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EE.UU., Asia, Europa :: 23/08/2023

Efecto dominó

Nahia Sanzo
La amenaza imaginaria de Moscú que EEUU veía en cada lugar del planeta, era una inestimable excusa para justificar sus intervenciones exteriores

[En la foto, Zelensky y la primera ministra de Dinamarca subidos a un F16 estadounidense en una base aérea danesa.]

El engaño, la propaganda, la desinformación y la guerra psicológica han sido siempre parte de la guerra, pero su presencia y efectividad han aumentado a medida que la tecnología ha permitido la distribución de esos mensajes de forma más eficiente y, sobre todo, más inmediata. Los países disponen ahora de unas herramientas de control y espionaje, pero también de propaganda con las que quizá soñaron las potencias de la Guerra Fría. En un contexto de guerra indirecta, pero de conflicto político directo entre las dos superpotencias de esa época pasada, el aumento de la guerra psicológica era de esperar.

"Si tu oponente tiene un temperamento colérico, busca irritarlo", comienza un vídeo promocional que busca reclutas para el 4º Grupo de Operaciones Psicológicas del Ejército de EEUU, mucho más adelantado y sofisticado en términos de propaganda y guerra psicológica que su oponente moscovita. "Haz como si fueras débil para que crezca su arrogancia", continúa el vídeo completando una frase de Sun Tzu.

La referencia es coherente con el mensaje que EEUU traslada con su vídeo: "Una amenaza se alza en el este". Siguen al mensaje dos imágenes que dejan claro, aunque no cabía ninguna duda, cuál era esa amenaza. Se muestra primero un desfile del ejército chino y posteriormente una cinta de noticias en la que se anuncia que "Rusia invade Ucrania". "La guerra está cambiando y todo lo que tocamos es un arma", continúa mientras se muestra un pincel dibujando sobre un óleo. "Venimos en todo tipo de formas", advierte mientras se suceden imágenes de la caída del muro de Berlín, el derribo de la estatua de Sadam Hussein en Bagdad o de Maidan.

"Guerra psicológica", concluye tras otra serie de imágenes de soldados a punto de realizar una redada por un pasillo oscuro. El ejército estadounidense añade al final la página web en la que alistarse para la guerra psicológica contra el enemigo del este, un triste ejemplo de orientalismo que a EEUU no le molesta utilizar. En un vídeo en el que repetidamente se pregunta "quién mueve los hilos" y se afirma que "estamos en todas partes", EEUU tampoco considera un problema utilizar imágenes de Kiev en el año 2014, una revolución en la que Kiev insiste en que no participó ni alentó, aunque ahora no pierde la ocasión de sugerir lo contrario.

En un contexto de guerra convencional, aunque por delegación, contra su enemigo histórico del siglo XX, Moscú, y de enfrentamiento económico y político con la potencia ascendente, Beijing, EEUU parece estar disfrutando de las oportunidades que le aporta la coyuntura. Washington se encuentra en su terreno más favorable, actuando aparentemente en segunda fila, pero liderando una batalla que hace tiempo que considera propia. Las tropas rusas no están enfrentándose a tropas estadounidenses -incluso en términos de mercenarios de la legión extranjera, las cifras de estadounidenses son relativamente bajas-, ni son los generales de cuatro estrellas del primer ejército del mundo quienes lideran la lucha contra los del segundo.

Sin embargo, el protagonismo que, en parte gracias a la propaganda, han adquirido las armas occidentales, suministradas fundamentalmente por EEUU, y la implicación del establishment y el ejecutivo estadounidense en este conflicto hace de esta una guerra común de Occidente y Ucrania contra Rusia. El enemigo ruso actual es, sin duda, política, económica y militarmente más débil desde la disolución de la Unión Soviética -que hace posible que esté librándose la actual batalla- pero contra el que aún pueden utilizarse los lugares comunes más habituales del periodo soviético.

En realidad, la propaganda contra Rusia no se limita a la reutilización de tópicos de la Guerra Fría como la idea de la lucha contra el "totalitarismo", sino que añaden tópicos que se remontan al siglo XIX con lo que, curiosamente, Occidente y Ucrania caen exactamente en el sincretismo de lo ruso y lo soviético del que acusan a Moscú. A la acusación de intento de reconstruir la Unión Soviética -algo que sería toda una sorpresa teniendo en cuenta la experiencia de más de tres décadas de anticomunismo promocionado desde la cima de los Gobiernos de la Rusia independiente- siguen menciones al Imperio Ruso, al igual que se intercalan comparaciones de Vladimir Putin con Josef Stalin o el zar Nicolás.

A las referencias a la lucha "del mundo libre" le siguen otras que definen la actual guerra como un conflicto entre "civilización y barbarie", la deshumanización de una Rusia generalmente calificada de asiática -no como descripción, sino como forma de mostrar supremacismo europeo- e irracional. Un paso más allá, Ucrania no duda en utilizar el término horda para definir a la población del país por el que está luchando una parte de la población que Kiev considera propia, pero a la que no le ha molestado bombardear, bloquear económicamente o negar el suministro de agua.

Presentándose como bastión del mundo libre pese a haber prohibido partidos políticos y medios de comunicación y haber acosado, agredido e incluso asesinado a opositores, Ucrania dice luchar contra la barbarie como frontera exterior de la Europa de los valores de libertad y democracia. "Si cae Ucrania, otros vendrán después", afirmó Zelensky a finales de 2022, en un momento en el que Rusia había sufrido aparentemente dos derrotas militares y toda la prensa mundial comentaba y exageraba las dificultades que el país estaba sufriendo para cumplir con las cifras previstas de movilización de reservistas o esperaba el colapso económico que aún no ha llegado.

Rusia se encontraba en un momento de debilidad militar, algo que Ucrania explotaba para iniciar su campaña mediática anticipando su victoria segura, pero paradójicamente, al mismo tiempo, esa Rusia era un peligro capaz de capturar todo tipo de países. Zelensky repitió el mensaje ayer. "Abiertamente han dicho que no solo se limitarán a Ucrania", afirmó Zelensky, que añadió que "después de nuestro país, quieren llevar este sufrimiento más allá de Europa, más allá del mundo".

El mensaje, tan falso ahora como lo fuera en décadas anteriores, tampoco es nuevo sino una reutilización sin matices de otro de los grandes tópicos de la Guerra Fría. Al igual que entonces, la amenaza de Moscú es útil y necesaria para justificar un rearme por encima de toda lógica, para el desarrollo de armas nucleares y otros sistemas que supusieron y siguen suponiendo enormes ganancias para la industria militar estadounidense. Pero, ante todo, esa amenaza imaginaria que funcionarios y lobistas veían en cada lugar del planeta, era una inestimable excusa para justificar sus intervenciones exteriores.

La teoría del dominó se utilizó, de forma explícita o implícita, en todo tipo de actuaciones estadounidenses. No fueron los intereses económicos de grandes empresas que rechazaban la reforma agrícola las que animaron a EEUU a derrocar a Jacobo Árbenz en Guatemala, sino la inexistente amenaza comunista, utilizada también en la participación de Washington, como financiador y proveedor de armas, en las guerras sucias de Nicaragua, Honduras o El Salvador.

La revolución cubana había creado un país socialista en el Hemisferio Occidental, creando un peligro de contagio que, aunque inexistente, ha sido explotado durante décadas para justificar el apoyo y la protección a los regímenes reaccionarios más represivos. El efecto dominó hacía imprescindible que EEUU impidiera la toma de posesión o derrocara a Salvador Allende.

El efecto dominó no solo era aplicable a América, sino que se extendió a Asia y a África para justificar que Lumumba o Nkrumah merecían ser derrocados pese a no ser comunistas o para apoyar a las tropas de la Sudáfrica del Apartheid que luchaban contra las tropas cubanas que participaron en la lucha de liberación nacional de Angola.

Por supuesto, garantizar que el comunismo no se extendiera por Asia hizo posible que EEUU bombardeara la Indonesia de Sukarno o que colaborara activamente aportando listas de comunistas, lo fueran o no, cuando la violencia genocida alentada por el régimen de Suharto costó la vida, en muchos casos a machetazos, a cientos de miles de comunistas, sindicalistas, trabajadores afiliados del sindicato del KPI o incluso mujeres que formaban parte de las organizaciones vinculadas al partido y cuyo objetivo era combatir el analfabetismo.

Después de salvar al mundo del comunismo a base de golpes de estado, amenazas de invasión en caso de que la población votara de forma incorrecta, intervenciones encubiertas o apoyo a regímenes reaccionarios que hicieran el trabajo sucio, EEUU aún tiene tiempo y energía para proteger al planeta de ese mismo enemigo, transformado ligeramente, pero demonizado con los mismos tópicos y contra el que la solución es la misma: militarización, amenaza de intervención encubierta, sanciones, rearme y creación de un contexto de amenaza continua.

"Esta es una lucha mucho más grande que solo por la soberanía ucraniana", afirmó recientemente John Kirby. "Para las personas que puedan estar preocupadas de que los costes están siendo financieramente muy elevados, les pediríamos que consideraran cuáles podrían ser esos costes -no solo para el Tesoro sino en sangre, puede incluso que sangre estadounidense- si Putin subyuga Ucrania y entonces pone la vista en nuestros aliados de la OTAN".

La Unión Soviética nunca atacó a un país miembro de la OTAN y nada indica que la Rusia actual, militar, económica, política y diplomáticamente mucho más débil que la superpotencia soviética, vaya a planteárselo ahora. Sin embargo, la teoría del dominó ha vuelto para quedarse, para ser utilizada contra Rusia en Europa y contra Rusia y China en Asia y, ante todo, para proteger los intereses económicos de EEUU en el extranjero.

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