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EE.UU. :: 06/01/2025

EEUU: Signos de degradación

Jorge Elbaum
Las muertes periódicas provocadas por terrorismo o resentimiento social se evita cuidadosamente relevarlas como fenómenos sociales ligados a la violencia intrínseca del sistema

El capitalismo de libre mercado que admiran Bolsonaro y Milei exhibe cotidianamente un doble perfil sangriento. La lógica de la refracción explica el vínculo entre las 800 bases militares estadounidenses esparcidas a lo largo y ancho del Planeta Tierra y su obvia relación con las recurrentes matanzas, tiroteos masivos y asesinatos colectivos.

La guerra que imponen al resto del mundo tiene su correlato en la violencia y el terrorismo interno, expresado en términos de daños feroces a terceros (asesinatos masivos) y como auto destrucción por adicciones.

En los últimos días se produjeron tres eventos mortíferos: (a) un tiroteo masivo en las inmediaciones de un club nocturno en el barrio de Queens, en la ciudad de Nueva York; (b) la explosión de una camioneta de Tesla –fabricada por Elon Musk–, frente al hotel de Donald Trump en Las Vegas –estacionada por un militar especial en servicio–; y (c) el arrollamiento de una centena de personas que paseaban por el Barrio Francés de New Orleans el 31 de diciembre de 2024, en la que se contabilizan unos 15 fallecidos.

El responsable de la última matanza era un exsoldado estadounidense llamado Shamsud-Din Jabbar de 42 años, nacido en Texas, que portaba en su camioneta una bandera del grupo Estado Islámico (EI)

Los tiroteos masivos en las escuelas es un clásico de la cultura funeraria: 31 mil menores de 16 años se vieron afectados por tiroteos en escuelas, en las inmediaciones de 21 Estados, durante 2024. En los últimos dos años, alrededor de 300 niños menores de 11 años fueron asesinados en tiroteos masivos. En el último bienio un promedio de 100 mil personas fallecieron anualmente en EEUU como producto de sobredosis de estupefacientes.

Las muertes periódicas provocadas por terrorismo o resentimiento social se evita cuidadosamente relevarlas como parte de fenómenos sociales ligados a la violencia intrínseca del sistema -celebrado como panacea- al resto del mundo. Los crímenes masivos con fusiles automáticos y los atropellamientos en grandes concentraciones urbanas suelen ser abordados como el resultado de la locura, desgajada de la impronta bélica y del disfrute de la sangre que anida en la lógica colonial, supremacista, imperial y/o injerencista.

¿Cuál será el motivo por el cual los grandes medios con sus inmensos presupuestos y sus periodistas estrella no logran -o no quieren- conectar estos sucesos? ¿Será, acaso, por el blindaje conceptual que impide ver las ostentosas evidencias de una sociedad en descomposición que aún hoy es ofrecida como ejemplo de libertad, republicanismo, democracia y civilidad? La escritora canadiense Sara Gruen escribió en su novela El borde del agua una atinada reflexión respecto a la deformidad que funda la agresión y la ofensa diseminada: “Si quisiera poner fin a la búsqueda del monstruo, solo tendría que encontrar un espejo”.

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