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Asia :: 12/09/2023

El viejo tonto que removió las montañas

Mao Tse-tung
El 9 de septiembre de 1976 fallecía el responsable de sacar a China de la Edad Media. Aquí se recoge su discurso de clausura del VII Congreso del PC de China.

11 de junio de 1945

Hemos celebrado un congreso muy fructífero. Hemos hecho tres cosas. Primera, determinamos la línea de nuestro Partido, que consiste en movilizar audazmente a las masas y robustecer las fuerzas populares a fin de que, bajo la dirección del Partido, derroten a los agresores japoneses, consigan la liberación de todo el pueblo y construyan una China de nueva democracia. Segunda, aprobamos los nuevos Estatutos del Partido. Tercera, elegimos el organismo dirigente del Partido: el Comité Central. De ahora en adelante, nuestra tarea es dirigir a todo el Partido en la aplicación de su línea. El nuestro ha sido un congreso de victoria, un congreso de unidad. Los delegados han formulado excelentes observaciones sobre los tres informes. Muchos camaradas se han hecho autocrítica; partiendo del afán de unidad, se ha logrado la unidad mediante la autocrítica. Este Congreso ha sido un modelo de unidad, de autocrítica y de democracia interna del Partido.

Clausurado el Congreso, muchos camaradas regresarán a sus puestos de trabajo o partirán para los diversos frentes de batalla. Adondequiera que vayan, camaradas, deben divulgar la línea del Congreso y, por intermedio de los militantes del Partido, explicarla a las grandes masas populares.

Al divulgar la línea del Congreso, nos proponemos infundir a todo el Partido y a todo el pueblo la convicción de que la revolución triunfará. Ante todo, debemos elevar la conciencia política de la vanguardia, de modo que sea resuelta, no tema ningún sacrificio y supere todas las dificultades para conquistar la victoria. Pero esto no basta; también debemos despertar la conciencia política de las grandes masas populares de todo el país para que, voluntariamente y de buen grado, luchen junto con nosotros por la victoria. Debemos inflamar a todo el pueblo con la convicción de que China pertenece al pueblo chino y no a los reaccionarios. Hay una antigua fábula china llamada «El Viejo Tonto que removió las montañas». Cuenta que hace mucho tiempo vivía en el Norte de China un anciano conocido como el Viejo Tonto de las montañas del Norte. Su casa miraba al Sur, y frente a ella, obstruyendo el paso, se alzaban dos grandes montañas: Taijang y Wangwu. El Viejo Tonto decidió llevar a sus hijos a remover con azadones las dos montañas. Otro anciano, conocido como el Viejo Sabio, los vio y, riéndose, les dijo: «¡Qué tontería! Es absolutamente imposible que vosotros, siendo tan pocos, logréis remover montañas tan grandes.» El Viejo Tonto respondió: «Después que yo muera, seguirán mis hijos; cuando ellos mueran, quedarán mis nietos, y luego sus hijos y los hijos de sus hijos, y así indefinidamente. Aunque son muy altas, estas montañas no crecen y con cada pedazo que les sacamos se hacen más pequeñas. ¿Por qué no vamos a poder removerlas?» Después de refutar la errónea idea del Viejo Sabio, siguió cavando día tras día, sin cejar en su decisión. Dios, conmovido ante esto, envió a la tierra dos ángeles, que se llevaron a cuestas ambas montañas. Hoy, sobre el pueblo chino pesan también dos grandes montañas, una se llama imperialismo y la otra, feudalismo. El Partido Comunista de China hace tiempo que decidió eliminarlas. Debemos perseverar en nuestra decisión y trabajar sin cesar; también conmoveremos a Dios. Nuestro Dios no es otro que las masas populares de China. Si ellas se alzan y cavan junto con nosotros, ¿por qué no vamos a poder eliminar esas montañas?

Ayer, durante una conversación con dos norteamericanos que regresaban a su país, dije que el Gobierno de los EE.UU. trata de socavar nuestra causa y que eso no lo toleraremos. Nos oponemos a la política de ese Gobierno de apoyar a Chiang Kai-shek contra los comunistas. Pero debernos establecer una distinción, primero, entre el pueblo y el Gobierno de los EE.UU. y, segundo, dentro de ese Gobierno, entre los que deciden la política y los funcionarios en general. Dije a estos dos norteamericanos: «Comuniquen a los fabricantes de la política de su Gobierno que nosotros les prohibimos entrar en las regiones liberadas, porque su política es apoyar a Chiang Kai-shek contra los comunistas, y no les tenemos confianza. Pueden venir a las regiones liberadas si su propósito es combatir al Japón, pero antes hay que llegar a un acuerdo. No les permitiremos andar husmeando por donde se les antoje. Dado que Patrick J. Hurley[1] declaró públicamente que no habría cooperación con el Partido Comunista de China, ¿para qué desean ustedes venir a merodear en nuestras regiones liberadas?»

La política del Gobierno yanqui de apoyar a Chiang Kai-shek contra los comunistas revela lo desenfrenada que es la reacción norteamericana. Pero está condenado al fracaso todo intento de los reaccionarios, chinos o extranjeros, para impedir la victoria de nuestro pueblo. La democracia constituye la corriente principal en el mundo actual, mientras que la reacción antidemocrática es sólo una contracorriente. Esta contracorriente reaccionaria intenta predominar sobre la corriente principal de independencia nacional y democracia popular, pero jamás pasará a ser corriente principal. Actualmente existen aún en el viejo mundo tres grandes contradicciones, que hace ya tiempo señaló Stalin: la primera, entre el proletariado y la burguesía dentro de los países imperialistas; la segunda, entre las diversas potencias imperialistas, y la tercera, entre los países coloniales y semicoloniales y las metrópolis imperialistas[2]. Estas contradicciones no sólo siguen existiendo, sino que se desarrollan tornándose más agudas y amplias. Y a consecuencia de su existencia y desarrollo, llegará el día en que sea barrida la contracorriente reaccionaria antisoviética, anticomunista y antidemocrática, que hoy todavía existe.

En estos momentos se celebran dos congresos en China, el VI Congreso del Kuomintang y el VII Congreso del Partido Comunista. Tienen objetivos diametralmente opuestos: uno pretende aniquilar al Partido Comunista y demás fuerzas democráticas de China y así sumergir a nuestro país en las tinieblas; el otro aspira a derrocar al imperialismo japonés y sus lacayos, las fuerzas feudales chinas, construir una China de nueva democracia y, de esta manera, conducir a nuestro país hacia la luz. Estas dos líneas luchan entre sí. Tenemos la firme convicción de que, dirigido por el Partido Comunista de China y guiado por la línea de su VII Congreso, el pueblo chino alcanzará la victoria total, mientras que la línea contrarrevolucionaria del Kuomintang fracasará.

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Notas

[1] Reaccionario politicastro republicano de los EEUU. Fue nombrado embajador norteamericano en China a fines de 1944. En noviembre de 1945, se vio obligado a dejar el cargo porque su apoyo a la política anticomunista de Chiang Kai-shek suscitó la firme oposición del pueblo chino. Su declaración pública sobre la no cooperación con el Partido Comunista de China la hizo en Washington el 2 de abril de 1945, en una conferencia de prensa convocada por el Departamento de Estado.

[2] Véase J. V. Stalin, «Los fundamentos del leninismo», I: «Las raíces históricas del leninismo».

 

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