En Vilnius la OTAN amenazó con la guerra fría, con una guerra hibrida global
Las declaraciones de hostilidad de la OTAN hacia Rusia la semana pasada demuestran más allá de toda duda que la mentalidad de Guerra Fría entre los líderes occidentales está más arraigada que nunca.
Hay una extraña sensación de retroceder en el tiempo a un mundo cuando los estadounidenses se presentaban como los buenos de la película cuyo noble propósito era salvar al mundo de todo tipo de malos. Era un burdo y cursi cliché. Y, sin embargo, hoy el mundo está siendo engañado de nuevo, con la repetición de esa vieja película, que ahora podríamos llamarla: “Guerra fría, la secuela”.
La cumbre anual de la OTAN se reunió en Vilnius, la capital lituana, el 11 y 12 de julio, con la presencia de Biden y de los líderes de otras 30 naciones miembros de la OTAN, incluida la recién admitida Finlandia. También asistió Suecia, cuya membresía fue en principio ratificada, por lo que probablemente se convertirá en el miembro número 32.
El comunicado final de la reunión suena como un plan de guerra global (sus redactores le dieron un toque dramático).
Por supuesto, entre otras diatribas, hubo una estridente denuncia de Rusia, acusándola de montar “una guerra de agresión no provocada contra Ucrania”. La retórica de la cumbre estuvo saturada de militarismo y amenazas. Según la OTAN el continente europeo se encontraría en un estado de guerra no visto desde la II Guerra Mundial, y toda por culpa de la malvada Rusia.
No hay lugar para la diplomacia en la OTAN. El conflicto en Ucrania se ha reducido a una parodia, tipo hollywood, del “bien contra el mal” en la que los EEUU cabalga al rescate de sus aliados europeos que se ven amenazados por la “crueldad rusa” y unos supuestos planes de invasión. Esta intensa campaña de propaganda no es más que la repetición del infame mito creado para satanizar a la Unión Soviética.
Antes de la cumbre los medios de comunicación occidentales crearon convenientemente la atmósfera necesaria para alimentar la histeria europea; describieron cómo Biden y los líderes de la OTAN se reunían con medidas de alta seguridad para prevenir un “posible ataque militar ruso con armas químicas y radiológicas”.
A la conferencia asistió el presidente ucraniano, Vladimir Zelensky, vestido con su característico uniforme seudomilitar y repitiendo sus insistente libreto: “necesitamos más armas”. Sus llamamientos tuvieron como respuesta la promesa de mantener el flujo de armas letales a pesar de la horrenda matanza que ha soportado ese país durante los últimos 17 meses.
El lloriqueo de Zelensky exigiendo más ayuda militar y acceso a la membresía de la OTAN sirvió para poner en evidencia las divisiones y la fragilidad que afectan a la Alianza Atlántica, que habitualmente esconden tras una miríada de palabras altisonantes y mucha fanfarronería.
Biden y otros líderes descartaron la membresía de Ucrania y solo expresaron vagos e indeterminados compromisos. EEUU y la OTAN saben perfectamente que incorporar al régimen de Kiev a la alianza en este momento podría desencadenar la III Guerra Mundial con una Rusia que posee armas nucleares de última generación.
Las exageradas súplicas de Zelensky fueron desechadas abiertamente por los estadounidenses y los británicos . Además ambas potencias se mostraron molestas por las destempladas declaraciones del ex comediante convertido en presidente de Ucrania.
Independientemente de las payasadas, está muy claro que EEUU ha logrado atrincherarse en la narrativa de una Segunda Guerra Fría, en la que Europa está totalmente subordinada a las ambiciones geopolíticas de Washington. Aunque es posible que EEUU quiera evitar una conflagración total con Rusia, sus halcones quieren mantener un enfrentamiento bélico convencional con los rusos en un lugar que no sea territorio estadounidense. Esto no sólo es un acto imprudente, es jugar en la cuerda floja.
La declaración de la OTAN también ilustró que la Organización belicista se ha arrogado un papel de ejecutor global de la estrategia militar de EEUU. La cínica retórica sobre la defensa de la democracia y el orden basado en reglas estuvo dirigida a China e Irán, además de a Rusia.
A partir de la reunión de Vilnius casi todos los rincones del globo están designados como regiones que pueden requerir “misiones de seguridad” por parte de la OTAN, lo que significa dar un certificado de seguridad para la hegemonía estadounidense.
No es extraño que la OTAN se haya designada a sí misma como el ejecutor militar global de los intereses estadounidenses, cuya demanda de dominación es resistida en la mayo parte del mundo. El comunicado emitido en Vilnius se puede leer como una declaración de guerra, aunque empapado de una retórica orwelliana sobre la defensa de la democracia, la paz y el estado de derecho. De esta manera las potencias occidentales, que han invadido, colonizado e iniciado guerras y golpes de estado, se vuelven a burlar del mundo con el subterfugio “de la democracia y el derecho internacional”.
Tanto Rusia como China deploraron el regreso de la mentalidad de la Guerra Fría. Moscú y Beijing creen que esta división de las relaciones internacionales es anacrónica y negativa. La guerra fría siempre ha sido un anatema para el desarrollo de un mundo multipolar, un mundo que no esté dominado por una supuesta hiper potencia.
El difunto diplomático y estratega estadounidense George Kennan advirtió en 1997 que la expansión de la OTAN conduciría al “regreso de la Guerra Fría”. Kennan, quien formuló la política exterior de EEUU hacia la Unión Soviética y la República Popular China a principios de la Guerra Fría, tuvo suficiente integridad intelectual para darse cuenta que la expansión de la OTAN (después de la disolución de la Unión Soviética en 1991) era una abierta provocación contra la nación euroasiática. Si estuviera vivo hoy, Kennan corroboraría los argumentos de Rusia y vería con preocupación como Ucrania se ha convertido en una punta de lanza contra Moscú.
Sin embargo, la verdad es que la Guerra Fría no ha “regresado” a través de las agresivas políticas estadounidenses sino que la Guerra Fría nunca terminó realmente.
Es cierto que, por un tiempo, la hostilidad militar e ideológica parece haber disminuido. Esto se debió, en parte, a que Rusia fue vista durante la década de 1990 – con Gorbachov y Boris Yeltsin – como una superpotencia derrotada y débil, donde el capital estadounidense podía saquear y explotar a voluntad.
Desde que Rusia recuperó su independencia y poder militar, especialmente al frustrar la guerra de agresión de EEUU en Siria en 2015, Moscú fue puesto directamente en la mira de Washington.
También China, Irán y otros países son ahora considerados “enemigos” por EEUU, lo que significa que son un estorbo para el afán de dominación universal de esta potencia en declive. La subordinación ha sido la política permanente del capitalismo occidental. No puede haber mutualismo, cooperación o paridad bajo este sistema basado en el monopolio.
La guerra en Ucrania es, por lo tanto, la culminación, no un regreso, de la hostilidad de la Guerra Fría contra la Unión Soviética, una hostilidad que estuvo temporalmente latente, disfrazada por un falso discurso de “asociaciones”.
Pero se necesita profundizar en el problema sistémico si queremos encontrar la “razón” de este grave enfrentamiento. Los orígenes de la Guerra Fría, o lo que hoy podría llamarse “la guerra híbrida” se remontan a acciones ocultos de los servicios de inteligencia estadounidenses durante y después de la II Guerra Mundial. Cuando se formó la alianza de la OTAN en 1949, EEUU se nombró asimismo como defensor de Europa ante la “agresión soviética”. Por supuesto, se trataba de tener un pretexto para controlar a la “vieja Europa”. Todo el proceso fue realizado con una cuidada escenificación.
La misma engreída pretensión se nos vende hoy con respecto a Ucrania y al resto de Europa. “Estás atrapado con nosotros”, bromeó Biden con Zelensky durante la cumbre de la OTAN, en un falso intento de sonar magnánimo.
El fin de la II Guerra Mundial no solo significó la derrota de la Alemania nazi y del fascismo europeo, también fue una derrota trascendental debido al valor y al sacrificio del pueblo soviético. Sin embargo, tras el final de esa guerra EEUU empezó inmediatamente a sembrar las semillas de una nueva guerra contra la Unión Soviética. Esa fase del conflicto se denominó Guerra Fría y se vendió como una causa para defender la democracia y el «mundo libre».
La realidad fue que los estadounidenses y sus aliados británicos reclutaron los remanentes militares y de inteligencia de la Alemania nazi y del fascismo europeo para emprender una nueva etapa de hostilidades contra los soviéticos bajo el disfraz hipócrita de la «agresión comunista». Esos remanentes fascistas europeos fueron la base original de la actual OTAN.
La historia ha documentado que la Alemania nazi y el fascismo europeo fueron financiados por el capital estadounidense y británico. El objetivo de esos capitalistas, durante la década de 1930, era transformar a Alemania en un estado poderosamente armado contra la Unión Soviética.
Estos eran sus planes antes que comenzara la II Guerra Mundial en 1939. Entonces, cuando la dictadura de Hitler fue derrotada por la URSS en 1945, ese evento no fue el final de una larga guerra no declarada cuyo propósito era “asegurar» los intereses imperialistas estadounidenses. Esto explica por qué la llamada Guerra Fría se inició de inmediato en 1945.
A cualquiera le parecerá extraño que poco tiempo después del horror de la II Guerra Mundial (con 70 a 90 millones de muertos) el mundo se vuelva a enfrentar en un escenario que conlleva el peligro de una destrucción nuclear mutua asegurada.
Por lo tanto, cuando la Unión Soviética se disolvió en 1991 (por lideres imprudentes como Mikhail Gorbachev y Boris Yeltsin), la larga guerra de Occidente por su dominación total no se detuvo. La inexorable y engañosa expansión de la OTAN es prueba de ello.
Por esto, hoy, el mundo no está viendo el “regreso” de la Guerra Fría, sino la continuación intensificada de una guerra fría o hibrida orquestada por las potencias capitalistas lideradas por EEUU.
Pero Rusia, China, Irán y otros países no están dispuestos a rendirse y es por eso que EEUU y el Occidente Colectivo están cada vez más cerca del camino de una guerra que impida ahondar su declive.
La paz mundial nunca será posible mientras EEUU y sus perritos falderos lancen con impunidad guerras y matanzas masivas en todas partes del planeta. La paz siempre será un producto ilusorio mientras las potencias criminales de occidente no rindan cuentas y se les permita persistir en sus depredaciones bajo la grotesca máscara de “defensores de la democracia y el derecho internacional”.
Las potencias occidentales, sus máquinas de guerra capitalistas e imperialistas son la fuente de todas las guerras de los tres últimos siglos. La Alemania nazi no fue más que una marca de un conjunto más grande de herramientas políticas cuya expresión moderna y mejorada es la OTAN.
La Guerra Fría es solo una iteración de una larga guerra por la dominación global. No se ha detenido ni por un momento y continuara mientras prosiga el sistema imperialista occidental.
Con suerte, la paz mundial prevalecerá cuando el sistema de guerra occidental sea aplastado. Ese resultado implicará inevitablemente una transformación radical en el actual orden político y económico, particularmente entre los estados occidentales cuya bancarrota se ha retrasado demasiado.
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