EEUU: El racismo estructural va unido a la esencia del país
Un año después del asalto al Capitolio, el periodista no cree que este hecho vaya a suponer un alto precio político.
Los agentes de policía de Baltimore admiten al periodista Mikel Reparaz (Arbizu, 1975) que en los cuerpos de seguridad hay racismo. En los últimos años del mandato Obama y los primeros de Trump, el periodista vasco ha sido testigo de la discriminación estructural y la brutalidad policial que sufren las minorías en los EEUU. En los últimos 250 años, cada vez que se ha dado un paso hacia la igualdad, el “gran arácnido”, como lo denomina Reparaz en su crónica Las grietas de América (Península, 2020), ha intentado pisotear esos avances. Las élites supremacistas blancas siguen en el poder de la primera democracia moderna del mundo y en los últimos años, con Obama, el Black Lives Matter, Trump o el asalto al Capitolio, se ha generado una grieta que ha dividido a la población más que nunca. Hoy, un año después del ataque, esa división y crispación siguen patentes.
EEUU fue la primera democracia moderna pero nació bajo la mano de obra esclava de las personas negras. 250 años después el racismo sigue presente. ¿Por qué no se ha logrado erradicar?
El racismo estructural en EEUU va unido a la esencia del país. Desde la propia fundación, con una economía basada en la mano de obra esclava. Hay una minoría, aquellos africanos que fueron llevados desde África en barcos esclavistas, cuyos descendientes siguen estando discriminados y oprimidos. Esta es una realidad basada en datos. Existe una discriminación hacia los afroamericanos, en concreto, pero también hacia otras minorías como hispanos o indígenas. Ese racismo sigue estando presente desde la economía, el reparto de la riqueza, la educación, la vivienda… Es algo que el país no ha logrado superar, a pesar de que ha habido muchos movimientos políticos que lo han intentado cambiar. Cuando ha habido un intento de acabar con el racismo, el supremacismo blanco siempre ha reaccionado propiciando un paso atrás. Ocurrió después de la guerra civil, con la abolición de la esclavitud y las leyes segregacionistas Jim Crow, o después, con la elección de Trump tras Obama.
En Las grietas de América explicas que cada vez que se da un paso hacia la igualdad aparece el “gran arácnido”, que reconstruye la telaraña del racismo.
Todo responde a la historia. Es un conflicto que empieza con la esclavitud pero que se prolonga hasta la actualidad de diferentes formas. Siempre ha habido intentos por parte de las minorías de conseguir derechos o voto. Formalmente son avances que se han conseguido, pero siempre ha estado el poder de la supremacía blanca. Desde Wall Street hasta Hollywood, todos los aspectos del país tienen ese pecado original. No se ha conseguido superar por falta de voluntad política. Aunque tampoco sería suficiente que hubiese un presidente dispuesto a realizar cambios estructurales. No sería suficiente porque en EEUU hace falta una mayoría en el reparto de poderes, las instituciones locales tienen mucha influencia, los Estados federados son soberanos y los avances han sido mínimos. En Mississippi la bandera federada era el icono del Estado hasta hace poco. Es una discriminación desigual territorialmente, no es lo mismo California o Alabama que Nueva York, donde ha habido políticas más progresista. En general, el racismo sigue estando en las élites y en el sistema económico. Sigue habiendo una mayoría blanca conservadora que condiciona las elecciones y esto se ha visto en las últimas con el movimiento trumpista.
Al apuntarse en el censo del país cada persona tiene que marcar su raza. ¿Se percibe como algo natural?
Es algo que está muy interiorizado, por lo que no hay mucho debate. Para mí, como europeo, con una visión outsider, tener que clasificar a mis hijos a la hora de matricularlos en el colegio por su raza fue algo que me pareció una imposición absurda. Por otro lado también me parecía un reflejo de lo que es el país, porque es el único que lo hace. Se divide y clasifica a la población en base a criterios raciales y racistas. Cualquier papel oficial o inscripción requiere definir cuál es tu raza. Está interiorizada porque incluso desde posiciones progresistas dicen que cómo van a saber si el colectivo afroamericano, indígena o asiático está o no discriminado si no se sabe cuántos hay. Esto tiene su vuelta, porque a la hora de aplicar políticas de discriminación positiva se tiene en cuenta la raza de la población. Hay barrios en New York donde los colegios tienen cuotas de porcentajes para las diferentes razas. Lo que me parece increíble es que la gente no se de cuenta de que esto sigue propiciando un racismo estructural y que oficialmente cada vez que se rellena ese casillero se refuerza.
El miedo al esclavo liberado, al chico negro, como se expone en el libro, ¿es uno de los motivos del racismo estructural en los cuerpos policiales?
El miedo es una de las cosas que explica la violencia policial en EEUU. Cuando he hablado con agentes de policía en Baltimore, que es una de las ciudades con mayores índices de criminalidad y de violencia policial, los agentes admiten que en el cuerpo hay racismo y que el miedo hacia el estereotipo del chico negro, joven y con capucha explica porqué vemos a policías disparar sin mediar palabra. Creen o asumen que un chico con este perfil está potencialmente armado, algo que por otro lado es cierto, porque hay al menos un arma por cada estadounidense. Esto responde al miedo que los agentes tienen al patrullar las calles y enfrentarse a situaciones complicadas. Ellos dicen que lo primero que hacen es disparar antes de que les disparen a ellos. Hay casos sangrantes donde paran a una persona en la autopista y al pedirle la cartera piensan que va a sacar la pistola y le meten 8 tiros. El miedo es irracional, y los prejuicios racistas que llevan al miedo lo explican.
Joe Biden ha hablado en más de una ocasión sobre ello y ha pedido acabar con el racismo. ¿Qué posibilidades tiene de hacerlo su gobierno?
Dentro de la división que hay en el país, Biden ha asumido un discurso que el Partido demócrata jamás hubiera tomado. Y no es que sea un presidente especialmente progresista. Sin embargo, ha aceptado parte de los planteamientos de la gente de izquierda del partido como Bernie Sanders o Alexandria Ocasio-Cortez. Ha puesto el debate sobre la mesa y ha señalado que la forma de acabar con el racismo estructural es poniendo dinero. Medidas como ayudas y gasto social. Me parece que Biden no va a conseguir gran cosa porque tiene una fuerte oposición y vienen las elecciones legislativas, donde el Congreso va a cambiar dentro de un año. Habrá que ver si el Partido demócrata continúa en esta línea y quiénes serán los sucesores de Biden. Eso sí que va a marcar el país de una forma determinante. EEUU está cambiando mucho de forma demográfica y eso va a condicionar la fotografía del Congreso. Todo dependerá de las futuras generaciones demócratas.
Mikel Reparaz
El movimiento Black Lives Matter cogió fuerza durante el mandato de Barack Obama, el primer presidente negro de EEUU. ¿A qué se debió?
Relacionamos el Black Lives Matter con Trump, pero fue por un fenómeno tan mundano como que los teléfonos móviles empezaron a tener cámara y comenzamos a ver como la policía mata a civiles negros. Algo que había pasado siempre pero no se veía. Arranca ese movimiento por los derechos civiles, basado en Martin Luther King o Malcolm X, pero es algo nuevo en contra de la brutalidad policial y del racismo. El entonces presidente comenzó a caer en las encuestas por la falta de políticas y determinación en algunos temas que había prometido.
Esas grietas de las que hablas en el libro se agrandan con Obama.
Black Lives Matter no es contra él pero surge ante la inacción de su gobierno contra la brutalidad policial. Intentó hacer alguna reforma, como que todos los policías llevaran una cámara en la solapa. Al final fue un gran negocio para la empresa estadounidense que las fabricaba. Las reformas fueron muy tímidas. No se atajó el racismo estructural de los cuerpos policiales o del sistema de justicia estadounidense. Eso produjo decepción entre su gente. Durante los años de Trump, Black Lives Matter crece y se expande, pero Trump es consecuencia de los años de Obama. En los años de Obama se multiplican los grupos de odio, racistas y supremacistas, que no se ven en la superficie y cuando llega Trump salen del agujero. Los vemos en Charlottesville en 2017. Todo esto se va larvando durante la presidencia del primer presidente negro de la historia.
Trump se negó a condenar los asesinatos Kyle Rittenhouse, el menor que mató a dos manifestantes del Black Lives Matter en Wisconsin. ¿Fue un punto de inflexión?
Una de las grandes claves de la era Trump. ¿Por qué un presidente que llega al poder con un mensaje dirigido al hombre blanco cabreado hace esos guiños a los grupos supremacistas de derechas? Ese silbato para perros, que viene de la era Nixon, y que consiste en hacer llegar mensajes de la extrema derecha sin parecer de la extrema derecha, Trump intenta copiarlo, aunque le sale de una forma burda, a través de Twitter y de declaraciones en las que dice que entre los nazis que se manifestaban en Charlottesville hay gente buena.
¿El miedo como arma electoral?
Trump utiliza el miedo porque los grupos de odio y el racismo se basan en ello. La clave está en su utilización como estrategia electoral y política, y eso tiene unas consecuencias. Trump ha hecho llamamientos a milicias armadas de Michigan y otros Estados diciendo que hay que tomar el Capitolio o hacer una rebelión contra los demócratas. Una retórica muy peligrosa, utilizada continuamente, apelando a esos grupos de forma directa. Esto ha generado una grieta tremenda y el país está más dividido que nunca. En gran parte por esa irresponsabilidad de un presidente que se ha acercado a los grupos supremacistas.
¿Trump ha buscado la confrontación entre la ciudadanía para ganar votos? Él necesitaba tener a esos hombres blancos cabreados para ganar elecciones. Ha utilizado el miedo al migrante mexicano, a Black Lives Matter, a Antifa, a los movimientos de izquierda, a los demócratas, que llama socialcomunistas… Toda esa retórica de miedo y guerra es percibida por la población que le interesa a Trump de una forma muy directa. Esto, aparte de darle buenos resultados electorales, lo que ha hecho ha sido dividir a la sociedad y radicalizar a una parte de ella, que antes no se atrevía a salir a las calles o a utilizar un lenguaje abiertamente racista. Ahora sí lo hace. Normaliza el racismo y el fascismo en diferentes formas.
Sin embargo, también capta votos entre el electorado que no es blanco.
Los resultados electorales de Trump en 2020 son los mejores que ha logrado un candidato republicano y podría haber ganado las elecciones, lo que pasó fue que Biden movilizó a más gente. Lo que ha dejado clarísimo es que hay dos países que viven en realidades paralelas, que no se cruzan, y que ven dos películas totalmente diferentes. Una es la que cuenta Fox News o Newsmax, los medios de la derecha en EEUU, que sostienen que Biden es un presidente ilegítimo, y luego los que ven una realidad totalmente diferente. Eso se vio en 2020, donde Trump amplío su base electoral de republicanos y del trumpismo a colectivos que nunca se hubiera imaginado que le votasen. Entre ellos, afroamericanos o latinos. Entre los latinos se amplía mucho porque hay comunidades conservadoras y cristianas, y de alguna forma sintonizan más con el mensaje de Trump que con el de Biden, que es acusado de ser un presidente de extrema izquierda. Habrá que ver que ocurre en los próximos años y si Trump vuelve a la carga.
Y tras las elecciones, el asalto al Capitolio, hace hoy justo un año. ¿Qué efectos ha tenido?
Habrá que ver qué consecuencias judiciales, electorales y políticas tiene. El asalto al Capitolio es el epílogo perfecto de la era Trump. Era lo que se estaba larvando y lo que esta polarización estaba generando en una parte de la población sumida en la desinformación y en la conspiración. Es algo que es consecuencia de las políticas de Trump en las que estaban dando oxígeno a colectivos muy peligrosos. Cuando lo vimos en directo pensamos que cambiaría el rumbo del país, que era el fin. Todos pensábamos que iba a ser mucho más de lo que fue. Todas las estructuras del país volvieron a funcionar con normalidad, el traspaso de poder ocurrió con cierta normalidad. Se quedará ahí como un hito. Enseguida llegan las elecciones y la sociedad sigue estando dividida y crispada. El año que viene son las legislativas y en poco serán otra vez las presidenciales. Habrá que ver qué candidato presenta el Partido republicano, que a día de hoy sigue estando dominado por el trumpismo. No parece que el asalto al Capitolio le vaya a suponer un alto precio político a Trump.
¿El trumpismo ha creado escuela en otros países?
En Francia, donde habrá elecciones en abril, ya no solo está el Frente Nacional, ahora también aparece Éric Zemmour, que tiene un discurso antiinmigración e islamófobo que coincide en muchos puntos con el discurso de Trump y arrasa en las encuestas. Está muy cerca y ha creado escuela. En un momento político concreto, el discurso del miedo tiene muchísimo éxito en occidente. Ahora que estamos en medio de una pandemia y que la gente está cansada muchos lo utilizarán. La extrema derecha sabe muy bien que el malestar en la sociedad también es un caladero de votos.
El Salto