El estado de la cuestión: la izquierda europea ante su propio espejo
En la medida en la que el sistema capitalista sigue enredándose en una crisis económica que parece no tener fin, sus rasgos autoritarios van adquiriendo mayor relevancia.
No es la primera vez que eso se produce en la historia europea en los últimos 100 años. En curso de la década de los años 30 del pasado siglo, cuando los grandes propietarios industriales germanos no encontraban la fórmula para neutralizar las reivindicaciones del potente movimiento obrero alemán inventaron y luego financiaron al llamado Partido Nacional Socialista,encabezado por Hitler, para que contuviera lo que parecía una ola imparable de las clases populares de ese país.
Esa experiencia no se limitó a Alemania. Antes, en Italia, Benito Mussolini y su Partido Fascista habían logrado hacerse con el poder a principios de la década de los 20. La catástrofe ocasionada por la Primera Guerra Mundial había dejado centenares de miles de trabajadores italianos en una situacion de pobreza extrema. Las clases dominantes de ese país necesitaron también de la ayuda de un partido autoritario y "fuerte" que pusiera"en su lugar" a los movimientos de protesta y reivindicacion social estimulados por el malestar social.
Algo similar sucedió en Austria. Y en España, donde el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 terminó desencadenando, tan sólo cinco meses después, una guerra que acabó con la vida de 1 millón de españoles, en lo que constituyó el conflicto civil más cruento que conoce la historia de Europa.
Ha transcurrido casi un siglo desde aquellos trágicos acontecimientos. Para acabar con la hiedra del fascismo que se apoderó del Continente fue necesaria nada menos que una Guerra mundial que tuvo como saldo 50 millones de víctimas.
Pero aunque en la situación actual se producen algunas coincidencias con los fenómenos sociales desencadenados por la crisis del 29, el panorama político dista mucho del que tuvo lugar hace 80 años.
LA EVOLUCIÓN DEL CAPITALISMO EUROPEO A PARTIR DE LA II GUERRA MUNDIAL
A partir de 1945, el sistema capitalista gozó de uno de los períodos más"bonancibles" de su historia. La reconstrucción de los países devastados por el conflicto bélico hizo posible un extraordinario desarrollo de las fuerzas productivas europeas posiblitando, a su vez, que los Estados Unidos pudiera convertirse en aquel proceso en primera potencia mundial.
Es cierto que durante los años 50 y 60 los grandes imperios británico y francés tuvieron que contemplar cómo sus colonias se convertían en países"independientes" . Pero, en realidad, se trataba de un espejismo engañoso, de una liberación "a medias". Ya no existían, es cierto, las vetustas instituciones coloniales, ni los omnipotentes gobernadores delegados de los imperios. Eso proporcionaba una apariencia de "libertad" a los antiguos países ocupados. Perolas antiguas colonias africanas y de Oriente Medio continuaron dependiendo económica y tecnológicamente de las viejas metrópolis. imperiales y el modelo deintercambio desigual que existía entre ambos polos del sistema también continuó intacto. Como es sabido, quien domina la economía, termina dominando igualmente las instituciones políticas. Y así sucedió.
Sin embargo, ello no ocurrió en el mismo grado y forma en todos los países que habían estado sometidos durante siglos a uno u otro tipo de colonialismo. Países como China, India y otros pertenecientes al sudeste asiático lograron, en un corto espacio de tiempo, una vertiginosa industrialización. En tan sólo unas pocas décadas esas naciones terminaron convirtiéndose en potentes competidores en el mercado mundial frente a los productos fabricados por los antiguos imperios europeos.
Las mercancías europeas empezaron a tropezarse con fuertes dificultades para competir con los bajos precios de los productos que ofrecían los países asiáticos. Por tanto, los grandes fabricantes europeos, así como los círculos financieros del viejo continente , recurrieron al asalto de las rentas salariales para impedir que sus tasas de beneficios se vieran reducidas. La robotización, el paro y las reducciones salariales se convirtieron en Europa en un instrumento idóneo para incrementar su competitividad productiva. Como consecuencia, hoy las tasas de paro creciente aparecen claramente como un fenómeno intrínseco al sistema capitalista. Y con el desempleo han crecido también, de manera exponencial, la miseria, la liquidación de muchos servicios sociales y la conflictividad laboral.
UNA SITUACIÓN INÉDITA: SIN ALTERNATIVAS REVOLUCIONARIAS
Pero conviene constatar que, a diferencia de lo que sucedía en la década de los 30 del pasado siglo, esta situación se está produciendo en Europa sin la resistencia de los sindicatos ni de las organizaciones de las clases trabajadoras. Estos aparecen hoy neutralizados o comprados por la gran patronal, condicionados por la acción gubernamental e incapacitados para encabezar cualquier tipo de lucha efectiva por las reivindicaciones de sus supuestos representados.
Algo similar sucede con los llamados partidos políticos que se reclaman "de izquierdas". Sus direcciones han borrado de sus perspectivas programáticas e ideológicas la posibilidad de protagonizar un cambio radical en el sistema político y económico existente. En el mejor de los casos, apenas se atreven a esbozar tibias reformas en la fachada del capitalismo. La revolución ha desaparecido de sus horizontes, aunque las contradicciones de clase sean hoy más visibles y virulentas que en ningún otro momento del pasado.
De manera simultánea, por otra parte, las clases sociales hegemónicas tratan de imponer sus criterios sobre un "nuevo tipo de rentabilidad" en sus negocios, a través de durísimas reformas laborales que están barriendo de un plumazo todas las conquistas obtenidas por los trabajadores a partir del final de la Segunda Guerra Mundial. Nunca como hoy los Ejecutivos gubernamentales desempeñaron el papel de eficaces Consejos de Administración de los intereses de la alta burguesía industrial y financiera de una manera tan evidente.
A diferencia de lo que sucedía en la Italia de Gramsci, en la Alemania de la República de Weimar, en la España republicana o en Francia durante las décadas de los 20 y 30 del pasado siglo, en casi todo el viejo continente han dejado de existir los partidos revolucionarios.
En una aparente paradoja, el vacío dejado por las organizaciones de la izquierda tratan de llenarlo la demagogia de la extrema derecha o de lasorganizaciones de carácter populista, encabezadas por la charlatanería oportunista de sus líderes .
Vivimos pues, una situación inédita. Inéditas, probablemente, tendrán que ser también nuestras respuestas políticas frente al calibre del panorama al que nos enfrentamos.