En nombre de Che Guevara
Texto inédito de 1989
Entre los muchos intentos de recuperar el legado del Che, el último no es el menos sorprendente. En Perestroika: la revolución de las esperanzas, publicado en 1987 en Nicaragua, Kiva Maidanicki (1929-2006), historiador soviético de Gorbachov que impartió cursos de formación política en Nicaragua, subraya la «afinidad espiritual y psicológica» entre el Che y Gorbachov en lo que respecta a los «valores del socialismo».
La entrevista fue realizada por Marta Harnecker (1937-2019), periodista muy conocida en Cuba, a menudo inspirada por una postura prosoviética acérrima y a la que parecía haberse encomendado una misión de buenos oficios entre los PC latinoamericanos «ortodoxos» y la corriente fidelista. Sin embargo, este esfuerzo de recuperación -incluso bajo la etiqueta de perestroika– presenta una serie de dificultades.
Las reformas económicas comerciales no figuraban entre los «valores del socialismo» a los que el Che estaba especialmente apegado. Su hostilidad a las reformas preconizadas por Liberman y Trapeznikov en los años 60 era bastante clara; estaba en contra de la introducción del «cálculo económico» basado en la autonomía financiera de las empresas, y en contra de un sistema salarial basado sobre todo en incentivos materiales, trabajo a destajo y primas.
La oposición del Che no provenía de ningún desprecio por las «leyes y mecanismos económicos»: era partidario de una planificación rigurosa y de un sistema presupuestario centralizado que implicara el control de las inversiones y los créditos sobre la base de intereses generales y no sectoriales, en nombre de la construcción de un socialismo concebido como un sistema radicalmente distinto de la sociedad capitalista, basado en categorías opuestas a las del beneficio y la mercancía.
Consideraba que el uso de las categorías de la mercancía debía limitarse a los sectores menos socializados cuando fuera imposible hacerlo de otro modo. «Con las armas podridas legadas por el capitalismo -la mercancía como unidad económica, la rentabilidad, el interés material individual como estímulo- corremos el riesgo de llegar a un callejón sin salida». La experiencia histórica lo confirma.
Como la claridad del mensaje deja poco margen a la ambigüedad, el historiador soviético relega al almacén de las utopías estas afirmaciones que «datan de hace más de un siglo». Estas opiniones, además, no forman, en su opinión, «el núcleo de la concepción del Che como teórico»; por último, pueden adaptarse «al estado de ánimo de las masas en los primeros años de la revolución triunfante», pero en décadas posteriores, la psicología y la conciencia de las masas ya no son las mismas. ¡Pobre socialismo! ¡Apenas nacido en la escala de la historia y ya condenado!
Huelga decir que la concepción del Che -como la de todos los teóricos marxistas- era la antítesis del fatalismo político que hace de la conciencia revolucionaria de las masas un episodio efímero, en el que éstas recaen inevitablemente en la apatía política y tienen que recurrir a las leyes del mercado, el palo y la zanahoria. El Che, en cambio, creía que la movilización de las masas y su toma de conciencia podían ser estimuladas por una política internacionalista alentadora de los procesos revolucionarios, por la lucha contra la burocracia y la corrupción, por el comportamiento ejemplar de los dirigentes y el desarrollo de la democracia socialista, aunque su concepción era limitada en este sentido.
Todo cuadra: al internacionalismo del Che le hubiera resultado difícil aceptar la prioridad dada al «diálogo» diplomático con EEUU en detrimento de los procesos revolucionarios del Tercer Mundo, reducidos a la categoría de meros «conflictos regionales». En un momento en que Nicaragua carece de petróleo, concedido escasa y condicionalmente por el gobierno soviético, Gorbachov se planteaba reducir su ayuda militar «al nivel de armas ligeras del tipo utilizado por la policía» ….. El Che, que denunció violentamente las deficiencias de la ayuda del «campo socialista» en Vietnam, habría denunciado violentamente esta «concepción» del internacionalismo proletario.
Entonces, ¿qué tiene que ver el Che con todo esto? ¿Se trata de una vulgar operación de propaganda destinada a pasar el trago amargo de los compromisos contraídos con Reagan sobre las espaldas de los revolucionarios centroamericanos? ¿O para restaurar la reputación (que tanto necesita) de los PC latinoamericanos?
Es probable que la burocracia soviética desee borrar las huellas de la traición abierta del PC boliviano al Che y la denuncia de éste por el movimiento comunista internacional. Al no encontrar héroes internacionales en los descendientes de Stalin, buscan 20 años después recuperar el inmenso prestigio de una bandera intachable.