El enfrentamiento con Venezuela sólo agudiza la grave crisis colombiana
Marcaron el primer semestre de gobierno del ultraderechista Iván Duque en Colombia, en los que la ciudadanía teme que para sobrevivir apele a dos guerras simultánea: una interna y otra contra su vecino del norte, Venezuela.
Su permanente y monótono bombardeo verborrágico contra el gobierno venezolano, el movimiento de tropas hacia la frontera y el financiamiento a las actividades (políticas y subversivas) de los opositores radicales del país vecino, culminaron con una fracasada operación pergeñada por Washington y encomendada a su gobierno, de introducir “ayuda humanitaria” a Venezuela, poniendo en vilo la paz en la región
La unidad mostrada por los militares venezolanos ha generado un “efecto rebote” en sus colombianos. La confesión de Duque a su mandante estadounidense Donald Trump en conversación telefónica (revelada por Nicolás Maduro) de que los militares colombianos no estarían dispuestos a verse involucradas en un conflicto (al menos abierto) con Venezuela, constituye un obstáculo de mucho peso en la ruta de los halcones de Washington... y, sobre todo, en el futuro colombiano.
Y llegó el rompimiento de las relaciones diplomáticas anunciadas por el presidente venezolano Nicolás Maduro. En Venezuela viven unos cinco millones de colombianos y vastos sectores de la población fronteriza se abastecen de productos (alimentos, gasolina entre otros) desde el país vecino, en una frontera que hasta el viernes último, era muy activa y de tránsito libre por los puentes, las vías fluviales y los llamados “caminos verdes”.
Por las lluvias, uno de los principales ríos del departamento del Chocó se desbordó y afectó al menos seis municipios este sábado, dejando más de siete mil víctimas sin asistencia. Juan Carlos Palacios, director de la pastoral social de la Diósesis de Istmina, señaló a Semana que el gobierno no estgá haciendo absolutamente nada plara atender la emergencia: "El Chocó es Colombia, ¿Hidrohituango es Colombia, Venezuela es Colombia?
Mientras, el estancamiento en la puesta en marcha de los acuerdos de paz con la guerrilla y el asesinato sistemático de dirigentes sociales, junto a la reaparición del paramilitarismo, hace temer un rebote armado en el país en un 2019 crucial para la política, ya que el cambio de gobierno y las elecciones locales son factores decisivos en la dinámica de violencia en un país donde día a día son asesinados numerosos líderes sociales.
Y los escándalos de corrupción no se detienen, incluyendo el asesinato de testigos de las operaciones fraudulentas de los sucesivos gobiernos de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, donde aparecen involucrados –como actores o encubridores- no solo grandes empresas y empresarios, políticos, altos funcionarios y magistrados, sino hasta el Fiscal General.
Y en los últimos 48 meses reaparecieron en Bogotá, la capital, los ataques con explosivos (se han presentado 27). En 2015, se trató de ataques con artefactos de baja capacidad y posteriormente y se produjeron detonaciones contra la fuerza pública, bancos, entidades de salud y lugares comerciales, entre ellos el atentado contra la sede del partido Opción Ciudadana en Teusaquillo, el sucedido en el centro comercial Andino donde murieron tres mujeres.
Y hace pocas semanas, el atentado con carro bomba en la Escuela de Policía General Santander, que dejó un saldo de más de dos decenas muertos y 65 heridos: el gobierno aprovechó para finiquitar las conversaciones de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN)
Ayuda humanitaria y Muro de Berlín
El presidente colombiano fue fuertemente criticado en redes sociales (la prensa hegemónica se abstuvo de hacerlo) por cuenta de una comparación fuera de lugar. El viernes 22, cuando terminó el show del Aid Live en Cúcuta, a Duque, que estaba en la tarima junto a Guaidó, posando para las cámaras, un periodista le preguntó sobre qué iba a pasar si no se permitía el ingreso a los camiones.
Y Duque contestó: “Yo creo que eso sería un crimen de lesa humanidad evitar que llegue la ayuda humanitaria. Digamos las cosas como son: hoy en día eso es casi equivalente a lo que fue la caída del muro de Berlín, en ese momento era para dividir, aquí es para evitar que llegue ayuda humanitaria, por eso hoy tengo la ilusión de que el pueblo venezolano va a convencer a las fuerzas militares de ese país para que ubique en el lado correcto de la historia”,
Las difíciles relaciones
Entre Colombia y Venezuela se han suscitado una serie de eventos que culminaron, por ahora, con la ruptura de relaciones, anunciada por el presidente Maduro, medida que desde el vamos impedirá el abastecimiento de gasolina y alimentos al norte colombiano. No es la primera vez que suenan tambores de guerra entre los dos vecinos del norte sudamericano.
Colombianos y venezolanos comparten, además de una historia común, una frontera marítima y otra terrestre de más de 2.200 kilómetros, y varios incidentes en los últimos 32 años, además de una permanente guerra de micrófonos durante la gestión del presidente colombiano Álvaro Uribe.
El 19 de agosto de 1987 la colombiana Corbeta Caldas se adentró en aguas venezolanas del Golfo de Venezuela, lo que estuvo a punto de crear una crisis de grandes dimensiones.
Con el fracasado golpe de Estado a Hugo Chávez en 2002, el dictador por 47 horas Pedro Carmona huyó a Bogotá (se supone que en vehículo diplomático colombiano), desde donde junto a otros opositores inició una campaña contra el gobierno de Chávez.
En el año 2004 agentes secretos colombianos, capturaron y secuestraron en pleno centro de Caracas al “canciller” de las FARC Rodrigo Granda, hecho que Chávez calificó como una violación a la soberanía venezolana. Venezuela fue factor importante en el acuerdo de paz del gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC, que no fue respetado por Bogotá.
Desde 2017 no hay embajador de Colombia en Caracas (Juan Manuel Santos lo retiró y Duque no nombró a nadie) y desde mediados de 2018 también Venezuela se quedó sin representante diplomático en Bogotá. Este año los países vivieron otra crisis diplomática por cuenta de la decisión de Maduro de expulsar al cónsul colombiano Juan Carlos Pérez, ante la expulsión de Carlos Pino, asesor externo de la embajada venezolana.
La realidad es que las relaciones estaban reducidas a las consulares, mientras Duque armaba el parapeto para que EEUU introdujera la “ayuda humanitaria” a Venezuela por su extensa frontera, y brindaba todo tipo de apoyo a los dirigentes opositores venezolanos, mientras grupos de paramilitares (de ambos países) eran entrenados en territorio colombiano para entrar al país vecino, según las denuncias de Caracas.
Al menos, Duque logró uno de sus objetivos: desviar la atención de su pésimo gobierno hacia un conflicto internacional con Venezuela. Un conflicto que sus propios militares no se animan asumir, pese a que significaría seguir recibiendo ingentes recursos de EEUU, dentro del llamado Plan Colombia. Los crecientes índices de pobreza dejan en claro que millones de colombianos necesitan, realmente, de la ayuda humanitaria.
CLAE