El fin de una ilusión
Dos acontecimientos paralelos impactaron con fuerza en todos los países del mundo al final del siglo XX: el proceso de restructuración capitalista y el triunfo temporal de la contrarrevolución que llevó al derrocamiento de la construcción socialista en la URSS, y en otros países de Europa, Asia y África.
La ilusión de que era posible un tercer camino se vino así por los suelos. Esta era cimentada por la correlación que abría la confrontación entre el campo socialista y el campo del imperialismo. Algunos pensadores y sus organizaciones, así como la retórica del nacionalismo revolucionario argumentaban sobre la originalidad del camino mexicano y su sistema de economía mixto (intervención del estado en la economía y propiedad privada); algunos reformistas sostenían, deformando al marxismo, que ello abría el paso gradual y pacifico al socialismo. Hoy esa ilusión llega a su fin, cuando el Congreso de la Unión y el Constituyente Permanente aprueba, a toda velocidad el fin del monopolio del Estado mexicano sobre el petróleo y la electricidad, dando paso a la promulgación presidencial de Peña Nieto sobre la reforma energética. Este hecho marca la muerte definitiva de lo que algunos llaman el nacional-desarrollismo.