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EE.UU., Medio Oriente :: 27/04/2017

Detrás del ataque a Siria

Fred Goldstein
Los tambores de guerra contra Siria llegaron de casi todos los cuarteles de la clase gobernante, desde moderados del Partido Demócrata hasta reaccionarios republicanos

“Usted proporcione las imágenes. Yo proporcionaré la guerra”.
El editor William Randolph Hearst en 1898, preparando las bases para la guerra de EEUU contra España y la invasión de Cuba.

El ataque de la administración Trump contra la fuerza aérea siria fue dirigido primero a Rusia, así como al gobierno de Bashar al-Asad. China y la República Popular Democrática de Corea fueron objetos secundarios del ataque.

El ataque de armas químicas en Siria, suponiendo que no estaba totalmente escenificado por los enemigos del gobierno de Damasco, tenía por objeto forzar al presidente Donald Trump a desviar su orientación política de reconciliación con Rusia– y mantener la presión militar centrada en su objetivo a largo plazo, el derrocar al gobierno de Asad. Washington no sólo quiere derrocar a Asad, sino que también pretende poner un gobierno complaciente en Damasco que expulse por completo a los rusos de Siria y el Mediterráneo.

El ataque militar imperialista de EEUU ocurrió cinco días después de que la embajadora de Trump en la ONU, Nikki Haley, dijera: “La política diplomática de EEUU sobre Siria por ahora ya no se centra en hacer abandonar el poder al presidente del país, Bashar al-Asad”. (Reuters, 30 de marzo) La publicidad en torno al supuesto ataque con armas químicas fue diseñada para revertir esta política de Trump.

Cargos sin evidencia

Las acusaciones en contra del gobierno de Asad han sido unánimes y tempestuosas en los medios de comunicación capitalistas, el Congreso y los militares. Todo esto ha sucedido a pesar de que no hubo ni un atisbo de investigación ni un elemento de prueba convincente de que Damasco tuviera algún papel en el supuesto ataque. El gobierno sirio ha negado categóricamente los cargos, pero sus negativas no han recibido publicidad en los medios capitalistas.

En total, esto es lo que es cierto: el gobierno sirio no tenía ninguna razón para llevar a cabo tal ataque. Ha estado ganando la guerra sin usar armas químicas y no tiene el menor motivo de todas las partes implicadas para llevar a cabo ese ataque. Los ataques perjudicaron al gobierno sirio y ayudaron a los imperialistas y sus grupos de clientes reaccionarios dentro de Siria.

En cualquier investigación criminal lo primero que se busca es el motivo, los medios y la oportunidad de llevar a cabo el crimen. Las partes con los motivos, los medios y la oportunidad para hacer tal cosa son el gobierno de los EEUU y los reaccionarios en Siria que están perdiendo la guerra. Los de este último grupo han intentado sin éxito derrocar a Asad y tratar de atraer al gobierno de EEUU a la lucha militar.

Los neoconservadores del New York Times en el caso de Siria

El New York Times lideró la acusación acusando instantáneamente al gobierno de Asad. El Times asignó a dos de sus propagandistas anti-Siria más comprometidos para cubrir la historia – Michael Gordon y Anne Barnard.

Gordon fue coautor con Judith Miller de los artículos de Times que promovieron la idea de que Irak tenía armas de destrucción masiva al fraguarse la invasión EEUU-Britania en el 2003.
Miller finalmente perdió su trabajo por mentir sobre la existencia de estas armas en Irak. George W. Bush usó estas aserciones para reforzar el pretexto de la invasión. Barnard escribe como publicista para los grupos reaccionarios sirios.

El escritor progresista y fundador de consortiumnews.com, Robert Parry, explicó el 5 de abril: “Gordon durante años, ha estado en las primeras líneas de las estrategias de los neoconservadores para los ‘cambios de régimen’. Es coautor de la infame historia de tubos de aluminio del Times del 8 de septiembre de 2002, que dependía de fuentes del gobierno estadounidense y desertores iraquíes para asustar a los estadounidenses con imágenes de ‘nubes tipo hongo’ [de explosión nuclear] si no apoyaban la invasión del presidente George W. Bush contra Irak”.

Resultó que los tubos de aluminio estaban destinados a las armas convencionales.

Seymour Hersh, reportero investigador que expuso la masacre de 1968 en My Lai en Vietnam, informó en 2015: “En la primavera del 2013, la inteligencia estadounidense se enteró que el gobierno turco, a través de elementos del MIT, su agencia de inteligencia nacional y la Gendarmería, una organización militarizada de aplicación de la ley, trabajaba directamente con al-Nusra y sus aliados para desarrollar una capacidad de guerra química”.

Hersh continuó: “La Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA) y otros agentes de inteligencia han informado a nuestros altos oficiales de que el sarín fue suministrado a través de Turquía, que sólo pudo haber llegado allí con el apoyo de Turquía. Los turcos también proporcionaron la capacitación para producir el sarín y manejarlo”. (reportado por Robert Parry, consortiumnews.com, 16 de septiembre de 2015)

Tras el ataque de gas químico en 2013, el Times informó que los expertos siguieron el camino de los misiles que transportaban el gas, y trazaron su origen a Damasco. Más tarde resultó que los misiles tenían un alcance que no podría haberlos lanzado desde Damasco. La distancia real era la distancia desde el territorio controlado por los rebeldes. (Consortiumnews.com, 29 de diciembre de 2013, vinculado al artículo de Times)

Objetivo de la clase dominante: Forzar a Trump oponerse a Rusia y a Asad

Incluso durante la campaña electoral estadounidense y desde que Trump ganó, el Pentágono y la clase dominante en general han intentado socavar el intento de la administración Trump de cambiar la política exterior estadounidense hacia una mayor cooperación con el presidente ruso Vladimir Putin. Las imágenes horrendas del presunto ataque químico en Siria fueron calculadas para encajonar a Trump y no dejarle otra alternativa que atacar al gobierno sirio.

Los tambores de guerra contra Siria llegaron implacablemente de casi todos los cuarteles de la clase gobernante, desde moderados del Partido Demócrata hasta reaccionarios republicanos. Trump, que ha sido el blanco de ataques, de ridículo y de bromas en los medios de comunicación corporativos, fue momentáneamente catapultado desde el estatus de bufón torpe a la posición de líder decisivo. Esta alabanza, sin embargo, es sólo temporera. Los militares y sus portavoces en el Congreso, como los senadores John McCain y Lindsey Graham, están presionando a Trump a ir más allá y explicar lo que sigue.

Militarización del Consejo de Seguridad Nacional

En toda la celebración sobre la repentina demostración de liderazgo de Trump, lo que se omite es que él ha militarizado la cúpula del gobierno. Recibió muchos elogios cuando expulsó a Stephen Bannon del comité más poderoso del gobierno, el Comité de Directores del Consejo de Seguridad Nacional.

Bannon es un ultra-extremista de derecha con una visión apocalíptica de la guerra en Asia y está contundentemente opuesto a la civilización islámica. Pero los aplausos por el retiro de Bannon han ahogado alguna respuesta al cambio en el Comité de Directores. Ahora hay cuatro generales en el consejo – y son extremistas con armas.

Bajo Trump, el principal cuerpo de política exterior del gobierno capitalista ha pasado de tener la fachada de un gobierno civil, a un abierto control militar de la política exterior. El ataque a Siria debe ser visto en esa luz.

El secretario de defensa de Trump es James “Mad Dog” (perro rabioso) Mattis, un ex general de Marina. Mattis supervisó las operaciones de Oriente Medio como jefe del Comando Central hasta su jubilación en 2013. Entre las muchas citas coloridas de Mattis está: “Sea cortés, sea profesional, pero tenga un plan para matar a todos los que vaya conociendo”.

Mattis se opuso al acuerdo del presidente Barack Obama con Irán. Dirigió el ataque a Fallujah en 2004, que destruyó esta ciudad iraquí de 300.000 personas. Ese ataque utilizó municiones venenosas y radioactivas de uranio empobrecido y causó masivas bajas civiles. Sus tropas masacraron a 24 civiles en la ciudad de Haditha en 2005. (democracynow.org, 26 de enero de 2012) Mattis rehusó disculparse. Ha sido un verdadero extremista militar.

El jefe del Departamento de Seguridad Nacional es el marino jubilado John Kelly, un halcón de seguridad fronterizo que estaba a cargo de las operaciones del Caribe y Sudamérica como jefe del Comando Sur de los EEUU. Se opuso a los planes de Obama de cerrar la prisión de Guantánamo y ha alimentado los temores levantando el espectro de que terroristas ingresan al país a través de la frontera entre EEUU y México.

El consejero de seguridad nacional de Trump es el teniente general H.R. McMaster, que sigue en servicio activo y es un ex comandante de tanques en Irak y Afganistán. McMaster reemplazó al General Michael Flynn cuando Flynn fue derrocado. McMaster desempeñó un papel clave en expulsar a Bannon del Comité de Directores del CSN. Los militares destituyeron a Bannon, el ideólogo ultra-derechista, para evitar que interfiriera o escuchara sus planes.

También en el comité está el Teniente General de Marina Joseph Dunford, presidente del Estado Mayor Conjunto. Fue comandante durante la invasión de Irak en 2003 y comandante de las fuerzas de la OTAN en Afganistán en 2013. Dijo al Comité de Servicios Armados del Senado en 2015 que Rusia es la “mayor amenaza para los intereses de EEUU”. (Washington Post, 9 de julio de 2015).

Los militares estadounidenses planean tener un enfoque amplio que incluya a Rusia, China, la RPDC, Siria, Irán, Yemen, Somalia y Libia. Especialmente se esfuerzan por mantener la hostilidad contra Rusia ahora porque a Washington le interesa Ucrania y está indignado de que los rusos se movieron rápidamente para frustrar una total toma imperialista de ese país. El Pentágono le da un firme respaldo al régimen fascista en Kiev y planea alimentarlo con armas más poderosas. Todo esto está vinculado a su campaña anti rusa.

Washington a Putin: Somos el jefe

El año pasado y a principios de este año, un grupo de trabajo conjunto ruso, turco e iraní debatió cuestiones sobre una solución política para el conflicto sirio en conversaciones en Astana, Kazajstán. (Reuters, 16 de febrero) EEUU no participó en las conversaciones.

Washington y el ejército EEUU rechazan la participación política del gobierno ruso en la solución de la cuestión siria. Los ataques aéreos estadounidenses en la base aérea de Siria tenían la función de mostrar a Putin quien es el jefe de la región.

El mismo escenario se puso en marcha en 2016 cuando el entonces Secretario de Estado John Kerry se entrevistó con el Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, para trabajar en una coordinación militar y conversaciones de paz sobre Siria. Después de una maratónica sesión de negociación el 8 de septiembre, Kerry calificó el acuerdo de “un potencial punto de inflexión” en el conflicto, si se implementa. (CNBC, 9 de septiembre de 2016)

Sin embargo, apenas una semana después del anuncio de Kerry, el New York Times informó el 17 de septiembre: “EEUU reconoció el sábado [17 de sept.] que sus aviones de combate habían llevado a cabo un ataque aéreo en Siria que resultó en la muerte de tropas del gobierno sirio. Funcionarios militares estadounidenses dijeron que los pilotos en el ataque, en la provincia oriental de Deir al-Zour, creían que estaban dirigiéndolos contra el Estado Islámico”.

El artículo decía que “el ministerio de Defensa de Rusia dijo que el ataque de EEUU había matado a 62 soldados sirios y había herido a 100 más”. Este ataque rompió las conversaciones y toda posibilidad de elaborar un plan de paz.

RPDC y China también objetos del bombardeo contra Siria

El ejército se apresuró a atacar a Siria con el fin de entregar una significativa bofetada diplomática a la República Popular China en el mismo momento en que el presidente chino Xi Jinping se reunía con Trump en su Casa Blanca de la Florida. Trump no le habló del ataque hasta que terminó la reunión.

El ataque también pretendía amenazar a la República Popular Democrática de Corea.

Para dar seguimiento al ataque en Siria, el Pentágono está enviando un portaaviones con fuerza de ataque hacia aguas coreanas. El portaaviones Carl Vinson, acompañado de misiles y fragatas, está navegando allí desde Singapur para llegar a tiempo para el 105 aniversario del histórico líder comunista coreano Kim Il Sung. El 15 de abril es celebrado en la RPDC como “el día del sol”.

Trump le ha dado a los militares una correa larga. Él está fomentando los planes de venganza de los militares contra la RPDC, que derrotó a la fuerza invasora estadounidense en la Guerra de Corea. El ejército estadounidense nunca se ha repuesto de esta pérdida.

El gobierno de Trump ha dejado que el Pentágono envíe más tropas a Siria, bombardee a un gran número de civiles en Mosul y aumente los ataques de aviones no tripulados en Yemen y Somalia, todo sin que la Casa Blanca firme estas operaciones. Ha habido una gran escalada en la matanza de civiles por los militares estadounidenses en virtud de estas nuevas normas.

Al militarizar el gobierno, Trump ha dado más prioridad a la batalla perdida del Pentágono y del imperialismo estadounidense de superar la disminución de la posición de Washington en el mundo. La verdadera consigna de la política exterior de Trump es: “Hacer que el imperio militar de EEUU vuelva a ser grande”. Pero este bufón autoritario, racista, misógino y prejuiciado no tiene otro talento que fanfarronear dando órdenes. No puede ver que este peligroso curso sólo puede terminar en un desastre para el imperialismo estadounidense.

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