Diez años sin Galeano


Hace 10 años me enteré de esta noticia en Santiago de Chile. La BBC Mundo escribió: "El escritor uruguayo Eduardo Galeano murió este lunes en Montevideo a los 74 años. El autor de 'Las venas abiertas de América Latina', entre otros libros, estuvo internado desde hace días en un hospital en la capital uruguaya. Según informa el periódico El País de Uruguay, el escritor se encontraba grave desde la semana pasada y fue ingresado al hospital debido a un cáncer de pulmón". Los medios locales repitieron la noticia con pocas líneas y muy al margen de las portadas.
La partida de uno de los latinoamericanos más grandes del siglo XX importó a los medios del continente mucho menos que una posible enfermedad de la reina de Inglaterra o las nuevas aventuras amorosas de Shakira. La muerte de Galeano una vez más confirmaron sus palabras sobre el rol de la prensa hegemónica en nuestros tiempos:
"Ya no es necesario que los fines justifiquen los medios. Ahora, los medios, los medios masivos de comunicación, justifican los fines de un sistema de poder que impone sus valores en escala planetaria. El Ministerio de Educación del gobierno mundial está en pocas manos. Nunca tantos habían sido incomunicados por tan pocos".
Él escribió estas palabras hace más de dos décadas. Mirando la evolución de la prensa mundial desde la altura de estos días, los medios de comunicación de entonces parecen un ejemplo de inocencia y probidad.
En aquel abril de 2015, la partida de Eduardo Galeano más que hacer sentir el fin de un ciclo histórico, como se suele decir, a muchos nos trajo una pregunta que sigue vigente: ¿con qué letras, sensibilidades y neuronas reemplazamos ahora la lucidez de su pensamiento? Sentí que literalmente nos dejó sin palabras.
Mientras preparaba una publicación de 'Las venas abiertas de América Latina' en Rusia, tuve la suerte de intercambiar con él un par de correos. Recuerdo esa extraña sensación de tener para alguien tantas preguntas como para no poder formular bien ni una sola. Viviendo y viajando por Latinoamérica casi 30 años nunca conocí Uruguay. Durante mucho tiempo soñé con llegar a Montevideo para tomar un café con él en su preferido, el Café Brasilero. Para esto yo tenía como excusa entregarle el ejemplar de su libro publicado en ruso. Hace diez años ese sueño también murió.
Los textos de Galeano son el ejemplo más claro de cómo la palabra puede ser un arma, una medicina, una máquina del tiempo y un material de construcción. Pocos escritores latinoamericanos han tenido tanto impacto en las ideas y actitudes de distintas generaciones, devolviendo la memoria histórica y la esperanza a su lugar.
Él solía decir que no creía en la actividad puramente intelectual del periodista y del escritor, desvinculada del trabajo físico concreto, insistiendo que siempre era importante hacer algo con sus propias manos y que la participación en las luchas solo desde la mesa del escritor era imposible. A los 14 años, mucho antes de ser conocido como Galeano, él se hizo obrero en una fábrica y ya en su edad adulta, siendo famoso, cargaba personalmente los libros y revistas de las editoriales con las que colaboraba, se reunía constantemente con la gente, participaba en reuniones de diversas organizaciones políticas y cuentan que lo hacía con bastante más gusto que ir a las reuniones con presidentes y diversas autoridades, a las que a menudo lo invitaban.
Eduardo Galeano fue el instrumento que América Latina tuvo para comprenderse mejor a sí misma. Como el gran Alejo Carpentier, habló de cómo los primeros europeos que llegaron a América tuvieron la necesidad de dar nombres a las cosas y a los paisajes que no cabían en sus diccionarios del Viejo Mundo. Galeano dio a los nombres y conceptos latinoamericanos su verdadera dimensión política e histórica.
Sin tener en sus venas ni una gota de sangre indígena, él puso su palabra en defensa de los pueblos indios de América mucho antes que cualquier 'indigenismo' se pusiera de moda en 'los países desarrollados', y defendió las raíces de la identidad y la memoria latinoamericanas que son la tierra firme de cualquier lucha por la justicia social. Hoy cuando el 'hispanismo' viraliza su cuento infame y desvergonzado de la 'leyenda negra', que niega el genocidio de los pueblos de América por la conquista española, los textos de Galeano son su mejor antídoto.
De varias ediciones y traducciones de sus textos a decenas de idiomas y con millones de ejemplares, solo dos de sus libros se han publicado en ruso: 'Las venas abiertas de América Latina' y 'Días y noches de amor y guerra', además de algunos ensayos en revistas. 'La memoria del fuego' traducida y lista para la edición en turbios tiempos de la 'perestroika' nunca vio la luz, tratamos de encontrar la traducción y tampoco se pudo. Seguramente era una obra demasiado revolucionaria y peligrosa para la 'democracia' que se nos imponía al mejor estilo latinoamericano, en las que él fue un experto. Creo que ahora sería muy importante corregir esta injusticia editorial, porque sus libros en ruso desde hace años son una rareza bibliográfica muy preciada.
Nos ha dejado para siempre la más alta vara de un verdadero intelectual y humanista. Si las palabras pueden ser una brújula, esta, la más importante, es la de Eduardo Galeano:
"La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar".
Sus palabras y pensamientos se refieren siempre a nosotros, estemos donde estemos, se refieren a nuestra actualidad, nos explican "que al final somos lo que hacemos para cambiar lo que somos", como escribió una vez. Y sin querer abusar de tantas citas, de Galeano pongo la última:
"De los topos, aprendimos a hacer túneles.
De los castores, aprendimos a hacer diques.
De los pájaros, aprendimos a hacer casas.
De las arañas, aprendimos a tejer.
Del tronco que rodaba cuesta abajo, aprendimos la rueda.
Del tronco que flotaba a la deriva, aprendimos la nave.
Del viento, aprendimos la vela.
¿Quién nos habrá enseñado las malas mañas?
¿De quién aprendimos a atormentar al prójimo y a humillar al mundo?"
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