El tren de la derecha descarriló en Venezuela
29 de julio.- Hace diez días, fuentes confiables del chavismo manejaban que la oposición tenía una ventaja de diez puntos, pero confiaba en una remontada que pudiera acortar esa distancia. Hace cinco días esas mismas fuentes nos decían que las diferencias habían sido reducidas a la mitad, y crecía la esperanza. Cuando se abrieron las urnas Nicolás Maduro había obtenido una ventaja de siete puntos. ¿Que pasó en el medio?
Una parte importante del activo chavista que se había apartado del proceso desmoralizado por los años de muchas carencias y los errores del gobierno, se activó. La presencia de Maria Corina Machado, también conocida como "María Cochina", hizo su aporte. Esa mujer que entusiasma a la ultraderecha, es ampliamente repudiada por la base chavista por oligarca, vende patria y terrorista.
También hubo un despliegue excepcional del aparato partidario que apoyándose en organismos de base como los consejos comunales, y la organización de los CLAP (Comités Locales de Abastecimiento y Producción), poseen un gran conocimiento y control político de los territorios. El hecho de que Maduro se haya cargado la campaña al hombro recorriendo cientos de pueblos, ha sido muy importante.
Finalmente fue un acierto que se haya reivindicado una consigna como "la paz" que no parece disruptiva, pero que fue muy eficaz políticamente, ante los temores que despertaba Machado. Buena parte de los que se abstuvieron no querían votar al gobierno, pero también temían que si un personaje como Maria Corina llegaba a Miraflores iba a producirse más enfrentamientos y muertes.
Toda la disputa que planteó la derecha en los días previos con autotitulados observadores, como Alberto Fernández, que fueron rechazados, aportó para que el gobierno insistiera en la cuestión de la soberanía, la negativa a que desde otros países quieran imponer condiciones sobre como se eligen autoridades en Venezuela. En países castigados por su pretensión de soberanía y cambio social como Venezuela y que han sido asediados y bloqueados, la cuestión nacional no es un debate abstracto. Es la carnadura que, en tiempos de emergencia, reemplaza otras carencias.
La derecha venezolana ha recibido un enorme derrota y amagó con incendiar el país pero recibió temprano dos llamados de atención. Un tuit de la estadounidense Kamala Harris que llamaba a reconocer el veredicto de las urnas y una declaración de las FANB (Fuerza Armada Nacional Bolivariana), representada por Padrino López que advertía que las fuerzas armadas iban a hacer respetar el veredicto electoral, cualquiera fuera el resultado.
El pueblo venezolano volvió a derrotar no solo al conjunto de la derecha, sino también a todo su apoyo internacional: desde el gobierno de EEUU hasta la socialdemocracia y la derecha europeas, sin olvidar los centroizquierdistas, derechistas y socialneoliberales latinamericanos.
La actuación del gobierno argentino fue nefasta y desnuda que no tiene limites democráticos formales. La ministra de Seguridad y la Canciller se pusieron a la cabeza de un grupo de venezolanos opositores que fueron a asediar a la embajada de su país. Que funcionarios de alto rango encabecen una patota que amenaza una sede diplomática extranjera es algo que tiene pocos antecedentes en la política mundial. En el discurso de la victoria Maduro se acordó de Milei calificándolo de "bicho cobarde y fascista".
La derecha venezolana y mundial ha sido derrotada en Venezuela y eso es inapelable. Lo único que les queda es hacer control de daños difundiendo que hubo fraude, que se negó la entrada a observadores, que se amenazó a pobladores para que no votaran, etc.
El triunfo de Nicolas Maduro en Venezuela se inscribe en una secuencia de otros acontecimientos que han demostrado que el tren de la derecha puede descarrilar. Sucedió con las elecciones mexicanas y también con el triunfo del Nuevo Frente Popular en Francia. Seguro lo ocurrido ayer 28 de julio en Venezuela dará lugar a otras conclusiones, pero estas me parecen las más urgentes.
Venezuela en su hora más difícil
Fue a finales de 2016, cuando un compañero chavista, veterano de mil batallas, me dijo: "la decisión del presidente y los que hoy lo acompañan es sacrificar la revolución para mantener el gobierno". Me he acordado con frecuencia de esta frase en estos días, cuando mantener el gobierno parece una quimera. Y también pienso que la peor opción para Venezuela sigue siendo que la ultraderecha se apodere del gobierno.
28 de julio.- ¿Cuándo empezaron los cambios en la orientación del gobierno chavista? Hay distintas fechas. Un querido compañero de la izquierda chavista que supo ser diputado por Vargas, me decía que fue en 2012 cuando se aprobó la ley orgánica de trabajadoras y trabajadores (LOTT), que entró en vigencia dos meses después de la muerte de Chávez. Esa ley fue respondida con una masiva fuga de capitales de todos los orígenes (europeos, yanquis, rusos, chinos, etc.) que se negaban a trabajar con esa legislación laboral de avanzada.
La fecha más mencionada es la del fallecimiento de Chávez el 5 de marzo de 2013, aclarando que su sucesor, Nicolás Maduro, no tenía las luces, ni las espaldas políticas y militares del Comandante.
Otros, pensamos que sin Chávez y en plena fuga de capitales se siguió dando batalla revolucionaria, y que la fecha clave donde se inició el cambio de orientación fue el 6 de diciembre de 2015, cuando se perdió la Asamblea Nacional, en un año precedido por una abrupta caída de los precios del petróleo y un decrecimiento de la economía.
Esa crisis económica y política, sorprendió al país sin poder haber resuelto cuestiones básicas para la autonomía como es el autoabastecimiento de alimentos. Y sobre esa crisis, se asentaron las sanciones económicas que se inician con el gobierno de Obama en 2015.
Desde sectores de la izquierda muy nutridos de conocimientos en ciencias sociales, pero que no tienen la menor idea de cuestiones productivas, se acusó a la revolución bolivariana de no haber cambiado la matriz económica en 15 años. Venezuela hacía 100 años que había venido perdiendo la cultura campesina. Quizás se hubiera podido hacer con el apoyo de técnicos de otros países latinoamericanos y con colectivizaciones forzadas, pero no hubo ese apoyo técnico, con la honrosa excepción de médicos cubanos y un puñado de argentinos y brasileños (MST) que fueron a echar una mano. Y Chávez eligió entusiasmar, sugerir y financiar, sin obligar a nadie a irse a trabajar al campo.
Si vamos a criticar a Venezuela, digamoslo claro, el gran apoyo que dio la izquierda latinoamericana al proceso bolivariano fue hacer turismo, y escribir artículos sobre Venezuela, la mayoría de los cuales alertaba sobre el inminente final de esa fantasía tropical. Digamos también que todas la derechas del mundo, incluídas las socialdemócratas, se confabularon para destruir el proceso bolivariano. Como le pasó a Rusia, a China y Cuba, a las revoluciones no las enfrentan exclusivamente las burguesías locales. Y esto que, con mucha facilidad entienden las fuerzas del capitalismo, que inmediatamente concurren en auxilio de sus pares, resulta extremadamente complicado para las fuerzas de izquierda.
Fue durante el 2015 y el 2016 que se desarrolló en Venezuela un fuerte debate, no siempre público, sobre quién podía hacerse cargo de abastecer alimentos y otros artículos de primera necesidad que empezaban a escasear y algunos de ellos llegaron a desaparecer del mercado. Unos, sostenían que había que seguir apoyando a las comunas, y otros, que no quedaba otra opción que apoyarse en la burguesía local. El debate era ideológico, pero también productivo, porque el pueblo no se alimenta exclusivamente de buenas ideas. Seguramente, quienes apoyaron una alianza con los sectores burgueses locales, exageraron las limitaciones de las comunas. Pero también es cierto que más del 85% de los proyectos financiados por la Misión Vuelvan Caras, que aportaba a proyectos productivos autogestionados, fracasaron.
Las comunas fueron el producto más valioso y genuino de la revolución bolivariana, pero hay que decirlo: en 2016 aportaban alrededor del 2,5 % de la producción nacional y no estaban en condiciones de alimentar a la población. Haber creido y apostado siempre a las comunas, no me habilita para hacer trampas con la realidad.
Lo que ocurría con las fabricas estatizadas también tuvo sus limitaciones. En grandes fábricas como Sidor y Venelux, se instalaron burocracias que se limitaron exclusivamente a reclamar lo corporativo, sin importarles demasiado si lo que se producía alcanzaba para pagar los sueldos. Fui testigo de la entrevista de un grupo de activistas de una de esas grandes fabricas que fueron a hablar con el ministro Arias para pedir apoyo frente a una burocracia que los propios trabajadores no podían desplazar. Seguro hubo experiencias de consejos obreros y de fábricas recuperadas muy valiosas, pero hay que decirlo, fueron minoritarias.
De hecho, en este debate se impusieron posturas que no fueron exclusivas de sectores burocráticos del chavismo, también fueron fundamentadas desde la izquierda por intelectuales como Víctor Alvarez, y los hermanos Farias.
Con mucho menos debate interno, el gobierno apostó a la triangulación y al contrabando para realizar algunas exportaciones y conseguir algunos insumos. Tomó esta decisión cuando estuvo totalmente ahogado desde lo financiero y con un ingreso de divisas por la exportación de petroleo, que ni siquiera pagaba los costos de producción. En esas comercializaciones irregulares, donde ha jugado un papal preponderante Turquía, creció la figura de Tarek Al Aisalmi; y en el exterior, el gran agente comercializador de Venezuela fue el colombiano Alex Saab, que fue detenido ilegalmente por EEUU.
Como ocurre en negocios de contrabandistas, donde no hay papeles formales, la correcta rendición de cuentas depende de valores personales; y si en el caso del Saab no se produjeron reclamos, con Tarek, que en algún momento se convirtió en el hombre fuerte de la economía venezolana, no sucedió lo mismo. En plena situación de crisis y carestía para la mayoría de la población, Tarek y su grupo hicieron ostentación de su buen pasar económico, causando un daño muy grave al gobierno. Finalmente, el gobierno se sacó de encima a Al Aisalmi y alguno de sus socios, tratando de cerrar esa sangría de corrupción.
Lo más cuestionable de la orientación asumida por el gobierno de Maduro para sobrevivir, ha sido elegir un camino de capitalización interna sobre la base del ajuste del pueblo trabajador, en una vía parecida a la adoptada por China después de la muerte de Mao. Y que el gobierno de Maduro mantuvo ese rumbo, aún cuando algunos de los condicionantes iniciales habían desaparecido. Lo mismo ha sucedido con el secretismo político y la priorización de políticas de seguridad, que afectan las libertades democráticas.
En los últimos tiempos, cambiaron condicionantes externos. Los triunfos de Lula y Petro, sacaron tensión a las fronteras. En lo interno, la economía venezolana ha empezado a recuperarse a pesar de la continuidad de la política de sanciones y el bloqueo.
En ese nuevo escenario deberían haberse revisado, en primer lugar, la política de ingresos que ha hecho padecer al conjunto de la población y que ha descapitalizado al país por la emigración de buena parte de lxs mejores científicxs, profesionales y técnicxs formados por el Estado. Deberían haberse revisado también, algunas causas judiciales donde se produjeron detenciones por reclamos salariales, denuncias de corrupción o por exigencias de justicia, que fueron asociadas arbitrariamente a hechos que afectaban la seguridad nacional. En ese sentido, el caso Lanz es paradigmático. También deberían ser revisadas las intervenciones como las que sufrió el Partido Comunista, que le impidieron participar en el proceso electoral con sus autoridades legítimas.
Las condiciones políticas en que se tomaron las decisiones mencionadas, algunas discutibles y otras reprobables, son conocidas, pero a veces no suficientemente valorizadas. Venezuela fue un país al que le robaron fondos y empresas en el exterior, le bloquearon exportaciones e importaciones, lo tuvieron en alerta frente a una eventual invasión militar durante años, donde se sabotearon redes eléctricas, destilerías y servicios de internet y desbarataron numerosos atentados para asesinar al presidente. También, un país que fue sometido a una feroz ofensiva mediática al punto que en cualquier país latinoamericano criticar al chavismo es un recurso barato para demostrar "sensatez" política, en la izquierda y la derecha. Vale para todos: tanto para Macri o Massa, para Mujica o algún referente troskista. Haber sobrevivido a enemigos tan poderosos, aún haciendo alianzas extrañas y concesiones ha sido casi milagroso. Y hacer milagros para que la derecha, el imperio y la burguesía tradicional de Venezuela no retome el gobierno, tiene mérito político.
Finalmente. Hay que decir que el candidato de la derecha, Edmundo González Urrutia, es una marioneta de María Corina Machado. Esta dirigente es una mezcla de Milei y Victoria Villarruel. Es una neoliberal salvaje, pero además, ella es la continuidad histórica de las familias venezolanas que cogobernaron durante la colonia, traicionaron a Bolívar y usufructuaron la renta petrolera hasta que llegó Chávez. Seguramente María Corina va a capitalizar el desgaste de más de 20 años de asedio imperial y los errores del gobierno chavista, que tratando de sobrevivir ha descuidado su alianza con el pueblo.
Que el gobierno de Maduro sobreviva no da garantías que se retome el camino revolucionario, pero es una posibilidad. El pueblo que ha salido a frenar el avance de la ultraderecha, puede exigirlo. Pero, con el triunfo de María Corina Machado, no hay ningún beneficio para el pueblo. Ese sector político ya ha demostrado su ferocidad contra el pueblo, con su protagonismo en las guarimbas. Un triunfo de la derecha, daría al pueblo el mismo maltrato que dieron los proto nazis que ganaron en los países del Este, después de la caída de la Unión Soviética.
Se espera una elección muy reñida. Si pierde la derecha denunciará fraude. Las operaciones mediaticas de los multimedios monopólicos han instalado que en una elección normal la derecha gana por 20 puntos.
En lo único que acierta la derecha mediática es que una derrota del chavismo cambiará el tablero latinoamericano. Y se prepara para festejar esa victoria.
Si gana Maduro, quienes creemos que frenar a la ultraderecha vale la pena, vamos a festejar.
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