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Asia, Estado español, EE.UU. :: 04/02/2024

Doble vara de medir

Nahia Sanzo
La doble vara hace que el mismo argumento, el uso de la coyuntura para aumentar la producción militar y las exportaciones, sea una maniobra de dictador en el caso de un oponente de EEUU

Entre ruido de sables e informaciones sobre la remilitarización de continentes enteros, una parte del establishment estadounidense ha elegido preocuparse, no por la guerra en Gaza, no por las dificultades de EEUU para defender sus bases militares o la posibilidad de un conflicto regional o por la batalla en Ucrania -como ha hecho gran parte de la escena mediática y lobista de EEUU y sus países aliados- sino por la República Popular de Corea.

En ese espectro se encuentran sospechosos habituales como John Bolton o Lindsey Graham, siempre dispuestos a iniciar una guerra “allá lejos” y analistas centrados en las disputas entre China y EEUU, pero, ante todo, quienes utilizan la doble vara de medir para observar amenazas enemigas en actos que no difieren en exceso de lo que se considera “contención” en caso de ser realizadas por países amigos.

Un artículo publicado por el neocon Josh Rogin, uno de los muchos halcones columnistas de The Washington Post, es un buen ejemplo de esta tendencia. Sin excesivos detalles y utilizando manidos lugares comunes sobre un país del que no es experto, Rogin alerta sobre la amenaza que suponen Corea del Norte y su presidente.

“Adentrarse en la mente de cualquier dictador es un reto y Kim es de los más herméticos”, afirma Rogin confundiendo desconocimiento con hermetismo para después realizar un ejercicio de ficción periodística en la que cree adivinar las motivaciones e intenciones del presidente norcoreano e incluso las consecuencias de ellas. Desde hace meses, EEUU ve en la península de Corea, no solo una amenaza, sino una oportunidad. Cada acto de Kim Jong Un es considerado una amenaza no provocada en la que no suele tenerse en cuenta el contexto en el que se produce.

Así ha ocurrido, por ejemplo, del supuesto abandono de los esfuerzos de reunificación de la península, una causa en la que tanto Kim como su padre y, en los últimos años también su hermana, han trabajado duramente, recibiendo, en general, escasa reciprocidad. Es el caso actual, ya que el primer ministro surcoreano Byong-joon ha revertido sistemáticamente las posturas conciliadoras que buscaban la desescalada, el compromiso y el camino hacia algún tipo de acuerdo de reunificación que marcaron el mandato de su antecesor Moon.

En términos militares, los medios, think-tanks y gobiernos occidentales acostumbran a condenar duramente cada ensayo militar norcoreano, que entienden como provocación y amenaza, aunque no las maniobras militares surcoreanas, en ocasiones conjuntas con EEUU, en las que se realizan juegos de guerra sospechosamente similares a escenarios de guerra en la península. La escalada nunca ha sido unilateral y forma parte de la estrategia occidental de contención de China.

Rogin se permite escribir que “según los expertos, el rechazo de Kim a la diplomacia con Washington y su abandono de la reunificación con Corea del Sur son signos de que su punto de vista ha cambiado”. El caso de la pérdida de toda confianza posible en la buena fe de EEUU en la negociación con la República Popular de Corea es aún más claro que la cuestión militar o de la reunificación de la península.

Tras meses de negociaciones, Kim aceptó reunirse con el entonces presidente Trump con la intención de firmar un tratado de normalización de las relaciones entre dos países que lucharon en bandos opuestos en una guerra en la que aún no ha habido un acuerdo de paz, primer paso necesario para cualquier intento de reunificación. Como él mismo se ha jactado repetidamente, John Bolton saboteó aquel acuerdo, haciendo prácticamente imposible la reanudación de las conversaciones en condiciones de mínima normalidad. Pero la amnesia parcial ejercida por la prensa, que simplemente busca crear una narrativa de amenaza unilateral, obvia también ese detalle.

Aun así, Rogin no comparte la conclusión de algunos expertos, que presagian un ataque desde el norte del paralelo 38, sino que observa un peligro basado en la coyuntura geopolítica. Durante muchos años el país más sancionado del planeta debido a una estrategia occidental de aislamiento -en la que con su aprobación en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas han participado también, en una época en la que no eran tan fuertes, Rusia y China-, la República Popular de Corea ha sabido ver una oportunidad.

“Ya no estamos tratando con una Corea del Norte en aislamiento”, se lamenta Jenny Town, del think-tank Stimson Center, que añade que “ahora estamos tratando con Corea del Norte en sociedad con los rusos”. Aunque históricamente más cercana a Beijing que a Moscú, la situación creada por la guerra en Ucrania, que ha hecho que Rusia adelante a Pyongyang en el estatus de líder mundial en sanciones, ha hecho posible un acercamiento que es evidente, aunque está siendo exagerado tanto en intensidad como en su importancia.

Estos días, con una imagen de Kim Jong Un carcajeándose, medios como Europa Press alertaban de que “Rusia confirma que entregó unos 100.000 barriles de petróleo a Corea del Norte a lo largo de 2023”. En un artículo en el que recordaba que el crudo refinado se encuentra bajo sanciones internacionales, por lo que las importaciones no pueden superar los 500.000, el medio confirmaba, no solo que Rusia no incumplió las sanciones, sino que las cantidades exportadas se encuentran muy por debajo de las entregadas antes de la pandemia, cuando se suspendieron durante dos años. Sin embargo, el comercio de crudo está siendo utilizado como una prueba del acercamiento entre los dos países, que sí ha contado con ejemplos mucho más claros y tangibles.

La visita a Rusia de Kim Jong Un, cuyos viajes internacionales son extremadamente limitados, es un signo evidente de un cambio en las relaciones bilaterales. El punto más importante del viaje del jefe de Estado norcoreano giró en torno a la cooperación en materia aeroespacial. No es casualidad que la República Popular de Corea lograra finalmente colocar en órbita un satélite tras varios fracasos poco después de la visita de Kim a Rusia.

También en este caso hay que recordar que las condenas y las declaraciones del peligro que suponen los satélites suelen ocurrir únicamente en los casos en los que se trata de oponentes o enemigos de EEUU. Es obvio que la industria aeroespacial y los usos militares están vinculados y pueden incluso llegar a confundirse, algo que no ocurre únicamente en el caso de la República Popular de Corea.

“Rusia ha protegido a Corea del Norte de cualquier tipo de rendición de cuentas”, se lamenta Rogin, que vuelve a olvidar el durísimo régimen de sanciones bajo el que se encuentra el país por parte de EEUU y sus aliados, y añade que “de hecho, parece que ahora está ayudándole en su programa de armas ilícitas”. Cuando se trata de Pyonyang, un “parece” es argumento suficiente para forzar una condena.

El artículo continúa hasta llegar a lo que, desde el punto de vista geopolítico estadounidense es lo más preocupante: “En términos más generales, la creciente alianza Rusia-Corea del Norte está lenta pero continuamente degradando cualquier alegación que EEUU pudiera hacer de que alguno de los dos países está aislado por las sanciones occidentales”. La guerra de Ucrania y la reacción del Sur Global, que salvo excepciones no se ha unido a las sanciones de Washington y sus aliados, muestra evidencias claras del desgaste de la hegemonía occidental, que ya no es capaz de obligar a gran parte del planeta a imponer sus sanciones unilaterales.

En términos materiales, la gran preocupación mostrada por los halcones más beligerantes es la de la cooperación militar entre Pyonyang y Moscú en el supuesto suministro de munición norcoreana a Rusia para su uso en Ucrania. El miércoles, la inteligencia ucraniana decía confirmar el uso de esa munición en el frente, aunque no ofrecía ninguna evidencia. Tampoco los comandantes militares, que alegan haberla observado, han sido capaces de ofrecer pruebas. Uno de ellos, citado en las últimas horas por varios medios occidentales, alegaba la dificultad argumentando que queda completamente destruida al ser utilizada.

Aunque sin evidencias gráficas, Occidente ha dado por hecho que el suministro existe y que la munición norcoreana está siendo utilizada contra Ucrania. Es más, se ha manejado la redonda cifra de un millón de rondas de munición de artillería, que la República Popular de Corea habría entregado a Rusia. “Aunque pueda parecer absurdo, parece que Corea del Norte es un socio más efectivo para Rusia que nuestros amigos que suministran a Ucrania munición de artillería”, se ha quejado recientemente Dmitro Kuleba, utilizando la conexión norcoreana como argumento para exprimir aún más a sus socios. Ayer se conoció que la Unión Europea solo será capaz de entregar algo más de la mitad de la cantidad de munición que Josep Borrell anunció a bombo y platillo el pasado marzo. La industria europea no habrá sido capaz de producir el millón de proyectiles de artillería prometido.

“Es probable que la encendida retórica de Kim y el aumento de las amenazas estén destinados a distraer tanto a Occidente como a su propia población de su verdadera prioridad: avanzar en la creciente sociedad con el presidente ruso Vladimir Putin. Elevando las tensiones con Washington y Seúl, Kim puede justificar su uso del dinero de Corea del Norte para sus negocios de armas en lugar de para alimentar a su población”, sentencia Rogin citando a Jenny Town.

El arte de manejar la doble vara de medir hace que el mismo argumento, el uso de la coyuntura de la guerra para aumentar la producción militar y las exportaciones, sea una cínica maniobra de dictador en el caso de un oponente de Washington, mientras que la Casa Blanca abiertamente utiliza el beneficio que supone para EEUU el suministro de armamento a Ucrania en términos de aumento de ingresos y creación de empleo. “Y lo que es peor, cada vez que un arma de Corea del Norte mata a un ucraniano, es un reclamo de ventas para la industria armamentística de Pyongyang para cualquier agresor con dinero en efectivo en mano”, añade Rogin, ignorando los enormes beneficios que están obteniendo las industrias estadounidenses presentándose como proveedoras de las guerras de Ucrania y Gaza.

Finalmente, tras añadir el riesgo de que el armamento norcoreano caiga en manos de Hamas (aunque no es Hamas quien está causando centenares de bajas diarias desde hace más de 100 días, además de que hay pruebas de que los grupos terroristas patrocinados por Occidente usan en Siria armas entregadas a Ucrania), enlazando lo militar con lo geopolítico, el artículo sentencia que “lo que está claro es que Rusia, Corea del Norte, Irán y China están todos trabajando juntos para aumentar su capacidad de luchar en Ucrania y en Oriente Medio durante años”, a lo que sigue el reproche de que “los líderes en Washington y Bruselas ni siquiera pueden prometer apoyo a Ucrania para el mes que viene. Hasta que Occidente no reconozca que todos estos conflictos están conectados, será imposible elaborar una respuesta”.

De un plumazo, el articulista ha creado un bloque unido de países oponentes de EEUU contra el que Occidente tiene la obligación de militarizarse. En ello, los aliados ucranianos de Washington no dudan. En referencia a la “agresiva provocación de Rusia, Irán y Corea del Norte”, Mijailo Podolyak exigía decisiones -es decir, armas- “aquí y ahora”, “ante todo, en Ucrania”.

www.slavyangrad.es / La Haine

 

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