El marxismo cubano
La verdad es que no tengo muy claro que hago yo de este lado de la mesa, no tengo muchos cosas testimoniales que decir, porque no pertenecí al Consejo Editorial de la Revista y solo estuve presente en los últimos años del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana; y hay muchos colegas que con mucha más razón debían estar hoy aquí como comentarista, pero me ha tocado a mí y voy a intentar presentar a falta de testimonios, un comentario sobre una experiencia que vista desde los años 2000, no solo incluyó a la revista Pensamiento Crítico y al Departamento de Filosofía sino también a la Editorial Revolución.
Yo pienso que todo ello fue un proyecto más o menos articulado culturalmente que como dice Martha Pérez Rolo, ahora manifiesta como primer problema el hecho de que en el momento en que queremos reconocerle, no tenemos una historia acabada de esa experiencia. Tenemos vivos, por suerte, a los actores más importantes de esa experiencia, los cuales han ofrecido numerosos testimonios, pero nos hace falta, con esos testimonios y algunos observadores desinteresados, realizar la historia de esa experiencia, tanto en su dimensión institucional como también referida al grupo de personas que la protagonizaron, quienes no siempre fueron los mismos; inclusive algunos de ellos cambiaron de suerte, de manera lamentable.
Partiendo de esta perspectiva quisiera decir primero que estamos viviendo una época feliz porque al fin logramos reconocer la trascendencia que para la cultura de la Revolución tuvo esta experiencia conjunta del Departamento de Filosofía, la revista Pensamiento Crítico y la Editorial Revolución. Hay que decir también que es un reconocimiento tardío, pero nunca es tarde para la justicia. Yo creo que sobre todo, la relevancia de esta experiencia parte de su contribución a la formación de un pensamiento revolucionario cubano en estos años: la Revolución tiene en mi opinión, como un componente muy importante de su historia, esta experiencia a la cual nos estamos refiriendo. Creo que esta experiencia dio prueba de la suficiente heterodoxia, diversidad de posiciones, criterios, escuelas, etc. para ser un buen ejemplo en nuestro días; y creo también y quisiera enfatizarlo, que esa apertura a la diversidad estuvo y aún lo está, acompañada de una radicalidad sostenida todo el tiempo. Este grupo y esta experiencia, pretendió y ejerció en mi opinión, un pensamiento radical sobre la realidad y los tiempos que se vivían, y sobre las políticas en curso; y esto sería una cosa a subrayar.
Otra cuestión a destacar sería la siguiente. Yo creo que esta experiencia dio cuenta con esa historia de debates que tanto se menciona respecto de los años 60; es decir, en todo el tiempo la revista Pensamiento Crítico —Fernando Martínez Heredia no lo ha querido decir por discreción, pero yo lo voy a recordar— detrás de cada número de Pensamiento Crítico se desataba, dicho en buen criollo, una buena bronca; alguien estaba inconforme, alguien discrepaba, algunos que no eran gentes como nosotros sino más importantes; es decir, era una revista que transitaba en medio de un debate permanente. Tal fue el debate acerca de la enseñanza de la filosofía que terminó con el cierre del Departamento, como prueba de que lo que hacíamos no se entendió luego como legítimo; y vale para la Editorial Revolución, la mayor parte de cuyos libros publicados hasta entonces, están todavía por reeditarse.
Efectivamente, esta experiencia estuvo en medio de los debates de los años 60 y de alguna manera, está todavía en medio de los debates actuales. Yo creo que ese debate era en parte una expresión de la lucha política y de clase nacional e internacional; esto era muy claro y muy fácil de entender entonces.
Aquellas políticas en curso, voy a decirlo más elegantemente, las estrategias políticas en curso en esos años, favorecieron y permitieron esta experiencia; y no estoy seguro –ello constituye una interrogante para los actuales historiadores— de que si esta coincidencia no hubiera existido, esta experiencia hubiera logrado ser tan exitosa. Hay muchas maneras de expresar esto, no solamente como una coincidencia de pensamientos, de ideas sino como el apoyo directo que importantes figuras de la Revolución le prestaron a la Revista y al Departamento; inclusive, con su presencia física y su diálogo directo. Los colegas de la Revista, del Departamento y de la Editorial, sentían que ellos formaban parte del fidelismo y el fidelismo era entonces la Revolución, era la estrategia de la Revolución, no solamente en Cuba sino también en América Latina; pienso que esa identificación con el fidelismo y el guevarismo, era también un componente subjetivo muy importante de esa experiencia.
Acerca de todo lo que se ha mencionado, digamos que existía una cierta permisividad —quiero subrayar este término cuando hable de la contemporaneidad cubana— había una permisividad para con esta experiencia que quizás tenga algo que ver, visto en el tiempo, con uno de los ciclos de heterodoxia de la Revolución. Pero después vinieron momentos de ortodoxia y más tarde, así me lo parece, de vuelta a la heterodoxia, y posteriormente se vieron ondear banderas al viento de ortodoxia, etc. Entenderlo resulta muy complicado porque realmente hemos estado todo el tiempo alineándonos alternativamente con una u otras de estas perspectivas. Yo creo que ese momento de permisividad coincidió probablemente con un ciclo heterodoxo de la Revolución, el más abierto y completo del que hayamos dispuesto en todos estos años.
También quiero decir para “poner la mala”, que la permisividad que propició esta experiencia o más bien los permisores, también fueron quienes la cerraron; han sido los mismos actores y no han habido tantos cambios entre ellos, desde entonces. De manera que tales experiencias tenían que ver con las estrategias políticas en curso; y tengo la impresión, visto el desenlace, que cuando las estrategias políticas cambian, entonces las experiencias más heterodoxas se hacen muy difíciles.
Aquí estamos todos. Esta experiencia cultural no alcanzó a sobrevivir y ello no determinó que este colectivo no siguiera escribiendo, no continuara siendo radical, y que no permaneciera al lado de la Revolución, aunque ya no en el marco de la Revista, ni en el Departamento de Filosofía, ni publicando autores controvertidos, etc.
Recuerdo una anécdota que alguien me contó en una oportunidad ya abierto el debate sobre el destino del Departamento de Filosofía en 1971. Uno de los compañeros con quien el Departamento más polemizó y quien más polemizó con el Departamento, fue Carlos Rafael Rodríguez [alto dirigente del Partido Socialista Popular (PC cubano) antes de la revolución, luego vicepresidente de Cuba], quien por su cultura, biografía y estilo, estaba entre los más críticos de la revista Pensamiento Crítico y del Departamento, pero quien, en ocasión del debate dijo: “hay que tener cuidado con ese grupo de jóvenes ya que es una suerte de la Revolución haber reunido tantos jóvenes talentosos, con vocación por la filosofía”; y dijo más: “desde el siglo XIX no se ha dispuesto en Cuba de un grupo con esa vocación”. Es decir que de pronto nuestros detractores nos defendían; por supuesto que eso no influyó mucho en el destino o quizás sí, no sabría decirlo; pero lo interesante es lo que agregó después: “lo que pasa es que un colectivo de este tipo tenía que tener, debió tener una orientación del Partido”. Al final de este debate, el colectivo no quedó, pero tuvimos muchas orientaciones del Partido. Quería sentar esta anécdota para los historiadores.
Y finalmente, visto todo en perspectiva y para ser honesto conmigo mismo, diría que pienso que todos queríamos ser intelectuales orgánicos de la Revolución y lo fuimos más o menos, como quizás lo seamos más o menos ahora; pero también es cierto que visto a distancia , no solamente éramos intelectuales orgánicos con la Revolución sino intelectuales comprometidos con las estrategias en curso; y nuestro nivel o distanciamiento para criticar algunas de las cosas que los mismos actores de esas estrategias se autocriticarían años después, fue más que insuficiente y ni siquiera participamos de esa crítica; de manera que ahí hubo un déficit que nos dice que cuando la radicalidad va acompañada con la adhesión y el entusiasmo, también suele presentar sus limitaciones.
Respuestas a las intervenciones del público
Voy a realizar unos comentarios finales. La apasionada intervención de Celia Hart me abre algunas interrogantes sobre el tema: ¿cómo participar en ese debate latinoamericano y venezolano? Este seria en sí mismo un tema, ¿cómo? Tú sugieres participar en la guerra electrónica; pero otra sugerencia es que la Revolución Cubana sea un mejor ejemplo. De hecho, tenemos la visita de 20.000 venezolanos al año y no hay nada más terrible que llegar a Venezuela y escuchar que esto no es lo que quieren para su país; no estoy en desacuerdo contigo pero quiero complejizar esas vías de participación.
Las preguntas de alguna manera han rebasado el temario propuesto y hace mucho rato que estamos discutiendo de esta Revolución y de otras, pero yo quisiera regresar al punto de partida. Creo que por suerte el desarrollo de la cultura de la Revolución nunca se ha detenido; ha enflaquecido en algunos puntos o temas, pero por suerte se han salvado otros, de manera que poder decir que se salvaron de aquellos años el Grupo de Experimentación del ICAIC, la Nueva Trova y todo lo demás, me parece muy importante, y que es importante recordarlo; pero también debemos recordar que algo que teníamos lo perdimos y de ahí la necesidad del balance histórico, puesto que muchas cosas que habíamos logrado no las preservamos y ello me parece que es un hecho grave en el recuento de los sesenta.
Voy a decir lo que significó; no solamente se cerraron esas instituciones de que hablamos y feneció esa experiencia cultural sino que también se cerró el debate y como dijo Fernando Martínez, iniciamos una crisis del marxismo cubano. Por suerte, la dirección de la Revolución, tan apegada a tener que hacer la Revolución, se ha visto obligada a hacer una reflexión permanente que no ha dejado de alimentar de alguna manera ese marxismo leninista y nacional. Pero nuestra conexión con el marxismo teórico y con eso que llaman el marxismo mundial, en cualquiera de sus variantes, y que por suerte no es el “marxismo-leninismo”, ha sido y es muy limitada. Hay muchas corrientes de marxismo en el mundo de las cuales nosotros estamos por enterarnos, de manera que pretender esa conexión es algo por alcanzar y además es algo por conocer. Ahora bien, voy a poner un ejemplo de lo que ello significa. No solamente que varias generaciones no dieron el programa marxista que habíamos conquistado, como Fernando Martínez narraba, sino todo lo contrario, las pasaron por el troquel del dogmatismo; deambulan por las calles —el grupo que esta aquí no es representativo— todos esos “marxistas-leninistas” y me los encuentro todos los días; muchos de los cuales son funcionarios. Es decir que ese marxismo leninismo es lo que está en la calle.
Ahora voy a decirles que yo soy un ratón de librerías de viejos; la cosa más curiosa en esas librerías es que hay un estante por separado lleno de toda esa literatura que nos vino de la antigua URSS, de la Editorial Progreso, de Bulgaria y de otras más. Párense frente a estos estantes y háganse las dos preguntas siguientes: ¿cómo le hicimos digerir a este pueblo ese anaquel? y ¿Quién se salvó? No me crean, los invito a todos a visitar la librería de 25 y O. El efecto es que no tenemos una literatura alternativa, no existe el anaquel del marxismo cubano; y aunque no hemos avanzado mucho, por suerte conocemos un poco más del pensamiento revolucionario cubano y latinoamericano.
Yo creo que tenemos un problema sociológico en esta esfera. Para buscar soluciones, la memoria de Pensamiento Crítico y del Departamento no es toda la solución, pero si una parte de ella, porque nos recuerda que tuvimos otra alternativa. También creo que el principal problema que dio lugar a ese trance, el que dio pie a crear ese anaquel, el que importó ese anaquel —que vino en barcos y en aviones, vamos a decirlo francamente— es un modelo que aunque se ha dicho que tuvo precedentes en los años 60, se instauró sistemáticamente en los 70; y como dijo Aurelio Alonso, fue un modelo que incluía, además de la economía, la política y la ideología. Lo peor de ese modelo es la pretensión de que el Estado tiene una doctrina y de que el partido tiene una filosofía y ahí empiezan casi todos los problemas. El Partido se compromete con cierto “marxismo-leninismo”. Entiéndase que nosotros tampoco estamos de acuerdo en eso, pero esa es la filosofía del Partido cubano, a la cual se le ponen arandelas, pero que sigue estando en sus estatutos. Lo que pasó en los 70 es que el Estado cubano tenía un sistema ideológico para impartir ese “marxismo-leninismo”. El Estado estaba comprometido con una doctrina, con una idea, con una filosofía, una concepción del mundo, etc.
La otra observación que quería hacer es la siguiente. Si Uds. aceptan mi hipótesis de trabajo de que esta historia ha transcurrido por momentos de ortodoxia y de heterodoxia, la pregunta sería ¿en que momento estamos? Es evidente que estamos en una inusual apertura si lo comparamos con los años 80.
Ahora bien, ¿qué aprecio yo en esta historia? En los momentos de heterodoxia cuando los “buenos” parecían ganar, los “malos” también estaban con vida, comían, tenían sus espacios y sus aparatos. Cuando llega el momento de la ortodoxia, los actores heterodoxos desaparecen. En plena ortodoxia teníamos las EBIR [Escuelas Básicas de Instrucción Revolucionaria], pero en los momentos heterodoxos no tuvimos ni Departamento de Filosofía ni Revista. Esto puede ser tomado para una reflexión, simplemente lo apunto; de hecho, parecería que estamos viviendo un incipiente escenario de debate, propiciado por revistas como Temas, Criterios y otras; pero también hay otros, y esta contienda no esta clara ni equilibrada; es decir, también nos la tenemos que ver con la página tres del Granma [política nacional]. No voy a mencionar a nadie por respeto; tan solo decir que tenemos signos contradictorios y cierta esquizofrenia. Solemos estar preocupados, los más sofisticado de nosotros, de hacia dónde va China, pero aquí no se discute China; acerca del socialismo del siglo XXI, pero aquí no discutimos el del XX, etc. Es decir que aún con estas aperturas nos movemos en la “frontera del deber”, y cabe preguntar hasta qué punto este debate de baja intensidad nos va a permitir desarrollar el famoso marxismo cubano o su versión avanzada, etc. el cual siempre nos proponen.
Por tanto, yo terminaría diciendo lo siguiente: vamos a necesitar algo parecido a Pensamiento Crítico, a un Departamento de Filosofía como aquel o aún mejor, y algo semejante a la Editorial Revolución o más editoriales; y eso, a diferencia de lo que sugiere Celia, no lo van a resolver estos selectos viejos aquí presentes; esto recae en ustedes los jóvenes que nos han honrado hoy con su presencia.