El marxismo haitiano, clave del socialismo latinoamericano
Yves Dorestal --uno de los marxistas más influyentes de Haití-- recuerda el increíble legado de Jacques Roumain: fundador del Partido Comunista de Haití, novelista y pensador original, comparado con José Carlos Mariátegui por su singular fusión del marxismo, indigenismo y negritud. También reflexiona sobre su propia relación con América Latina en tanto exiliado de la dictadura de Duvalier y acerca de los encuentros y desencuentros entre Haití, el Caribe y el resto de la región.
Antiguo decano de la facultad de Etnología, Dorestal es profesor de la Universidad de Estado en Haití (UEH) y autor del libro Jacques Roumain (1907-1944): un communiste haïtien. Le communiste (c'est le marxisme) de Roumain ou le commencement du marxisme en Haïti.
En el libro El pensamiento filosófico latinoamericano del Caribe y 'latino' [1300-2000] (Siglo XXI, 2009) editado por Enrique Dussel, Eduardo Mendieta y Carmen Bohórquez, destaca la ausencia de la figura de Jacques Roumain. Sin embargo, en su libro Jacques Roumain (1907-1944): un communiste haïtien. Le communiste de Roumain ou le commencement du marxisme en Haïti (C3 éditions, 2015), usted muestra la relación que mantiene Roumain con el pensamiento de Hegel. Incluso sostiene que Roumain es un filósofo dialéctico que establece el método dialéctico como la base de su filosofía científica. ¿Cuáles serían las razones por las que, incluso en obras que intentan alejarse del eurocentrismo filosófico, se omite la importancia de Jacques Roumain?
Hay muchas explicaciones. Los filósofos que usted menciona viven en América Latina. Por lo general se piensa que los latinoamericanos son aquellos o aquellas que viven en América del Sur y se olvida el espacio caribeño: Cuba, Haití, República Dominicana, los territorios de ultramar franceses, las antiguas colonias británicas, etc. Existe también el problema del idioma. En Latinoamérica, la mayoría de las personas hablan español.
El caso de Haití con Jacques Roumain es particular. Roumain estudió en Francia en el Instituto de Etnología de París, y aunque tiene algunos escritos en inglés, la mayoría de sus textos fueron redactados en francés. Por lo general se tiende a excluir al Caribe de lengua inglesa y francesa de la idea de América Latina. Los intelectuales que escriben en inglés o en francés tienen más dificultad de ser leídos que los que escriben en español.
Hay que mencionar que incluso antes de la Revolución cubana de 1959, hubo relaciones estrechas entre los pensadores haitianos y sus homólogos cubanos. Jacques Roumain fue amigo de Nicolás Guillén (1902-1989). Muchos intelectuales cubanos, como Alejo Carpentier (1904-1980), realizaron estancias en Haití. Fernando Martínez Heredia (1939-2017) hablaba francés y llegó a dictar una serie de conferencias en la universidad.
Por lo general, cuando se habla de la obra de Roumain se menciona su obra literaria. Uno de sus textos que más ha sido traducido es Le Gouverneurs de la Rosée (Gobernadores del Rocío y otros textos, Biblioteca Ayacucho, 2004). Sin embargo, pocas personas conocen su trabajo antropológico. Muchos textos de Roumain convergen con planteamientos de pensadores actuales, por ejemplo, de Bolivia. Desde la victoria de Evo Morales notamos que una franja del marxismo se interesa por las cuestiones indígenas. Cuestiones de gran importancia para los latinoamericanos y que justamente Roumain abordó en sus trabajos.
En el texto Contribution à l'étude de l'ethnobotanique précolombienne des Grandes Antilles Roumain estudió el papel de los pueblos originarios. Por su parte, Jacques Stephan Alexis, marxista haitiano, sostenía que la cultura en Haití estaba compuesta por tres elementos: el indígena, el europeo y el africano. Por tanto, la cultura en Haití comparte aspectos comunes con países de América del Sur como del espacio caribeño. No hay que olvidar que Haití fue el primer país en conquistar su independencia y, además, ayudó a Latinoamérica en su gesta independentista. Simón Bolívar (1783-1830) recibió apoyo de parte de Haití. Pienso que actualmente muchas cosas ya están cambiando y ya se empieza a reconocer el aporte de estos pensadores.
Precisamente, usted apunta acertadamente tres características de la originalidad del marxismo de Roumain (su relación con las ciencias sociales, su vínculo con la temática de la religiosidad y su contacto con el arte). Sin embargo, también se puede percibir una sensibilidad ecológica en la obra de Roumain, por ejemplo, en su novela Le Gouverneurs de la Rosée. ¿En qué medida puede contribuir el pensamiento de Roumain a la elaboración de un proyecto de civilización ecosocialista frente a la catástrofe ambiental o la crisis civilizacional?
Es una cuestión importante, ya que toda la obra de Roumain va en ese sentido. La novela Le Gouverneurs de la Rosée coloca la cuestión de la relación de la sociedad con la naturaleza.
Sin embargo, esa sensibilidad no se limita solo a Roumain. Por ejemplo, uno de sus discípulos, me refiero a Jacques Stephen Alexis (1922-196), publicó la novela Compère Général Soleil (Compadre General Sol, Casa de las Américas, 1974) donde observamos nítidamente el aspecto ecológico. En la novela vemos que la referencia al sol va más allá de una técnica de escritura pues para Jacques Stephen Alexis, como para el mundo caribeño, es un elemento fundamental y cotidiano. En países como Alemania pueden pasar semanas sin que haya siquiera un rayo de sol. A veces, cuando el sol llega a salir, éste es frío. En el Caribe, cuando el sol se asoma ya es sinónimo de calor. Jacques Stephen Alexis publicó otra obra, titulada Les Arbres musiciens (Los árboles músicos) y traducida como Los árboles que cantan, donde también podemos percibir la relación con la naturaleza.
La cuestión ecológica ha sido fundamental en el marxismo haitiano. Incluso en mi caso, al ser egresado de la Universidad de Frankfurt, cuna de la Teoría crítica, una de las ideas fuerza que asimilé es que no es suficiente con dominar la naturaleza sino que debemos «dominar la dominación» de la naturaleza. Cuando se domina la naturaleza en el sistema capitalista, la naturaleza es destruida. El marxismo ha mostrado muy bien este aspecto. Hay que respetar la naturaleza. Como decía un predecesor de Marx, el filósofo Ludwig Feuerbach (1804-1872) debemos tratar a la naturaleza como un amigo, como un amante. Debemos entablar otra relación con la naturaleza pues la actual relación capitalista la está destruyendo. El capitalismo establece relaciones de explotación inmisericordes con la naturaleza.
A través de la lectura de su libro podemos constatar algunas similitudes entre la figura de Jacques Roumain y la del marxista peruano José Carlos Mariátegui: ambos fueron fervientes lectores de Friedrich Nietzsche, los dos reconocieron la importancia de Rosa Luxemburgo, ambos emplearon la antropología y la sociología para sus investigaciones, fueron intelectuales orgánicos y, sobre todo, ambos abordaron la cuestión racial desde una perspectiva marxista. Huelga decir que ambos murieron jóvenes: Mariátegui con 36 años y Roumain con 37. Sin embargo, me parece que la relación entre el marxismo de Roumain y el indigenismo no se aborda en su libro. ¿A qué se debió esta ausencia? ¿Podría desarrollar este vínculo?
Como usted dice, Roumain muere a los 37 años, pero su muerte no fue por causas naturales. Los años que pasó en prisión fueron letales para su salud; fue en la cárcel donde se enfermó de paludismo, enfermedad que precipitó su muerte.
En mi libro sobre Roumain traté de destacar varios elementos. El responsable de los Partidos Comunistas en América Latina, Jules Humbert-Droz (1891-1971), pastor suizo, cuenta en sus Memorias que una vez le preguntó al dirigente ítalo-argentino Vittorio Codovilla (1894-1970) si en América Latina existía el problema de la raza. La respuesta de Codovilla fue: «no, en América Latina no tenemos el problema de la raza». Esto es sintomático.
Como sabemos, la migración europea en Argentina ha ocultado la cuestión de las razas. Se olvida que también hubo población afrodescendiente en Argentina. Sabemos que durante la Conquista había soldados negros dentro de las filas del ejército hispánico que contribuyeron a destruir la resistencia indígena. Por supuesto, la población indígena en el Caribe y en América del Sur continuó luchando.
El problema de la raza ha estado presente en la constitución de las Américas y Jacques Roumain estuvo consciente de este aspecto. Hay que recordar que en 1915 comenzó la ocupación norteamericana en Haití. En esos años surgió el movimiento indigenista que además hizo hincapié en la raíz africana de la población haitiana, y Jacques Roumain fue justamente el resultado de la alianza entre el indigenismo y el marxismo.
Por otra parte, en 1956 se organizó en París el Primer Congreso de escritores y artistas negros, en el que también participaron intelectuales caribeños. La negritud estuvo en el centro de los debates. Cabe decir que el indigenismo ya había planteado la cuestión de la raza, en ese sentido, fue un antecedente de la negritud. Además, esa cuestión también forma parte de la historia del marxismo latinoamericano. En 1929, cuando se llevó a cabo la Primera Conferencia de los Partidos Comunistas en América Latina, uno de las principales cuestiones abordadas fue precisamente el problema de la raza. Aunque José Carlos Mariátegui no pudo asistir al encuentro en Buenos Aires, preparó un texto que fue presentado por su amigo Hugo Pesce. Allí, la cuestión de la raza es central.
Hay que decir que la cuestión negra es un tema complejo, pues no es uniforme. Por ejemplo, la cuestión negra en EEUU no es lo mismo que en Haití. Hay investigadores como el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro (1922-1997) o el etnólogo cubano Fernando Ortiz (1881-1969) que han hecho hincapié en el papel de la presencia negra en la cultura latinoamericana. En lo que respecta a mi libro, no es que haya soslayado la cuestión indígena, sino que quise mostrar que forma parte del marxismo latinoamericano.
En su autobiografía, Bonsoir tendresse (Odile Jacob, 2018), el poeta marxista René Depestre narra que en Checoslovaquia, durante su estancia en el Castillo de Dob?í? en diciembre de 1950, América Latina hizo irrupción en su vida. Depestre menciona que fue gracias a los escritores comunistas Jorge Amado y Pablo Neruda que se despertó su conciencia de latinoamericano. ¿Cómo se descubrió latinoamericano Yves Dorestal? ¿Cuáles fueron los eventos históricos o existenciales que influyeron en usted e hicieron que se identificara como marxista y como latinoamericano?
En lo que refiere al marxismo debo señalar que yo hice mi formación de pregrado en la École Normale Supérieure de Haití. Actualmente me desempeño como profesor de Filosofía en esa institución. En los años sesenta, cuando era estudiante, la figura de Jean-Paul Sartre (1905-1980) fue decisiva para mi generación. Sartre era marxista y en su libro Crítica de la razón dialéctica sostiene que el marxismo es "la filosofía insuperable de nuestro tiempo". Entonces, mis estudios en Filosofía y, sobre todo, mi pasión por la obra de Sartre me llevó al marxismo.
Después de haber concluido la licenciatura en Puerto Príncipe obtuve una beca para continuar mis estudios en la Universidad de Frankfurt. Como sabe, esta universidad tenía un vínculo con el marxismo. Grandes intelectuales como Theodor Adorno o Max Horkheimer fundaron la Escuela de Frankfurt. Tuve la fortuna de escribir mi tesis de doctorado bajo la dirección de Alfred Schmidt. Todos estos profesores fueron importantes en mi formación y me protegieron de un marxismo superficial.
En lo que respecta a mi relación con América Latina debo decir que después de haber terminado mis estudios de doctorado no podía regresar a Haití, pues era la época de la dictadura de François Duvalier (1907-1971), entonces decidí ir a Centroamérica. De 1975 a 1978 fui profesor de Filosofía en Honduras, hasta que me acusaron de enseñar ideas que iban «en contra de la civilización occidental y cristiana». Entonces las autoridades me dieron 24 horas para abandonar el país. Me fui para El Salvador, después estuve en Guatemala...
Estando de vuelta en Alemania me llegaron las noticias de la victoria de la Revolución Sandinista y decidí trasladarme a Nicaragua. Pasé un par de años trabajando en el Ministerio de Educación Nacional de Nicaragua. Después me trasladé para Chile y enseñé en la Universidad de Arte y Ciencias Sociales (ARCIS). Por tanto, para mí América Latina no es un tema abstracto: parte de mi vida la he pasado en muchos países de la región.
Usted es uno de los principales especialistas de la Escuela de Frankfurt, especialmente del pensamiento de Max Horkheimer, de Theodor W. Adorno, de Ernst Bloch y de Alfred Schmidt, su director de tesis en Alemania. Para el filósofo franco-brasileño Michael Löwy, la vena romántica-revolucionaria de esta corriente de pensamiento fue crucial en su crítica de la dinámica destructora de la modernidad capitalista. En los 90 emergió en América Latina una red de intelectuales (Aníbal Quijano, Enrique Dussel, Walter Mignolo, María Lugones, principalmente) que analizaron la relación entre modernidad y colonialidad del poder.
A diferencia de la Teoría Crítica, que parte de la experiencia del Holocausto para cuestionar la racionalidad instrumental de la modernidad, los latinoamericanos partieron de la conquista de América en el siglo XVI para poner en cuestión la lógica sacrificial de la modernidad/colonialidad. Más allá de las «afinidades electivas» (crítica de la modernidad, denuncia las estructuras de opresión, etc.) entre la Teoría Crítica y el pensamiento decolonial, ¿considera pertinente las tesis de esta «constelación de pensamiento» que liga a la modernidad con el fenómeno de la colonialidad?
Creo que hay que decir que la Escuela de Frankfurt es diversa y hubo corrientes que abordaron temáticas distintas. Por ejemplo, la primera generación de la Escuela de Frankfurt, entre los que se encontraba Adorno, Horkheimer y Marcuse y que fue reemplazada por la generación de Alfred Schmidt y la de Jürgen Habermas, trabajó con problemáticas específicas.
Sin embargo, Habermas tiene un texto titulado La modernidad, un proyecto incompleto que se encuentra en línea directa con la primera generación. En Dialéctica del iluminismo (Editorial Hermes, 1997), Horkheimer y Adorno sostuvieron que la razón se convirtió en un proceso irracional. Pensemos en el caso del filósofo René Descartes (1596-1650). Cuando Descartes consideró que el hombre debía ser el amo y señor del universo o el amo y señor de la naturaleza, los filósofos de Frankfurt mostraron que fue una dominación que solamente benefició a la industria, al capitalismo y a la sociedad burguesa. Por tanto, esta dominación se inscribe en el proyecto de la racionalización pero no es un racionalismo completo.
Esto es lo que Habermas quería mostrar: la modernidad del capitalismo es una modernidad incompleta, ya que los seres humanos no se benefician con la dominación de la naturaleza. Ellos mismos se convierten en víctimas de la dominación capitalista. Esta dominación también se puede observar en la explotación que el Norte Global ejerce sobre el Sur Global. Esta forma de racionalismo no es el triunfo de la razón sino otra forma de dominación sobre los pueblos de África, de Asia, de América Latina y del Caribe. En ese sentido, creo que la crítica de la modernidad realizada por el movimiento decolonial, aunque guarda algunas afinidades electivas, va por otro derrotero.
Haití es uno de los países que cuenta con una larga lucha anticolonial, donde la negritud se puso de pie por primera vez (Aimé Césaire dixit). Pienso no solo en el proceso de liberación de las tropas conducidas por Toussaint Louverture o en la rebelión agraria de Charlemagne Péralte y de Benoît Betraville, sino también en la resistencia de las comunidades eclesiales de base, inscritas en el espíritu de la teología de la liberación, apoyadas por el padre Jean-Marie Vincent (asesinado en agosto de 1994).
Marxistas de la talla de Antonio Gramsci, de José Carlos Mariátegui, de Jacques Roumain y de Ernst Bloch abordaron la potencialidad revolucionaria de la religión. ¿Cuál ha sido el papel de la religiosidad popular en las actuales protestas que están cimbrando el suelo haitiano?
Efectivamente es una cuestión importante. Creo que podemos identificar una convergencia entre la manera cómo José Carlos Mariátegui y los marxistas haitianos abordaron la cuestión de la religión. También podemos observar una convergencia entre Antonio Gramsci y Jacques Roumain.
El sardo hablaba de un catolicismo popular representado en la figura del campesino. El catolicismo popular no debe ser reducido al catolicismo que es instrumentalizado para enajenar y explotar al pueblo. En ese sentido, no es fortuito que en Haití haya existido una alianza entre marxistas, miembros del clero y comunidades eclesiales de base (CEBs). Para muchos creyentes, ser católico significa tomar parte en lo que se juega en la tierra. La lucha no es solo para modificar las condiciones del campesinado sino también para transformar la sociedad en su conjunto. Las comunidades eclesiales de base jugaron un papel muy importante en la lucha contra la dictadura de Duvalier.
Actualmente, otra vez, el pueblo de Haití está comprometido en la lucha por el respeto de los derechos que ha conquistado. La teología de la liberación ha sido fundamental en las luchas de los pueblos latinoamericanos. Yo mismo, viviendo en Nicaragua, fui testigo de la labor de curas como Fernando y Ernesto Cardenal. Tampoco se puede soslayar la contribución de los hermanos Boff (Leonardo y Clodovis), del padre Gustavo Gutiérrez y del padre François Houtart en las luchas de nuestros pueblos.
Es evidente que la Iglesia en Haití se encuentra dividida, pues una parte ha decidido tomar partido por los opresores mientras que otra prefiere estar del lado de los oprimidos. Por consiguiente, estoy convencido en la necesidad de una alianza entre marxistas, creyentes y miembros de la iglesia popular en la lucha de liberación de nuestros pueblos. Claro, nunca nos pondremos de acuerdo en las cuestiones celestiales, pero sí podemos organizarnos y buscar una solución para lo que hay que hacer aquí, en la tierra.
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