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Mundo, Anti Patriarcado :: 19/09/2008

El cuento del enfoque de género II

Victoria Aldunate Morales - La Haine
La profesional ofreció el documento para que leyeran las cláusulas, intentó entregárselo a la mujer, pero el tipo lo tomó antes y ella no se iba a meter en líos de pareja

La muda

Venía moreteada en la cara y los brazos. Un hombre de baja estatura y muy hablador se sentaba a su lado. Ella tenía un vientre de unos ocho meses de embarazo y a pesar de su mirada resentida, lucía como una de esas mujeres bellas de tevé. Alta y blanca, cabellos rubios. De aquellas a las que los mestizos de este país miraban dándose vuelta para repasarle cada una de sus partes. Era de aquellas adquisiciones masculinas que otros hombres envidiaban.

A la joven psicóloga de la institución de Defensa de la Infancia Agredida no le gustó esa mujer (nunca le habían gustado las tipas así, se hacían las moscas muertas y ella ya sabía cómo eran en realidad… No tenía pinta de víctima y además iba a regalar a su guagua…). El tipo a su lado, venía diciendo que darían al hijo en adopción porque no podían tenerlo, que quería que les dieran un papel a firmar, de inmediato, que su mujer acataba la decisión. “Usted tiene un tono de mando…”, le respondió la asistente social -de la misma Institución- con algo de molestia (no le gustaba que cualquier usuario viniera a levantarle la voz). Sí, él había sido carabinero, ella no se equivocaba, por eso su tono –el hombre la miró con algo de sorna-. “Ajá”, dijo ella. La profesional ofreció el documento para que leyeran las cláusulas, intentó entregárselo a la mujer, pero el tipo lo tomó antes y ella no se iba a meter en líos de parejas.

El día del Test psicológico, la psicóloga recordó que esta era la misma rubia que no había dicho ni una sola palabra una semana atrás y por lo que luego, para identificarla, con la asistente social la habían bautizado como la muda. Hoy en cambio estaba más elocuente (es que el tipo no había podido entrar con ella a la cabina terapéutica y la muda era una de esas que se dejan pegar y luego se quejan, además tenía un personalidad patéticamente infantil…). Pero la psicóloga, que se enorgullecía de su profesionalismo, hizo su trabajo adecuadamente: escuchó atenta a la rubia cuando decía que se quería morir y la dejó llorar… Luego de que la vio calmada, le respondió: “Bueno señora” –lo dijo con su tono dulce acostumbrado- “denuncie, ahora están todas las facilidades con la Ley VIF. Qué él no lo note y de acá se me va a Carabineros y coloca una denuncia”. Se lo dijo como a una niña, secreteando, con una sonrisa cómplice a la que la rubia respondió con otra sonrisa (ahí fue cuando vio que no era tan regia la rubia, se le notaba lo pobre, de estas rubias de población no más…). Recogió la hoja de respuestas y se despidió de ella con un apretón de manos.

Meses después, luego del femicidio de la rubia, la Abogada del Observatorio de Derechos Humanos de las Mujeres envío un mail a la Institución de Defensa de la Infancia Agredida preguntando por qué no se había hecho, desde esa institución del Estado, la denuncia correspondiente de Violencia Intrafamilar contra el hombre para proteger a la mujer, si el informe social decía claramente, entre otras cosas, que “se había observado moretones y aparente temor en la mujer, así como agresividad en personalidad del hombre…”. La respuesta institucional no se hizo esperar y en una de sus partes rezaba: “Nuestro organismo tiene como objeto regular a favor de la infancia. Nuestro interés es el interés superior del niño –en este caso, dado ya en adopción-. A la usuaria se le recomendó denunciar…”.

Victoria Aldunate Morales
Memoria Feminista, Feministas Autónomas

 

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