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Europa, Asia, Medio Oriente :: 26/10/2020

EEUU planea sacar a Rusia del espacio postsoviético

Vicky Peláez
Los acontecimientos en Bielorrusia, Kirguistán, Nagorno Karabaj y las próximas tensiones en Moldavia no son simple resultado del descontento popular o de la lucha entre clanes

Todo se debe a una despiadada lucha geopolítica, geoeconómica, ideológica e informativa cuidadosamente planificada desde hace tiempo por los estrategas norteamericanos y puesta en acción para liberar el espacio postsoviético de la influencia de Rusia. 

Para Washington y su satélite incondicional Bruselas, crear alrededor de Rusia el máximo de focos de inestabilidad, tensión, conflictos locales, llevaría a su Gobierno a la desesperación por tratar de tapar todos los agujeros, que sería imposible de hacer, y al debilitamiento del Gobierno de Vladímir Putin que ya no tendría tiempo para apoyar a Siria, Venezuela, Irán y Libia.

Hace más de un año, Rand Corporation, uno de los más influyentes de los 1.777 think tanks existentes en EEUU, publicó el estudio Sobreextender Rusia: compitiendo desde el terreno ventajoso, donde analiza las grandes ansiedades y vulnerabilidades de Rusia en el espacio postsoviético, aconseja cómo aprovecharse de ellas y presenta inclusive sus costos y riesgos. Según los analistas de la Rand, "la Rusia de ahora, igual como en los siglos XIX y XX, nunca ha sido tan fuerte ni tan débil como parece. Sin embargo, a pesar de no ser superpotencia, como era la URSS, Rusia bajo el liderazgo de Putin ha ganado un poder económico y respeto internacional y muestra gran potencial militar que puede ejercer sobre sus vecinos. La tarea principal de EEUU es debilitar, desbalancear, sobreextender y sacar a Rusia del espacio postsoviético".

Para lograr esta meta, los estudiosos de Rand proponen poner en marcha seis medidas, empezando con Ucrania. Primero, reconocen que las protestas en la Plaza de Maidán el 21 de noviembre de 2013 fueron promovidas por Washington y que en la reunión de Gales en 2014, la OTAN se comprometió a formar los líderes militares ucranianos y encargarse del control, logística, defensa cibernética de las fuerzas armadas nacionales y adiestrar sus tropas. Lo que falta ahora es entregar a Ucrania armamento letal y hacerla ingresar en la OTAN. Pero resulta que a pesar de que la mayoría de los miembros de la Alianza Atlántica (OTAN) apoya esta idea, el 57% de los alemanes se opone a la aceptación de Ucrania y la Alianza opera por consenso.

Respecto a las armas letales, la OTAN está utilizando a Turquía, cuyo presidente, Recep Tayyip Erdogan, se comprometió durante la visita del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, a Ankara entregar a Kiev seis drones de ataque Bayractar TB2, que mostraron ser efectivos en Nagorno Karabaj contra tanques y artillería armenios y ayudar al país con más de 25 millones de dólares para adquirir armamento. 

Como segunda medida, los estrategas de Rand aconsejan al Gobierno norteamericano incrementar la ayuda a los terroristas sirios para contrarrestar la influencia rusa e iraní en la región. No obstante, los especialistas reconocen que es muy difícil poner en práctica esta sugerencia debido a que el Pentágono no tiene en Siria ni un grupo de rebeldes en que confiar pues hay muchos grupos, como demuestra la experiencia, que después de recibir el armamento y dinero los terroristas desaparecen sin dejar rastro. 

Las protestas que se iniciaron en Bielorrusia el pasado 9 de agosto después de las elecciones presidenciales que terminaron con la reelección de Alexandr Lukashenko y que están, aunque debilitadas, durando hasta ahora, no fueron resultado de una acción espontánea sino que siguieron las pautas elaboradas hace un año por la Corporación Rand. Este centro de estudios y análisis presentó como tercera medida para debilitar a Rusia, la "promoción del cambio del Gobierno de Bielorrusia". Allí, los estrategas de la Rand primero, aconsejaron al Departamento de Estado mejorar las relaciones con Lukashenko y todos se acuerdan de las sonrisas del secretario de Estado, Mike Pompeo, durante su visita a Minsk y el rostro satisfactorio del mismo Lukashenko que ni sospechaba el significado de la sonrisa de Pompeo.

Después de endulzar el ego del presidente de Bielorrusia, los representantes del Departamento de Estado aconsejaron al Gobierno local empezar la liberalización de la economía y a la vez activaron sus ONG para financiar y movilizar la oposición, según el proyecto de la Rand que reconocía que "empezar revoluciones de color no es fácil y el apoyo de EEUU no garantiza el éxito, (...) pero que podría ser logrado con la ayuda de Polonia, Letonia, Lituania, Ucrania y la Unión Europea". Todos estos países siguen participando activamente en este proceso que no ha logrado su meta debido a la mano de apoyo que extendió Rusia a Bielorrusia. Entonces por el momento, no se ha logrado el propósito principal de los estrategas de la Rand que esperaban que "sacando del poder a Lukashenko, EEUU ganaría geopolítica e ideológicamente, logrando también el aislamiento del enclave ruso, Kaliningrado (entre Polonia y Lituania)".

También los especialistas de la Rand prestaron atención al Cáucaso Sur y en este caso a Azerbaiyán, Armenia, Nagorno Karabaj y Georgia. Desde el comienzo de las medidas que aconsejan al régimen estadounidense "aprovecharse de las tensiones en la región" (medida 4), los miembros de esta corporación advirtieron que "cualquier esfuerzo para reforzar el acercamiento del Cáucaso Sur hacia EEUU requerirá el apoyo de Turquía, que representa para estos países su única oportunidad de unirse a Occidente". Y así sucedió en Nagorno Karabaj, pero no contaron que lo planificado por los norteamericanos fue reinterpretado por el presidente de Turquía, quien puso en primer lugar los intereses nacionales turcos en el Cáucaso Sur y recién después los de EEUU.

Desde la desintegración de la URSS en 1991, Azerbaiyán se convirtió en un aliado incondicional de Turquía que percibió a Bakú (capital del país) como un trampolín para la expansión turca al Cáucaso y a Asia Central y al acceso al mar Caspio. En Azerbaiyán hay reservasw de 48.000 millones barriles de petróleo y 292 billones de metros cúbicos de gas.

La actual guerra entre Azerbaiyán y Armenia tiene una larga historia. Nagorno Karabaj está localizado en Azerbaiyán, pero la mayoría de su población es de origen armenio. Ya en los últimos años de la URSS, Nagorno Karabaj pidió su inclusión en Armenia pero aquel pedido fue denegado por el Buró Político soviético para evitar secesiones en otras repúblicas. No obstante, en 1991 después de la desintegración de la Unión Soviética, la República Nagorno Karabaj, llamada históricamente Artsakh, declaró su independencia que no ha sido reconocida hasta ahora por ningún país.

Desde el 26 de febrero de 1988, Azerbaiyán y Armenia han estado técnicamente en guerra con tensos períodos de altos al fuego que el mes pasado interrumpió Azerbaiyán lanzando una guerra de facto para retomar el territorio de Nagorno Karabaj. Esta guerra ya ha segado la vida de miles de jóvenes de ambas partes y ocasionado destrucción en Nagorno Karabaj debido a las ambiciones de Turquía e Israel. El régimen judío le vendió a Bakú armas y especialmente drones de ataque y reconocimiento por más de 7.000 millones de dólares con el consentimiento de Washington desde 2016, cuando Benjamín Netanyahu se encontró con el presidente de Azerbaiyán Ilham Aliev en Bakú. No hay que olvidar que Israel tiene su base radioelectrónica para vigilar a Irán desde Azerbaiyán. 

El primer ministro de Armenia, Nicol Pashinián, es un político prooccidental y pro-OTAN que llegó al poder debido a una revolución de color, supuestamente financiada por George Soros (Asia Times, 18 de mayo 2018 y 8 de agosto 2018) olvidándose de su promesa inicial de seguir manteniendo buenas relaciones con Rusia. Por algo la Embajada de EEUU en la capital de Armenia, Ereván, tiene unos 3.000 empleados. Ahora, Armenia está pidiendo ayuda a Moscú porque sabe perfectamente que el único país que puede parar a Turquía, que ha sido el arquitecto de esta confrontación, a sus aliados azeríes y sus mercenarios de Siria, cuyo número llega a más de 1.000, es Rusia. Que hasta ahora no ha dado un paso decisivo para poner fin a la guerra por varias razones, pero en algún momento lo hará sin duda alguna, debido también a sus intereses de la seguridad nacional.

El proyecto de la Corporación Rand (2019) no termina en el Cáucaso, sino que se expande también hacia Asia Central, presentando como la medida cinco "la reducción de la influencia rusa en Asia Central". EEUU ya desde 2005 ha estado tratando promover su revolución de color en la capital de Kirguistán, Biskek. Sus intentos, tanto en 2005 como en 2010, fracasaron. Sin embargo, los norteamericanos decidieron intentarlo el pasado 5 de octubre de nuevo. Washington tiene nostalgia por su base aérea de Manos (2001-2014) que fue usada también para el tráfico de heroína (HISPANTV, 24 de junio 2017). Ahora en Kirguistán existe una base militar rusa, Kant de la era soviética en el lado este del lago Issyk-Kul que es la única instalación militar rusa en Asia Central.

El actual intento de revolución de color en el país, presentado por la mayoría de los medios de comunicación, tanto nacionales como internacionales y globalizados, como el resultado de la lucha entre los clanes y las élites, no toma en cuenta el uso de cócteles molotov y otras tácticas usadas en todas las revoluciones de color en otros países del mundo. También hay que tener en cuenta la presencia de unas 7.000 ONG al servicio de varios aparatos de inteligencia extranjeros. Para EEUU es muy importante poner bajo su mando este país, no solo con el propósito de reducir el espacio postsoviético de Rusia, sino perjudicar geopolítica y geoeconómicamente a China.

Kirguistán comparte una frontera larga de 1.063 kilómetros con la región autónoma de Uigur de Sinkiang (China) que alberga al pueblo turco uigur, que profesa el islam y que activamente ha participado en las luchas junto con al-Qaeda y el Estado Islámico en Irak, Afganistán, Siria y que actúa como fuente de tensión en la misma China. Kirguistán también representa una puerta de entrada a la Iniciativa de La Franja y La Ruta de Seda China. Para hacer fracasar este proyecto, Washington promovió la enésima revolución de color. Tras los disturbios que se iniciaron el pasado 4 de octubre después de las elecciones parlamentarias, la Embajada norteamericana en Biskek hizo una declaración señalando que "los ciudadanos y sus líderes deben continuar luchando contra la influencia del crimen organizado y la corrupción en la política" (Asia Times, 19 de octubre 2020). ¿Y por cassa cómo andamos?

Lo interesante fue que como en el caso de Bielorrusia, la revolución de color en Biskek recibió luz verde después de la gira del secretario de Estado, Mike Pompeo, por Asia Central en febrero pasado, teniendo en Taskent (capital de Uzbekistán) una reunión de C5+1 (Kazajistán, Kirguistán, Uzbekistán, Tayikistán, Turkmenistán + EEUU). En este fórum, Pompeo exhortó a los participantes a "unirse a nosotros para presionar fuertemente a China para poner fin a la represión del pueblo uigur". Por mucho que se esforzó Washington, su revolución de color fracasó después de la visita a Biskek del subjefe del gabinete del presidente Putin, Dmitry Kozak, quien se encontró el pasado 12 de octubre con el presidente renunciante Sooronbái Zheenbékov y el nuevo primer ministro nominado por el parlamento, Sadir Zhapárov. Poco a poco, la situación en Kirguistán se está estabilizando.

Sin embargo, el Departamento de Estado y la CIA no se desaniman y siguen adelante con el proyecto de la Corporación Rand concebido en 2019, promoviendo y auspiciando revoluciones de color. Tal como diseñaron los gurús de la Rand, la Medida 5 de penetración al espacio postsoviético tiene que ser Moldavia, donde "EEUU debe desafiar la presencia rusa". Moldavia es una antigua república soviética de 3,5 millones de habitantes ubicada entre Rumanía y Ucrania, considerada en los tiempos soviéticos la Florida de la URSS.

Desde 1990 el país está recibiendo "ayuda" norteamericana y según los estudios de la Rand, las próximas elecciones que se celebrarán el 1 de noviembre de 2020 es buen momento para lanzar una revolución de color. El jefe del Servicio de Inteligencia Exterior ruso, Serguéi Narishkin, ya confirmó que EEUU está preparando un escenario "revolucionario" en Moldavia con el objetivo de evitar la reelección del actual presidente, Igor Dodon, que oscila entre Occidente y Rusia.

Lo que quiere desmantelar Washington es Transnistria que es una unidad territorial autónoma prorusa con un estatuto jurídico especial ubicada entre el río Dniéster y la frontera oriental de Moldavia con Ucrania, donde están presentes las tropas rusas de mantenimiento de paz. El proyecto norteamericano y europeo propone la reunificación de Moldavia y Rumanía. Transnistria y la presencia de los militares rusos en la región representan un obstáculo para realizar este proyecto. Entonces, lo primero que hay que hacer, según la Rand, es adoctrinar a los jóvenes de la región; lo segundo, impulsar una revolución para expulsar las tropas rusas y finalmente, instalar un gobierno abiertamente prooccidental. Para este propósito, según Narishkin, EEUU ya está preparando especialistas en revoluciones.

En realidad Moldavia con el presidente Dodon hace tiempo está en la órbita de la Unión Europea, y el mismo presidente declaró que la integración europea es la principal prioridad de Moldavia y no las relaciones con Rusia, pronunciándose por la retirada de las tropas de paz de Transnistria (Pravda.ru, 22 de octubre 2020). Entonces, Rusia no debe hacerse ilusiones respecto al resultado de las próximas elecciones en Moldavia. Cualquier régimen que sea elegido sería proccidental debido a la ausencia por el momento de una política coherente de Moscú hacía su espacio postsoviético, de lo que se aprovechan tanto Washington como Bruselas y Ankara.

Sputnik / La Haine

 

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