Desechable
![](https://www.lahaine.org/b2-img24/thumb_344_EEUUcontrolaEur_01.jpg)
![](https://www.lahaine.org/skins/asevo/img/espaciador625.gif)
La actual y aparentemente desesperada situación de crisis en la que se encuentra Europa en su conjunto e Italia en particular es un problema que va mucho más allá de la pérdida de estatus internacional, de la pérdida de bienestar, de la pérdida de competitividad, del aumento de la pobreza y del desempleo (cosas todas, por supuesto, muy graves).
El problema de fondo es que el hecho de vivir durante largos períodos en una condición de crisis permanente, de percepción de decadencia y de falta de perspectivas, produce un debilitamiento gradual pero sistemático de la voluntad misma de vivir, de la “vitalidad primaria” de quienes están envueltos en ese sudario histórico.
Las causas de esta condición son múltiples y pueden (y deben) ser analizadas con gran detalle a nivel empírico, histórico y económico.
Podemos tomar un camino más largo y comenzar el análisis desde la derrota (de Italia y Alemania) en la II Guerra Mundial, con la consiguiente condición de país ocupado.
Podemos centrarnos en los aparentes “errores” más recientes, como el suicidio industrial decretado por la reorientación de los suministros de energía desde fuentes próximas (Libia, Rusia) hacia las del principal competidor directo (EEUU).
Podemos condenar la estructura oligárquica y tecnocrática de la Unión Europea, que ha fracasado dramáticamente en lo único que oficialmente justificaba su existencia, es decir, afirmar el peso económico de Europa como palanca para obtener un estatus internacional más importante, con una mayor capacidad para defender los intereses de los pueblos europeos, etc.
En este contexto, es triste decirlo, pero las clases dominantes italianas han sido durante mucho tiempo una de las las peores, de las más evidentemente sujetas a presiones y condicionamientos ajenos a los intereses del pueblo italiano. Las clases dirigentes italianas (o españolas, o griegas), desde Monti a Draghi, desde Renzi a Meloni, son siempre las primeras y las más deseosas de mostrarse obsequiosas con los intereses ajenos, opacas, inconfesables y rigurosamente ajenas a todo lo que pueda beneficiar al país.
Para quedarnos en los últimos días, basta con ver la velocidad vertiginosa y única en el panorama internacional con la que el "garante de la privacidad" ha bloqueado el acceso a DeepSeek en las tiendas de aplicaciones de Apple y Google en Italia. Es evidente para todo el mundo cómo cualquier poder político o económico extranjero puede obtener una audiencia inmediata en Italia ejerciendo la presión adecuada sobre una clase dirigente inconsistente y dedicada sólo al cultivo de sus propios intereses privados a corto plazo.
Estos y muchos otros análisis son legítimos y posibles, pero en mi opinión, para evitar la dispersión e identificar el núcleo esencial del drama contemporáneo, hay dos puntos que deberían permanecer en el centro de atención a largo plazo.
El primero es una advertencia metodológica
Todas las personas de buena voluntad (es inútil recurrir a charlatanes y vende patrias) deben distanciarse definitivamente del juego principal que paraliza todo recambio político y de poder, es decir, el juego de la oposición ficticia entre centroderecha y centroizquierda. Parece increíble, pero décadas de intercambiabilidad completa en todas las políticas estructurales aún no han convencido a todo el mundo de que el “Juego de Alternancia Bipolar” es sólo un sistema para garantizar el cariz irreformable absoluto, el estancamiento terminal del sistema.
Incluso hoy en día hay mucha gente que piensa de buena fe que es importante “derrocar a la derecha en el gobierno” (quizás en nombre del antifascismo), o “derrocar a la izquierda en el gobierno” (quizás en nombre del anticomunismo). El hecho de que este juego siga funcionando en mentes aparentemente hábiles es uno de los misterios más desconcertantes, algo que nos empuja al pesimismo antropológico más radical. El hecho de que haya gente, tanta gente, que se dedique en cuerpo y alma a la identificación cotidiana de detalles estéticos aborrecibles, a diestro y siniestro según la necesidad, deprime las esperanzas de cambio.
El segundo punto es un elemento de sustancia política y cultural
(Radicalmente cultural y por tanto político). El marco subyacente que permite que nuestra condición de fracaso se perpetúe sin salida aparente está determinado por una SUJECIÓN DEL ALMA profunda y arraigada. Si bien es cierto que abundan los vendidos y los corruptos, sería erróneo pensar que el problema italiano (y europeo) resida principalmente en la presencia de estas personas en las nóminas de Estados extranjeros o de multinacionales. Existen, como en todas partes, pero el problema es más radical. Se encuentra en el hecho de que en lo más profundo de las convicciones de gran parte de los intelectuales, académicos, periodistas y políticos europeos, se ha impuesto desde hace tiempo, y sin vacilaciones, una adhesión inconsciente a un paradigma “[norte]americanista”.
¿Qué quiero decir aquí con “[norte]americanismo”? Me refiero a una formulación ideológica virulenta y desacertada que se adhiere incondicionalmente a la IMAGEN PUBLICITARIA que EEUU ha proyectado de sí mismo desde la posguerra hasta hoy. En gran medida, esta imagen pertenece a la autointerpretación liberal. Pero no fue bien recibida sobre la base de reflexiones profundas acerca de las virtudes del libre mercado, la dinámica del estado de derecho, el constitucionalismo liberal-democrático o similares. No, fue aceptado a través de la ósmosis mediática y cinematográfica.
Sencillamente, Nando Mericoni [1] se reprodujo y sus hijos y nietos hicieron carrera; y a diferencia del fundador de “Un americano en Roma”, ya no tienen la falsa conciencia de quien todavía tiene un pie en otro mundo, sino que vive enteramente en esa burbuja cultural. Viven dentro de ella de una manera tan integral que a veces se creen algo completamente diferente, se creen herederos de comunistas o de fascistas o democristianos, mientras que son copias de proyecciones publicitarias ajenas. En verdad, no hay estupidez, ninguna degradación, ninguna paranoia nacida al otro lado del Atlántico que no haya hecho una entrada triunfal en las mentes de las clases dominantes europeas, desde los años 80 hasta hoy.
La “internacionalización” cultural
Se ha convertido en sinónimo de “haz lo que hacen los estadounidenses y te irá bien”. Desde los modelos privatizados de los servicios públicos hasta la fachada de veneración de la competitividad, desde los “flower children” (hippies) hasta los “raperos”, desde la importación de heroína hasta la moda de los “woke”, no hay mal ejemplo que no haya sido seguido diligentemente. La tormenta de dolorosos anglicismos advenedizos que se desata en las producciones de la burocracia pública es la señal más directa de esta derrota.
Lo esencial es entender que este “[norte]americanismo” no es algo de lo que EEUU sea víctima. Para EEUU, esto es lo que es y, como tal, puede cuestionarse libre y pragmáticamente (esto ha sucedido varias veces y, en cierta medida, también está sucediendo hoy).
Para nosotros, sin embargo, no lo es, es una ideología, una visión tácita del mundo y del bien, estereotipada, obtusa como sólo puede serlo una ideología absorbida pasivamente. Este hecho culturalmente trágico es lo que hace que la posición actual de Italia (y de Europa) sea particularmente triste y particularmente peligrosa.
Es en este contexto que podemos entender cómo Europa parece cómicamente dispuesta a desafiar a Rusia (o China), continúa señalando públicamente todo su desprecio cultural por los “bárbaros orientales”, quema todos los puentes de diálogo e insiste en aplicar políticas que no sólo son estúpidas, no sólo injustificables, no sólo contraproducentes, sino también operativamente insostenibles.
Todo el mundo sabe que Europa, un enano político y militar, desprovisto de recursos naturales y con una demografía en colapso vertical, no podría permitirse enfrentar sola a Rusia ni siquiera si destinara el 50% de su PIB a gasto militar. Se trata de una ilusión inaceptable para la gran mayoría de su población en todos los niveles. Pero no para las clases dominantes que han hecho de la auto narración publicitaria de Hollywood su visión del mundo.
Por eso, de todas las tareas políticas actuales, quizá la más fundamental no sea algo típicamente “político”. Se trata de participar en el duro trabajo de la reconstrucción. Se trata de reconstruir con dedicación, en un proceso que sólo puede durar varias décadas, un espacio de autonomía cultural, en parte desenterrando un pasado glorioso, en parte asumiendo la carga de innovarlo (donde "innovar", finalmente, ya no será sinónimo de "copiar de los EEUU").
----
[1] Referencia un personaje clásico de la gran comedia cinematográfica italiana, “Un americano en Roma” (1954). El personaje, encarnado por el actor Alberto Sordi, es un italiano acérrimamente pro-yanqui. Evidentemente se trata de una sátira del colonialismo cultural que Europa sufre en manos de los norteamericanos [N.del T.].
sinistrainrete.info. Traducción de Carlos X. Blanco