El SARS-CoV-2: ¿arma de la guerra biológica? (I)
Hay diferentes formas de guerra: convencional; irregular; encubierta; sicológica; de baja intensidad; asimétrica o de cuarta generación; de espectro completo; económica; cultural; mediática; electrónica; cibernética; climática; contra las drogas o contra el terrorismo, y biológica.
La guerra biológica implica el uso de cualquier patógeno, virus, bacteria, parásito, hongo u otro organismo biológico que afecta la salud pública y/o el sistema ecológico como arma de guerra. Comprende el uso de armas químicas, como tóxicos o toxinas vivientes. El objetivo es matar, enfermar y/o discapacitar personas, una comunidad, un pueblo, una región o un país entero. El uso de bacterias o virus con el fin de militarizar enfermedades de origen natural, como el ántrax, el botulismo, la peste, la viruela, fiebres hemorrágicas o el ébola se utiliza para generar bajas en el enemigo y/o diezmar o generar pánico y terror en la población.
Los agentes biológicos se dispersan en el aire, lanzados desde aviones, bombas o misiles, causando enfermedades en las personas, animales o flora que los inhale o sean rociados con ellos; o pueden ser diseminados de manera intencional, a partir de grandes cantidades de insectos, plumas, hojas de árboles o granos de maíz, portadores de patógenos que enferman al ser humano, a los animales y las plantas. Se trata de un vector que proyecta, disemina o dispersa un agente biológico, lo que se conoce como bioarmas. Su uso indiscriminado puede constituir un arma de destrucción masiva y se considera terrorismo: bioterrorismo.
Junto con el gas mostaza, uno de los ejemplos más conocidos del uso de esa técnica de combate con armas químicas es el agente naranja, dioxina que contiene herbicidas y defoliantes mezclados con combustible para aviones, y que, fabricada por Dow Chemical y Monsanto para el Pentágono, fue utilizada por el Ejército de EEUU durante la guerra de Vietnam (y también en Laos y Camboya).
Otro químico utilizado por EEUU durante la Operación Ranch Hand en Vietnam (y antes en Japón y Corea), fue el napalm, gel combustible que arde más que la gasolina y, cuando se adhiere a la piel, el cabello y la ropa, provoca quemaduras graves, dolor intenso, pérdida del conocimiento, asfixia y a menudo la muerte. EEUU arrojó 6 millones 700 mil toneladas de explosivos en la guerra de Vietnam con saldo de 3 millones de víctimas y 500 mil niños que nacieron con malformaciones congénitas.
Después de la derrota militar, política y diplomática de la invasión mercenaria en "Bahía de Cochinos" −que culminó en Playa Girón el 19 de abril de 1961−, los hermanos Kennedy lanzaron un programa subversivo integral contra Cuba conocido por el nombre clave de las operaciones encubiertas de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) como Operación Mangosta, que junto con la guerra económica (bloqueo, sanciones), el sabotaje, el terrorismo, el magnicidio, el ataque radial y la instigación a la emigración ilegal, incluyó la agresión biológica a través de la diseminación del virus de la fiebre porcina africana, dengue, conjuntivitis hemorrágica, la roya de la caña de azúcar y del café, el moho azul del tabaco, brucelosis del ganado, bronquitis infecciosa de aves de corral, disentería, entre otras, con pérdida de vidas humanas y afectación a los cultivos y animales de más amplio consumo popular.
Otro químico conocido como arma biológica es el ántrax, usado incluso dentro de EEUU días después del 11 de septiembre de 2001, para promover una campaña de terror en la población e imponer la Ley Patriótica: esporas de ántrax fueron enviadas por correo a funcionarios del gobierno y medios de comunicación, causando cinco muertes y 22 enfermados.
Durante siglos las operaciones sicológicas (psyop) han formado parte fundamental de las acciones de guerra. Según el diccionario oficial de términos militares del Pentágono, la guerra sicológica es el uso planificado de medidas propagandísticas por la nación en tiempos de guerra o en estado de emergencia declarado, medidas destinadas para influir en las opiniones, emociones, actitudes y conducta de los grupos extranjeros, enemigos, neutrales o amigos, a fin de apoyar la realización de la política y los objetivos nacionales. Otro objetivo es crear situaciones políticas y sicológicas llamadas a provocar formas deseables de conducta de la población, grupos concretos y hasta de los gobernantes de otro país.
En general, la creación y uso de un acontecimiento como núcleo de una operación futura, utiliza tres tipos de propaganda: blanca, gris o negra. La propaganda blanca se difunde de manera abierta y se reconoce porque la fuente o el emisor no oculta su identidad: por ejemplo, la Agencia Informativa de EEUU (USIA), la radio y TV Voz de América (VOA) o las agencias noticiosas Associated Press (AP) y United Press International (UPI). La propaganda gris es anónima, y la negra –la más utilizada en las operaciones clandestinas, elaborada con base en mentiras, algunas verdades y verdades a medias−, aduce otra fuente y no la verdadera; esconde su origen detrás de nombres ficticios o bien, material falso se atribuye a fuentes reales.
El 1º de septiembre, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó sobre una nueva oleada de SARS-CoV-2 e instó al mundo a prepararse para una pandemia más letal que la del covid-19.
Cuatro días antes, el Consejo de Seguridad de Rusia había confirmado que EEUU desarrolla armas biológicas contra etnias específicas, luego de que el jefe de Defensa Biológica rusa, Igor Kirílov, denunció que el Pentágono se está preparando para una nueva pandemia −estudiando agentes potenciales de armas biológicas como el ántrax, la tularemia y el virus corona, así como patógenos de infecciones económicamente significativas, como la gripe aviar y la peste porcina africana−, igual que en 2019. No descartó el uso de las llamadas tecnologías defensivas por parte de EEUU con fines ofensivos y de control global, mediante la provocación de situaciones críticas de índole biológica.
¿Es la OMS instrumento de una psyop del Pentágono para la fabricación social del miedo y/o un actor estratégico para la instauración del totalitarismo biosecuritario en ciernes?
La Jornada