Egipto: el golpe contra el pueblo
El pasado 11 de febrero del presente año se hizo realidad sólo la primera de un gran numero de demandas del pueblo egipcio que exigía la renuncia del hoy Ex-Presidente, Hosni Mubarak. La alegría y el júbilo desbordaron todas las calles de ese importante país africano, pero también las calles de varios países en el mundo. La clase trabajadora egipcia y su pueblo en general habían vuelto hacer historia. Los grandes medios privados de difusión mundial se hicieron eco de ese festejo, pero sólo en apariencia, pues, Mubarak era otro alfil que perdían en su complicado juego de ajedrez para el mundo árabe. Aunque su sustituto hoy se encuentra en el juego del tablero, la salida de Mubarak no deja de significar una derrota del imperio.
Con total apoyo de los Estados Unidos e Israel, Hosni Mubarak toma el poder en 1981 sustituyendo a Anuar Al Sadat quien había sido asesinado por capitular ante los israelíes. Pero Mubarak continuó y profundizó las mismas políticas entreguistas de Al Sadat, y amparándose en una “Ley de Emergencia”, vigente desde 1981, el dictador Mubarak da inicio a un terrible periodo de torturas, persecuciones y desapariciones de todo el liderazgo de izquierda y de los movimientos progresistas y nacionalistas de ese país, bajo la excusa de la “lucha contra el terrorismo”. Esa misma Ley le entregaba facultades al gobierno de Mubarak para prohibir las manifestaciones, censurar la crítica en todos los medios de información; para vigilar las comunicaciones personales y detener a cualquier persona de forma indefinida y sin cargos judiciales. Diferentes agrupaciones de derechos humanos hoy denuncian que al menos 10,000 personas permanecen detenidas de forma indefinida, sin cargos ni juicio en razón de esta Ley.
¿Hubo o no un Golpe de Estado en Egipto?
Fue la enorme presión popular que provocó la renuncia del dictador Hosni Mubarak el día 11 de febrero con la entrega del poder al Alto Mando Militar de ese país y NO la rebeldía de un grupo de la cúpula militar que destronó a Mubarak. El imperio norteamericano y el sionismo internacional disponían de varias jugadas para tratar de encarrilar al tren de la revolución popular que se le había escapado de sus manos. El pase del juego al Alto Mando Militar ante la incontrolable situación ya había sido prevista y denunciada por muchos analistas internacionales.
Aun cuando la Constitución egipcia estipula que al producirse la renuncia del Presidente de ese país, lo sucedería, de forma inmediata, el Presidente del Parlamento o, en su defecto, el Presidente del Corte Suprema de Justicia, y que el nuevo gobierno de transición debería llamar a unas elecciones presidenciales en un lapso de 60 días, como sabemos, esto no ocurrió así. Pues, fue Mubarak mismo quien rompe nuevamente con el orden constitucional y sede el poder al Estado Mayor de las fuerzas armadas. Estos últimos, a vez, suspenden la mil veces violentada Constitución de ese país y establecen realizar nuevas las elecciones generales, presidenciales y parlamentarias, en un lapso de 6 meses, al tiempo que anunciaban la disolución de las dos Cámaras del Parlamento apenas renovadas unos meses atrás, en Diciembre pasado, bajo grandes denuncias de fraudes electorales hechas por la oposición. Cerca del 94% de la población votante egipcia se había abstenido de participar en esas amañadas elecciones parlamentarias, lo que la hacía completamente nula.
Otra medida tomada por el Estado Mayor fue el establecimiento de un panel o comité para redactar enmiendas a la constitución de forma que permita eliminar las restricciones establecidas a los candidatos presidenciales, la misma ayudará también a fijar las reglas que regularán el correspondiente referéndum a la futura propuesta de enmienda. En el plano internacional, el Estado Mayor se comprometió a respetar todos los Acuerdos y Tratados Internacionales suscritos por el país, en especial lo referente al infame acuerdo de paz firmado con Israel de 1978. También ratificó a Ahmed Shafik como Primer Ministro para el periodo de transición y a todas las autoridades nacionales y locales.
Por más de 30 años el gobierno de Mubarak ha irrespetado la Constitución al realizar enmiendas constitucionales de manera in-consulta; al mantener vigente la Ley de Emergencia desde 1981; y, al celebrar elecciones presidenciales y parlamentarias de forma amañada y con altos índices de abstención. Egipto ha vivido por más de 30 años en un estado de ilegalidad e ilegitimidad de su gobierno. Hablar de Golpe de Estado hoy desvirtúa la realidad y la victoria alcanzada por su pueblo. Lo que en Egipto si hubo, fue una rebelión popular; una verdadera revolución que hoy se encuentra en una nueva etapa, muy difícil, amenazada por la traición y la falta de un liderazgo que vuelva a conducir el despertar de ese pueblo por la senda del socialismo árabe y el panarabismo como Gamal Abdel Nasser lo hizo en el pasado.
¿Quien es el nuevo Presidente de la transición en Egipto?
El Ministro de Defensa y jefe del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas Egipcias, Mohamed Huisein Tantaui es hoy quien dirige la junta militar de transición. Se había desempeñado como Comandante Presidencial y Director de la Autoridad de Operaciones de las Fuerzas Armadas, así como Ministro de Defensa de ese país. En enero pasado, cuando se inician las protestas en Egipto, la Cadena de Noticias Al Jazeera anunciaba el viaje del Ministro de Defensa egipcio a Washington. No se filtró más información al respecto. Posterior a su regreso al Cairo, el 31 de enero de 2011, extrañamente fue ascendido a rango de Vice-Primer Ministro, conservando la cartera de Defensa.
A partir del nombramiento de Tantaui como del Vice-Primer Ministro, el Alto Mando Militar declaró mediante un comunicado que apoyan las “reivindicaciones legitimas del pueblo” y los llamaba a regresar a sus casas, el propio Tantaui expresó “El Estado de Emergencia se levantará tan pronto como terminen las actuales circunstancias” para ello debían regresar a sus casas.
¿Entonces qué sucedió?
El día 8 de febrero el entonces recién nombrado Vicepresidente, Omar Suleiman, había convocado a una mesa de dialogo con los representantes de la oposición y expresado en los medios que la crisis debía terminar tan pronto como sea posible, destacando que la alternativa al dialogo era un “Golpe de Estado”. El día 11 de febrero las “predicciones” y advertencias de Suleiman se ejecutaron. Mubarak transfiere el poder al Alto Consejo Militar. Una vez tomado el control, el Alto Mando Militar, a través de un Comunicado público, declaró que no levantaría la Ley de Emergencia hasta que se superen las “actuales circunstancias imperantes”. En otras palabras, hasta que el pueblo egipcio dejara de salir a las calles y manifestar para exigir más reivindicaciones políticas. Aunque el Estado de Derecho en Egipto no existía desde hacía más de 30 años y la Constitución y las leyes sólo se utilizaban como excusa para justificar la represión contra el pueblo egipcio, con la transferencia al poder Alto Mando Militar se le pretendió dar un nuevo Golpe de Estado a la rebelión y exigencias del pueblo.
Es evidente que la nueva Junta Militar se instala con la intención de excluir cualquier elemento que pueda perturbar el actual orden político-económico de defensa de los intereses imperiales. Eso no lo podía asegurar una junta de transición encabezada por el Presidente del Parlamento y los representantes del liderazgo popular surgido de la Plaza Tahrir.
Por otra parte, Barack Obama y Benjamin Netanyahu han recibido garantías suficientes por parte del actual junta militar de transición de Egipto abiertamente pro occidental. Pero el pueblo egipcio ha conquistado algunos espacios políticos y el nivel de conciencia alcanzado en estos últimos días le hace casi imposible a occidente capitalizar completamente la situación.
La canalla internacional ha pretendido dar el nombre de “revolución loto” a la rebelión popular de Egipto. Cuando bien se sabe que la misma está lejos de ser una de esas “revoluciones de colores” planificadas y orquestada por el propio imperio, a través de sus lacayos internos, para tumbar a los gobiernos progresistas y revolucionarios. Mubarak fue un peón más del imperio norteamericano y del sionismo internacional que hoy dejo de ser útil a sus intereses. Lo que sucedió y continuará aconteciendo en Egipto, y en el mundo capitalista, es producto del clamor de un pueblo que exige justicia social y trabajo, verdaderas reivindicaciones a sus derechos políticos y laborales, el cambio del sistema político-económico que los asfixia, verdadera soberanía y fin a la injerencia externa. Lo que sucedió en Egipto fue una explosión popular; una revolución social que hoy se encuentra en una nueva y difícil etapa.
Queda de parte de las organizaciones políticas que lideraron las manifestaciones (Partido Nacional Democrático; Wafd; Partido Nasserista; Solidaridad; Partido Árabe Socialista Egipcio; Al Guil-La Generación; Partido de la Paz Democrática; Ghad-Mañana; Tagammu, la Comunidad; Partido Árabe Socialista; Hermanos Musulmanes; Movimiento 6 de Abril; Movimiento Kifaya-Basta; Asociación Nacional por el Cambio; más los manifestantes espontáneos) unirse en pro de nuevos objetivos políticos de forma de evitar que se reviertan lo poco alcanzado hasta ahora.
Las exigencias políticas que podrían surgir en esta nueva etapa es la conformación de un Gobierno de transición compuesto por los distintos movimientos políticos opositores, sin excepción, para que participen de forma protagónica en la redacción de la nueva constitución; que se den las garantías suficientes para los nuevos candidatos presidenciales y legislativos; abolición de la ley de Emergencia; y respeto total a los derechos y libertades de los ciudadanos; la confiscación y el rescate de todas las riquezas robadas al pueblo por Estados Unidos, Israel, y los familiares y cercanos de Mubarak, y el establecimiento de programas económicos-sociales que ayuden a mitigar la penuria económica de su pueblo.
El pueblo de Egipto tiene una gran oportunidad en sus manos. Sólo el valor, la determinación y la organización de las fuerzas políticas bajo las ideas y banderas rescatadas de Gamal Abdel Nasser le otorgarán la victoria final. Mientras tanto, el pueblo egipcio deberá continuar en las calles. Su desmovilización sería el fin de la rebelión revolucionaria.