EEUU: una elección más hacia la Edad Media
Nuestras sociedades están moldeadas en la comercialización de la vida, la cual, en EEUU, ya existía desde mucho antes (¿qué fue el sistema esclavista sino eso mismo?), pero comenzó a radicalizarse en sus formas actuales a principios del siglo XX. El mercado y su púlpito mediático se basan en dos sentimientos básicos y primitivos que hicieron posible la sobrevivencia de la especie: el miedo y el deseo. Dos fortalezas que hoy son debilidades. Para el mercado, el deseo se centra en su impulso sexual (sin sexo no se venden ni autos ni canciones) y en la promoción del miedo.
En las democracias secuestradas, la política es un mercado, no solo del poder sino al servicio del mercado financiero. Por lo tanto, el miedo y el deseo también son sus dos componentes fundamentales. El deseo (la utopía) ha sido un bastión de la izquierda, como el miedo (la distopía) lo ha sido de la derecha. Como estamos en un tiempo histórico claramente distópico (ya no intentamos imaginar un mundo justo y feliz, sino salvarlo de la catástrofe social y climática) la derecha vende más fácil.
Es lo que está ocurriendo en casi todo Occidente y, en particular, en el centro ideológico de ese mundo comercializado, propenso a la narrativa irracional de la propaganda comercial y del sermón religioso, despegado de toda evidencia. De ahí, por ejemplo, que los negacionistas de las elecciones suelen ser los partidos de derecha. ¿Qué más negacionista que una religión o la cultura del consumo?
Los anuncios políticos de los republicanos, como en Florida, se centraron en la inoculación del miedo a los inmigrantes y a la “ideología de género”. Los diez millones de inmigrantes ilegales, los trabajadores más abnegados del país, poseen en su conjunto una criminalidad mucho más baja que el resto de la sociedad, pero son el blanco perfecto de la industria del miedo porque no sólo no pueden hacer lobby como la mafia de Florida sino, además, no votan.
Por su parte, la “ideología de género” no es un mal reciente que va a destruir a la Humanidad, como plantean estos políticos, sino que es más vieja que las pirámides de Egipto: es el milenario machismo, con su necesidad de poder y con sus miedos sexuales. Si supieran que la aristocracia europea usaba peluca, calzas y tacones altos (símbolo de masculinidad, debido al uso en la equitación que le dieron los árabes), que los niños en de la clase alta hasta hace poco eran vestidos de niñas, como el caso del presidente F. D. Roosevelt, y que los colores rosa y celeste por sexo fueron una invención reciente de las tiendas estadounidenses, se caerían de espaldas. O, más probable, lo negarían.
En otra publicidad, el candidato republicano a la gobernación de Arizona apareció en un pueblo del siglo XIX en el Lejano Oeste batiéndose a duelo con su oponente, con el Viejo Biden y con la senadora Pelosi, mientras detrás suyo un cowboy (el violador histórico de todas las leyes y fronteras) grita: “estamos cansados de las fronteras abiertas”. Otro, un cochero desde su carroza, agrega: “estamos cansados del precio del combustible…”
La elecciones de termino medio de este martes han sido solo un capítulo más en este descenso a la pornografía política. Aunque sumaron victorias en la cámara baja y en la elecciones de gobernadores, los republicanos no lograron dividir las aguas del Mar Rojo, lo que significa una frustración con dos resultados movilizadores para las elecciones presidenciales de 2024.
Primero, el candidato indiscutible del partido, Donald Trump, recibió un golpe anímico, ya que los votantes lo identifican a nivel nacional, como con el candidato a la gobernación de Pensilvania, la estrella de programas de televisión seudocientíficos, el Doctor Oz. Tal vez porque Oz es un turco musulmán, sus credenciales de conservador trumpista no le dieron para derrotar a un candidato demócrata que lucha por unir dos frases, debido a un reciente accidente cardiovascular.
Segundo, el discípulo preferido de Trump, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, arrasó en su estado, siendo reelegido con casi un 60 por ciento de los votos. Si este fenómeno no se dio en el resto del país y perjudicó a Trump, la buena votación de DeSantis lo catapulta para las elecciones de 2024.
Los votantes frustrados correrán a sus brazos, a pesar de que hasta ayer, según las encuestas, tenía la mitad de apoyo que Trump. De hecho, ya ha comenzado a dar discursos eufóricos, como si hubiese sido elegido presidente y estuviese listo para extender su cruzada neo medieval, llevando sus prohibiciones a mencionar la existencia de gays, a revisar la historia racista en las secundarias o sugerir que los estudiantes universitarios graben a sus profesores buscando alguna inclinación ideológica.
Los ideólogos de la “libertad del mercado” (para los dueños del mercado), naturalmente, pidieron el voto para los republicanos. El hombre más rico del mundo, el afroanortemericano Elon Musk, luego de comprar Twitter por 44 mil millones prometiendo “luchar por la libertad” y “mantener la red social políticamente neutral”, no solo suspendió la cuenta de una comediante por imitarlo, sino que le pidió a sus 100 millones de seguidores en Twitter que votasen por los republicanos. El mismo que felicitó a la golpista Jeanine Áñez en Bolivia y, ante la acusación de haber participado en el golpe contra Evo Morales por el litio para sus autos Tesla, aseguró que “seguiremos dando golpes de estado cuando se nos antoje”.
Este estilo de exabrupto impune es un clásico de las derechas que tienen derechos especiales. El racismo, el clasismo y el sexismo están permitidos por la gracia de algún dios, lo cual quedó demostrado en Brasil con Bolsonaro y en muchos otros países.
Es probable que la frustración de este triunfo amargo en la elecciones del 8 de noviembre lleve a Trump a redoblar esta estrategia para competir contra DeSantis. Pocas horas atrás afirmó que la filtración realizada por la periodista que informó antes de tiempo sobre la reciente decisión de la Corte Suprema de revocar el derecho al aborto bajo circunstancias especiales, debe ser castigada con la cárcel para que allí encuentre una esposa más fuerte que la viole. El público conservador lo aplaudió con entusiasmo.
Sin candidatos jóvenes de peso, hasta el 2024 los demócratas echarán mano a las cartas que le quedan, como el uso del veto del presidente Biden.
Cuando las aguas y la violencia social llegue a las puertas de las mansiones de Florida y Texas, tal vez haya un nuevo ciclo político como el de los años 60. O tal vez la gradualidad de la catástrofe solo consolide el negacionismo fanático de la realidad.