El imperialismo y el colonialismo de asentamiento blanco en la teoría marxista
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El concepto de colonialismo de asentamiento siempre ha sido un elemento clave en la teoría marxista del imperialismo, cuyo significado ha evolucionado gradualmente a lo largo de un siglo y medio. Hoy en día, el resurgimiento de poderosos movimientos indígenas en las luchas por la supervivencia cultural, la tierra, la soberanía y el reconocimiento, además de la resistencia al genocidio infligido por el régimen israelí al pueblo palestino en los territorios ocupados, han puesto la noción de colonialismo de asentamiento en el centro del debate mundial. En estas circunstancias, la recuperación y reconstrucción de la comprensión marxista de la relación entre el imperialismo y el colonialismo de asentamientos es un paso crucial para ayudar a los movimientos indígenas y a la revuelta mundial contra el imperialismo.
Esta recuperación y reconstrucción de los análisis marxistas en este ámbito es tanto más importante cuanto que en el último cuarto de siglo ha surgido un nuevo paradigma de estudios sobre el colonialismo de asentamientos, iniciado en Australia por figuras intelectuales tan distinguidas como Patrick Wolfe y Lorenzo Veracini. Esto constituye ahora un campo distinto a nivel mundial, que, en su forma dominante actual en la academia, se centra en una pura «lógica de eliminación». De esta manera, el colonialismo de asentamiento como categoría analítica basada en colectivos autónomos de colonos se separa del colonialismo en general, y del imperialismo, la explotación y la clase.1 En este sentido, se suele decir que el colonialismo de asentamiento es una fuerza planetaria primordial en sí misma. En palabras de Veracini, «Fue un poder colonial de colonos el que se convirtió en una potencia hegemónica mundial... Las numerosas ocupaciones estadounidenses» en todo el mundo son ocupaciones «coloniales de colonos». Ahora se nos dice que no solo las colonias de colonos «puras» o ideales de EEUU, Canadá, Australia, Nueva Zelanda e Israel pueden considerarse como tales, tal como las concibió originalmente Wolfe, sino que también «toda África», además de gran parte de Asia y América Latina, han sido «moldeadas» en gran medida por la «lógica de la eliminación», en contraposición a la explotación. En lugar de ver el colonialismo de asentamiento como una parte integral del desarrollo del sistema imperialista mundial, se ha convertido, en algunos relatos, en su propia explicación completa.2
Sería un error negar la importancia de la obra de figuras como Wolfe y Veracini, y el nuevo paradigma del colonialismo de asentamiento. Como afirma Roxanne Dunbar-Ortiz en Not «A Nation of Immigrants»: Settler Colonialism, White Supremacy, and a History of Erasure and Exclusion, Wolfe llevó a cabo una «investigación pionera» que demostraba que «el colonialismo de asentamiento era una estructura, no un acontecimiento». Hizo un gran servicio al poner en el centro de la cuestión la noción de colonialismo de asentamiento y toda la lucha indígena. Sin embargo, en el caso de EEUU, añade, en una corrección al relato de Wolfe, los fundadores no eran simplemente colonos, eran «imperialistas que visualizaron la conquista del continente y el acceso al Pacífico y a China». La proyección de la expansión imperialista estadounidense desde el principio no tenía límites territoriales y estaba orientada a un imperio ilimitado. El colonialismo de asentamiento reforzó, en lugar de definir, esta trayectoria imperialista global, que tenía sus raíces en el propio capitalismo. Esto sugiere que existe un enfoque histórico-materialista del colonialismo de asentamiento que lo ve dialécticamente conectado al capitalismo, al colonialismo y al imperialismo, en lugar de como una categoría aislada.3
Marx y el colonialismo de asentamiento
En la actualidad, en las investigaciones sobre el colonialismo de asentamiento se reconoce ampliamente que Karl Marx fue el pensador fundamental en este ámbito en su análisis de la «llamada acumulación primitiva», sus referencias al colonialismo propiamente dicho o colonialismo de asentamiento y su análisis de Edward Gibbon Wakefield y la «Teoría moderna de la colonización», con la que finalizó el primer volumen de El capital. 4 Sin embargo, este reconocimiento de las numerosas referencias de Marx al colonialismo de asentamiento rara vez llega a descubrir toda la profundidad de su análisis al respecto.
Como autoridad en filosofía griega antigua que escribió su tesis sobre el antiguo filósofo materialista Epicuro, Marx estaba muy familiarizado con la antigua cleruquía griega, o colonia de colonos establecida como una extensión de su ciudad-estado fundadora. En muchos sentidos, la cleruquía ateniense más notable fue la isla/polis de Samos, el lugar de nacimiento de Epicuro, cuyos padres eran clerucos o colonos colonialistas. La colonia de Samos se estableció en el año 365 a. C., cuando los atenienses expulsaron por la fuerza a los habitantes de la isla y los reemplazaron por ciudadanos atenienses procedentes de la población indigente de una Atenas superpoblada, convirtiendo a Samos no solo en una colonia de colonos, sino también en un estado de guarnición dentro del Imperio ateniense. La disputa en el mundo griego sobre la cleruquía en Samos fue posteriormente el centro de dos grandes guerras libradas por Atenas, que resultaron en la caída final de Atenas como una gran potencia con su derrota por Macedonia en el 322 a. C. Esto llevó al desmantelamiento de la cleruquía en Samos (en cumplimiento de un decreto emitido por Alejandro Magno poco antes de su muerte), la expulsión de los colonos atenienses y el regreso de la población original a la isla.5
Para Marx y otros pensadores de formación clásica del siglo XIX, la colonización ateniense de Samos representaba un modelo puro de colonialismo. Aunque el colonialismo de asentamiento iba a adoptar formas nuevas y más crueles bajo el capitalismo, reforzadas por la religión y el racismo, el fenómeno subyacente era, por tanto, bien conocido en la Antigüedad y familiar para los eruditos del siglo XIX. En su análisis del colonialismo en El capital y en otros lugares, Marx se refirió a lo que ahora se llama «colonialismo de asentamiento» como «colonialismo propiamente dicho», un uso que más tarde adoptaron Friedrich Engels y V. I. Lenin.6 El concepto de colonialismo propiamente dicho reflejaba claramente el punto de vista clásico centrado en la antigüedad griega. Además, cualquier uso de «colono» para modificar «colonialismo» se habría considerado redundante en el siglo XIX, ya que la raíz etimológica de «colonialismo», derivada del latín y las lenguas romances, era colonus/colona, que significa «granjero» o «colono».7 Por lo tanto, el significado original de la palabra colonialismo era literalmente colonialismo [settlerism en el artículo original, ndlr]. Pero en el siglo XX, el significado del colonialismo se había ampliado tanto que ya no se asociaba con sus orígenes históricos clásicos ni con sus raíces lingüísticas, lo que hacía más aceptable el uso del término «colonialismo de colonos»[settler colonialism en el artículo original, ndlr].
El colonialismo propiamente dicho, en la concepción de Marx, adoptaba dos formas, ambas con la lógica del exterminio como condición previa, en el sentido decimonónico de exterminar, que significa tanto erradicación forzosa como expulsión. 8 El «primer tipo» estaba representado por «EEUU, Australia, etc.», asociado a una forma de producción basada en «la masa de los colonos agricultores» que se propusieron «producir su propio sustento», y cuyo modo de producción no era, por tanto, de carácter capitalista inmediato. El «segundo tipo» consistía en «plantaciones, donde las especulaciones comerciales figuran desde el principio y la producción está destinada al mercado mundial». Este tipo formaba parte del «modo de producción capitalista, aunque solo en sentido formal, ya que la esclavitud de los negros [en las plantaciones del Nuevo Mundo] excluye el trabajo asalariado libre, que es la base de la producción capitalista. Pero el negocio en el que se utilizan esclavos está dirigido por los capitalistas».9
El colonialismo de colonos del primer tipo, el de los colonos agricultores, era dominante en el norte de EEUU, mientras que el segundo tipo de colonia de colonos, fundada en plantaciones de esclavos, dominaba el sur de EEUU. El segundo tipo, o lo que Marx también denominó «segundo colonialismo», tenía sus raíces en el trabajo esclavo y en las economías de plantación que estaban dirigidas por capitalistas que también eran grandes terratenientes, con relaciones capitalistas «injertadas» en la esclavitud. Las colonias de colonos en el sur anterior a la guerra, aunque basadas principalmente en la esclavitud en las plantaciones, también incluían un número bastante grande de «colonos agricultores» de subsistencia, o blancos pobres que vivían de una forma marginal y de subsistencia, ya que los propietarios de las plantaciones de esclavos se habían apoderado de las tierras más fértiles.10
De esta manera, el enfoque de Marx sobre el colonialismo de asentamiento abarcaba no solo la lógica exterminadora dirigida a las naciones indígenas, sino también las formas duales de producción (granjeros libres y esclavitud en las plantaciones) que surgieron dentro de la estructura colonial de asentamiento resultante. Sin embargo, la dialéctica general del colonialismo de asentamiento tenía como condición previa el exterminio (incluida la eliminación) de las poblaciones indígenas. Como Marx lo expresó en el primer volumen de El Capital:
El descubrimiento de oro y plata en América, la extirpación, esclavización y sepultura en minas de la población indígena de ese continente, los inicios de la conquista y saqueo de la India, y la conversión de África en una reserva para la caza comercial de pieles negras, son todos hechos que caracterizan el amanecer de la era de la producción capitalista. Estos procedimientos idílicos son los momentos principales de la acumulación primitiva...
El trato a la población indígena fue, por supuesto, más espantoso en las colonias de plantaciones establecidas exclusivamente para el comercio de exportación, como las Indias Occidentales, y en países ricos y bien poblados, como México y la India, que fueron entregados al saqueo. Pero incluso en las colonias propiamente dichas, el carácter cristiano de la acumulación primitiva no fue desmentido. En 1703, aquellos sobrios exponentes del protestantismo, los puritanos de Nueva Inglaterra, establecieron por decreto de su asamblea una prima de 40 libras por cada cabellera india y cada piel roja capturado; en 1720, se estableció una prima de 100 libras por cada cabellera; en 1744, después de que la colonia de la Bahía de Massachusetts hubiera proclamado a cierta tribu como rebelde, se establecieron los siguientes precios: por un cuero cabelludo masculino de 12 años o más, 100 £ en moneda nueva, por un prisionero masculino 105 £, por prisioneras y niños 50 £, por los cueros cabelludos de mujeres y niños 50 £.[11]
La verdadera importancia de esta bárbara estructura de precios, como Marx insinuó aquí, era de exterminio, ya que los prisioneros varones se valoraban solo marginalmente más que sus cabelleras, que eran símbolos de su muerte; mientras que las vidas de mujeres y niños simplemente equivalían al valor de sus cabelleras.
La principal fuente de Marx sobre la colonización y el trato de los indígenas en todo el mundo, en el momento en que escribió El capital, fue Colonization and Christianity: A Popular History of the Treatment of the Natives by the Europeans in All Their Colonies (1838). El tema de Howitt con respecto a las colonias británicas en América del Norte fue el exterminio (extinción y expulsión) de la población indígena. Escribiendo en la época del Sendero de las Lágrimas en los EEUU, describió «las campañas de exterminio del general Jackson». A este respecto, citó la declaración de Andrew Jackson del 27 de marzo de 1814, en la que afirmaba estar «decidido a exterminarlos» a todos. Los pueblos nativos americanos, observó Howitt, «fueron conducidos a tierras baldías [tierras de interior no cultivables] o a la aniquilación».12 Al escribir sobre las condiciones a las que se enfrentaban las naciones indígenas del sudeste ante el avance de los colonos blancos, explicó:
Nada podrá evitar la expatriación final de estas tribus del sur: deben cruzar el Misisipi hasta que la población blanca aumente lo suficiente como para obligarlas a cruzar el Misuri; entonces solo quedarán dos barreras entre ellas y la aniquilación: las Montañas Rocosas y el Océano Pacífico. Dondequiera que oigamos ahora de esas tribus, es de algún nuevo acto de agresión contra ellas, de alguna nueva expulsión de una parte de ellas, y de melancólicos indios que se alejan hacia las tierras salvajes del oeste.13
Para Marx, la lógica de exterminio introducida por el colonialismo de los colonos ingleses en las Américas estaba históricamente ligada a la anterior y continua conquista y saqueo de Irlanda, cuya riqueza natural estaba siendo continuamente drenada por Inglaterra. Argumentó que el mismo «plan de exterminio» que había sido empleado con la máxima ferocidad por los ingleses y escoceses contra los irlandeses fue aplicado más tarde en las colonias británicas de América del Norte «contra los indios rojos». 14 En Irlanda, lo que a menudo se denominó una política de exterminio, que se produjo junto con los cercados en Inglaterra, creó un excedente de población relativo masivo que no pudo ser absorbido por la temprana Revolución Industrial en Inglaterra, lo que provocó un flujo constante de colonos ingleses, irlandeses y escoceses irlandeses a Norteamérica, donde trataron de extinguir a los nativos americanos para hacer sitio a su propio avance. Un proceso similar ocurrió en Nueva Gales del Sur (originalmente una colonia penal en Australia) con respecto al trato colonial de los pueblos aborígenes, como lo describe Howitt.15
Marx y Engels también estaban profundamente preocupados por el colonialismo francés en Argelia que ocurría en su época, y se pusieron del lado de la resistencia indígena argelina.16 La población indígena de Argelia era de casi 6 millones en 1830. En 1852, tras la guerra de aniquilación total de Francia, que incluyó una política de tierra quemada y la consiguiente hambruna, esta cifra se había reducido a 2,5 millones.17 Mientras tanto, también se utilizaron medios «legalistas» para apoderarse de las tierras comunales, que se convertirían en propiedad privada de los colonos. En sus extractos de la década de 1870 de la obra del etnólogo ruso M. M. Kovalevsky, Marx compiló un análisis detallado de «la plantación de colonos europeos» en Argelia y «la expropiación del suelo de la población nativa por parte de colonos y especuladores europeos». Tras una breve estancia en Argelia hacia el final de su vida, como parte de una cura de reposo ordenada por su médico, Marx argumentó que no había esperanza para los argelinos indígenas «SIN UN MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO».18
En 1882, Engels abordó el tema de las colonias de colonos ingleses en una carta a Karl Kautsky, escribiendo:
Tal como yo lo veo, las colonias propiamente dichas, es decir, los países ocupados por colonos europeos, como Canadá, el Cabo [Sudáfrica] y Australia, se independizarán todos; por otro lado, los países que simplemente están gobernados [por potencias coloniales] y están habitados por nativos, como la India, Argelia y las posesiones holandesas, portuguesas y españolas, tendrán que ser temporalmente tomados por el proletariado y guiados lo más rápidamente posible hacia la independencia. Es difícil decir cómo se desarrollará este proceso. Es muy probable que la India inicie una revolución... Lo mismo podría suceder en otros lugares, por ejemplo, en Argelia y Egipto, y sin duda sería lo mejor para nosotros [es decir, para la lucha socialista en Europa].19
Imperialismo y colonialismo de asentamiento
Lenin citó en 1916 la carta de Engels a Kautsky de 1882, incluida la referencia a las «colonias propiamente dichas», y se mostró claramente de acuerdo con el análisis de Engels.20 Pero el Comintern tardó en abordar la cuestión del colonialismo de asentamiento. Esto no ocurrió hasta el Segundo Congreso sobre Cuestiones Nacionales y Coloniales en 1928, en las «Tesis sobre el movimiento revolucionario en las colonias y semicolonias», que pretendía ofrecer una crítica de todo el «sistema imperialista mundial», del que se consideraba que el colonialismo de asentamientos era una parte clave. Se estableció una clara distinción entre las colonias de asentamientos y otras colonias. Como afirmaba el documento del Komintern:
En cuanto a los países coloniales, es necesario distinguir entre aquellas colonias de los países capitalistas que les han servido como regiones colonizadoras para su población excedente, y que de esta manera se han convertido en una continuación de su sistema capitalista (Australia, Canadá, etc.), y aquellas colonias que son explotadas por los imperialistas principalmente como mercados para sus productos, como fuentes de materia prima y como esferas para la exportación de capital. Esta distinción no solo tiene un significado histórico, sino también un gran significado económico y político.
Las colonias del primer tipo, en función de su desarrollo general, se convierten en «dominios», es decir, miembros del sistema imperialista dado, con derechos iguales o casi iguales. En ellas, el desarrollo capitalista reproduce entre la población blanca inmigrante la estructura de clases de la metrópoli, al mismo tiempo que la población nativa fue exterminada en su mayor parte. No puede hablarse del régimen colonial [basado en el exterior] en la forma en que se manifiesta en las colonias del segundo tipo.
Entre estos dos tipos se encuentra un tipo de transición (en diversas formas) donde, junto a la numerosa población nativa, existe una población muy considerable de colonos blancos (Sudáfrica, Nueva Zelanda, Argelia, etc.). La burguesía, que ha llegado de la metrópoli, en esencia representa en estos países (colonias de emigrantes) nada más que una «prolongación» colonial de la burguesía de la metrópoli.21
El Komintern llegó a la conclusión de que
La metrópoli está interesada hasta cierto punto en el fortalecimiento de su filial capitalista en las colonias, en particular cuando esta filial del imperialismo logra esclavizar a la población nativa original o incluso destruirla por completo. Por otro lado, la competencia entre varios sistemas imperialistas por influir en los países semindependientes [con grandes poblaciones de colonos] también puede llevar a su ruptura con la metrópoli.22
Lo que surgió en el análisis del Komintern en 1928, por lo tanto, basándose en el trabajo anterior de Marx, Engels y Lenin, fue una concepción del colonialismo de asentamientos como parte integral de una teoría general del sistema mundial imperialista. En opinión del Komintern, la raza, que ya no se veía principalmente en términos biológicos, sino que se veía cada vez más a través de la lente de la resistencia cultural, como en la obra de W. E. B. Du Bois, se introdujo en el argumento de forma más explícita con el concepto de «blancura», haciendo hincapié en que se trataba de colonias de colonos «blancos».23 La declaración del Komintern sobre el colonialismo de asentamiento coincidió con los primeros tratamientos palestinos del tema en los años veinte y treinta.24
También en la década de 1920, el marxista peruano José Carlos Mariátegui escribió sobre la «práctica española de exterminar a la población indígena y destruir sus instituciones... Los colonizadores españoles», señaló, «introdujeron en Perú un plan de despoblación». Sin embargo, a esto le siguió la «esclavización» y luego la «asimilación de los indígenas», alejándose del exterminio del colonialismo puro de asentamiento a medida que la demanda de mano de obra se convirtió en la consideración dominante. Aquí el objetivo principal de la colonización, como reconoció Mariátegui, había pasado de la expropiación de las tierras de las poblaciones indígenas, y por tanto de su eliminación, a un énfasis en la explotación de su fuerza de trabajo.25
La Comintern fue disuelta por la Unión Soviética en 1943, en un momento crítico de la Segunda Guerra Mundial, como una forma de demostrar que la derrota de la Alemania nazi era lo más importante. Sin embargo, la noción de colonialismo de asentamiento fue trasladada a la teoría de la dependencia después de la Segunda Guerra Mundial por el economista marxista Paul A. Baran, entonces profesor de la Universidad de Stanford. Baran había nacido en la Rusia zarista y recibió su formación económica en la Unión Soviética, Alemania y EEUU. Relacionó la doctrina del Comintern sobre el colonialismo de asentamiento con la cuestión del desarrollo y el subdesarrollo.
En 1957, en The Political Economy of Growth, Baran distinguió «entre el impacto de la entrada de Europa Occidental en América del Norte (y Australia y Nueva Zelanda), por un lado, y la 'apertura' por parte del capitalismo occidental de Asia, África o Europa del Este», por otro. En el primer caso, los europeos occidentales «se establecieron» como residentes permanentes, tras eliminar a los habitantes originales, llegando con «el capitalismo en los huesos» y estableciendo una sociedad que era «capitalista en su estructura desde el principio».26
Sin embargo, la situación era diferente con respecto a Asia y África:
Allí donde el clima y el entorno natural eran tales que posiblemente invitaran a los colonos de Europa occidental, se enfrentaban a sociedades establecidas con culturas ricas y antiguas, todavía precapitalistas o en estado embrionario de desarrollo capitalista. Donde las organizaciones sociales existentes eran primitivas y tribales, las condiciones generales y, en particular, el clima eran tales que impedían cualquier asentamiento masivo de los recién llegados de Europa occidental. En consecuencia, en ambos casos los visitantes de Europa occidental se decidieron rápidamente a extraer las mayores ganancias posibles de los países anfitriones y llevarse el botín a casa.27
De esta manera, Baran contrastó claramente los dos tipos de colonialismo, vinculando cada uno de ellos al régimen de acumulación capitalista. Mientras que las colonias de colonos blancos europeos en Norteamérica y Australasia exterminaron a los habitantes originales y expropiaron la tierra, sentando las bases para la acumulación interna, el saqueo colonial europeo más amplio de sociedades antiguas y ricas, como en los casos de la India, Java y Egipto, alimentó la Revolución Industrial en Inglaterra (y en otras partes de Europa occidental), proporcionándole gran parte del capital original para el desarrollo. En el proceso, se desarticularon civilizaciones y culturas preexistentes. Sus relaciones sociales comunitarias y colectivas, como subrayó Rosa Luxemburgo, fueron necesariamente «aniquiladas» por el capitalismo.28
En la teoría de la dependencia, desde el principio, las colonias de colonos blancos constituyeron una excepción dentro del colonialismo en su conjunto. Baran señaló, pero no analizó, el papel de la esclavitud en «la acumulación primaria de capital» y el desarrollo del colonialismo de asentamiento. Para Marx, la trata transatlántica de esclavos era el «pedestal» sobre el que descansarían tanto la acumulación de capital en las plantaciones del sur de los EEUU como la industria algodonera británica en el corazón de la Revolución Industrial.29
En los años cincuenta, sesenta y setenta, la teoría del colonialismo de asentamiento se convirtió en un tema importante dentro del marxismo debido a las luchas que se estaban produciendo en África y Palestina. Una figura clave en el análisis del colonialismo de asentamiento fue Frantz Fanon. Originario de la colonia francesa de Martinica, Fanon luchó con las Fuerzas Francesas Libres en la Segunda Guerra Mundial, estudió psiquiatría en Francia y finalmente se unió al Frente de Liberación Nacional de la Revolución Argelina. Fue autor, sobre todo, de Piel negra, máscaras blancas (1952) y Los condenados de la tierra (1961). Influenciado tanto por G. W. F. Hegel como por Marx, Fanon aplicó la dialéctica amo-esclavo de Hegel a la relación colonizador-colonizado en el contexto argelino, explicando la lógica de la violencia que caracteriza al colonialismo de asentamientos y explorando la búsqueda continua de reconocimiento por parte de los argelinos indígenas. 30 Las consideraciones críticas sobre el colonialismo de asentamiento también se inspiraron en la revuelta del Ejército de Tierra y Libertad en Kenia contra los colonos blancos y los propietarios de plantaciones entre 1952 y 1960, que provocó la muerte en combate o ejecución de más de diez mil africanos.31
En 1965, el académico palestino-sirio Fayez A. Sayegh escribió un panfleto, El colonialismo sionista en Palestina, publicado por la Organización para la Liberación de Palestina, en el que argumentaba que el «colonialismo sionista» era «esencialmente incompatible con la existencia continuada de la "población nativa" en el codiciado país», y tenía como objetivo la creación de una «comunidad de colonos». 32 Dos años después, en plena guerra árabe-israelí, el marxista francés Maxime Rodinson, cuyos padres habían perecido en Auschwitz, publicó su obra histórica Israel: A Colonial-Settler State? Rodinson comenzó afirmando que «la acusación de que Israel es un fenómeno colonialista es planteada por una intelectualidad árabe casi unánime, ya sea de derecha o de izquierda. Es un caso en el que la teorización marxista ha dado la respuesta más clara a las exigencias de la "ideología implícita" del Tercer Mundo y ha sido ampliamente adoptada». Consideraba que el colonialismo de asentamiento estaba vinculado al «sistema mundial de imperialismo» y se oponía a los «movimientos de liberación indígenas». Para Rodinson, el sionismo representaba, por tanto, «el colonialismo en el sentido [clásico] griego», es decir, en el sentido de la claudia ateniense, que eliminaba/trasladaba a las poblaciones nativas y las reemplazaba por colonos. El colonialismo de asentamiento dirigido al exterminio y desplazamiento de los pueblos/naciones indígenas, indicó, también había ocurrido en la Irlanda y Tasmania coloniales. Dada esta lógica subyacente, «es posible que la guerra sea la única salida a la situación creada por el sionismo. Dejo que otros encuentren motivos para alegrarse de ello». Israel, añadió Rodinson, no era simplemente un país colonial de colonos, sino que participaba en la explotación y expansión imperialistas en el extranjero.33
Arghiri Emmanuel, el pionero economista marxista griego y teórico del intercambio desigual, había trabajado en el comercio en el Congo Belga en lo que parece haber sido la empresa textil de su familia a finales de la década de 1930 y de nuevo a finales de la década de 1940 antes de trasladarse a Francia en 1958. Durante su estancia en el Congo, conoció a la comunidad de colonos blancos, parte de la cual era griega.34 En 1969, publicó su obra clásica Unequal Exchange: A Study of the Imperialism of Trade. En esa obra, Emmanuel abordó la cuestión del colonialismo de asentamiento o «colonialismo de colonización». Aquí hizo una distinción entre, por un lado, las cuatro principales «colonias de asentamiento» de Inglaterra (EEUU, Canadá, Australia y Nueva Zelanda), que habían introducido una política de exterminio contra la población indígena, y, por otro, el quinto asentamiento de este tipo, a saber, Sudáfrica, donde la población nativa no había sido sometida al exterminio en la misma medida. En Sudáfrica, los africanos indígenas fueron «relegados a los guetos del apartheid», lo que permitió la superexplotación de su mano de obra por parte de una importante minoría blanca.35
En la teoría del intercambio desigual de Emmanuel, los salarios se trataban como una variable independiente, basada en la noción de Marx de su carácter históricamente determinado. Desde este punto de vista, Emmanuel argumentó que en las cuatro primeras colonias de asentamiento, los altos salarios de los trabajadores blancos que constituían la mayoría de la población habían promovido una rápida acumulación de capital. Sin embargo, en Sudáfrica, la quinta colonia de colonos, los salarios de la población mayoritariamente negra eran extremadamente bajos, lo que daba lugar a una situación de «semidesarrollo». Emmanuel criticó al teórico de la dependencia Andre Gunder Frank por explicar el desarrollo de las colonias de colonos blancos británicos principalmente en términos culturalistas. En cambio, fueron los altos salarios de los colonos blancos los que promovieron el desarrollo.36
Este argumento se desarrolló más en el artículo de Emmanuel «White-Settler Colonialism and the Myth of Investment Imperialism», publicado en New Left Review en 1972. Aquí abordó el frecuente conflicto que surgió entre los colonos y las potencias imperiales que los habían dado origen, ya que los estados colonos blancos surgieron como rivales de los estados coloniales europeos, ya no sujetos tan fácilmente a la explotación colonial. Esta dialéctica llevó a luchas, en su mayoría infructuosas, con las metrópolis por parte de los colonos que intentaban crear estados coloniales blancos independientes. Aquí Emmanuel se basó en sus propias experiencias en el Congo Belga. Sin embargo, situó toda esta dinámica en el contexto de la historia del colonialismo de asentamientos de forma más amplia, como en Irlanda e Israel/Palestina.37
Otros teóricos marxistas entrarían en el análisis del colonialismo de asentamiento en este momento, particularmente con respecto a África, relacionándolo con la teoría de la dependencia. En 1972, poco después de la publicación del artículo de Emmanuel «Colonialismo blanco de los colonos», el economista marxista egipcio francés Samir Amin analizó la «colonización de los colonos» en su artículo «Subdesarrollo y dependencia del África negra: orígenes y formas contemporáneas», principalmente con respecto a los intentos fallidos de colonialismo de los colonos en el África subsahariana. Amin distinguió el colonialismo de asentamiento de lo que llamó «África de la economía comercial colonial», que se basaba en los monopolios comerciales, la casa colonial de importación y exportación y la movilización de trabajadores a través de las reservas de mano de obra. Más tarde, Amin escribiría sobre el colonialismo de asentamiento en Israel, que veía similar a la forma en que los «indios rojos» de Norteamérica fueron «cazados y exterminados», pero que en el caso de Israel debía considerarse intrínsecamente relacionado con una trayectoria capitalista/imperialista monopolista más amplia liderada por EEUU con el objetivo de dominar el mundo.38
Para la teoría marxista a lo largo de este período, el concepto de colonialismo de asentamiento se consideraba crucial para definir el desarrollo del colonialismo y el imperialismo en su conjunto. En 1974, escribiendo para la Enciclopedia Británica, Harry Magdoff subrayó que el colonialismo adoptaba
dos formas, o alguna combinación de las dos: (1) la eliminación de los pueblos indígenas matándolos o forzándolos a trasladarse a zonas especialmente reservadas, dejando así espacio para los colonos de Europa occidental que luego desarrollaron la agricultura y la industria de estas tierras bajo el sistema social importado de las metrópolis; o (2) la conquista de los pueblos indígenas y la transformación de sus sociedades existentes para adaptarlas a las necesidades cambiantes de las naciones más poderosas militar y técnicamente avanzadas.39
Un avance en el análisis marxista del colonialismo de asentamiento se produjo con la publicación del artículo del historiador australiano Kenneth Good «Settler Colonialism: Economic Development and Class Formation» en The Journal of Modern African Studies en 1976. Good se basó en la noción de Marx de la «llamada acumulación primitiva» y en la teoría de la dependencia para ofrecer una perspectiva más amplia e integrada del colonialismo de asentamiento en sus diversas formas. Al analizar África, habló de los «Estados colonos» y de lo que denominó «sociedades de colonos», donde el exterminio y el asentamiento eran «particularmente intensos». Entre estas sociedades coloniales se encontraban «Canadá, Australia, Nueva Zelanda y la Colonia del Cabo en Sudáfrica». Gran parte de su atención se centró en las colonias de asentamiento en África que, por una razón u otra, no se ajustaban a la lógica completa del exterminio/eliminación, pero que estaban gobernadas por minorías dominantes de colonos blancos, como en Argelia, Kenia, Rodesia (ahora Zimbabue) y Sudáfrica. En estas colonias, el objetivo era el control de la mano de obra africana, así como de la tierra, lo que dio lugar a estados de estilo apartheid. Al igual que Emmanuel, Good se preocupaba principalmente por la compleja y contradictoria relación de los colonos reaccionarios con la metrópoli colonial externa.40
En 1983, J. Sakai, asociado con el Ejército de Liberación Negra en EEUU, escribió Settlers: he Myth of the White Proletariat.41 La obra de Sakai ha sido a menudo desestimada por su interpretación ultraizquierdista, dada su posición extrema de que no existe una clase trabajadora blanca progresista en el contexto del colonialismo de asentamientos en EEUU, extendiendo así la noción de aristocracia obrera de Lenin a todo el «proletariado blanco». Sin embargo, algunas de las ideas aportadas en la obra de Sakai que relacionan el colonialismo de asentamiento y el capitalismo racial fueron significativas, y Settlers fue citado por pensadores marxistas tan importantes sobre el capitalismo y la raza como David Roediger en su Wages of Whiteness y David Gilbert en No Surrender.42
El colonialismo de asentamiento como paradigma académico
El artículo histórico de Dunbar-Ortiz de 1992 sobre «Los pueblos aborígenes y el imperialismo en el hemisferio occidental» exploró el masivo declive en los primeros siglos tras la llegada de los europeos. Describió las conexiones históricas entre «colonialismo y exterminio», centrándose en el contexto estadounidense.43 Sin embargo, en los años 80 y 90, las investigaciones marxistas sobre el colonialismo de asentamiento fueron menos evidentes, debido al retroceso general de la teoría del imperialismo por parte de gran parte de la izquierda occidental en ese periodo. 44 También existía el problema de cómo integrar los efectos del colonialismo de asentamiento en las poblaciones indígenas en la comprensión del imperialismo en general, ya que este último se dirigía mucho más a la explotación del Sur Global por parte del Norte Global que a las relaciones coloniales de asentamiento internalizadas en partes del Norte Global.
Esto cambió con la introducción de un paradigma definido de colonialismo de asentamiento en las universidades a nivel internacional, que evolucionó a partir de los estudios poscoloniales. El colonialismo de asentamiento como campo académico tuvo su génesis en 1999 con el libro de Wolfe Settler Colonialism and the Transformation of Anthropology. Su estructura formal se derivó de dos premisas introducidas por Wolfe: (1) el colonialismo de asentamiento representaba una «lógica de eliminación», que abarcaba al mismo tiempo la aniquilación, la expulsión y la asimilación; y (2) el colonialismo de asentamiento era una «estructura más que un acontecimiento».45 La primera premisa reconocía que el colonialismo de asentamiento estaba dirigido a la expropiación de la tierra, mientras que los pueblos indígenas que estaban vinculados a la tierra eran considerados totalmente prescindibles. La segunda premisa subrayaba que el colonialismo de asentamiento era una estructura realizada en el presente, no simplemente confinada al pasado, y había adquirido una lógica arraigada en una ocupación permanente de los colonos.
Metodológicamente, el tratamiento de Wolfe era weberiano más que marxista. El colonialismo de asentamiento se presentaba como un tipo ideal que excluía todos los casos excepto unos pocos.46 La lógica de la eliminación se consideraba realmente viable solo cuando se realizaba históricamente en una estructura inviolable. En los países en los que se había introducido la lógica del colonialismo de asentamiento, pero no se había llevado a cabo plenamente, Wolfe no lo caracterizaba como colonialismo de asentamiento. De hecho, cualquier movimiento hacia la explotación de la mano de obra de la población indígena, en lugar de su eliminación de la tierra, descalificaba a un país para ser considerado colonialista de asentamiento. Según esta definición, Argelia no era una sociedad colonial de asentamiento más que Kenia, Sudáfrica o Rodesia. Como dijo Wolfe, «en contradicción con el tipo de formación colonial a la que se enfrentaron [Amílcar] Cabral o Fanon, las colonias de colonos no se establecieron principalmente para extraer plusvalía de la mano de obra indígena».47 Del mismo modo, Wolfe consideraba que América Latina, debido a la gran complejidad de su composición étnica «híbrida», junto con su empleo de mano de obra indígena, quedaba fuera de la lógica del colonialismo de asentamiento.48
La confianza de Wolfe en un individualismo metodológico weberiano le llevó a rastrear el colonialismo de asentamiento hasta el tipo de colono. Si bien existía algo así como un estado colonial de asentamiento, este era secundario al tipo ideal de colono.49 El colonialismo de asentamiento se convirtió en su propia lógica abstracta, completamente separada de otras formas de colonialismo y del imperialismo. Esta metodología unilateral e idealista ha sido fundamental para el desarrollo del colonialismo de asentamientos como estudio académico, alejándolo de la tradición marxista (y de las tradiciones indígenas) de la que había surgido el concepto.50
Wolfe, cuando presentó su modelo de colonialismo de asentamientos, ya se había establecido como una figura distinguida en la izquierda no marxista/antimarxista. En 1997, dos años antes de la publicación de su texto fundamental sobre el colonialismo de asentamiento, publicó un artículo titulado «Historia e imperialismo: un siglo de teoría» para la American Historical Review, que fue notable por la gran cantidad de conceptos erróneos que promovía y por la profundidad de su polémica contra el marxismo. Según Wolfe, «el espacio definitorio del imperialismo [en el discurso de izquierda] se convierte en una gestalt vaga y consensuada». Marx era un pensador procolonialista/proimperialista y eurocéntrico que veía el colonialismo como una lucha «malthusiana» por la existencia; Lenin formaba parte del debate «posmarxista» sobre el imperialismo que comenzó con el liberal social John Hobson y que condujo a posiciones diametralmente opuestas a las de Marx; la teoría de la dependencia puso el marxismo «patas arriba»; la teoría de los sistemas mundiales se oponía al marxismo ortodoxo sobre el imperialismo, así como la teoría del intercambio desigual de Emmanuel. Por último, «un notorio daltonismo» impregnó el marxismo en su conjunto, que se caracterizaba principalmente por el determinismo económico. Al escribir una historia de la teoría del imperialismo, Wolfe omitió notablemente el análisis de Lenin, más allá de algunos comentarios negativos improvisados. Concluyó su artículo con una referencia al colonialismo de asentamiento, que no relacionó con sus orígenes teóricos, sino que abordó en términos de teoría poscolonial, alegando que ofrecía «distinciones discursivas que sobreviven a la desterritorialización del imperialismo». Por lo tanto, podría considerarse como el punto de partida para resistirse al imperialismo en el presente.51
A diferencia de Marx, con sus dos tipos de colonialismo de asentamiento, y a diferencia de la mayoría de los teóricos marxistas posteriores, Wolfe promovió una noción de colonialismo de asentamiento que dependía tanto de una pura «lógica de eliminación», que emanaba de los colonos agricultores, que abordó la esclavitud en las plantaciones del sur de los EEUU anteriores a la guerra simplemente como la prueba negativa de la existencia del colonialismo de asentamiento en el norte. «Los negros en las plantaciones del sur eran racializados como esclavos», cuyo propósito en el capitalismo racial era realizar el trabajo de las plantaciones, distinguiéndolos así de los nativos americanos debido a la lógica puramente eliminatoria impuesta a estos últimos. La distinción, aunque aguda en algunos aspectos, se basaba en la noción de que el colonialismo de asentamientos constituía un tipo ideal asociado a una forma específica de acción social llevada a cabo por los colonos. Como resultado, se perdió la verdadera complejidad del colonialismo/imperialismo, del cual el colonialismo de asentamientos es simplemente una parte. Wolfe vio la eliminación de la mano de obra indígena del sur de EEUU antes de la guerra como una condición previa para la mezcla de «la tierra del hombre rojo... con la mano de obra negra». Pero después de ese acontecimiento, el colonialismo de asentamientos como estructura dejó de aplicarse directamente al sur de EEUU. Los nativos americanos, argumentaba Wolfe, fueron objeto de genocidio, y los negros de esclavitud. Con respecto a los afroamericanos, escribió, «el tribunal sobre el genocidio es el tribunal equivocado».52
El enfoque de Wolfe también tendía a dejar a África fuera de escena. Según Robin D. G. Kelley, profesor de Historia de EEUU en la Universidad de California, Los Ángeles, cuya investigación se centra en el pensamiento crítico y los movimientos asociados a la diáspora africana, «Al no incorporar más partes del mundo en su estudio, la formulación particular de Wolfe del colonialismo de asentamientos delimita más de lo que revela». Al excluir África, que no encajaba en su lógica puramente eliminatoria, Wolfe «presume que los pueblos indígenas solo existen en América y Australasia... En consecuencia, el colonialismo de asentamiento en el continente africano queda fuera del ámbito de Wolfe... La exclusión del sur de África y de formaciones sociales similares de la definición de colonialismo de asentamiento... oscurece su carácter global y transnacional». En África, según la convincente formulación de Kelley, «los colonos europeos querían la tierra y la mano de obra, pero no a las personas, es decir, buscaban eliminar las comunidades estables y sus culturas de resistencia».53
Como observó Sai Englert, autor de Settler Colonialism: An Introduction, en una crítica a Wolfe, la «fuerte distinción entre el colonialismo de asentamientos» y otras formas de colonialismo «es difícil de conciliar con la realidad. Por un lado, la eliminación y el genocidio son una realidad en todo el mundo colonial a través de la guerra, el hambre, el trabajo forzado o esclavizado y el asesinato en masa. Por otro lado, muchos regímenes coloniales de asentamiento se basaron principalmente en la explotación de las poblaciones indígenas».54
El paradigma académico de Wolfe sobre el colonialismo de asentamiento tras su muerte en 2016 fue llevado adelante de manera muy influyente por Veracini, autor de una amplia gama de obras sobre el tema y editor fundador de la revista Settler Colonial Studies. Veracini, de manera contradictoria, trató de adherirse a la definición restrictiva de colonialismo de asentamiento de Wolfe, al tiempo que le daba un significado más global y abarcador. Lo hizo separando por completo el «colonialismo de asentamiento» del «colonialismo» y, de hecho, subsumiendo este último en el primero. Así, el colonialismo de asentamiento se convirtió en la vara de medir para juzgar el colonialismo en general. Como escribió Veracini en su Settler Colonialism: A Theoretical Overview, «Este libro es una reflexión sobre el colonialismo de asentamiento como algo distinto del colonialismo... Propongo ver... como analíticamente distintos, el colonialismo con colonos y el colonialismo de asentamiento». La clave del método de Veracini era el postulado de que el colonialismo de asentamiento no era un subtipo de colonialismo, sino una entidad separada, «antitética» al colonialismo. La noción de imperialismo, en contraposición a las meras referencias a la «expansión imperial», desapareció casi por completo en su análisis. Figuras como Emmanuel recibieron un trato despectivo.55
En una serie confusa y contradictoria de transposiciones, el concepto de colonialismo de asentamiento se metamorfoseó en la obra de Veracini en una lógica eliminatoria que lo abarcaba todo. Wolfe había visto la noción liberal clásica de acumulación primitiva --un concepto que, en su forma burguesa de «cuento de cuna», fue objeto de una dura crítica por parte de Marx-- como «inseparable del inicio del colonialismo de asentamiento», equiparando esencialmente los dos conceptos. 56 Antes de esto, el geógrafo marxista David Harvey había transpuesto el concepto histórico de los siglos XVIII y XIX de acumulación original o primitiva a una noción espacial suprahistórica de «acumulación por desposesión». Yendo más allá tanto de Wolfe como de Harvey, Veracini procedió a transponer el neologismo de Harvey al afín «acumulación sin reproducción», que representa la «lógica eliminatoria» del colonialismo de asentamientos. La acumulación sin reproducción se consideró entonces aplicable a todas las formas de lógica eliminatoria y depredadora, con el resultado de que todos los casos de opresión mundial, siempre que no se tratara de explotación económica directa, incluidas cuestiones como el cambio climático, podían «abordarse de forma más productiva dentro de un paradigma de estudios coloniales de asentamiento».57
De esta manera, no solo el colonialismo, la expansión imperial y el capitalismo racial, sino también la crisis ecológica global, la deuda ecológica y la financiarización del planeta, en la concepción ampliada de Veracini, caen bajo el paradigma colonial de los colonos, representando una lógica dominante de eliminación globalizada. Veracini ha hecho gran hincapié en el hecho de que EEUU, como potencia hegemónica en el mundo actual, debe considerarse principalmente como una potencia colonialista de asentamiento, y no como una potencia imperialista. No es de extrañar que el concepto de «imperialismo» estuviera ausente de su obra Settler Colonialism: A Theoretical Overview.58
La distinción teórica entre un análisis marxista del imperialismo/colonialismo con el colonialismo de asentamiento como una de sus formas, y el nuevo paradigma académico en el que el colonialismo de asentamiento se considera un fenómeno propio, diferenciado y autodeterminado, arraigado en el tipo de colonizador, no podría ser más diferente. Esto puede percibirse en la forma en que pensadores como Wolfe y Veracini abordaron la violenta ocupación de Palestina por parte del Estado israelí. Wolfe llegó a criticar la interpretación clásica de Rodinson del colonialismo israelí basado en que, para este último, se trataba de un proyecto imperialista europeo (y norteamericano), mientras que, para el propio Wolfe, el colonialismo se definía en todo momento por el papel de los colonos autónomos desconectados de la metrópoli.
El argumento de Rodinson, afirmaba Wolfe, no explicaba por qué el proyecto israelí es específicamente «un colonialismo de colonos». Pero tal punto de vista se basaba una vez más en la abstracción del colono como un tipo ideal distinto, dando lugar a un colonialismo de asentamiento separado de otras categorías sociales, lo que iba en contra de una investigación histórica holística. En esta visión, las metrópolis imperiales, sea cual sea el papel que desempeñaron al principio --y, según el argumento de Wolfe, Israel era único en el sentido de que estaba constituido por «metrópolis difusas»--, ya no están implicadas directamente, por definición, en lo que las autónomas colonias de colonos decidan hacer. De hecho, en algunos análisis no marxistas, las metrópolis se consideran ahora víctimas indefensas de las colonias de colonos, simplemente encerradas en una historia cultural común de la que no hay escapatoria. Aquí se pierde la realidad de que Israel es, para Washington, una colonia de guarnición dentro de la estrategia más amplia de dominación imperialista global de EE. UU./OTAN.59
Para Veracini, al igual que para Wolfe, al escribir sobre Palestina, el énfasis está en la autonomía absoluta de las colonias de colonos, que se consideran entonces completamente autodeterminadas. La ocupación de Palestina por parte de Israel es un buen ejemplo de ello. Esto significaba que se negaba en gran medida toda la cuestión del papel del sistema imperialista mundial en el conflicto israelo-palestino. Sin duda, Veracini ha indicado que sigue existiendo la posibilidad de que se restablezca la dependencia de una colonia de colonos de las principales potencias imperiales (un punto dirigido específicamente a Israel) que podría conducir a su «recolonización» externa. Pero esto se considera poco probable.60
Dentro de lo que se ha convertido en el paradigma dominante del colonialismo de asentamientos, por lo tanto, el enfoque de la ocupación israelí de Palestina está a años luz del del materialismo histórico. En lugar de basarse en una lógica muy restrictiva, el análisis marxista trata de situar la realidad del colonialismo de asentamientos israelí en una perspectiva histórica más amplia y dinámica que capte las complejas y cambiantes relaciones dialécticas del capitalismo, la clase y el imperialismo/militarismo.
Aquí es importante señalar que Israel/Palestina es demográficamente única en la historia del colonialismo de asentamientos, ya que en lugar de surgir una mayoría definida o una minoría poderosa de colonizadores, existe una igualdad aproximada en números en general. En 2022, más de siete millones de israelíes viven en el actual Israel y Cisjordania, y unos siete millones de palestinos viven en Cisjordania, la Franja de Gaza, Israel y Jerusalén Este. Dadas las tasas de natalidad significativamente más altas de los palestinos, Israel lo considera una amenaza demográfica para su lógica como estado colonial sionista. Por lo tanto, Tel Aviv ha intensificado sus esfuerzos para tomar el control total de toda la región de Israel/Palestina (a la que la derecha israelí se refiere como el «Gran Israel»), adoptando una estrategia cada vez más agresiva de exterminio e imperialismo.61 Esta estrategia cuenta con el pleno apoyo, e incluso el impulso, de Washington, en su objetivo de dominación imperial absoluta de Oriente Medio, Asia Central y partes de Asia Meridional, la región del Mando Central de EEUU.
El gasto militar anual medio de Israel como porcentaje del PIB entre 1960 y 2022 es del 12 %. Después de reducirse oficialmente a alrededor del 4-5 por ciento en los últimos años, ahora vuelve a aumentar. Tiene el segundo gasto militar per cápita más alto del mundo (después de Catar) y posee no solo superioridad militar en la región de Oriente Medio, sino también un arsenal de armas de destrucción masiva (nucleares, químicas y biológicas).62 Su maquinaria de guerra cuenta con el apoyo de una ayuda masiva de EEUU, que le proporciona las armas más avanzadas que existen. La OTAN ha otorgado a Israel la designación de «aliado importante no perteneciente a la OTAN», reconociendo su posición como parte clave del bloque imperialista estadounidense-europeo.63 En las Naciones Unidas, es miembro del Grupo de Europa Occidental y Otros Estados (WEOG) dentro de las agrupaciones regionales oficiales. El «Otros» representa a las principales naciones coloniales de asentamiento: EEUU, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Israel y la antigua Sudáfrica del apartheid.64
Para Max Ajl, investigador principal del Instituto de Investigación Social de Brooklyn, Israel, aunque es una «sociedad de asentamiento» y está ligada a una lógica de exterminio, debe verse en un contexto más amplio del imperialismo/militarismo del Norte Global. «La cuestión de Palestina», escribe, «no es solo una cuestión de opresión nacional [o de los colonos], sino que plantea la singularidad de Israel: una condensación del poder colonial e imperial occidental, un símbolo mundial de la perfidia occidental, un Estado que separa físicamente África y Asia, un mercader y mercenario de la contrainsurgencia global, todo ello fundido en una mantícora de muerte y destrucción». 65 Si Israel puede considerarse un estado puramente colonizador y exterminador, también es un estado de guarnición global, vinculado a todo el sistema de dominación mundial enraizado en el capitalismo monopolista/imperialismo en el que EEUU es la potencia hegemónica.
Wasi'chu
El auge del Movimiento Indígena [Norte]Americano en los EEUU en los años sesenta y setenta dio lugar a fuertes críticas a la realidad del colonialismo de asentamientos. Una obra extraordinaria en este contexto fue Wasi'chu: The Continuing Indian Wars de Bruce Johansen y Roberto Maestas. Wasi'chu es una palabra lakota que no se refiere al hombre blanco o al colono, sino a una lógica, un estado mental y un sistema. Literalmente, significa «toma la grasa» o «persona codiciosa», apropiándose no solo de lo que se necesita para vivir, sino también de lo que pertenece propiamente a toda la comunidad. «Dentro del movimiento indio moderno», ha llegado a significar aquellas corporaciones y sus individuos, con sus cómplices gubernamentales, que continúan codiciando las vidas, las tierras y los recursos de los indios para beneficio público». El término fue utilizado por Black Elk en Black Elk Speaks, basado en entrevistas a principios de la década de 1930, en las que enfatizaba el deseo implacable de oro de los Wasi'chu. Como explicaron Johansen y Maestas, Wasi'chu es «una condición humana basada en la inhumanidad, el racismo y la explotación. Es una enfermedad, una enfermedad aparentemente incurable y contagiosa que engendró la sociedad occidental en constante avance». Esta observación se convirtió, en la obra de estos autores, en la base de un relato mordaz del colonialismo de los colonos en Norteamérica, no solo orientado al pasado sino al presente.66
«Wasichu», explica la novelista ganadora del Premio Pulitzer Alice Walker en su obra Living by the Word,
era un término utilizado por los siux oglala para designar al hombre blanco, pero no tenía ninguna referencia al color de la piel. Significa: El que toma la grasa. Es posible ser blanco y no un Wasichu y un Wasichu y no blanco... El Wasichu habla, en todos sus libros de historia de EEUU, de «abrir tierras vírgenes». Sin embargo, hubo gente que vivió aquí en la «Isla Tortuga», como la llamaban los indios, durante miles de años...
Debemos rechazar absolutamente el camino de los wasichu por el que estamos viajando tan desastrosamente, el camino que respeta más (por encima de la naturaleza, obviamente por encima de la vida misma, por encima incluso del espíritu del universo) el «metal que vuelve locos a los hombres»... Muchos de nosotros tenemos miedo de abandonar el camino de los wasichu porque nos hemos vuelto adictos a su camino de muerte. El wasichu nos ha prometido muchas cosas buenas y, de hecho, ha cumplido varias. Pero el «progreso», que el actual jefe de los wasichus afirmó en una ocasión que era su «producto más importante», ha significado hambre, miseria, esclavitud, desempleo y cosas peores para millones de personas en el mundo.67
El wasichu, tal como lo entendían los indígenas, era la personificación de lo que conocemos como capitalismo, colonialismo e imperialismo, un sistema de codicia, explotación y expropiación de seres humanos y de la tierra.68 El pueblo lakota entendía claramente que este sistema de codicia no tenía límites y que era enemigo de la existencia comunitaria y de la reverencia por la tierra. Es esta crítica más profunda del capitalismo/imperialismo como un sistema dominado por el Wasi'chu que se apodera de «la grasa» (el excedente que es la herencia de la humanidad en su conjunto) lo que más necesitamos hoy en día. Como afirma The Red Deal de The Red Nation, la elección hoy es «descolonización o extinción», es decir, «poner fin a la ocupación» y a la destrucción de la tierra por parte de las «sociedades basadas en la acumulación» imperialistas, para «construir lo que nos sostiene».69
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Notas
- Entre las obras fundamentales clave de este paradigma se encuentran Patrick Wolfe, Settler Colonialism and the Transformation of Anthropology (London: Cassell, 1999); Patrick Wolfe, Traces of History: Elementary Structures of Race (London: Verso, 2016); Patrick Wolfe, "Settler Colonialism and the Elimination of the Native," Journal of Genocide Research 8, no. 4 (December 2006): 387-409; Patrick Wolfe, "Land, Labor and Difference: Elementary Structures of Race," American Historical Review 106, no. 3 (June 2001): 866-905; David Lloyd y Patrick Wolfe, "Settler Colonial Logics and the Neoliberal Regime," Settler Colonial Studies 6, no. 2 (May 2015): 109-18; Lorenzo Veracini, The Settler Colonial Present (London: Palgrave Macmillan, 2015); Lorenzo Veracini, Settler Colonialism: A Theoretical Overview (London: Palgrave Macmillan, 2024); Lorenzo Veracini, "Containment, Elimination, Endogeneity: Settler Colonialism in the Global Present," Rethinking Marxism 31, no. 1 (April 2019): 118-40. Las perspectivas críticas de orientación marxista pueden encontrarse en Jack Davies, "The World Turned Outside In: Settler Colonial Studies and Political Economy," Historical Materialism 31, no. 2 (June 2023): 197-235; y Sai Englert, Settler Colonialism: An Introduction (London: Pluto, 2022).
- Wolfe, «Settler Colonialism and the Elimination of the Native», 387-88; Wolfe, Settler Colonialism and the Transformation of Anthropology, 2; Veracini, The Settler Colonial Present, 51, 54-56; Veracini, Settler Colonialism: A Theoretical Overview, 4-11; Veracini, «Containment, Elimination, Endogeneity», 121; Davies, «The World Turned Outside In», 207.
- Roxanne Dunbar-Ortiz, Not «A Nation of Immigrants»: Settler Colonialism, White Supremacy, and a History of Erasure and Exclusion (Boston: Beacon, 2021), 18; R. W. Van Alstyne, The Rising American Empire (Nueva York: W. W. Norton, 1960).
- Veracini, The Settler Colonial Present, 39-40; Lorenzo Veracini, «Introduction: Settler Colonialism as a Distinct Mode of Domination» en The Routledge Handbook of the History of Settler Colonialism, Edward Cavanaugh y Lorenzo Veracini, eds. (Londres: Routledge, 2017), 3; Englert, Settler Colonialism: An Introduction, 29-30; John Bellamy Foster, Brett Clark y Hannah Holleman, «Marx and the Indigenous», Monthly Review 71, n.º 9 (febrero de 2020): 3.
- John Bellamy Foster, Breaking the Bonds of Fate: Epicurus and Marx (Nueva York: Monthly Review Press, próxima publicación en 2025).
- Karl Marx, Capital, vol. 1 (London: Penguin, 1976), 917; Karl Marx y Frederick Engels, Collected Works (New York: International Publishers, 1975), vol. 46, 322; ; V. I. Lenin, «La discusión sobre la determinación social resumida», julio de 1916, sección 8, Marxists Internet Archive, marxists.org.
- «Colony (n.)», Online Etymology Dictionary, etymonline.com. Como afirma G. E. M. de Ste. Croix, «la palabra latina coloni (colonia) [...] se utilizaba originalmente en el sentido de «granjero» o «colono»». G. E. M. de Ste. Croix, The Class Struggle in the Ancient Greek World (Londres: Duckworth, 1981), 159.
- Según el Oxford English Dictionary, la palabra exterminar proviene del latín y significa «expulsar más allá de los límites». A partir del siglo XVI, significó «expulsar (a una persona o cosa), de, de los, fuera de, los límites o fronteras de un (lugar, comunidad, región, estado, etc.); ahuyentar, desterrar, poner en fuga». Sin embargo, en el siglo XVII también adquirió el significado adicional de «destruir por completo, acabar con (personas o animales); no solo erradicar, extirpar (especies, razas, poblaciones)». Oxford English Dictionary, edición compacta (Oxford: Oxford University Press, 1971), 938.
- Karl Marx, Theories of Surplus Value: Part II (Moscow: Progress Publishers, 1968), 301-3; Marx, Capital, vol. 1, 917.
- Marx, Theories of Surplus Value: Part II, 301-3; John Bellamy Foster, Hannah Holleman, y Brett Clark, "Marx and Slavery," Monthly Review 72, no. 3 (July-August 2020): 98.
- Marx, Capital, vol. 1, 915-17, énfasis añadido; William Howitt, Colonization and Christianity: A Popular History of the Treatment of the Natives by the Europeans in All Their Colonies (Londres: Longman, Orme, Brown, Green, and Longmans, 1838), 348.
- Howitt, Colonization and Christianity, 346-49, 378-79, 403-5.
- Howitt, Colonization and Christianity, 414.
- Karl Marx y Frederick Engels, Ireland and the Irish Question (Nueva York: International Publishers, 1971), 266.
- Marx y Engels, Ireland and the Irish Question, 66, 193, 216, 283, 303, 366, 372; John Bellamy Foster y Brett Clark, The Robbery of Nature (Nueva York: Monthly Review Press, 2020), 72-75; Dunbar-Ortiz, Not «A Nation of Immigrants», 36-46, 126.
- Marx and Engels, Collected Works, vol. 18, 60-70, 212-13.
- Kenneth Good, «Settler Colonialism: Economic Development and Class Formation», Journal of Modern African Studies 14, n.º 4 (diciembre de 1976): 599.
- Karl Marx, «Excerpts from M. M. Kovalevsky», apéndice de Lawrence Krader, ed., The Asiatic Mode of Production (Assen, Países Bajos: Van Gorcum and Co., 1974), 400, 406-7, 411-12; Foster, Clark y Holleman, «Marx and the Indigenous», 11-12.
- Marx y Engels, Collected Works, vol. 46, 322. Traducción ligeramente modificada para cambiar «colonias reales» por «colonias propiamente dichas», de acuerdo con la traducción de la carta de Engels en V. I. Lenin, Collected Works (Moscú: Progress Publishers, s. f.), vol. 22, 352.
- Lenin, Collected Works, vol. 22, 352.
- Internacional Comunista (Comintern), Tesis sobre el movimiento revolucionario en las colonias y semicolonias (1928), en Theses and Resolutions of the VI. World Congress of the Communist International, vol. 8, n.º 88, International Press Correspondence, n.º 84, secciones 10, 12 (guión de párrafo adicional creado a partir de «Between»); Oleksa Drachewych, «Settler Colonialism and the Communist International», en The Palgrave Encyclopedia of Imperialism and Anti-Imperialism, Immanuel Ness y Zak Cope, eds. (Londres: : 2418-28. El reconocimiento de Lenin de la posición de Engels sobre el «colonialismo propiamente dicho» y el tratamiento detallado del colonialismo de asentamiento por parte del Komintern demuestran que la afirmación desinformada de Veracini de que «Lenin y el marxismo del siglo XX... fusionaron el colonialismo y las formas coloniales de asentamiento» era simplemente falsa. Además, como veremos, se falsifica con numerosos tratamientos marxistas explícitos del colonialismo de asentamiento en el siglo XX. Veracini, The Settler Colonial Present, 39.
- Komintern, Tesis sobre el movimiento revolucionario en las colonias y semicolonias, 12-13.
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- José Carlos Mariátegui, José Carlos Mariátegui: An Anthology, Harry E. Vanden y Marc Becker, eds. (Nueva York: Monthly Review Press, 2011), 74-76.
- Paul Baran, The Political Economy of Growth (Nueva York: Monthly Review Press, 1957), 141.
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- Baran, The Political Economy of Growth, 139-42, 153; Marx, El capital, vol. 1, 925.
- Frantz Fanon, Los condenados de la tierra (Madrid: Alianza Editorial, 1974), 101; Simin Fadee, Global Marxism: Decolonization and Revolutionary Politics (Manchester: Manchester University Press, 2024), 132-52. En la obra de Glen Sean Coulthard, el énfasis de Fanon en la dialéctica colonial del reconocimiento se combina con la crítica de Marx de la «llamada acumulación primitiva» para generar uno de los análisis teóricos más poderosos del colonialismo de asentamiento y la resistencia indígena hasta el presente. Véase Glen Sean Coulthard, Red Skin, White Masks: Rejecting the Colonial Politics of Recognition (Minneapolis: University of Minnesota Press, 2014).
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- Maxime Rodinson, Israel: A Colonial Settler State (Nueva York: Monad Press, 1973), 27-33, 89-96. La monografía de Rodinson se publicó por primera vez durante la guerra árabe-israelí de 1967 en la revista de Jean-Paul Sartre, Le Temps Modernes.
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- Emmanuel, Unequal Exchange, 363-64.
- Arghiri Emmanuel, «White-Settler Colonialism and the Myth of Investment Imperialism», New Left Review 1/73 (mayo-junio de 1972), 39-40, 43-44, 47; Emmanuel, Unequal Exchange 124-25, 337, 363, 370-71.
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- Wolfe, Settler Colonialism and the Transformation of Anthropology, 2, 27, 40-43; Wolfe, «Settler Colonialism and the Elimination of the Native», 387, 402.
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- Veracini, The Settler Colonial Present, 54. Sobre la relación de América Latina con el colonialismo de asentamiento, véase Richard Gott, «Latin America as a White Settler Society», Bulletin of Latin American Research 26, n.º 2 (abril de 2007): 269-89.
- Wolfe, Traces of History, 28.
- David Harvey, The New Imperialism (Oxford: Oxford University Press, 2003), 137-82. El concepto de acumulación por desposesión es contradictorio en los términos de Marx, ya que la acumulación, por definición, no es desposesión o expropiación, sino que tiene sus raíces en la explotación. Marx criticó duramente la noción de «acumulación primitiva» o «acumulación originaria», tal como la presentaban economistas liberales clásicos como Adam Smith, y prefería el término «expropiación originaria» o simplemente expropiación. Véase Ian Angus, The War Against the Commons (Nueva York: Monthly Review Press, 2023), 204-9.
- Wolfe, «History and Imperialism», 389-393, 397, 403-407, 418-420.
- Wolfe, «Settler Colonialism and the Elimination of the Native», 388, 392, 403-404; Wolfe, «Land, Labor and Difference», 868.
- Robin D. G. Kelley, «The Rest of Us: Rethinking Settler and Native», American Quarterly 69, n.º 2 (junio de 2017): 268-269.
- Englert, Settler Colonialism: An Introduction, 15. Para una indicación de esta complejidad, véase Gerald Horne, The Dawning of the Apocalypse: The Roots of Slavery, White Supremacy, Settler Colonialism, and Capitalism in the Long Sixteenth Century (Nueva York: Monthly Review Press, 2020).
- Veracini, Settler Colonialism: A Theoretical Overview, 4-12; Lorenzo Veracini, «Israel-Palestine through a Settler-Colonial Studies Lens», Interventions: International Journal of Postcolonial Studies 21, n.º 4 (2019): 572.
- Lloyd y Wolfe, «Settler Colonial Logics and the Neoliberal Regime», 8; Marx, Capital, vol. 1, 874; Davies, «The World Turned Outside In», 217. Sobre la historia de la concepción liberal clásica de la acumulación originaria o primitiva anterior a Marx, véase Michael Perelman, The Invention of Capitalism: Classical Political Economy and the Secret History of Primitive Accumulation (Durham: Duke University Press, 2000).
- Veracini, «Containment, Elimination, Endogeneity», 119, 122-128; Veracini, «Israel-Palestine Through a Settler-Colonial Studies Lens», 579-580; Nicholas A. Brown, «The Logic of Settler Accumulation in a Landscape of Perpetual Vanishing», Settler Colonial Studies 4, n.º 1 (2014): 3-5; Davies, «The World Turned Outside In», 214; Harvey, The New Imperialism, 137-82.
- Veracini, «Containment, Elimination, Endogeneity», 122-8; Davies, «The World Turned Outside In», 214.
- Wolfe, Traces of History, 234-237; Veracini, «Israel-Palestine through a Settler-Colonial Studies Lens», 570; Joseph Massad, «Israel and the West: 'Shared Values' of Racism and Settler Colonialism», Middle East Eye, 13 de junio de 2019; Jordan Humphreys, «Palestine and the Classless Politics of Settler Colonial Theory», Marxist Left Review, 13 de junio de 2024.
- Lorenzo Veracini, Israel and Settler Society (Londres: Pluto, 2006), 97. Cabe destacar que Veracini, al igual que Wolfe, no reconoce la importancia de Israel: A Colonial Settler State de Rodinson, afirmando que se publicó en «la década de 1970» (la época en que salió la edición inglesa), a pesar de que apareció en francés en plena guerra árabe-israelí de 1967, y tuvo una enorme influencia en su momento, al concienciar al mundo sobre el colonialismo israelí.
- Claudia de Martino y Ruth Hanau Santini, «Israel: A Demographic Ticking Bomb in Today's One-State Reality», Aspenia Online, 10 de julio de 2023.
- Varun Jain, «Interactive: Comparing Military Spend around the World», Visual Capitalist, 4 de junio de 2023; «Israel: Gasto militar, porcentaje del PIB», Global Economy, theglobaleconomy.com; Servicio de Investigación del Congreso de EE. UU., Armas y misiles nucleares, biológicos y químicos: Situación y tendencias (Washington, DC: Servicio de Investigación del Congreso, 20 de febrero de 2008), 16.
- Thomas Trask y Jacob Olidort, «The Case for Upgrading Israel's 'Major Non-NATO Ally' Status», Jewish Institute for National Security of America, 6 de noviembre de 2023.
- Craig Mokhiber, «WEOG: The UN's Settler-Colonial Bloc», Foreign Policy in Focus, 4 de septiembre de 2024, fpif.org.
- Max Ajl, «Palestine's Great Flood, Part I», Agrarian South: Journal of Political Economy 13, n.º 1 (marzo de 2024): 62-88; Esther Farmer, Rosalind Pollack Petchesky y Sarah Sills, A Land with a People: Palestinians and Jews Confront Zionism (Nueva York: Monthly Review Press, 2021).
- Bruce Johansen y Roberto Maestas, Wasi'chu: The Continuing Indian Wars (Nueva York: Monthly Review Press, 1979), 5, 11, 16, 18; Black Elk y John G. Neihard, Black Elk Speaks: Being the Life Story of a Holy Man of the Oglala Sioux (Nueva York: William Morrow, 1932), 7-9.
- Alice Walker, Living by the Word: Selected Writings 1973-1987 (Nueva York: Harcourt Brace Jovanovich, 1981), 144-49.
- El wasi'chu, tal como se entiende aquí, es esencialmente una perspectiva materialista, en la que una naturaleza humana generalizada característica de ciertos grupos de actores sociales se considera un reflejo de una lógica o sistema subyacente. En términos de Marx, el capitalista se presenta como una personificación del capital. Esto contrasta con un tipo de ideal weberiano, arraigado en el individualismo metodológico, donde las estructuras sociales se interpretan en términos de un tipo de acción social con un significado subjetivo que se remonta a un tipo de individuo metodológico. Así, desde esa perspectiva, es el individuo metodológico del colono el que está en la raíz de los significados/acciones del tipo colono y es la base del colonialismo/colonialismo. El tipo ideal del colonizador constituye, más que estar constituido, y no es en sí mismo el producto de un conjunto de relaciones sociales. Marx, Capital, vol. 1, 92.
- The Red Nation, The Red Deal (Nueva York: Common Notions, 2021), 7, 13, 135-37; Veracini, «Israel-Palestine Through a Settler-Colonial Studies Lens», 570-71.
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