El hecho maldito (del país burgués)
La guerra de Cooke era una guerra de posiciones, con dirección política y retaguardia sólida. Cooke concebía la política como praxis orientada a la conformación de un poder real popular para confrontar con el poder real del Capital y sus instituciones y valores. En el peronismo coexistían una experiencia plebeya, resistente, impermeable a los mitos de Occidente y al patriarcado bondadoso; y una experiencia que por momentos rozó la soberanía popular, con una ilusión de poder (bastante eficaz, por cierto). Cohabitaban la perspectiva del pueblo y la perspectiva del Estado (no necesariamente de la nación). Convivían la mística y la idolatría. La primera servía para ampliar el campo de lo “posible político”, la segunda lo restringía. La primera hacía practicable una intervención eficaz de la clase trabajadora en la lucha de clases, la segunda la bloqueba.
"El Hereje. Apuntes sobre John William Cooke", de Miguel Mazzeo, publicado por la editorial El Colectivo, de próxima aparición.