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Argentina, EE.UU., Europa :: 03/04/2021

El lugar de Malvinas en la nueva estrategia global de la OTAN

Pedro Perucca
Entevista con Lucas Sebastián Melfi, politólogo, docente e investigador del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe

Además de la confluencia de intereses derivados del complejo industrial militar, la OTAN sostiene la pretensión británica sobre Malvinas porque las islas son un activo geoestratégico fundamental para intervenir en América latina.

Al cumplirse 39 años del inicio de la Guerra de Malvinas, entrevistamos a Lucas Sebastián Melfi, politólogo, docente e investigador del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC), donde integra el Grupo de Estudios sobre Política Exterior, Geopolítica y Defensa, coordinado por la doctora en Ciencias Sociales de la UBA Sonia Winer. Con ella editaron recientemente el libro Malvinas en la geopolítica del imperialismo. Complejo Militar Industrial Británico y alianzas con EEUU.

Una primera pregunta apunta obviamente a la vigencia del reclamo soberano argentino sobre Malvinas. ¿Por qué el Reino Unido sostiene esa presencia en Malvinas y cómo se relaciona esto con la relevancia geoestratégica de las islas y la disputa por los bienes comunes?

Para responder porqué el Reino Unido sostiene su presencia en las Islas Malvinas lo primero que habría que decir es que las islas no solamente constituyen un activo geopolítico de relevancia para la estrategia británica sino para toda la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). En este sentido vemos que no solamente el Reino Unidos sostiene su presencia sino que la OTAN ha hecho grandes inversiones en la renovación de sistemas de defensa, aeropuertos y demás, porque la considera como un elemento puntual de su nueva estrategia global de espectro completo. Esa sería la primera salvedad, que las islas no sólo son un elemento geopolítico de gran relevancia para el Reino Unido sino para toda la nueva estrategia global que la OTAN comienza a plantearse ya desde la caída del Muro de Berlín en 1989.

Entonces dividiría esto de la importancia geopolítica en dos, un aspecto geoeconómico y otro geoestratégico. Desde la geoeconomía de lo que siempre se habla es del tema de los bienes comunes renovables y no renovables en lo que es Malvinas, el Atlántico Sur, la Antártida y los espacios marítimos circundantes. Por supuesto que esto es así, que tenemos todo el tema de la pesca de peces, calamares y moluscos, pero también está todo el tema del extractivismo petrolero. En el libro detallamos todas las licencias de la cuenca norte de Malvinas para la extracción hidrocarburífera. Y no sólo se trata de pesca y petróleo, sino que hay un tercer factor geoeconómico que vemos, que tiene que ver con Malvinas como un factor de colocación de bienes y servicios de la defensa, como la continuidad de un paradigma de desarrollo industrial militar proveniente del Reino Unido, por supuesto, alimentado en sus orígenes por la Marina Real británica, que ve en la Guerra de Malvinas una oportunidad de renovación y preservación del acervo armamentístico, a contrapelo de lo que venían siendo las políticas de ajustes de Margaret Thatcher (Primera ministra del Reino Unido entre 1979 y 1990).

De lo que estamos hablando es de una serie de estructuras que van mucho más allá de la luz pública y se concentran en los rincones del Estado profundo, más allá de cualquier sistema de balances y contrapeso, para los cuales los tiempos de paz son lo peor que puede suceder. Porque para una industria como la de las armas, con el nivel de investigación y desarrollo que requiere, y con el nivel de inversión que exige la investigación y luego el desarrollo industrial, el no tener salidas para sus mercancías es algo devastador. Entonces lo que se busca desde el punto de vista geoeconómico es que haya una permanente salida de estas mercancías, de bienes y servicios para la defensa.

Yo creo que en este sentido hay una continuidad que empieza más que nada a partir de la Segunda Guerra Mundial. Estas estructuras, que muchos han denominado complejo industrial militar mientras que otros, desde una mirada más desde la economía política, prefieren denominar como base industrial de la defensa, arrancan desde el imperialismo del Siglo XIX. Ahora, su forma moderna cobra relevancia a partir de la Segunda Guerra y tiene un punto clave en su desarrollo, entrando ya en la posmodernidad y el neoliberalismo, durante la Guerra de Malvinas. Ahí se produce toda una transformación de ese complejo que se encamina más hacia un modelo con más protagonismo de actores privados, más similar al modelo de complejo industrial militar estadounidense.

¿Cómo se expresa ese nuevo entramado en la política exterior concreta del Reino Unido, en particular en lo que hace a nuestras islas Malvinas?

Esta necesidad de permanente colocación de bienes y servicios de la defensa puede verse con mucha más claridad en la réplica de David Cameron (Primer ministro entre 2010 y 2016) al pedido de diálogo, que en ese entonces se tradujo en una militarización de toda la zona de Malvinas que implica una renovación de los sistemas de defensa, transformación de los sistemas de comunicación y reemplazo de sistemas misilísticos, con un costo de 280 millones de libras. Se contesta de una manera militar al pedido de diálogo. Esto sin contar con que se instala en las islas una escuela, que no se encuentra bajo la órbita de Educación del Reino Unido sino del Ministerio de Defensa, lo cual llama bastante la atención. Dentro de este nuevo esquema los actores privados, por ejemplo la transnacional de origen británico BAE Systems, juegan un destacado papel.

Es muy notable (la ex embajadora argentina Alicia Castro cita esto) la forma en que en los debates parlamentarios en el Reino Unido el ex ministro de Defensa Michael Fallon lograba considerables aumentos presupuestarios para las bases militares en Malvinas argumentando el riesgo de una invasión argentina, utilizando eso como posible hipótesis de conflicto. Como continuidad de esto también podemos ver al actual Primer ministro Boris Johnson diciendo que de ninguna manera Gran Bretaña se va a retirar de sus compromisos transatlánticos y anunciando la mayor inversión militar en 30 años, con 16.500 millones de libras.

Creo que esto refleja la importancia de este factor geoeconómico, que tiene que ver con la constitución de estructuras profundas como estos complejos industriales militares, que necesitan todo el tiempo estar colocando mercancías bélicas aún en tiempos de paz. Actores como BAE Systems y otros dentro del estado profundo hacen lobby por el descarte de soluciones pacíficas apuntando siempre a soluciones que impliquen una respuesta industrial militar, porque el objetivo es la colocación de este tipo de mercancías.

Pero además no tenemos que olvidar que con la creciente importancia de los actores privados los mismos se van combinando y fusionando con estas estructuras profundas del estado, produciéndose una hibridación donde ya no es posible advertir dónde comienza lo público y dónde lo privado. Corporaciones como BAE Systems se encuentran ligadas intrínsecamente al Estado británico, no sólo por el poder de lobby que tienen y la capacidad de penetración en las estructuras estatales sino también porque un porcentaje de las acciones de BAE son del Estado británico. Y a su vez estas corporaciones se ramifican en otras, como las industrias mediáticas (estamos hablando de empresas estatales como la BBC). Del mismo modo hay que advertir que estos componentes se van transnacionalizando. Esto es el centro de lo que fue la estrategia de Thatcher en su momento: generar las condiciones para el surgimiento de una industria global internacional y transnacional de la defensa.

Nosotros vemos entonces que vectores como estos del complejo militar industrial británico confluyen con los complejos militares de otros países básicamente en lo que es la OTAN. Por eso es que siempre tenemos que tener en cuenta que toda la inversión millonaria que hace no sólo el Reino Unido sino toda la OTAN forma parte de lo que se conoce como estrategia de espectro completo. Y con un planteo que la OTAN viene haciendo desde hace bastantes años, a partir de la caída del Muro de Berlín, que tiene que ver no sólo con plantearla como Organización del Tratado del Atlántico Norte sino como un organismo de seguridad global.

Aparejado a esto, de manera indivisible, viene el aspecto geoestratégico. Es cierto que el interés británico por establecerse en esa posición sur estratégica, en donde se da la confluencia de los dos océanos, se remonta al siglo XVIII. Es un punto geoestratégico indiscutible. Ya el comodoro Lord George Anson había dicho que la posesión de las islas tenía consecuencias para el Reino incluso en tiempos de paz y que en la guerra prácticamente los convertía en los dueños de los mares. En efecto, vemos ese interés geoestratégico pero remarcamos que no sólo se trata de algo británico sino que toda la OTAN está jugando ahí porque esa posición les abre toda una zona de acceso y de influencia, todo un corredor hacia el Atlántico Sur, hacia América latina, facilitando cualquier tipo de intervención en ese sentido.

Tenemos que representarnos e imaginar el activo estratégico que significa tener un lugar con bases militares y aeropuertos que está rodeado de centros de extracción petrolífera que permite tener ahí ya un centro de reabastecimiento de armas y de combustible sin necesidad de logística y transporte. Un activo geoestratégico fundamental para toda la OTAN, que por esto también sostiene la posesión de las islas por el Reino Unido, lo que es un punto fundamental a tener en cuenta.

¿Te parece que hay cambios en el panorama internacional respecto del reclamo soberano argentino? Porque por un lado podríamos enumerar rechazos a la continuidad de la apropiación británica de territorios de ultramar sobre todo en la Unión Europea pero también hay una continuidad de los ejercicios militares británicos (siempre con apoyo de EEUU) en el Atlántico Sur, como en una extensión de hecho de esta “globalización” de la OTAN que mencionabas.

En cuanto a los cambios en el panorama internacional respecto del reclamo argentino creo que el rechazo a la continuidad de la apropiación británica de territorios por parte de la Unión Europea forma parte de la larga historia que tiene el Reino Unido con el continente, de acuerdos y desaveniencias. Hay dos grandes tensiones, una económica industrial y otra política, que atraviesan siempre toda esta relación.

El tema es que cuando hablamos de acuerdos y desaveniencias, esto va más allá de las declaraciones diplomáticas sino que tiene que ver con la imbricación de los distintos aparatos productivos en materia de renovación industrial e innovación científica y tecnológica. En este sentido, Gran Bretaña siempre va variando, encontrándose por momentos más cercana a Europa y por momentos más cercana a EEUU en materia de desarrollos conjuntos, específicamente en materia de defensa.

Por otro lado está el segmento político, en el que Gran Bretaña con sus distintos gobiernos va variando su posición dentro de la OTAN como un actor que procede según las estrategias del Tratado del Atlántico Norte y actúa bajo su paraguas y en otras épocas actúa puramente como aliado bilateral de los EEUU.

Por lo que vale la pena estudiar esta historia de tensiones es para entender mejor lo que fue el Brexit, no como un hecho aislado, como la ocurrencia de un loco, sino como el último capítulo de una larga saga.

Cuando se habla de la relación especial entre Gran Bretaña y EEUU no se trata solamente de coincidencias culturales sino que tiene que ver con todo un sistema de desarrollos conjuntos en materia científica y tecnológica, hay toda una imbricación material, la relación especial no es meramente declarativa sino que es el correlato político de ese desarrollo industrial y tecnológico. Entonces en los momentos en que Gran Bretaña se encuentra más cercana a EEUU Europa reflota cierto reclamo contra la apropiación y cuando se vuelve a acercar ahí le bajan el tono.

En donde veo el principal cambio es en un incremento terrible del intervencionismo, que dicho en criollo es imperialismo. Hay toda una avanzada de las distintas agencias imperiales bajo la estrategia del espectro completo, es decir, utilizando distintos medios (terrestre, aéreo, suborbital, psicológico, etc.) para avanzar sobre la soberanía de los distintos países. En este sentido, dicha estrategia es la que se plantea trascender el diagrama original del Atlántico Norte y empezar a injerir en el Atlántico Sur. Y ahí las islas Malvinas forman el punto de apoyo fundamental. El cambio que veo es que hay una intensificación bastante fuerte de la acción imperialista, básicamente.

¿Te parece que hay cambios reales en la política diplomática del Gobierno de Alberto Fernández en relación con los anteriores en torno a Malvinas?

Respecto del tema diplomático, me parece que un primer tópico a tener en cuenta es dejar de debatir la cuestión Malvinas únicamente en términos nacionales (aunque la cuestión de la soberanía obviamente es nacional) para empezar a debatirla como una cuestión suramericana, latinoamericana y nuestroamericana, porque esencialmente eso es lo que es dado que la presencia del RU y la OTAN constituye todo un corredor de acceso a todo el continente. Antes dijimos que Malvinas es un centro de reabastecimiento de combustibles y de armamento, desde el que se puede derivar una injerencia a cualquier país de la región.

Por lo tanto, no es una cuestión únicamente nacional. En este sentido recordamos a el Consejo de Defensa de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) como un insumo esencial que habría que recomponer y, por supuesto, la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que incluye a Cuba y no a EEUU y Canadá. Esa clase de iniciativas continentales, de unión nuestroamericana, me parece que conforman un recurso y una capacidad esencial para garantizar la soberanía política y la independencia económica en el presente contexto regional.

Voy a esto también porque, como decía antes, el principal cambio que noto a nivel internacional es una intensificación y un incremento de la injerencia de las grandes potencias. Las declaraciones son públicas. Lo tenemos a Boris Johnson diciendo que el Reino Unido no va a abandonar sus compromisos transatlánticos. Bueno, ya lo están diciendo. Y mucha gente se asombra de esto. No creo que sea algo para asombrarse, porque todas estas políticas imperialistas se dan porque son posibilitadas por determinadas narrativas estretégicas.

¿Qué esto? En términos de Ernesto Laclau, la recombinación de elementos discursivos en pos de una finalidad estratégica, que puede ser legitimar una guerra, una intervención, el gasto en defensa… Cameron y Johnson son los últimos dos capítulos, pero también recordemos a Tony Blair (Primer ministro entre 1994 y 2007), del Partido Laborista, como para no quedaron con que se trata únicamente de una cuestión del Partido Conservador. Recordemos que Tony Blair es el primero que vincula la táctica del terrorismo con los Estados y al realizar esa operación retórica saca de la órbita de la seguridad al terrorismo y lo pone en la defensa. Al hacer eso, lo que se legitima es un incremento ulterior del presupuesto para este sector. De esto se trata y por eso lo anuncian públicamente.

Yo creo que en un año y con la pandemia en el medio todavía es bastante pronto como para emitir un juicio de valor sobre la política diplomática de Cancillería. Sí rescatamos lo que Óscar Guardiola-Rivera y Laclau denominan como “diplomacia revolucionaria” (algo que se llevó adelante en tiempos de Alicia Castro), esto es, la construcción de consensos no sólo con los actores tradicionales de la diplomacia sino también con toda una serie de actores sociales, políticos, sindicales y académicos, como organizaciones no gubernamentales y formadores de opinión, de las cuatro naciones que conforman el Reino Unido (recordemos que Gran Bretaña es sólo una). Creo que para hacer juicios de valor todavía falta, pero el tema es ir viendo si la política de Cancillería logra no quedarse únicamente en los canales tradicionales de la diplomacia y crea consensos con otros actores.

jacobinlat.com

 

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