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Pensamiento, Angeles Maestro, Europa :: 15/01/2018

Ha muerto Jean Salem, uno de los más grandes.

Ángeles Maestro - La Haine
¡Como duele escribir sobre la muerte de alguien que es al mismo tiempo un amigo querido y un combatiente!

Acabo de saber por la comunista libanesa Leila Ganem, con la que compartía la amistad fraternal con Jean Salem, que un tumor cerebral acaba de cercenar su vida a los 65 años.

Jean Salem con toda su modestia y su grandeza fue el gran especialista en los grandes filósofos materialistas Demócrito, Epicuro y Lucrecio. Uno de los ejes de su trabajo fue la crítica del culto al sufrimiento y la negación de la felicidad por el cristianismo, al tiempo que – de la mano de Epicuro – afirmaba que somos de hoy y no de mañana y que la filosofía es el arte de hacer nuestro recorrido por la existencia, efímera, lo más sabio y feliz posible.

Una de sus conferencias llevaba por título la frase del filósofo griego “la muerte no es nada para nosotros”[1]. A partir de Lucrecio nos explicaba que la muerte no nos concierne porque durante la vida no existe y cuando morimos tampoco. Lo más importante, destacaba él, es que el alter ego del miedo a la muerte es el vano deseo de eternidad. Precisamente, nos mostraba, los primeros filósofos materialistas defendían que la persecución de riquezas, el loco deseo de honores y la sucesión de crímenes que les acompaña, se alimentan del miedo a la muerte. Este importante trabajo, traducido por Red Roja, aún no ha sido publicado.

En 2006 se publicó la traducción propiciada por Red Roja de una libro emblemático “Lenin y la Revolución”, con ocasión de la cual realizó una gira por diversas ciudades del Estado español. Es una obra clave, que recomiendo fervientemente[2]. Su objetivo era desmontar las raíces del anticomunismo, desvelando las mentiras sobre las que se erige y reafirmando la vigencia de la revolución.

Jean Salem era hijo de un gran comunista, Henri Alleg, que se jugó la vida en defensa de la independencia de Argelia y sufrió terribles torturas detenido en las prisiones del Estado francés por “reconstitución de organización disuelta (el Partido Comunista Argelino) y atentado contra la seguridad del Estado”. Su testimonio, escrito clandestinamente en la cárcel, “La Question”[3], es uno de los alegatos más contundentes contra el colonialismo y el terrorismo de Estado.

La obra completa de Jean Salem puede consultarse en su sitio web. http://jeansalem.fr/fr_FR/

Si bien la muerte propia “no es nada para nosotros”, la desaparición de gigantes como Jean Salem bloquea el pensamiento agarrotado por el irracional intento de negar la pérdida.

Reproduzco por ello las palabras sobre Jean Salem y otro de los grandes camaradas fallecidos, Georges Labica, de Miguel Urbano Rodrigues, otro gran amigo y compañero de combate [que también se nos fue en 2017].

La sabiduría y la Revolución[4]

Jean Salem es un humanista que ascendió a los escalones de aquel género rarísimo de la cultura, la integralidad, que le permite contemplar e interpretar el mundo, intentar comprender la aventura humana y luchar por la transformación de la vida.

Filósofo marxista, economista, profesor de Historia de Filosofía Griega, dirige en la Sorbonne desde 2005 un Seminario sobre Marx en el siglo XXI, seguido por vídeo en Internet por más de 30.000 personas.

En su nuevo libro, ahora lanzado en París[5], encontramos la síntesis de su pensamiento y el retrato del pensador, del combatiente comunista y del hombre.

«Sagesses pour un monde disloqué» es un fascinante compilación de ensayos, entrevistas, comunicaciones, conferencias, de un filósofo revolucionario que, a través de la búsqueda serena del encuentro consigo mismo, desciende a las raíces del sentido de la vida.

Hay épocas, recuerda, en que se desprecia la política porque ella misma se convirtió despreciable. La nuestra es una de esas épocas. Los engranajes del sistema de poder del capitalismo han dado lugar a una generación de políticos repugnantes. Pero es siempre posible remar contra la marea.

Jean Salem cuenta como en los últimos años rompió con la erudición académica y recorrió el mundo y, con alegría y provecho, tomó contacto con gente muy diferente en conferencias y encuentros en Europa, Asia, Oceanía, África, EEUU, o en América Latina.

Consciente de que se asiste hoy al ascenso de una ola de irracionalismo, sea religioso o no, recuerda que en la Historia no ha surgido una idea importante que no haya tenido en su origen un griego.

Es comprensible por lo tanto que la primera parte de su libro sea una demostración de esa evidencia, olvidada o ignorada.

Siendo la búsqueda de la felicidad la suprema aspiración del ser humano, Salem nos recuerda que los materialistas griegos fueron pioneros en la defensa de un hedonismo que privilegiaba el placer como inseparable de la alegría de una vida breve.

Esos materialistas de la Antigüedad tuvieron el coraje y la lucidez de afirmar la sin razón del terror a la muerte, porque no hay sufrimiento para más allá de ella.

Las iglesias, sobretodo las cristianas, hicieron todo lo posible para satanizar el placer, insistiendo en que la felicidad humana solamente era posible en el reino de los cielos tras la muerte.

En su denuncia del oscurantismo religioso, Leibniz, Schopenhauer y Feuerbach, destaca Salem, mucho deben a Epicuro y Lucrecio. Ellos sabían además establecer una frontera muy nítida entre el placer sabio, principio y fin de una vida feliz, y la depravación y los vicios que destruyen el ser humano.

La segunda parte de «Sagesses pour un temps disloqué» trata el tema de la felicidad bajo una perspectiva política.

Para Salem, la felicidad -el soberano bien de los epicureos griegos- es posible también en un contexto de grandes crisis, de calamidades que alcanzan la humanidad.

En esta terrible crisis de civilización, cuando un sistema de poder monstruoso aspira al dominio universal y perpetuo sobre la Tierra, cuando la simple idea de revuelta es criminalizada, cuando la resistencia a la opresión es calificada de terrorismo- la felicidad es también alcanzable. Salem sugiere que la encontremos en los caminos de la lucha, «en la lucha por una causa justa que nos supera, y que sabemos que es justa».

Interrogado en una entrevista sobre qué figura, antigua o contemporánea, encarna, en su opinión, el sabio epicureo, cita, entre otros, a su padre, el escritor Henri Alleg, héroe de Argelia y de Francia. Bárbaramente torturado, resistió la tortura y la denunció en un libro inolvidable,«La Question». En ese revolucionario firme y sereno identifica «la figura del resistente, de aquel que considerando inaceptable el desvío de su linea, de aquel que es inmune a los deseos mezquinos, aquí está- respondió - la figura del sabio antiguo».

Sufriendo, manteniendo la coherencia y la fidelidad a un ideario, es también posible -por absurdo que parezca- alcanzar un estado de bienestar interior.

Uno de los capítulos más bellos del libro es el dedicado a Georges Labica, un gigante de la filosofía, revolucionario y comunista ejemplar.

Jean Salem vió en él un combatiente para el cual la armonía entre las palabras y los actos era perfecta. Evoca intervenciones suyas en Encuentros Internacionales en que habló con la dureza, el brillo y el estoicismo de Sócrates. Labica fue un internacionalista que «dejó el Partido según afirmó- para continuar siendo comunista».

No es posible en un texto como este transmitir la riqueza conceptual y el significado de la reflexión de Jean Salem sobre las grandes luchas de nuestro tiempo en los capítulos de la tercera parte de las «Sagesses».

El consigue lanzar un difícil puente entre la sabiduría de los materialistas griegos y los grandes desafíos revolucionarios que surgen como respuesta de los pueblos a las grandes crisis.

Las páginas sobre la Revolución Rusa de Octubre, la utilidad de releer Lenin para preparar el futuro, los capítulos sobre el marxismo en Francia y la actualidad de Marx, son una fuente caudalosa de preciosas enseñanzas para las nuevas generaciones.

Tal como los materialistas griegos, que lo inspiran, Jean Salem vive con intensidad y alegría en busca de la felicidad de lo posible. La revolución es para él un objetivo y un infinito.

Las últimas lineas de su emotivo libro encierran un mensaje de confianza en la humanidad.
Nos invita a no olvidar que una época «maldita, equivoca, acaba siempre, como todas las otras, por finalizar. En lo tocante a nuestra época eso no debe, además, tardar».

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Notas

[1] La conferencia completa para quienes hablan francés está aquí: La mort n’est rien pour nous. Conférence de Jean Salem. https://vimeo.com/24922260

[2] Aquí se puede descargar: https://lahaine.org/aA7x

[3] Una entrevista al autor sobre el ibro, prologado por Alfonso Sastre, puede encontrarse aquí: https://lahaine.org/aA8j

[4] http://redroja.net/index.php/libros/2031-la-sabiduria-y-la-revolucion

[5] Jean Salem,« Sagesses pour un monde disloqué,» Editions Delga, Paris 2013, 313 pgs

 

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