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Chile :: 30/06/2012

Duelo de guitarra austral

Andrés Bianque
Chile: Nelson Schwenke ha muerto. Leí por ahí acerca del dúo de Valdivia; “Cantaron cuando las papas quemaban” y eso es bastante cierto

La muerte es agravante, pero no explicación.
(Anorak Emutiaa)

Nelson Schwenke ha muerto, quienes quedamos detrás de las cortinas deseamos que ocurriese un milagro que, en forma seria, sabemos, no ocurrirá. La muerte cerebral o muerte encefálica es un eufemismo anatómico, por no decir directamente, está muerto.

Leí por ahí acerca del dúo de Valdivia; “Cantaron cuando las papas quemaban” y eso es bastante cierto. Cuando arreciaba el miedo y las dudas y, uno sentía el peso de la bruma sobre los ojos, en plena década de los 80, y el escenario del temor no era una tarima televisada, aparecían sus voces suaves a calmar la histeria interna o externa de aquellos peregrinos que pausaban el aliento en contra de la dictadura.

No sólo en Radio Umbral, (95.3) se atrevían a invocar la estirpe de sus voces australes sobre los oídos santiaguinos. Muchos humanoides insistían en hacer correr cassetes con sus rostros azules valdivianos en portada. Cassetes que quizás usted nunca pudo ver, y jamás tuvo que esconder, cuando la mano ajena entraba en las casas buscando desobediencia en la forma que fuera.

Bendición o maldición circunstancial que junto a otros, tuvimos que levantar un escenario. (No creo que de tablas, parecían troncos crudos recién arrancados).Y de entre los que aparecieron, demasiado temprano, estuvo Nelson, obviamente el otro alfil austral lo acompañaba. Como buenos artistas pobres, tuvieron que trabajar lo suyo en ayudar a levantar el escenario, para acto seguido, afinar sus guitarras con el pulso saltándole en las muñecas zarandeadas.

Respaldados por el Sello Alerce, (La otra música, tierno recuerdo). Aparecían algunos con cassetes de las composiciones del dúo, buscando ser firmadas, como testimonio que realmente estuvieron junto a ellos. Pero acorde a la situación económica, muchas de las carátulas eran descaradamente mera fotocopia en blanco y negro. El dúo miraba al portador y se sonreían, el portador miraba a ambos y también sonreía. Se iba con su cajita musical autografiada.

Schwenke y Nilo vinieron a interrumpir el monopolio de la zampoña y el charango, que a ratos se tornaba bastante, ¿cómo decirlo? Usted me entiende.

Entonces, dentro de toda la rabia de ver cómo mataban, cómo explotaban, cómo encarcelaban, muchos sólo querían tomar una batería y romperla sobre las pezuñas amenazantes. Ellos venían con su calma sureña de letras claras y mensajes que no eran a martillazo feroz, ni regla contra las manos.

Tenía sentido lo que recitaban, la rabia mutaba en entendimiento más cabal, de lo que ocurría en el ambiente. No era canción de bronca empapelada de acordes lacerantes, esto era más, ¿espiritual, interno, sublime?

No esperen que mi canto tenga risa, Y si alguno quiere risa tiene que volver la vista ir mirando a las vitrinas que adornan las poblaciones o mirar hacia la calle donde juegan esos niños a pedir monedas de hambre aspirando pegamento para calmar tanto tormento que les da la economía. ¿Cierto que da risa?

Creo que su gran aporte fue el de un maestro que se empeña en enseñar humildemente, sin látigo, sin simulacros, sin conceptos elevados que hablan de realidades etéreas o sociológicamente incorrectas. “Busca pan en la basura para que puedas entender” reza una de sus letras. Su peligrosidad no radicaba en que llamasen a ser rebeldes contra el sistema dominante o extendiesen un lienzo panfletario que ardiera sobre las multitudes. No.

Parecían más peligrosos porque exponían y fundamentaban el porqué de aquel accionar en ciertos momentos. Ese fue su pecado. Intentar que se entendiesen las causas.

Este año, el sur aún estaba de duelo, cuando a una de sus dos torres de Angol, (Eduardo Guzmán del dúo Quelentaro) le vino un verso envenenado a interrumpir su canto. Ahora, un garrotazo de carrocería asesina, petrifica para siempre a Nelson.

Debe llover con más razón que nunca en el sur. Un acorde de nubes susurra un réquiem.

Viene fácil el loor, el halago a Schwenke y Nilo, viene fácil porque se lo merecen. Más que promocionar su canto, enseñar su biografía, fotografías de sus rostros, sus versos húmedos, su inquebrantable posición, (aún en contra de toda la censura de varios lustros), y redactar interminables alabanzas a su trabajo, una buena manera, tal vez, de entender su aporte a una sociedad mejor, sea escucharlos, buscarlo. Que su propia voz, su canto te explique mejor, lo que no se puede explicar con simples palabras. Ya sabes, a veces las palabras son tan insignificantes, que no pueden describir todo lo que uno siente.

¿Cuántas maneras hay de matar a un ser humano? Sólo una. Olvidándolo.

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