento en el que el canciller alemán trata de presentar a su país como el centro de la Unión Europea en la lucha común contra Rusia, Olaf Scholz ha querido utilizar el fin de semana en el que Múnich es el centro en el que se discute la agenda de seguridad occidental para ratificar el “mientras sea necesario”, ese mantra cada vez más repetido (aunque no más real) ante la certeza de que la guerra se extenderá aún más en el tiempo.

La fatiga de la guerra, el desinterés social causado por el paso del tiempo, la existencia de otros conflictos con consecuencias humanitarias aún más graves y la falta de éxitos determinantes en el frente y las dificultades económicas o logísticas de mantener el compromiso militar sine die han puesto en cuestión la capacidad de EEUU y sus aliados europeos de persistir en su intento de conseguir una derrota militar completa de Rusia en Ucrania. Frente a esa sensación, Olaf Scholz ha querido alzarse como la figura política que marque el camino hacia el mantenimiento del statu quo.

Así pudo verse en su reciente reunión con Joe Biden, en la que insistió en la necesidad de continuar apoyando militar y financieramente a Ucrania y exigió a los países europeos aumentar sus contribuciones individuales (sumadas a la continuación de la asistencia común de la Unión Europea) para aumentar el peso europeo en el suministro militar a Ucrania. “Zelensky y yo hemos firmado hoy un acuerdo de garantías de seguridad de larga duración”, escribió en las redes sociales el Canciller alemán, que definió la firma como “un paso histórico. Alemania continuará apoyando a Ucrania frente a la guerra de agresión de Rusia”.

El Gobierno alemán acompañó la firma del acuerdo con el anuncio de un nuevo paquete de asistencia militar por valor de 1.100 millones de euros y en el que se incluirán 120.000 rondas de munición de artillería (el equivalente a entre 17 y 24 días según el uso diario de las Fuerzas Armadas de Ucrania) y dos (2) sistemas de defensa antiaérea. Olaf Scholz acabó su mensaje en las redes sociales con el “Slava Ukraini” (el equivalente del "¡Heil Hitler!" de los nazis), el grito de la Organización de Nacionalistas Ucranianos de Stepan Bandera durante la II Guerra.

Por la noche, en su visita a París, Volodymyr Zelensky firmó otro acuerdo similar de garantías de seguridad entre Ucrania y Francia, en este caso acompañado por un paquete de «hasta 3.000 millones de euros en asistencia militar para 2024». La tendencia a esta firma de acuerdos bilaterales muestra la voluntad de los países occidentales por continuar sosteniendo al Estado y las Fuerzas Armadas de Ucrania en su guerra contra Rusia (aunque con cantidades mucho menores), pero también que Kiev no recibirá la invitación a la adhesión a la OTAN ni las garantías de seguridad colectiva que lleva tiempo exigiendo.

Este premio de consolación implica financiación a largo plazo y apoyo diplomático y financiero mientras sea necesario -es decir, mientras los principales países lo sigan considerando útil-, aunque no una mayor implicación de Londres, Berlín o París en la guerra. Sin embargo, el compromiso de apoyo en caso de agresión se limita al suministro de armas y asistencia económica y no a la implicación directa que Kiev lleva años buscando. Como ya quedó claro con la firma del primer acuerdo de garantías de seguridad entre el Reino Unido y Ucrania, este tipo de iniciativas muestran simplemente la cronificación de la guerra y el mantenimiento del estado actual.

Además de la imagen junto al canciller Scholz, la ministra Baerbock y el ministro Pistorius, Zelensky contó también con la atención de la prensa, no solo debido al acuerdo firmado -en realidad, de dudosa relevancia para el desarrollo de los acontecimientos en este momento-, sino especialmente por el uso político de la muerte de Alexey Navalny. «Es obvio que Putin ha asesinado a Navalny”, afirmó el presidente ucraniano, siempre dispuesto a utilizar los acontecimientos en Rusia en su beneficio. “No le importa quien muera. Solo quiere mantener su posición», insistió, olvidando que Ucrania ha justificado el derribo de una aeronave de transporte militar rusa sobre territorio ruso aunque el Ilyushin transportara docenas de prisioneros de guerra ucranianos.

La muerte en prisión de Navalny será uno de los grandes temas del fin de semana. La responsabilidad del bienestar y de la vida de los presos recae sobre las autoridades del Estado. Rusia, que exige que Occidente no utilice la muerte del disidente contra el Kremlin antes incluso de que se realice la autopsia, afirma que se trató de una muerte natural, mientras que el establishment occidental ha comenzado ya a levantar su figura como el mártir de una democracia liberal en la que Navalny, nacionalista ruso y con claras tendencias racistas (especialmente dirigidas a la amplia comunidad de migrantes de Asia Central residentes en Rusia), solo creía, como mucho, en parte.

La Conferencia de Seguridad de Múnich y la muerte de Navalny, una persona que contaba con un mayor seguimiento y favor en el extranjero que en Rusia, han eclipsado la información sobre el desarrollo de los acontecimientos en el campo de batalla. El foco está centralizado actualmente en el fortín de Avdíivka, donde el envío de la 3ª Brigada de Asalto, la unidad de soldados de Azov comandada por Biletsky, solo ha podido, hasta ahora, cubrir la retirada de una parte de la guarnición hacia posiciones menos comprometidas.

El viernes, el comandante del Grupo Operativo-Estratégico Tavria confirmaba lo que los medios rusos habían mostrado ya: la retirada ucraniana de la base de defensa aérea Zenit. Sin embargo, su comunicado trataba de restar importancia al repliegue: “La decisión de irse se tomó con el fin de preservar el personal y mejorar la situación operativa”, afirmó para añadir que “tácticamente, la ocupación de estas posiciones no da al enemigo una ventaja estratégica y no cambia la situación dentro de la operación de defensa de Avdíivka”. En la guerra, ninguna retirada ha de parecer una derrota.

“Actualmente se está llevando a cabo el reagrupamiento de tropas, el reabastecimiento de suministros y la disposición de unidades en nuevas posiciones. Hay un fortalecimiento planificado de unidades”, concluyó en un mensaje con grandes semejanzas a los que publicó durante su retirada tras la derrota en Bajmut. Todo repliegue es supuestamente organizado, una forma de mejorar sus posiciones. Sin embargo, en el frente todo es efímero y en ocasiones solo han de pasar 24 horas para que las justificaciones sean confirmadas como palabrería barata.

Sobre el terreno, el viernes se confirmó también el repliegue ucraniano de la destruida planta de filtración de agua de Donetsk y los avances rusos desde todos los frentes. Las imágenes de tropas rusas en el monumento a la liberación, situado ya en el centro de la ciudad, dejaban claro que el destino de la batalla estaba sellado.

Ningún intento de contraataque de la brigada de soldados de Azov ha tenido efecto hasta el momento y las tropas rusas lograron también izar sobre la señal de entrada del oeste de Avdíivka una bandera roja con la hoz y el martillo. El lugar es simbólico, ya que fue ahí donde Volodymyr Zelensky grabó hace apenas unas semanas un mensaje sobre la defensa de la ciudad. De la épica de la defensa se ha había pasado ya a las retiradas parciales “para salvaguardar las vidas de las tropas”.

Esa noche, el nuevo comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, Oleksander Sryrsky, ha dado la orden que Zaluzhny posiblemente llevara un tiempo valorando: «teniendo en cuenta la situación operativa de Avdeeka, para evitar el cerco y preservar las vidas y la salud de las tropas, he decidido retirar nuestras unidades de la ciudad y mover la defensa a líneas más favorables». El general afirma estar «tomando medidas para estabilizar la situación» y mantener sus posiciones y promete, antes de cerrar el comunicado con el habitual «¡Gloria a Ucrania!», que «aun así, volveremos a Avdíivka». Queda ahora observar cómo las escasas unidades ucranianas que permanecen todavía en la ciudad logran escapar de lo que es ya un cerco operativo.

El recuerdo al final de la batalla por Debaltsevo hace exactamente nueve años es inevitable. Sin embargo, no debe darse por terminada la batalla hasta que las tropas rusas hayan capturado las principales fábricas de la ciudad, la planta química y la de coque, donde se han refugiado, por ejemplo, los soldados de Biletsky y Zhoryn.

El momento en el que Avdíivka sea considerada una ciudad de escaso valor estratégico o simplemente un argumento en la guerra electoral estadounidense entre Demócratas y Republicanos está cada vez más cerca. Aunque los acontecimientos estén girando ya un nuevo foco informativo.

slavyangrad.es

 

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