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Argentina :: 26/08/2008

El Hecho Revolucionario

Quebracho
Hoy el conjunto de los argentinos compartimos un cuerpo de valores que constituyen nuestra ?cultura política? y que son formidable base para la construcción de un Frente Nacional

Editorial Quebracho Prensa Nacional Nº 65, Agosto de 2008

Las matrices de acumulación política.

Aquella fantasía con que alimentaban los discursos fundantes cuando hablaban de transversalidad, hoy ha quedado sepultada por la opción de acumulación en la que se sumergieron los Kirchner cuando el ex presidente asume la presidencia del Pejota, anudando acuerdos con lo más tenebroso de la política tradicional. Se acumula y desarrolla poder político mediante los acuerdos de aparato, con pequeños “señores” de la política como pueden ser intendentes o gobernadores, teniendo en la obra pública una de las herramientas de chantaje más habitual, y pactando con la burocracia más abyecta la convivencia en la superestructura.

La debilidad que encuentran los Kirchner y cía. en este modelo de acumulación es precisamente que una de las variantes de oposición más fuertes que se le ofrece (duhaldismo-dasnevismo) es la vertiente política dilecta de este tipo de construcción y contiene operadores propios que hoy se cobijan bajo el abrigo del régimen actual.

Otra de las matrices de acumulación es la que encarna el conjunto de la oposición formal y electoralera, que con la lógica de construcción de consensos a expensas de la seducción de las capas medias, define sus roles y posicionamientos en función de la “opinión pública” y no de una estrategia propia.

No es sorprendente ver los actos de las cuatro gremiales patronales del campo alimentados con militancia “de izquierda” y rodeados de un sinfín de dirigentes y referentes de todos los colores y pelajes opositores desde referentes de los desocupados hasta exponentes del patriciado conservador, pasando por toda la gama de izquierda a derecha. En esta concepción está más afianzada la idea de la construcción de hegemonía a partir de acuerdos entre factores y actores del poder, a diferencia de lo anterior que reproduce su dominación a expensas de una maquinaria clientelar.

La tercer matriz que aparece con fuerza en el escenario nacional es aquella que reivindicando la militancia y el protagonismo popular, está entrampada en las limitaciones de referentes con falta de audacia o de grandeza, que se empeñan en reproducir pequeños armaditos y acuerditos sin proponerse seriamente una construcción nacional de masas; que con anclajes en la vieja política suele quedar jaqueada por la necesidad de seducir a las capas medias, con lo cual muchas veces deja de atender a los sectores más vulnerables de la población.

Los electoraleros condicionarán sus alianzas en función de su peculiar noción de “lo que quiere la gente”. Han mudado hasta los conceptos y ahora en vez de “Pueblo”, hablan de “gente”. Y lo que quiere la gente no deja de ser una entelequia de improbable verificación, cuando no la contaminación ideológica que la lógica conservadora (tan temerosa del hecho revolucionario) se autoimpone.

Una política para todos los argentinos.

Es imprescindible poder salirse de estas matrices de acumulación política y lograr darle cuerpo y proyección política a una nueva forma. Hay algunos sectores que en torno de esta preocupación y de los ejemplos que pueden visualizarse en América Latina, vienen proponiendo construcciones de nuevo tipo, reformulando lógicas de representación y de poder que permitirían un umbral de sentido común en política alentador a los efectos de una política revolucionaria.

Pocos elementos están faltando para hacer posible la construcción del Frente Nacional. Audacia para ponerse a construirlo; grandeza para que prestigismos, celos y mediocridades no condicionen la construcción; inteligencia para articular todo el capital político que el pueblo ha ido acumulando en su larga lucha, sea experiencia organizativa, métodos de lucha, doctrina, referencias personales y colectivas.

Ni la Revolución del Parque, ni el 17 de octubre, estuvieron protagonizados por sectores “integrados”, sino justamente lo que les dá carácter revolucionario es el hecho de haber metido de prepo a los sectores políticos y sociales proscriptos. Si estos sectores no están expresados con fuerza en la plataforma política e incluso en el perfil del Frente Nacional, entonces éste carecerá de proyección.

Las construcciones políticas inspiradas en esta filosofía, lejos de construirse a expensas de armados de aparatos y dirigentes, deben necesariamente sumergirse en lo más profundo de nuestra nación para comenzar a desatar la Revolución Permanente Latinoamericana, que no es otra cosa que devolver el ejercicio del poder a los verdaderos dueños, al Pueblo. La Revolución permanente es el proceso constituyente permanente.

La cultura política del Pueblo.

Hoy el conjunto de los argentinos compartimos un cuerpo de valores que constituyen nuestra “cultura política” y que son formidable base para la construcción de un Frente Nacional. Así, la deuda externa y los organismos multilaterales de crédito, son visualizados por todos como buitres carroñeros. La necesidad de propiedad social de los estratégicos bienes comunes es algo cada vez más claro para todos. El vaciamiento de la institucionalidad, con poderes promiscuos y corruptos, es un elemento incontrastable aunque le propinen reformulaciones cosméticas.

Esto, acentuado con la torpe y peligrosa consigna de “más democracia”, como si fueran ellos los que determinan cuánta democracia podemos tener. Justamente en estos últimos meses de desempeño de la administración de Cristina Fernández han asomado en su boca y en la de sus ministros y gobernadores afines conceptos que trabajosamente hemos intentado imponer en la agenda nacional desde la UAC y desde las luchas cotidianas por la soberanía. Así escuchamos un día hablar del peligro de la sojización, del mal de los transgénicos: esto dicho por la presidente que facilita la sojización y el cultivo transgénico.

Así un día escuchamos en el discurso presidencial el concepto de “soberanía alimentaria”, hasta hace poco recluido en círculos de compañeros más o menos acotados. Así se ha hablado de pools de exportación, todos conceptos que van construyendo un piso de valores políticos, unas banderas de construcción que si bien pretenden arrebatarlas desde el poder en una perversa pirueta para resignificarlas, constituyen invaluable capital para pensar una patria soberana.

El hecho revolucionario

Para ser capaz de provocar el hecho revolucionario, el Frente Nacional debe ser capaz de contener la amplia gama de sectores que anhelan una Patria justa y digna. Fundamentalmente no debe tratarse de una variante más folklórica del abanico político habitual, sino que tiene que –necesariamente- expresar la vocación de enfrentamiento con el Imperio y defensa de la soberanía; y debe mostrar claramente que esa defensa recae principalmente en las masas organizadas.

Debe mostrar que viene a desterrar la política de aparatos para fundar la política de masas. Eso es el comienzo del hecho revolucionario que la Argentina espera.

 

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