El porvenir del socialismo
Ha fallecido en Montreal, a los 100 años de edad, el insigne científico y filósofo argentino Mario Bunge. Hombre de saberes enciclopédicos, comprometido siempre con los valores de la democracia republicana, los derechos humanos y la justicia social. Aunque lo que él llama socialismo es en realidad socialdemocracia, no deja de ser interesante leer sus obras.
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La sociedad capitalista, caracterizada por el llamado mercado libre, está en grave crisis. Aunque los políticos y sus economistas nos prometen que eventualmente saldremos de ella, no nos dicen cómo ni cuándo. No pueden hacerlo porque carecen de teorías económicas y políticas correctas: sólo disponen de modelos matemáticos irrealistas y de consignas ideológicas apolilladas.
Esto vale no sólo para los dirigentes liberales sino también para los socialistas, tanto moderados como autoritarios. Los liberales no nos explican la alquimia que transformaría la libertad de empresa en prosperidad; y los pocos marxistas que quedan se regocijan con la crisis que profetizaron tantas veces, pero no proponen ideas nuevas y realistas para reconstruir la sociedad sobre bases más justas y sostenibles.
Yo sostengo que hay motivos prácticos y morales para preferir el socialismo auténtico al capitalismo, y que la construcción del socialismo no requiere la restricción de la democracia, sino, muy por el contrario, su ampliación, del terreno político a todos los demás. Esto es lo que llamo “democracia integral”: ambiental, biológica, económica, cultural y política. Semejante sociedad sería inclusiva: no habría exclusiones por sexo ni por raza, ni explotación económica, ni cultura exclusivista, ni opresión política.
Se preguntará, con razón, si ésta no será una utopía más y si mi postura no será la de un cantamañanas. Mi respuesta es que la democracia integral podrá tardar varios siglos en realizarse, pero que su embrión nació hace ya más de un siglo, cuando se constituyeron las primeras cooperativas de producción y trabajo en Italia, sobre la base de empresas capitalistas fallidas.
Un ejemplo parecido, más reciente y modesto, es el movimiento argentino de las fábricas recuperadas; éstas fueron las empresas que, cuando fueron abandonadas por sus dueños por considerarlas improductivas, fueron ocupadas y reactivadas por sus trabajadores. Estos son ejemplos en pequeña escala de socialismo cooperativista.
Si en los EEUU quedaran sindicatos y partidos políticos progresistas, éstos aprovecharían la ocasión actual y transformarían en cooperativas las grandes empresas en bancarrota, tales como Ford y General Motors. Obviamente, semejante cambio requiere la anuencia de los poderes públicos, ya que involucra el reconocimiento legal de las empresas “recuperadas” por sus empleados, cosa que ocurrió en Argentina.
Pero lo que ha estado haciendo el gobierno norteamericano desde fines del 2008 es usar dineros públicos para salvar esas empresas privadas fallidas por mala gestión. O sea, ha estado haciendo lo opuesto de Robin Hood. Garrett Hardin lo llamó “socializar las pérdidas y privatizar las ganancias”.
En suma, el socialismo tiene porvenir si se propone ir socializando gradualmente todos los sectores de la sociedad. Su finalidad sería ampliar el Estado liberal y benefactor para construir el socialismo democrático y cooperativista. Éste pondría en práctica una versión actualizada de la consigna de la Revolución Francesa de 1789, a saber: Libertad, igualdad, fraternidad, participación e idoneidad.
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Fuente: Apartado de conclusión del texto de Mario Bunge '¿Existió el socialismo alguna vez, y tiene porvenir?', publicado en 2010 en el nº 88 de la revista Lecciones y Ensayos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Puede consultarse aquí http://www.derecho.uba.ar/publicaciones/lye/revistas/88/lecciones-y-ensayos-88-paginas-17-41.pdf el texto completo del ensayo.
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