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Argentina :: 17/12/2024

El gobierno "libertario" de diciembre a diciembre

Daniel Campione
Milei ofreció un discurso de balance de su primer año en el que procuró conjugar un tono de marcado optimismo con la promesa de que profundizará sus políticas de destrucción del Estado

La presentación televisiva tuvo una escenografía planificada con cuidado. La posición más destacada fue para Karina Milei, su hermana y secretaria general. Al lado del jefe de Estado y a la derecha. A su izquierda el jefe de gabinete, Guillermo Francos El número dos en la jerarquía formal, situado algo más atrás en la real.

En los intersticios que dejaban esas figuras centrales, podía verse más al fondo a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich y a Luis Caputo, ministro de Economía.

También ocupaban sitios de realce Federico Sturzenegger, de la cartera de Desregulación del Estado y Sandra Pettovello de Capital Humano.

Ese es el núcleo dilecto de colaboradores del actual presidente, al que hay que sumarle la posición informal de Santiago Caputo. Son los ejecutores de políticas en las áreas más ligadas a la reconfiguración del Estado y la sociedad. Hechas al servicio de la entronización más completa del poderío del gran capital.

El presidente les agradeció a todos los miembros de su gabinete la ayuda prestada a lo largo de este año. Sólo a una la destacó con nombre y apellido y con una privilegiada expresión de gratitud. A su hermana Karina, la única inamovible, destinada a diferenciar entre leales y traidores. Y al acaparamiento de espacios crecientes de poder.

La gente común y la casta, una vez más

La exposición comenzó con un reconocimiento para la paciencia social con la que cuenta hasta ahora el gobierno, según dictaminan la casi unanimidad de los estudios de opinión pública. Y acercó una promesa de cercana redención:

En pocas palabras, quiero agradecerles a los argentinos de a pie, que fueron tratados como ciudadanos de segunda durante décadas y a quienes hoy queremos devolver el lugar que se merecen. El sacrificio que han hecho es conmovedor. Les aseguro que no será en vano.

Una idea persistente en los discursos presidenciales es la de un sacrificio de proporciones bíblicas. Ahora admite que ese padecimiento no tuvo como destinatario privilegiado a "la casta" sino a la mayoría de los habitantes de nuestro país.

Lo que acompañó con la afirmación de que viene a librar a las mujeres y varones comunes de su carácter de víctimas de ls malhadada "casta". Sigue como un presagio. Mientras tanto, a sufrir.

Milei persiste y profundiza en su esquema de contraposición entre el bienestar de la sociedad argentina y los intereses de una minoría privilegiada por su inserción política.

Elástica noción que hasta ahora le ha sido funcional para construir un "enemigo del pueblo". Cuyos bordes excluyen a los verdaderos dominadores, los poseedores del gran capital. Que no son enemigos, sino héroes, como se sabe.

Milei se adjudicó ser beneficiario de un convencimiento extendido en la sociedad, que lo apoyaría por identificación ideológica y hasta por patriotismo: "la sociedad este año les demostró que su compromiso con el cambio no fue un capricho momentáneo, sino una convicción inquebrantable, amparada en la esperanza de reconstruir nuestra nación."

El primer mandatario eligió para el 10 de diciembre de 2024 un papel de profeta de la prosperidad, un predicador de que se avecinan "tiempos felices". A partir de la supuesta constatación de que la recesión ya terminó y el país ha comenzado a crecer de un modo vigoroso.

En un pasaje del discurso el líder de La Libertad Avanza (LLA) celebró un logro más elemental: que su gobierno no sufrió un rápido ocaso ni se encenagó en seguida en una crisis: "Hace un año decían que no llegábamos a enero. Hoy ya estamos en diciembre."

Es cierto que lo rodearon al principio predicciones sombrías que no se verificaron y hoy parecen alejarse. Y al gobierno le interesa mucho que se lo crea así.

Orden y "seguridad"

Sin alterar el habitual predominio de las cuestiones económicas en sus exposiciones, Milei balanceó con una adquisición en el terreno del orden: "Hoy los piqueteros tienen miedo de tomar la calle y la gente puede circular tranquila. Y con razón, porque para nosotros el orden público es sagrado."

Es de notar la referencia al miedo, que para el gobierno actual es un fundamento inexcusable a la hora de sacar de las calles a resistentes y opositores.

Su ideología del orden y la "seguridad" complementa su visión de una sociedad disciplinada, con mayorías obedientes. Y asimismo hay un cálculo de conveniencia.

La terminación (temporal) de los piquetes y las visiones punitivas basadas en el aumento de penas, la imputabilidad de menores y la vía libre para la violencia policial, serían objeto de una valoración favorable para el electorado de LLA.

Un amplio sector de la sociedad, sobre todo en las grandes ciudades, aspira a ver las calles "limpias" de cualquier "otro" que porte peligros o incluso simples molestias. Es una tendencia que viene de arrastre y el actual gobierno capitaliza.

En esa línea se jactó de haber terminado con una situación en la que "nuestras fuerzas del orden eran despreciadas por la clase política, la calle era tierra de nadie, imperaba el 'sálvese quien pueda'."

Se hace fuerte la tentación de señalar que el reino de la salvación individual que Milei denuncia está muy vinculado a las propuestas y acciones del gobierno. Si bien más en el terreno económico que en el de la seguridad, donde el vituperado Estado es puesto al frente.

Yo, antes que nada

El líder "libertario" incurrió una vez más en las apreciaciones grandilocuentes acerca de sí mismo y de sus acciones:

"Si consideramos la Ley Bases y el DNU en su conjunto, hemos hecho la reforma estructural más grande de la historia, ocho veces más grande que la de Menem."

Sería ocioso preguntarse de dónde sale la relación "1 a 8" entre la transformación regresiva de la década en la que Carlos Menem presidió los destinos del país y este solo año de presidencia de Milei. Arbitrariedades numéricas a las que nos tiene acostumbrados.

Entre un conjunto de consideraciones a propósito de inflación, gasto público y eliminación del déficit fiscal y la emisión, el mandatario suma lo que considera una epopeya desregulatoria:

"Al día de hoy, ya eliminamos más de 800 normativas, a razón de más de 2 por día. Así, abrimos los cielos, desregulamos el transporte terrestre, eliminamos los precios máximos y las prohibiciones de exportación. Derogamos la ley de góndolas, eliminamos los excesos de SADAIC y las sociedades de gestión colectiva, habilitamos internet satelital y aumentamos la competencia en el sector de medicamentos."

El impulso desregulador tiene un correlato en la supresión de organismos estatales y los mayores despidos de personal. Es la "motosierra profunda". Ya no limitada a revertir políticas del kirchnerismo, sino dedicada a la reconfiguración del rol del Estado respecto al que se le conoció desde la primera presidencia de Perón.

Milei se refirió a "capas geológicas de organismos y funciones estatales injustificadas". Las que conducían a una idea del Estado que debería "desde darle de comer hasta entretener a cada ciudadano".

Está claro, si hay escasez de algún tipo o incluso hambre, no se debe esperar ninguna respuesta del aparato estatal. "Para cada necesidad, habrá un mercado", dijo hace poco el ministro desregulador. Allá van.

Mientras tanto vía libre para los empresarios. Sin incómodas restricciones estatales que impongan la consideración de otros intereses que no sean los del capital.

Se agrega la promesa de una rotunda reducción de la carga impositiva, que haga aún más regresivo un sistema tributario que ya lo es. En otro pasaje el jefe del Ejecutivo prometió una reducción del 90% en los impuestos nacionales.

Le dio un lugar a las relaciones económicas internacionales, en el que se destacó el propósito de llegar a un tratado de libre comercio con EEUU. Eso entre lamentos porque en 2005 se perdió una "oportunidad histórica" al materializarse el rechazo al ALCA, motorizado por los líderes progresistas latinoamericanos del momento.

"Chavismo" repudiable, para el cual el gobierno pretende una enmienda definitiva. El remedio es un alineamiento con EEUU e Israel como núcleo de la política exterior. Siempre es momento oportuno para esa prédica.

"La hora del hombre común"

Avanzado su discurso, el líder "libertario" esbozó una construcción del enemigo algo más compleja que la de "casta". Viene ensayándola en las últimas semanas. Lo suyo sería, además, un enfrentamiento con ribetes heroicos con el "partido del Estado". Esto amerita una cita algo extensa:

" (es significativo que) periodistas, sindicatos, organizaciones sociales y políticos de todos los colores, que hasta hace poco se sacaban los ojos, se hayan unido en defensa del statu quo como si pertenecieran a un mismo partido: el partido del Estado. (...) Vinimos a terminar con el régimen de privilegios que convirtió a los argentinos de bien en ciudadanos de segunda. Llegó la hora del hombre común.

Cabe prestar atención a la última oración. Milei hace gala de su identificación con "los comunes". Luce un toque de plebeyismo que acentúa su orientación "antielites".

Y procura sacar partido una vez más de la larga secuela de abusos de la dirigencia. Al servicio de un barrido que no excluye a nadie y descalifica a sinceros luchadores. Los mezcla con quienes actúan de espaldas a las verdaderas necesidades populares. Y con su beneficio individual o de grupo como horizonte prioritario.

Nadie sale limpio, salvo los partidarios del gobierno o los opositores nominales que se someten a sus propósitos.

¿De quién es la hora del triunfo?

Este balance anual del primer mandatario está hecho en un momento encumbrado. En medio de la devastación ya producida, cunde el reconocimiento del establishment por la caída de la inflación, la estabilización del dólar, la baja del "riesgo país", el superávit fiscal. En términos de la ortodoxia económica su programa es un "éxito". Resta saber por cuánto tiempo.

No es de práctica en un gobernante con tan elevada autoestima trazar dudas acerca de la proyección a futuro. Tampoco lo es, al parecer, la transmisión de una mirada acerca de la educación, la salud pública, las relaciones laborales, ausentes en esta alocución del primer aniversario.

Todo parece resumirse en una fórmula del tipo "buenos indicadores macroeconómicos + depuración del sentido común de resabios "zurdos" + palos para los descontentos".

Desde esa base, se atribuye ser el portador de una nueva esperanza. La apuesta es a una recuperación económica que pueda arrastrar el beneplácito de algunos sectores populares. Los hoy signados por el desenvolvimiento individual dentro de una cultura de la precarización y el aislamiento. Que incluso puedan aceptar las consecuencias de la competencia despiadada y su probable resultado de fracaso.

Aspiraciones de justicia e igualdad, organización, acción colectiva: ¡Afuera! Cada uno en lo suyo, buscándose el sustento en las impiadosas condiciones del mercado. Un contexto en el que cualquier referencia a derechos parece inoportuna, hasta improcedente.

El futuro cercano dirá si nos espera el "nuevo orden" libertario. Tal vez acompañado de algún emparche de "oposición" cada vez más encuadrado en la hegemonía ultraliberal. O un proyecto de transformación radical que aún no asoma. Y cuya necesidad resulta acuciante.

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