El Día de la Memoria de 2025 resultó ejemplar


Salir a la calle no basta para modificar el sentido de la historia, pero es indispensable para lograrlo en un futuro visible. La envergadura y las predisposiciones del aluvión callejero del 24 de marzo de 2025 puede ser un espaldarazo de esperanza en esa dirección.
Variados observadores coinciden en que fue una manifestación más numerosa que la del año pasado, lo que algunes extienden más atrás en el tiempo, a todas las de los últimos años.
Esto referido a la movilización en la ciudad de Buenos Aires. En algunas ciudades del resto del país, también se ha señalado que la concentración de ayer superó en volumen a las anteriores.
La ejemplaridad no responde sólo al número, con toda la importancia que tiene el factor cuantitativo. Un elemento muy valorable es que se alcanzó un nivel de unidad ausente desde 2007. La división de otros años desalentaba a muchas personas que no entendían el porqué de la divergencia. De la duplicación de manifestaciones que no ocurrió esta vez.
El resultado indiscutible es que la Plaza de Mayo y las avenidas que convergen en ella estuvieron repletas de gente. Este año, más aún que en el anterior, la salida masiva a la calle estuvo aguijoneada por el repudio a la avanzada de la agresión a las políticas de DDHH y la apología de la dictadura que realiza el gobierno, video protagonizado por Agustín Laje incluido.
La manifestación tuvo la diversidad y la riqueza de enfoques que caracteriza a la masividad callejera en nuestro país. Artistas que hicieron sus performances, carteles hechos a mano con muestras de agudeza crítica e ingenio comunicativo, familias que traen a sus hijes pequeños para que se eduquen en la búsqueda de memoria, verdad y justicia.
La masividad de este 24 de marzo va en consonancia con el conjunto de salidas a la calle que se han sucedido desde el 1 de febrero pasado. El conjunto muestra una disposición incólume a la protesta, que va más allá de las minorías militantes o muy politizadas.
El pueblo argentino posee conciencia y organización. La dispersión, el desaliento de tantas frustraciones, el avance del individualismo y la insolidaridad pueden haberlas golpeado, no las anularon. La barbarie del gobierno actual, encuadrada en una política antipopular en su integridad convencen de dar pelea mucho más de lo que disuaden.
El enemigo es el mismo
No son pocos, y tal vez cada vez sean más, quienes perciben la semejanza de la política económica en curso con la que llevó adelante la dictadura de 1976. Y desde allí no es difícil proyectarse a la convicción de que no es otro que el gran capital el que está detrás de ambas experiencias.
La clase dominante puede utilizar tanto dictaduras como regímenes constitucionales para imponer sus objetivos, está de sobra claro en la historia reciente de nuestro país. Lo que también resulta evidente es el componente esencial de instigación, delación, complicidad activa, respaldo logístico, que prestaron los capitalistas a una dictadura que marchó de acuerdo con sus objetivos fundamentales. Un impulso criminal que nadie puede asegurar que no siga vigente.
Pasó medio siglo, las personas no son las mismas. Hay sin embargo identidad de clase con quienes hoy respaldan políticas destructivas concentradoras de la riqueza, empobrecedoras y excluyentes. Y no les provoca ninguna contradicción, más bien callado beneplácito, que esas políticas vayan acompañadas por la identificación desde el Estado con la mirada de la dictadura.
Un acontecimiento como la marcha de ayer es un nuevo aviso a quienes se consideran dueños del país acerca de que sus actos de hoy generan amplio repudio. Y que con seguridad quedarán en la memoria colectiva como una nueva serie de atropellos merecedora de castigo.
En consonancia con la posibilidad de comprensión de que no se trata de las tropelías de tal o cual elenco de gobierno sino de la prepotencia destructiva de una dictadura de clase.
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