Deuda insustentable y lo que planeaba hacer Macri
Todas las deudas tienen un inexorable destino al vencer: son pagadas, renovadas o no pagadas. Si toca lo último, se le llama “default” o cualquier eufemismo que permita disimular la triste realidad. Cerrado el acceso a los mercados de capitales voluntarios a principios de 2018 y agotado el préstamo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la deuda vencida no pudo ni renovarse ni pagarse; por eso el macrismo decidió llamar a las cosas por su nombre: “reperfilamiento”.
El Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner tuvo muy poco acceso al mercado financiero internacional. Para abrirlo, Mauricio Macri accedió a pagar a los fondos buitre más de 12 mil millones de dólares más las costas de abogados, así que, desde 2016, tuvo un acceso ilimitado al mercado de crédito externo e interno. Pero, en marzo de 2018, perdió el mercado financiero externo e incluso gran parte del interno, que ahora sólo accede a prestarle al Gobierno a tasas incompatibles con el funcionamiento de la economía.
En 4 años Macri prácticamente duplicó el stock de deuda pública total, desde el 48% del PIB que recibió, hasta el 94% que dejó al terminar su mandato. Pero no sólo aumentó la deuda, sino que su composición se hizo más insostenible. La deuda, bajo legislación extranjera, pasó desde representar el 25% del total al 66%. El porcentaje de la deuda emitida en divisas aumentó desde el 68% al 80%. La deuda en manos de bonistas extranjeros se duplicó desde el 28% al 50%, la mayoría de grandes fondos de inversión que contribuyen a la inestabilidad general del mercado financiero.
Con esta trayectoria, lo curioso no es que Argentina perdiera el acceso al mercado financiero internacional, sino que le siguieran prestando. Un gran interrogante es ¿por qué estuvieron dispuestos a prestarnos semejante cantidad de dinero? La predisposición a prestarnos aumentó con la claudicación ante los fondos buitre de 2016. Se sembró el antecedente de que hay preferencias políticas locales predispuestas a pagar a cualquier costa.
También contribuyó el mal diseño de las cláusulas de acción colectiva de los bonos que emitió Macri, que exigen un umbral del 75% de aceptación para obligar al resto de los bonistas díscolos. Un porcentaje de aceptación muy alto, muy por encima del 66% recomendable y, por lo tanto, que le brinda demasiado poder a los bonistas, como se puso en evidencia con el vencimiento del Bono BP21 de la Provincia de Buenos Aires el 26 de enero pasado. También sirvió el precedente de que a los fondos les es muy rentable cabildear para que la justicia de Nueva York dictamine contra los países deudores, como lo hizo el juez Thomas Griesa.
Después de todo, a los jueces neoyorquinos los propone el poder político de EEUU, que no tiene que rendir cuentas ante sus ciudadanos por lo que dictaminen sus jueces sobre el resto del mundo. Fallar en contra de un país del “patio trasero” no les genera costos políticos, sino todo lo contrario. Pero el mayor de todos los motivos, sin duda, sigue siendo el interés geopolítico de tener países vasallos en lugar de pares. Giles nosotros, que accedemos a ello.
No poder siquiera renovar la deuda contraída en divisas también es parte de la herencia que recibe Alberto Fernández. Si Fernández tuviese que pagar todos los vencimientos de capital e intereses de la deuda en divisas, tendría que desembolsar casi 160 mil millones de dólares durante los cuatro años de su primer Gobierno, un 12% del PIB por año.
¿Cuál sería la recesión que generaría la obligación de “honrar”, sin restricciones, esta deuda externa? Como mínimo, significaría sacrificar los ingresos de 6 años del complejo cerealero y oleaginoso juntos. Se necesitarían los dólares generados por dos años y medio de exportaciones. Semejante filtración de recursos le restaría a la economía un 12% del PIB al año, como mínimo. Y, si tuviéramos en cuenta los efectos multiplicadores, el impacto sería catastrófico.
Finalmente, la confesión del propio Macri, el FMI y los datos irrefutables le han dado la razón a Alberto. La deuda es impagable. Una quita importante es inevitable. Si tiene alguna duda, basta mirar algunos de los datos que presentamos aquí para sacárselas. De la ciencia ficción, la que menos nos gusta es el subgénero de los universos paralelos. Pero qué interesante sería hacer una excepción para viajar entre universos paralelos y averiguar qué diablos es lo que pensaba hacer el mejor equipo de los 50 años con su deuda. Afortunadamente, en nuestro universo estamos a tiempo de esquivar el precipicio.
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