El dinero lo es todo, la dignidad humana no cuenta
El Capital (2012)
La película EL CAPITAL (2012), dirigida por Costa-Gavras y basada a su vez en la novela homónima de Stéphane Osmont (2004), presenta la historia de Marc Tourneuil (Gad Elmaleh), a quien eligen como presidente del banco Phénix, con un sueldo de 1.5 millones de euros anuales (monto con el que no está de acuerdo Tourneuil, argumentando que los presidentes de otros bancos ganan el doble o más), además de primas y premios. Entre las acciones que realiza como presidente del banco tenemos el despido de diez mil trabajadores, la venta de activos tóxicos y la reducción del 30% de los créditos a pequeñas empresas. Luego compra un banco japonés que está en bancarrota, Phénix entra en bancarrota y el grupo para el que trabaja compra la entidad financiera. En última instancia, el grupo financiero hizo una jugada para crecer.
No es una casualidad que en los últimos años hayan aparecido películas y documentales sobre el funcionamiento de la banca en los países del centro del sistema mundial, dada su hegemonía en el mismo, imponiendo un diseño determinado a la economía de países enteros, y por ser el causante de las últimas crisis económicas internacionales, especialmente de la de 2008, que tuvo como epicentro a los Estados Unidos. Dos de esas películas son Wall Street (1987) y Wall Street 2: el dinero nunca duerme (2010), dirigidas por Oliver Stone.
No participo de la creencia ingenua de que el capital financiero es malo (por no participar directamente de la producción de riqueza social y por basar sus ganancias en el interés que cobran a empresas y ciudadanos que buscan créditos para financiar sus inversiones o gastos domésticos), mientras que el capital industrial sería bueno por impulsar la creación de riqueza social en base al trabajo de los obreros. En el mundo del cine existe un excelente documental que le hace una radiografía a las grandes corporaciones industriales, titulado precisamente La Corporación (2003), dirigido por Jennifer Abbott, Mark Achbar y Joel Bakan (https://lahaine.org/aT64). Este documental muestra con claridad la contradicción entre capitalismo y los valores de la solidaridad y el cuidado de la salud y la naturaleza. Esta contradicción es inmanente al modo de producción capitalista y no el resultado de la mala voluntad de uno u otro capitalista en particular.
Todas estas películas y documentales muestran que el principio rector del capitalismo, la lógica de maximizar la tasa de ganancia, ganancia que se disputa en un sistema de competencia, conducen necesariamente a priorizar el valor de cambio sobre el valor de uso, la ganancia sobre las necesidades reales y urgentes de la gente y su propia salud física y mental.
Si el capitalismo es un sistema histórico cuya esencia es la “acumulación incesante de capital” (Wallerstein), esto es, la acumulación sin límites, la subjetividad de la gente quedará marcada por la impronta de este sistema económico-social. Hablamos entonces de una subjetividad marcada por la creencia supersticiosa en los supuestos atributos mágicos de la mercancía, el dinero y el capital. Bajo el capitalismo, y esto es fundamental para comprender su funcionamiento y la subjetividad contemporánea, el dinero lo es todo y la dignidad humana no cuenta.
Si en Arcadia (2005)1 Costa-Gavras nos mostraba los efectos destructivos de la política del libre despido en la subjetividad de los trabajadores (efectos que podrían incluso conducirlo literalmente no solo a la angustia sino también a la locura), en El capital el cineasta greco-francés nos muestra la subjetividad del capitalista, la del banquero específicamente, las estrategias que utiliza y que conducirán a una mayor acumulación de capital para su banco, pero también su ambición (Marc Tourneuil le dice a su esposa Diane Tourneuil –personaje interpretado por Natacha Régnier-: “para ti el dinero es un recuerdo, para mí es el futuro”), sus fantasías de grandeza, su reducción de la persona a un instrumento que puede ser útil o inútil a los fines de la acumulación, su desprendimiento de los principios éticos, su tendencia a medir el valor de una persona por la cantidad de dinero que tiene: en la primera parte de la película Diane Tourneuil, le pregunta a su esposo:
Diane Tourneuil: ¿Qué quieres?
Marc Tourneuil: Dinero
Diane: ¿Para qué?
Marc: Para que me respeten.
El protagonista de la película está convencido de que el respeto a su persona será el resultado de la cantidad de dinero que logre acumular.
En la medida en que está vigente el principio de la maximización de la tasa de ganancia, y la creencia de que el valor de una persona y de un capitalista en particular se mide por la cantidad de dinero y de capital que tienen, en esa medida también se universaliza el principio de “el fin justifica los medios”. La burguesía financiera (y en general todas las fracciones de la burguesía) tiende a convertirse en lumpenburguesía, involucrada en grandes actos de corrupción, coludida con el Estado, evadiendo masivamente el pago de impuestos, reduciendo los salarios y buscando pagar salarios miseria en países de Asia, vendiendo activos tóxicos o productos cancerígenos a la población. En la película, el carácter delictivo de esta burguesía es reconocido por el protagonista cuando dice cínicamente frente al directorio del banco reestructurado y vencedor:
Amigos míos, soy su Robin Hood moderno. Seguiremos robándole a los pobres para dárselo a los ricos.
El directorio y socios del banco entonces lo aplauden vigorosamente y poco después, Marc agrega dirigiéndose al espectador:
Son unos niños, unos niños grandes. Se divierten. Y seguirán divirtiéndose y divirtiéndose hasta que todo reviente2.
La acumulación de capital es compulsiva, irrefrenable, y tiene lugar aunque los capitalistas tengan al frente con claridad un horizonte de crisis económica y de destrucción de la naturaleza.
Costa-Gavras.
Comportarse como adultos (2019)
Costa-Gavras presenta en 2019 Comportarse como adultos, una película basada en el libro de Yanis Varoufakis sobe la crisis griega de 2015. Varoufakis fue ministro de economía de Grecia con el frente gobernante Syriza y con Alexis Tsipras como presidente.
La película presenta claramente la rapacidad de la burguesía financiera internacional. El Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Unión Europea se encargaron de hacer arrodillar al presidente greco de entonces y obligó a todo un país a pagar una deuda impuesta e injusta por donde se la viera, a pesar de que el No pago de esa deuda bajo las condiciones impuestas por las instituciones financieras internacionales ganó en un referéndum con más de 61% de los votos. El presidente Tsipras va por el pago de la deuda bajo esas condiciones y también el parlamento aprueba ese pago con más de 73% de los votos. Varoufakis renunció. Al momento de hacerse la película, “la crisis continuaba y el pueblo griego sobrevivía heroicamente”, afirma la película.
Varoufakis no se negaba a pagar la deuda, exigía más bien una reestructuración de la misma y una “política realista contra la austeridad”. Exigía también reformas para combatir los privilegios de la oligarquía y luchar contra la corrupción. El ministro Varoufakis explicó incluso que la combinación de crisis económica más humillación nacional engendra el nazismo (un partido nazi había obtenido el tercer lugar en las últimas elecciones nacionales de Grecia). No fueron argumentos suficientes para que la Troica diera su brazo a torcer. Impusieron su política de “ajuste estructural” y de austeridad: recorte de los gastos sociales, disminución de los salarios hasta en un 70%, como resultado de lo cual el PIB de Grecia había disminuido hasta ese momento de 250 mil millones de dólares a 175 mil millones de dólares, por lo cual el crecimiento económico se ralentizó.
El capital financiero no promueve el desarrollo económico de los países no desarrollados, promueve apenas ajustar sus economías para optimizar la acumulación de capital en el centro del sistema mundial capitalista, como constantemente recordaba Samir Amin.
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Decía Marx que el dinero es el equivalente general de todas las demás mercancías. El dinero además es la medida del valor de las personas. Por eso, por ejemplo, en las sociedades capitalistas los ancianos y los niños tienen menos valor que los adultos, porque los primeros no producen, en tanto que los segundos están en su etapa “productiva”. Por eso también las humanidades y las ciencias sociales críticas en general no tienen el valor de mercado que tienen carreras como las ingenierías vinculadas directamente con el desarrollo de determinados sectores de la ciencia y la tecnología.
Si el dinero es la medida del valor de las cosas y de las personas, no tiene ningún sentido luchar por construir sociedades conformadas por personas iguales y libres, todos con las mismas posibilidades de desarrollarse multilateralmente, aun cuando elijan una especialidad determinada. Si el dinero es la medida del valor de las cosas y las personas, entonces no hay espacio para la amistad y el amor (obsérvese que Marc Tourneuil no tiene amigos, solo competidores y enemigos potenciales, incluso dentro del propio directorio del banco que dirige). La búsqueda de grandes fortunas está normalizada aun cuando su concreción esté en contradicción con los principios éticos. Las fantasías de grandeza de los burgueses los lleva a una vida de lujo y de derroche, así como a la negación y disociación de la realidad social.
Consiguientemente, el dinero como medida del valor de las personas no es funcional en absoluto a la lucha por construir un mundo más igualitario; al contrario, propicia la indiferencia al incremento de las desigualdades sociales y a la polarización económico-social a escala global e incluso al empobrecimiento absoluto de gruesos sectores de la población mundial.
Sin embargo, no hay que olvidar que si bien la cultura del individualismo se expande y profundiza, también encuentra resistencia: el dominio ideológico no es absoluto. La resistencia en la forma de prácticas de solidaridad y cooperación y movilizaciones están muy presentes en distintas partes del mundo y en distintos ámbitos de la sociedad. Con todo, no hay que perder de vista que de cualquier manera la cultura dominante es la cultura del fetichismo del dinero y del individualismo. Y cualquier cambio social sustantivo no puede prescindir de la transformación de esta cultura.
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(*) Santiago Ibarra es sociólogo y es maestrante en Estudios Sociales Urbanos.
1 Ver nuestro artículo “Algunas reflexione en torno a Arcadia, una película de Costa Gavras”. Texto disponible en: https://creacionheroica1928.blogspot.com/2021/07/cine.html, 1 de julio de 2021.
2 Castello, Paul, “El capital: El dinero es el amo, cuando mejor lo sirvas mejor te tratará”. Texto disponible en: https://latrivial.org/el-capital-el-dinero-es-el-amo-cuando-mejor-lo-sirvas-mejor-te-tratara/
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