Europa será otra víctima de la guerra en Ucrania
Gran parte de las fuerzas de “izquierda”, incluso algunos “anticapitalistas”, no advierten la centralidad del imperialismo en las causas de las guerras, el colonialismo, la pobreza, el racismo, la destrucción del medio ambiente, las pandemias, etc. De esta forma ocurre que estas fuerzas, motivadas por principios éticos, han sido empujadas a apoyar guerras que en realidad sus raíces se encuentran en la acción del imperialismo. Al hacerlo, se condenan a sí mismos a la irrelevancia o, peor aún, se convierten sin darse cuenta, en instrumentos del imperialismo.
La configuración clásica, descrita en las primeras décadas del siglo pasado por Lenin, sigue siendo totalmente actual -quizás ahora más que entonces-. A saber: la presencia decisiva de los grandes monopolios y su entrelazamiento con el poder político, la asociación entre capital financiero e industrial y la exportación de capitales en busca de mayores oportunidades de lucro.
Hoy hay, al menos, un elemento nuevo: los bloques nacionales imperialistas ya no señorean, sino que quienes dominan son bloques transnacionales que reflejan el carácter transnacional de las grandes empresas monopólicas.
Es por eso que la lucha antiimperialista debe ser ante todo una lucha contra el polo imperialista europeo construido no para el "sueño" de paz en Europa, como dicta la retórica pro-europea, sino diseñado desde el principio en una clave claramente antisoviética.
No debemos repetir los errores cometidos por las socialdemocracias europeas durante la Primera Guerra Mundial, que estalló en el contexto de una crisis comparable a la actual. Casi todos creían que el imperialismo de las naciones “enemigas” era el malo, pero consideraban bueno al propio, apoyando chovinistamente los créditos de guerra.
Esa lección debe servirnos hoy para oponernos ante todo al imperialismo europeo como “el mejor”. Está al lado del más peligroso de todos, el de EEUU, y nuestro trabajo es y será combatirlo. Por tanto, salir de la OTAN se convierte en un objetivo ineludible.
Con el pretexto de la guerra en Ucrania los imperialismos estadounidense y europeo ha relanzado una carrera de rearme apostando por la extensión de un conflicto que podría volverse incontrolable. Una guerra que se libra en el frente militar, pero también en el mediático, informático y económico.
En el frente económico, caracterizado principalmente por las sanciones estadounidenses y europeas a Rusia la vieja Europa se verá mucho más afectada que los EEUU y que la propia Rusia. Como todos sabemos Europa depende de las importaciones de productos energéticos, materias primas, fertilizantes y productos agrícolas del país sancionado.
El 27 % del petróleo, el 46 % del carbón y el 40 % del gas en Europa provienen de Moscú, mientras que EEUU importa solo el 8 % del petróleo, el 5 % del carbón y el 0,5 % del gas. A esto hay que sumar que Norteamérica será recompensado con creces por el crecimiento de sus exportaciones de gas y petróleo a Europa.
Unas exportaciones que están costando muy caras y que supondrán un agravamiento de la situación medioambiental, un aumento de costes, que ya Confindustria ha cuantificado para Italia en 68 mil millones al año, es decir, más del 5% de nuestro PIB. Esto explica por qué los mismos indicadores bursátiles muestran que los mercados bursátiles europeos se desploman y Wall Street crece.
Las dificultades por el lado de la oferta se están produciendo tras un largo periodo de expansión monetaria, primero por la flexibilización cuantitativa y luego por las medidas para hacer frente a las consecuencias económicas de la pandemia. Así que la inflación podría ir mucho más allá del 7% actual (para los productos energéticos puede llagar a un 200% al final del año y hace mucho que sabemos cuánto afecta esto a los costos de todas las demás actividades)
El terreno fértil para la liquidez ya alcanzó su punto máximo de los últimos 40 años, tanto por el caos provocado en algunas cadenas productivas como por los movimientos especulativos, en particular sobre los “futuros” de los productos energéticos. En la compleja coyuntura actual, tampoco parece factible combatir el desastre que se aproxima con las recetas neoliberales de siempre, que precipitarían aún más a nuestra necesitada economía.
A estos daños hay que sumar el aumento del gasto militar, que está desviando ingentes recursos económicos públicos que antes se destinaban a sanidad, educación y bienestar.
En Europa, por tanto, al contrario del aumento de los precios, el aumento de las pensiones y de los salarios no superara el 0,8%, una cifra muy, pero muy lejos de la inflación real. También, el descenso de la ocupación debilitará las conquistas de los trabajadores si estos no se ponen en marcha para combatir la inflación y los recortes.
El 9 de abril la agencia Reuters informó que, según el instituto IMK, el cese de la importación de gas ruso "provocaría una caída de la producción en los primeros 12 meses de entre 114.000 y 286.000 millones de euros, lo que corresponde aproximadamente entre el 4 al 8 por ciento del PIB” europeo.
La misma agencia publica el estudio del economista Tom Krebs según el cual la producción en Alemania "podría disminuir entre un 2 a 4% adicional debido a los altos precios de la energía”, una crisis económica que Alemania no ha visto desde la Segunda Guerra Mundial.
Ahora, si comparamos los datos con la situación pre-pandemia de 2019, Europa ya está en recesión, y su profundización supondría el cierre de empresas, despidos y destrucción de capital, condición necesaria esta última para una recuperación del proceso de acumulación de capital.
Mucho mejor parado está EEUU que, como hemos visto, puede pasar los costos de esta convulsión a otras naciones. Esto explica su actitud de continuar la guerra, dicen, "hasta la victoria de Ucrania". De hecho, hasta ahora está practicando la máxima destrucción de Ucrania a través de mercenarios y de sus “intermediarios europeos”.
El objetivo estratégico de EEUU es evitar el establecimiento de relaciones amistosas dentro del continente euroasiático, separar a Rusia de los europeos y sobretodo debilitarla, ya que es el aliado más importante de China. De hecho, este país es el verdadero "enemigo" y será posible atacarlo más fácilmente una vez que Rusia haya sido derrotada.
Esta estrategia, desvelada en la reunión del G7 en Cornualles y en la cumbre de la OTAN del pasado verano, ha supuesto, entre otras cuestiones estratégicas, la construcción de submarinos nucleares en Australia para custodiar el Mar de China.
La Ruta de la Seda, uno de cuyos ramales importantes iba a pasar por Eurasia, se enfrenta ahora a un nuevo obstáculo. Esto también es bueno para los EEUU, es parte de su política para impedir la construcción de una infraestructura que considera una amenaza a su supremacía económica.
EEUU no se ve afectado por el conflicto, no emplea a su ejercito en el frente, no acogerá a una proporción significativa de refugiados y tiene un desvergonzado interés por una escalada militar y económica para controlar las fuentes de energía y vender armas.
El interés de los europeos
No logramos entender cuál es el interés de los europeos en prestarse a este juego cínico. Nada de la guerra impulsada por EEUU le favorece a Europa. Como argumenta Alessandro Visalli, las sanciones económicas se traducirán en un boomerang para los países de la UE.
Entretanto, el diario británico The Economist se ha visto obligado a admitir el 7 de mayo que la economía rusa ha superado todos los "pronósticos de un colapso, a pesar de las sanciones sin precedentes. El rublo tiene ahora más valor del que tenía antes de la invasión y Rusia está cumpliendo con los pagos de sus bonos en divisas extranjeras”. Finalmente, el periódico afirma que " la economía real rusa es sorprendentemente resistente".
Otras de las implicaciones de las sanciones sobre el mercado y la producción de bienes y servicios, son aquellas de carácter financiero que igualmente podrían volverse en contra de quienes las implementen,
Como ha explicado el famoso Banco Credit Suisse, no se vive solo de las finanzas, “porque se puede imprimir dinero, pero no comida”. En contraste, estamos frente a una guerra que desafía indirectamente a un grupo de países que producen no solo productos industriales, sino también materias primas imprescindibles para sobrevivir.
El bloqueo de alrededor de dos tercios de las reservas rusas en el extranjero ha provocado una reacción evidente: la demanda de que los materiales energéticos rusos sean pagados por los países "hostiles" en rublos [lo que significa que las compañías europeas, en lugar de pagar el gas a cuentas rusas en bancos europeos, lo que permitió bloquear esas cuentas, deberán pagarlo a cuentas europeas en bancos rusos, que además se quedarán con las comisiones y los intereses]. Tanto esta circunstancia como la inevitable pérdida de confianza que sufre el gigante estadounidense por no haber cumplido con sus obligaciones acelerarán el proceso de pérdida de “centralidad del dólar”, tanto como medio de pago internacional como depósito de valor.
Sobre todo, porque las monedas respaldadas por algo tangible -, el oro, como en el caso del rublo- tienen un mayor atractivo que aquellas detrás de las cuales no hay nada fundamental. Hasta ahora, EEUU se las ha arreglado con el tema del dinero, que no les cuesta nada, y ha sido aceptado globalmente sólo en base a su poderío militar, utilizado en todas las ocasiones en que algún país se ha negado a someterse a este arbitrio.
Al dominar con el dólar podía poner de rodillas a los países no alineados o producir crisis financieras. Esto les ha permitido ser el primer consumidor, estando muy por debajo de ese estándar como productor, y armarse hasta los dientes. Pero la cosa puede cambiar cuando medio mundo se rebela, cuando China, India, Vietnam, Irán, Pakistán, Sudáfrica, Brasil, México, Nigeria, Turquía, Venezuela y otros países asiáticos, africanos y latinoamericanos se preparan para ir hacia la superación de la supremacía del dólar.
La exclusión de algunos de los principales bancos rusos de la principal red de pagos internacionales, el sistema Swift, que se supone que les haría casi imposible realizar transacciones internacionales, también podría acelerar el uso del sistema alternativo desarrollado por China, el CIPS (Cross-Border Interbank Payment System). Así el Swift, otro monopolio de las potencias occidentales, se vera obligado a competir con el país asiático.
A partir de este panorama, creo que se puede argumentar que, sobre la base de una pura competencia económica apoyada por su poder militar, EEUU tiene muy pocas posibilidades. Precisamente por eso la situación es muy peligrosa, porque EE UU solo puede ganar en el terreno militar y es posible que quiera la guerra no solo “hasta el último ucraniano”, sino hasta crear las condiciones para una verdadera catástrofe humana.
No sé quién ganará la guerra, pero supongo quién ya la perdió: los pueblos europeos. Europa no debería haber aplicado sanciones, ni debería enviar armas a Ucrania, al contrario, debería haber buscado una solución negociada que garantizara la seguridad para todos. Deberíamos haber intensificado las relaciones con China y Rusia, oponiéndonos a su cerco militar, sin quedar engolosinados al imperio estadounidense cuyo principal campo de competencia es el militar. Pero, por ahora el viejo imperialismo europeo se ha convertido en un obediente servidor de los EEUU.
Italia pagará un precio muy alto por su atlantismo inquebrantable. Además del mayor costo de la energía, deberá enfrentar la escasez de este recurso fundamental, al menos por el tiempo necesario para activar supuestos canales alternativos. El ministro Cingolani, el pasado 10 de marzo, admitió que "sin gas ruso habrá una tragedia social", precisando que “se necesitarán al menos 3 años para reemplazar este recurso”.
Mientras tanto, el desabastecimiento generará grandes dificultades para las actividades productivas y de transporte, para familias, servicios públicos, hospitales y escuelas. Lo mismo ocurrirá con el aumento del precio de las materias primas (el níquel, por ejemplo, ha aumentado un 93%). Avanzaremos, pues, hacia una crisis que podría ser más grave que la de 2008 y que la producida por la pandemia.
Otro factor generador de la crisis será la escasez de alimentos. Afectará dramáticamente a los países africanos, provocando un enorme aumento de muertes y flujos migratorios. En Europa lo pagaremos en forma de aumento de los precios de los alimentos, y esto en ausencia de herramientas adecuadas de indexación salarial. Mientras tanto, en este frente ya asistimos a grandes problemas en el transporte, especialmente naval y, de alimentos desde las zonas de guerra.
Recomponer un frente de clase
Hasta ahora, la transición al campo liberal de la "izquierda gobernante" y la insuficiencia y fragmentación de los partidos comunistas (y en general de la izquierda opositora) sólo han engordado a la derecha populista y fascista.
La situación está cambiando rápidamente. La ya frágil construcción europea podría saltar de cara a los gravísimos conflictos geopolíticos, presentes y futuros. Lo que surgirá puede no ser positivo si no se recompone un frente de clase unitario a nivel europeo, capaz de enfrentar los coletazos de Occidente ante su crisis más grave, incluso identificando nuevas alianzas internacionales.
En una interesantísima entrevista con el Corriere della Sera, el economista de la Universidad de Columbia Jeffrey Sachs aclara que Rusia ha ocupado parte de Ucrania tras reiteradas provocaciones estadounidenses, que EEUU es el primero en no querer la paz, que Washington ha frenado a Zelensky que ha querido renunciar a su aspiración de unirse a la OTAN, que el objetivo de EEUU es hacer la guerra "hasta el último ucraniano" y, finalmente, que Europa y EEUU están aislados del resto del mundo.
Aunque en los últimos días en algunos canales de televisión se reconoce tímidamente las grietas en el frente occidental, la grave censura contra la libertad de información sigue dominando sin contrapeso en la narrativa del 'mainstream' comunicacional.
Hay que trabajar duro para desmantelar esta narrativa, resaltar todas las responsabilidades de esta guerra y mostrar las implicaciones políticas y económicas de esta aventura occidental. Una salida para la izquierda de este callejón sin salida debe denunciar un hecho indiscutible: quienes pagarán la agresividad de la OTAN y EEUU serán los trabajadores, los parados, los precarios, los pensionistas y quienes se enriquecerán serán los monopolios armamentísticos del “occidente colectivo”.
* Economista italiano
observatoriocrisis.com / La Haine